f.(Del latín agri , campo, y cultura , cultivo).Conjunto de actividades humanas sobre la tierra para promover el desarrollo de plantas con las que satisfacer las necesidades de alimento. El origen de la agricultura se remonta a la era posglacial, cuando el hombre, que recolecta plantas pero es esencialmente cazador, ve descender las reservas de carne. Comienza entonces a domesticar animales y aprende a separar los vegetales útiles de los que no le reportan ventajas y a hacer crecer esas plantas aprovechables, así como a la siembra sistemática. La posibilidad para el hombre de crear alimentos, constituye un hito trascendental en la historia de la humanidad. El hombre depende en principio de las plantas de su entorno, fundamentalmente cereales, y con el cultivo de tierras supera el nomadismo "aunque al principio se da una agricultura itinerante" y se produce la primera explosión demográfica.
La agricultura nace a un tiempo en distintos puntos del planeta, en especial en Oriente Próximo, y es la base económica de muy diferentes civilizaciones antiguas. Está documentada desde el séptimo milenio a.C. en las actuales Irak, Turquía y Siria, desde donde se extiende hacia Europa y hacia Asia Central. Se estima, con todo, que el total de superficies cultivadas supone apenas un 12% de las tierras emergidas, por las dificultades climáticas que imposibilitan la siembra en tierras frías, áridas, en selvas o en regiones de alto relieve, pero la acción humana hace avanzar continuamente los terrenos cultivados, a veces con serios riesgos medioambientales, como en la Amazonia brasileña. Mientras que en los países más atrasados la mayoría de la población activa se dedica a la agricultura, en los más desarrollados ni siquiera representa el 8%.
Agricultura andaluza. La actividad agraria en Andalucía se remonta aproximadamente a dos milenios a.C., mucho antes de que griegos y fenicios popularicen la vid y el olivo. La fertilidad del Valle del Guadalquivir será pronto apreciada en todo el Mediterráneo y con Roma "el arado romano será utilizado durante dos milenios" la Bética será granero del Imperio. La decadencia agraria que se detecta en Europa al inicio de la Edad Media no se produce tan intensamente en Andalucía, donde la invasión árabe supone un claro resurgir agrario, con introducción de muchos cultivos nuevos, frutales por ejemplo, y generalización de sistemas de regadío * y cultivos muy intensivos para la época, con norias y molinos de viento, leyes de aguas y asociaciones de regantes. El final de la etapa musulmana, que en otros puntos de España supone un auge de la ganadería en detrimento de la agricultura, tiene menor incidencia en Andalucía, donde además llegarán a partir del siglo XVI nuevos productos desde América, pero lleva a una nueva distribución de la tierra, con la aparición de los latifundios * en el Valle del Guadalquivir. La Edad Moderna consolidará un sistema extensivo en la mayoría del territorio andaluz, con baja producción y creciente absentismo, en tanto en las comarcas montañosas se mantiene una agricultura de minifundio y subsistencia. El resultado será una Andalucía bien poblada con una agricultura incapaz de acoger a toda la mano de obra disponible, miles de jornaleros, campesinos sin tierra, muy escasos en la mitad norte de España, una tierra con hambres periódicas, normalmente por sequías, y crisis agudas como la que provoca en el XIX la filoxera en Granada, Málaga y Almería. El exceso de población en el campo andaluz, unido a la convicción de que las posibilidades de ese campo fértil están muy por encima de la realidad, lleva a periódicas revueltas y a que desde los sectores jornaleros se sueñe con una reforma agraria que cambie ese panorama.
La II República, etapa de grandes tensiones en el agro andaluz, representa un primer intento, frustrado, de dar solución al problema de la propiedad de la tierra y el absentismo, vía reforma agraria, para que el campo andaluz gane en producción y genere empleo. La posguerra se caracteriza por la autarquía y las dificultades de todo tipo, hambre incluida, en ese mundo agrario andaluz, sin posibilidades de emigración compensatoria y sin modernización alguna de unas estructuras obsoletas. Baja producción, sucedáneos y escasa calidad y mínimos salarios. Se devuelven las fincas expropiadas durante la República y la Guerra Civil a sus primitivos propietarios. La política hidráulica se centra en la construcción de embalses "como El Tranco, en Jaén o, años después, Iznájar en Córdoba", en tanto las leyes de Colonización permiten crear nuevos poblados de pequeños propietarios o aparceros en algunas zonas de regadío del Valle del Gua 9dalquivir. La ley de fincas manifiestamente mejorables de 1953 apenas tiene aplicación práctica en Andalucía. En 1950 sólo hay unos 2.000 tractores en la comunidad, en tanto la población agraria está en el conjunto de Andalucía y en casi todas las provincias por encima del 50% de la población activa. El panorama cambia a partir de los años sesenta, cuando se inicia una modernización, esencialmente tecnológica, con difícil apertura de los mercados a la competencia exterior, pero la mano de obra que sobra en la agricultura andaluza apenas tiene acogida en otros sectores de la economía de la comunidad, por lo que se dispara la emigración en toda Andalucía, incluida la temporera, en especial en las provincias de Jaén, Córdoba y Granada. Cuando concluye el periodo franquista, la población agraria andaluza experimenta un descenso relevante, pero supera aún el 40% del total en Granada y Almería y el 30% en Córdoba y Jaén. En el litoral mediterráneo "Almería en especial" se inicia la revolución de los invernaderos.
La democracia supone en principio "los años de la transición" un auge de la conflictividad agraria, una coyuntura con serios problemas en muchos cultivos, el olivar ante todo, y con pocas posibilidades de emigración a Centroeuropa tras la crisis del petróleo de 1973. Ante esa conflictividad y el problema del desempleo agrario subyacente, se establece a principios de los años ochenta el subsidio agrario, el luego conocido por sus siglas, PER * , Plan de Empleo Rural, que apaciguará el campo andaluz, en tanto una de las más controvertidas leyes del primer gobierno autonómico andaluz será una Ley de Reforma Agraria, que tendrá poca huella porque el ingreso de España en la Comunidad Europea en 1986 marca una nueva y bien diferente etapa, marcada por la productividad y las subvenciones a muchos sectores para su transformación o para paliar problemas de competitividad. En las dos últimas décadas la evolución de la agricultura andaluza está marcada por el auge de la producción en la mayoría de los cultivos, destacando el olivo, la expansión de la fresa, el tomate, la flor, los cítricos o los frutos subtropicales. Crecen el regadío y consecuentemente la demanda de agua, aunque las periódicas sequías "una especialmente intensa en el bienio 1993-1995" recuerdan el déficit de recursos hídricos y sobre todo la mala administración del agua en la comunidad.
La mejora de la comercialización de los productos agrarios, con panoramas muy positivos como el de los cultivos de invernadero almerienses, es otro dato relevante. Sin embargo, la agricultura andaluza no supera su problema de desempleo agrario, y el Plan de Empleo Rural, con más de 100.000 beneficiarios, aunque contribuye a mejorar la calidad de vida en el medio rural andaluz, genera también clientelismo político y pasividad en sectores jornaleros y es objeto de un largo y apasionado debate dentro y fuera de la comunidad. Entre 1975 y 2000 crece el valor de la agricultura andaluza, pero desciende año tras año la importancia del sector primario dentro de la economía regional, que en el cambio de siglo representa sólo el 7,5% del Producto Interior bruto, PIB * , andaluz, aunque con importantes diferencias entre las provincias, pues Almería supera el 15% en tanto Sevilla y Málaga no llegan al 5%. La Política Agrícola Comunitaria, PAC * , y las Organizaciones Comunes de Mercado, OCM * , para productos concretos, suponen los ejes "no estables" del marco internacional para la agricultura andaluza.
El presente. La agricultura andaluza actual es muy diversa lo mismo en la estructura de las explotaciones que en las producciones, y muestra en las últimas tres décadas un crecimiento global importante, pues representa en torno al 25% de la agricultura española, con tendencia a incrementar ese porcentaje y su valor supera en 1999 por primera vez los 6.000 millones de euros, con dos sectores destacados, las hortalizas y el aceite, que en conjunto aportan casi el 70% de la producción agraria. El número de trabajadores andaluces en el sector, aunque sigue disminuyendo, se mantiene en torno a las 390.000 personas, si bien sólo algo menos de las 250.000 tienen empleo estable, un 65% hombres y un 35% mujeres. Representa el 13,5% de la población activa en la comunidad, con tendencia a seguir disminuyendo levemente, tras haberlo hecho intensamente desde 1950. La emigración temporal para campañas agrarias, antaño relevante, queda reducida a unas 25.000 personas que anualmente emigran a la vendimia * francesa y en menor grado a otras actividades en países centroeuropeos. Por contra, la inmigración, norteafricana, latinoamericana o de la Europa del Este, para participar en la recogida de la aceituna o de la fresa y en las campañas hortofrutícolas, es cada día más intensa. Aproximadamente el 22-24% de los ingresos del sector proceden de subvenciones, porcentaje inferior a la media nacional (26-27%), y muy concentradas en el sector del olivo * y plantas industriales, en tanto la horticultura * muestra escaso proteccionismo.
La balanza * comercial del sector agrario andaluz resulta favorable a la comunidad, aunque en años de sequía se registran déficits gracias sobre todo a frutas, hortalizas, aceite y vino. Las exportaciones agrarias andaluzas superan desde el 2000 los 6.000 millones de euros. Cádiz y Málaga registran habitualmente balanza negativa en tanto Almería, Córdoba, Granada, Jaén y Sevilla suelen tenerla positiva y Huelva oscila. La Unión Europea absorbe dos tercios de la exportaciones agrarias andaluzas. Aunque con fuertes diferencias entre unos y otros años en función de factores climáticos "que afectan sobre todo a las provincias olivareras", Almería aporta entre el 25 y el 30% del total andaluz, en tanto Granada, Huelva y Málaga no alcanzanpor lo general el 10%. El número de las explotaciones agrarias andaluzas tiende a descender y a aumentar su tamaño medio, pero a menor ritmo que a escala estatal, en parte por los buenos rendimientos alcanzados en pequeñasexplotaciones de regadío. Es de 435.467 en 1962 y 469.768 al concluir el siglo XX, es decir, el 14,5% del total español en la primera fecha y el 20,6% en la segunda.
En Andalucía las explotaciones con menos de 5 ha, minifundios, suponen un porcentaje superior a la media española y también los latifundios "más de 100 ha", en tanto abundan menos los tamaños medios. Alrededor del 94% de las explotaciones agrarias andaluzas tienen como titular una persona física. El progresivo envejecimiento de la población agraria andaluza es uno de los aspectos más inquietantes sobre el futuro del campo andaluz. Más de la mitad de las explotaciones de la comunidad tienen a su frente a personas con más de 55 años, porcentaje que se incrementa incluso en sectores como el vino o el olivar "en el conjunto de España, la edad media es incluso superior". El envejecimiento afecta sobre todo al interior: dehesas de Sierra Morena, altiplanicies de la Penibética y comarcas áridas del Sureste. Los planes para incorporar jóvenes a la agricultura dan resultados discretos "unas 1.000 personas entre 1992 y 1998, por ejemplo", siendo aún más preocupante el escaso número de mujeres jóvenes. Entre los cultivos, tiende a descender la superficie dedicada a cereales * en tanto el olivo * conoce una expansión notable, al igual que los cítricos * y las hortalizas * .
La agricultura andaluza actual muestra subsistemas muy heterogéneos, regadío extensivo en el Valle del Guadalquivir, regadío intensivo en los litorales, tanto atlántico como mediterráneo, el secano se da en las altiplanicies de Andalucía oriental y en las Sierras Béticas, dehesas y pastos dominan en Sierra Morena y el interior onubense, el policultivo se da sobre todo en las vegas interiores y en la campiña de Huelva, el olivar cubre extensas zonas del Valle alto y medio del Guadalquivir, con claro predominio del secano. El regadío * se utiliza en el 20% de la superficie agraria andaluza, lo que a su vez supone el 23% de la superficie de regadío española, y se triplica en medio siglo, al pasar de las 250.000 de 1950 a las más de 820.000 de 2000. La superficie labrada representa hoy casi el 46% de la superficie total andaluza, y algo menos del 10% prados y pastizales. No obstante, la política comunitaria impulsa al abandono de tierras marginales y su transformación en áreas de pastos, forestales u orientadas al turismo * rural. La agricultura andaluza es objeto en las últimas décadas de numerosos planes y programas, vinculados por lo general al desarrollo global del mundo rural, como los programas Leader * , que se aplican a comarcas seleccionadas. -> véase Ganadería y Sector Forestal.
Agricultura ecológica. Cultivo de la tierra sin utilización de productos químicos. Se emplean técnicas respetuosas con el entorno que se apoyan en el control biológico de plagas, asociaciones y rotaciones de cultivos, uso de abonos verdes, aumento de la biodiversidad y búsqueda de productos que mantegan sus propiedades alimenticias y su madurez durante más tiempo. En la última década, ante la intensiva utilización de abonos no naturales y heterogéneos productos fitosanitarios en la agricultura andaluza, crece una agricultura artesanal, que poco a poco va ganando presencia en los mercados y generando una demanda. Ello se traduce en un crecimiento rápido de la producción, que recibe además creciente apoyo oficial, la mayoría de los grandes cultivos "caso del olivo o la vid". registran ya una creciente producción ecológica. La superficie dedicada a la agricultura ecológica supera en 2003 las 200.000 ha, triplicándose prácticamente entre 2000 y 2003.
Agricultura extensiva. La practicada en explotaciones orientadas a la máxima producción con el mínimo coste en mano de obra y capital. Es frecuente en grandes explotaciones andaluzas "latifundios" y en cultivos que permiten una alta mecanización.
Agricultura intensiva. Conjunto de prácticas agrícolas que por uso de maquinaria, abundante mano de obra, regadío y otras circunstancias alcanzan amplios rendimientos en periodos cortos de tiempo, lo que permite en determinados cultivos varias cosechas anuales. En Andalucía, los cultivos bajo plásticos de los litorales mediterráneo (tomate, pimiento) y atlántico (fresas, flores) son ejemplos de agricultura intensiva.
Agricultura de subsistencia. Dícese de la que sólo aporta producción para el consumo de los propios agricultores o el trueque, sin sobrantes para venta en mercados. Por extensión, agricultura atrasada y de bajo rendimiento.[ Antonio Checa Godoy ]
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