Andalucía, una de las comunidades más extensas de la Europa de los 25 estados, es también una de las que ofrece una mayor superficie cultivable, que además se ha incrementado en la última década del siglo XX en casi 300.000 ha, crecimiento especialmente relevante cuando la mayoría de esa Europa reduce superficie cultivada. En el caso andaluz, el abandono de cultivos en algunas zonas montañosas se compensa por la puesta en cultivo de numerosas zonas del litoral o incluso del interior gracias a nuevos regadíos.
El campo andaluz ofrece a finales del siglo XX los cinco millones de hectáreas efectivamente cultivadas, es decir, casi el 64% de su superficie total. Una cifra y un porcentaje muy relevantes que unidos al aumento paulatino de la productividad explican la importancia del campo andaluz en el conjunto del Estado y aún en el conjunto europeo. Casi los dos tercios de la superficie agraria cultivada lo son por sus propietarios, en tanto el arrendamiento afecta al 18% aproximadamente de esa superficie y la aparcería y otras formas de tenencia de la tierra son muy poco relevantes. Más de tres millones de ha cultivadas en el campo andaluz son explotaciones con más de 50 ha, en tanto el minifundio, menos de 10 ha, representa poco más de las 600.000 ha. El número de explotaciones, en descenso, no llega en 2003 a las 425.000.
El campo andaluz pierde empleo en los últimos años, como toda la agricultura española, aunque en porcentaje muy inferior a como lo hace décadas atrás y a como lo hacen la mayoría de las comunidades españolas, incluso ha registrado en algunas coyunturas recientes pequeños aumentos, sobre todo por el imán de la agricultura intensiva. Pero es significativo que todavía "pese a los grandes cambios acaecidos" los andaluces que trabajan en empresas agrarias familiares (alrededor de 139.000) supongan una cifra inferior a la de los que lo hacen como asalariados "148.000, incluidos eventuales" en empresas ajenas, al contrario de lo que ocurre en casi todo el resto de Europa, y se mantienen grandes diferencias interprovinciales, pues en tanto Huelva, Jaén, Córdoba, Cádiz y Sevilla tienen más trabajadores asalariados que familiares, estos son mayoría como antaño en Almería, Granada o Málaga pese a la revolución de los invernaderos (-> véase Agricultura y Campesinado.)
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