Uno de los recintos monumentales más conocidos en todo el mundo, declarado por la Unesco en 1984 Patrimonio de la Humanidad. Instituido como Conjunto Monumental de la Alhambra y el Generalife de Granada, su estructura está formada por una serie de elementos diferenciados que le otorgan una especial singularidad. Lógicamente el más destacado es el propio recinto amurallado de la Alhambra, una ciudad palatina, baluarte del postrero sultanato islámico de al-Ándalus, los Banu Nasr o Nazaríes (1238-1492). Esta ciudad se configura intramuros en torno a tres agrupaciones fundamentales: la Alcazaba, recinto residencial castrense; la residencia del Sultán, compuesta por distintos cuartos o palacios, los espacios arquitectónicos decorados más destacados de su civilización; y la ciudad cortesana, la Medina, colmada de pequeñas industrias, servicios y residencias, acondicionadas para funcionarios y servidores. Todo ello entre calles, callejones, placitas y edificios como cualquier ciudad mediterránea, andalusí y musulmana. La evolución de la ciudad palatina está además invariablemente unida a la creación y desarrollo de un importante sistema hidráulico para su abastecimiento de agua, asentado en una acequia arterial que desde unos seis kilómetros arriba del río Darro va descendiendo, a veces a cielo abierto, a veces mediante túneles y galerías, hasta la parte alta del Generalife al que surte, para finalmente atravesar la muralla por medio de un acueducto, dejando en su recorrido sifones, partidores, norias, cauchiles y albercas de diferentes dimensiones, muchas de ellas actuando como vasos comunicantes. También se encuentran en la Alhambra importantes testimonios de épocas posteriores a los nazaríes, como una de las joyas de la arquitectura renacentista española, el Palacio de Carlos V, cuyo interior atesora los principales espacios museográficos del Conjunto (Museo de la Alhambra, Museo Provincial de Bellas Artes, Sala de Presentación del Monumento, sala de exposiciones temporales).
Puertas. Como ciudad fortificada, la Alhambra dispone de puertas exteriores defensivas, casi coincidentes con los puntos cardinales, dos al norte y otras dos al sur, tal vez buscando el escape de la ciudad a través de sus comunicaciones. Así, la Puerta de las Armas, la única directa con la propia ciudad, enlaza rápidamente con la salida hacia Córdoba, Sevilla, Málaga y la frontera cristiana del norte, por la calle y la puerta de Elvira. La Puerta de las Armas, una de las primeras edificaciones nazaríes y la única dotada de rastrillo, presenta tras su esbelta portada tres ámbitos en recodo cubiertos con espléndidas bóvedas decoradas fingiendo ladrillos rojos, rasgo de conexión con el ornato arquitectónico almohade. Al pie de la Torre de los Picos se desarrolla un pasaje, divulgado desde el siglo XIX como Puerta del Arrabal, al que tal vez se vincula la desaparecida Puerta del Consuelo, salida natural del noreste hacia Levante y el Reino de Murcia, por Guadix y la puerta de su nombre; los sultanes y su séquito se desplazarían por ella a la finca del Generalife. La Puerta de Siete Suelos, volada en 1812 y terminada de reconstruir hacia 1967, comunicaría con la Sierra por el valle alto del río Genil; era la más cercana a la medina residencial y artesana de la Alhambra y debía ofrecer un perfil ceremonial, pues ante ella se celebraban en el siglo XIV justas y desfiles marciales. Finalmente, la Puerta de la Justicia facilitaría la salida hacia la costa y el sur, río Genil abajo; por su monumentalidad es la más destacada de todas, erigida en 1348 conforme alude su hermosa lápida fundacional, está repleta de referencias simbólicas como la llave o la mano; salva cuatro alturas mediante un doble recodo con un variado programa de bóvedas constructivas. Otras puertas interiores vertebran la ordenación urbanística de la Alhambra. Entre ellas sobresalen la Puerta de la Alcazaba, al pie de la Torre de la Vela, fechada en el siglo XI, que presenta un esbelto arco de herradura en piedra, con disposición interior en ángulo recto y sencilla bóveda de ladrillo; y la Puerta del Vino, levantada entre 1303 y 1309, con una portada interna ricamente decorada hacia 1368, auténtica articuladora de la medina o sector residencial de la Alhambra.
La Alcazaba. Es una pequeña ciudad amurallada, en el interior de otra; a grandes rasgos coincide con el recinto que ocupa en el siglo XI el castillo del visir judío Ben Nagrella, de la Taifa Granadina de los banu Zirí, sucesiva a la Guerra Civil que acaba con el Califato de Córdoba. En el siglo XIII, los nazaríes la hallan en ruinas, proceden a su refuerzo con una potente muralla y grandes torres como la del Homenaje o la inexpugnable de la Vela, con geniales soluciones interiores de pilares, bóvedas y galerías de ladrillo, rodeando a todo el recinto con un antemuro unido a las murallas generales de la Alhambra y de Granada. La Torre del Homenaje, con varias plantas y azotea, uno de los primeros edificios que los nazaríes ejecutan, es clave en el sistema defensivo de la ciudad por su orientación y altura. En ella podría haber residido inicialmente Muhammad I Ibn Nasr al-Ahmar, sultán fundador de la dinastía, para poder supervisar las obras de la fortaleza. La Torre de la Vela es uno de los símbolos de Granada: sobre ella la tradición sitúa la ceremonia de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492; en el siglo XVI se la llamaba torre del Sol, al iluminarse su cara principal a mediodía, como un reloj de sol, estando siempre alerta de los acontecimientos de la capital, por lo que Isabel II, en reconocimiento a su fidelidad, le otorga el privilegio de incluir su imagen en el escudo oficial de la ciudad. Esta vela o vigilia se debe en parte a su campana, fundida de otras anteriores en 1773, y trasladada a mediados del siglo XIX desde el ángulo noroeste al lugar que hoy ocupa; todavía resuena con diferentes toques: de ánimas, de queda, de alba, de modorra. El interior de la Alcazaba medieval lo ocupa un barrio castrense, con casas y barracones en los que habitaba la guardia principal de la Alhambra, dotado de aljibe, horno comunitario y baño propio, recuperado arqueológicamente a principios del siglo XX. En el siglo XVI se añade a la mayor parte de la Alcazaba un antemuro de refuerzo de la fortaleza musulmana, en cuya vertiente meridional un siglo después, al amparo de los vientos del Norte, se plantó el Jardín de los Adarves, uno de los rincones más queridos por escritores y dibujantes de la Alhambra romántica. Una caballeriza, cuya fecha de edificación no está clara, mazmorras y silos, postigos y torres de diverso porte, función y fecha, completan el recinto fortificado de la Yadida o nueva Alcazaba.
Prácticamente desde que la Alhambra comienza a valorarse, visitarse y estudiarse, el mayor interés que suscita se centra inicialmente en los lugares que habían habitado "los reyes moros", los sultanes; como tras la conquista los nuevos soberanos se reservan igualmente parte de esos espacios para su esporádica residencia, a la que su descendiente, el Emperador, añade nada menos que un palacio síntesis de la arquitectura renacentista europea, pronto toda la zona comienza a conocerse con el nombre de Casa Real. Así, a los palacios nazaríes se les viene llamando Casa Real Vieja, diferenciándolos claramente de la Casa Real Nueva, es decir, el Palacio de Carlos V. Pertenecen, por tanto, a la primera los diferentes ámbitos palatinos construidos por la dinastía nazarí, los palacios de Comares y Leones, el Partal, el Mexuar, y todas las singulares estructuras asociadas a ellos.
Mexuar. Desde un punto de vista conceptual, es un espacio con cierto carácter vestibular, de preparación al ingreso en los palacios de Comares y de los Leones. Desde un punto de vista histórico, su interpretación es más complicada, dado el concepto espacial polivalente de la arquitectura islámica en general, ocupando, en todo caso, una función intermedia entre las áreas pública y privada de la dependencia palatina nazarí, dentro de las distintas interpretaciones que se pueden aplicar en ese mundo a los conceptos de lo público y lo privado. Aunque con el mismo nombre se identifica la sala que abre el recorrido por los palacios de la Alhambra, se deberían incluir también bajo su denominación a los dos patios que la anteceden, ambos fruto de las primeras excavaciones realizadas en la Alhambra; el primero es denominado Madraza de los Príncipes, por su parecido con la Madraza de Granada, debiendo cumplir un papel burocrático y administrativo, con sala de ceremonia y pequeña sala de oración; al segundo patio, de Machuca, se le llama en un documento de 1589, Casa de las Trazas de las obras Reales, una especie de estudio de arquitectura en el que se elaboraban los proyectos, a la vez que servía de residencia a los arquitectos (Pedro Machuca y su hijo Luis, durante las obras del Palacio de Carlos V). En el siglo XIV (1362) el visir Ibn al-Jatib llama al lugar Maswar al-Jass o Consejo Privado, debiendo entonces formar una unidad con la actual Sala del Mexuar. Aunque ésta recibe importantes alteraciones al usarse como capilla cristiana hasta su restauración entre 1924 y 1930, conserva las columnas originales de una linterna de iluminación cenital, con restos de policromía, bellos techos ataujerados , así como varias composiciones de yeserías y alicatados, algunos procedentes de otros lugares de la Alhambra.
Palacio de Comares. Posee la portada más solemne y simbólica de la Alhambra, levantada en 1370 por Muhammad V para conmemorar la victoria de sus tropas en Algeciras, ante la que el sultán solía recibir a su pueblo en audiencia. Decorada por completo con yeserías policromadas, siguiendo el sistema proporcional, culmina su parte superior en un gran alero de madera labrada. La fachada da paso, tras un corredor en doble recodo, al espacio vertebrador del palacio, el Patio de los Arrayanes, así llamado por los dos grandes macizos de esa aromática planta que flanquean los lados mayores de la alberca. Todas las estancias palatinas se distribuyen alrededor del patio, como es característico de las construcciones domésticas hispanomusulmanas; los lados menores, al norte y al sur, presentan sendas galerías porticadas, espacio muy particular de la arquitectura nazarí, que viene a servir de zaguán o de transición al interior de los edificios, a los que protege de las inclemencias del tiempo. Tras el pórtico norte se encuentra la zona noble del palacio: la Sala de la Barca, estrecha y alargada, con sendas alcobas a los extremos, está cubierta con una armadura reconstruida con algunas de sus piezas originales salvadas del voraz incendio que sufre en 1890. Por ella se entra al Salón de Embajadores o de Comares, que ocupa todo el interior de la enorme torre del mismo nombre, la mayor de la Alhambra, el auténtico salón del Trono, probablemente el que atesora lo mejor del Arte Nazarí, pues en sus paramentos se suceden los magníficos zócalos alicatados con el ataurique, la epigrafía y la decoración geométrica de las ricas yeserías dispuestas como si fueran tapices, cubriendo por completo con leves restos de color toda la superficie. Cubre el salón una obra maestra: una armadura compuesta con pequeñas piezas geométricas de madera, en diversos colores, que desarrolla una superposición ascendente de ruedas de estrellas, simbolizando los siete cielos del Paraíso islámico que culminan en el octavo, el Trono de Allah, aquí constituido en un cupulín de mocárabes. Tras el pórtico sur se eleva una crujía de dos plantas superpuestas, con estancias complementarias del palacio que, por la edificación del Palacio de Carlos V, sólo conserva su fachada al patio, con una bella galería abierta mediante seis arcos y un vano central adintelado. Los lados mayores del patio están ocupados por cuatro viviendas con alcoba principal en planta baja y, al igual que el resto del palacio, con habitaciones complementarias en planta alta, todas con accesos desde el mismo patio, uno de ellos el paso al baño de vapor. El Palacio de Comares es edificado por el sultán Yusuf I (1333-1354), que no llega a verlo finalizado al ser asesinado en la mezquita mientras hacía la oración, completándolo su hijo Muhammad V (1354-1359 y 1362-1392).
Palacio de los Leones. Es conocido durante la época nazarí como palacio del Riyad o del jardín. Su edificación se realiza bajo el segundo mandato del sultán Muhammad V (1354-59 y 1362-91), considerado como de máximo apogeo. El conjunto del Palacio conforma en lo esencial una estructura derivada de la tradicional casa mediterránea e hispanomusulmana, con habitaciones diferenciadas para las estaciones cálidas y frías, muy extremas en esta tierra, desplegadas en torno a un patio central a cielo abierto. Sin embargo, el constructor cambia aquí el esquema habitual de un eje longitudinal con alberca central, por el de patio de crucero, utilizado tanto en al-Ándalus como en otros lugares del territorio islámico. Alcanza aquí posiblemente el mayor grado evolutivo en concepción, proporciones y perfeccionamiento, tanto en su aspecto constructivo como en el decorativo. El patio presenta en su centro una fuente monumental que da nombre al conjunto, compuesta por doce esculturas de leones que aparentan sustentar una pila dodecagonal, todo en mármol de Macael; la dualidad, la alternancia, en suma la iconografía, así como la sorprendente ejecución de las figuras de estos animales, todos diferentes, en unión de los doce versos del poema o qasida que recorren el borde de la pila hacen del grupo escultórico una de las obras maestras del medievo universal. El palacio incluye dos viviendas independientes en torno a las salas de las Dos Hermanas y de los Abencerrajes que subrayan su importancia al elevarse sobre el nivel del patio. Ambas se cubren con bóvedas de mocárabes ( muqarnas , en árabe), que aún conservan restos de su diversa y espléndida policromía, contando entre las obras maestras de la estética y la arquitectura islámica. La Sala de las Dos Hermanas posee un ámbito central cuadrangular al que abren con primorosas celosías sendas estancias en planta alta; la zona noble de esta vivienda se alcanza al prolongarse hacia el Norte mediante la tradicional solución arquitectónica de "T" invertida, con la sala longitudinal de los Ajimeces y el mirador saliente de Lindaraja, cuyo interior atesora las muestras más delicadas de la decoración nazarí, considerada por algunos autores, para su apreciación popular, como el Barroco de la Alhambra.
El otro núcleo doméstico del Palacio se sitúa en torno a la Sala de los Abencerrajes, con dos alcobas laterales y una pila dodecagonal en el centro; esta vivienda desarrolla sus estancias más preciadas en planta alta, sobre el aljibe del palacio y constituyen el denominado Patio del Harén. La Sala de los Reyes era la estancia representativa del Palacio; abierta al patio longitudinalmente, con arquerías y espacios alternos, sus otros tres lados aparecen ceñidos por cinco amplias alcobas, las tres centrales cubiertas con bóvedas decoradas con pinturas miniaturistas de escenas cortesanas, realizadas al temple sobre pieles de carnero claveteadas a la tablazón mediante diminutas astillas de bambú, algo único en la Historia del Arte. Finalmente, la Sala vestibular de los Mocárabes debe su denominación a la desaparecida bóveda que la cubría, probablemente una de las más hermosas de la Alhambra, que queda muy dañada a consecuencia de la explosión en 1590 de un polvorín cercano; es entonces dividida en dos, separadas por una reja y una de ellas cubierta por la actual bóveda de yeso, diseñada en 1614 por el pintor Blas de Ledesma, con las iniciales "F. Y.", que corresponden a los Reyes Felipe V e Isabel de Parma. De la bóveda original de mocárabes apenas quedan algunos restos de su arranque, en la parte superior del muro de cierre, en los que puede observarse la rica policromía del techo perdido. De las salas que componen los cuatro espacios cardinales del Palacio brotan diferentes fuentes y surtidores que, mediante sendos canales labrados en piezas de mármol, conducen el agua a la fuente central del patio aumentando así el efecto visual y vertebrador del mismo.
Partal. Jardines y palacios que constituyen una amplia zona escalonada, situada hacia la mitad del recinto de la Alhambra. Su actual configuración obedece a una organización paisajística y arquitectónica, iniciada en la década de los años treinta del siglo XX, que la evolución de la naturaleza y el influjo del impulso turístico condicionan en su actual contemplación e interpretación. Desde mediados del siglo XIX se ultiman una serie de adquisiciones y expropiaciones de pequeñas propiedades particulares existentes en la zona, que propician la ejecución de sucesivas exploraciones del subsuelo. Se afianzan muros, pavimentos y elementos arquitectónicos, adaptándolos con plantaciones adicionales, haciendo de la integración entre restos arqueológicos, reconstrucción arquitectónica, vegetación y paisaje, un modelo que se consolida visualmente, ejerciendo gran influencia en la imagen de la propia Alhambra y en la de otros muchos lugares. La disposición primitiva del sector se corresponde con una serie de aterrazamientos o paratas que, siguiendo los desniveles del terreno, se disponen entre la muralla de la fortaleza, elevada sobre la margen izquierda de la cuenca del río Darro, y la cota alta de la Alhambra, colonizando y urbanizando mediante un entramado de calles, el que probablemente fue primer asentamiento palaciego planificado por los nazaríes. De hecho, es el segundo sultán de la dinastía, Muhammad II (1272-1302), quien comienza desde el denominado Partal Alto la parcelación de esta amplia zona, aunque la autoría del Palacio del Partal o del Pórtico por su nombre árabe y su disposición es atribuída a Muhammad III (1302-1309). Arquitectónicamente inaugura en la Alhambra el esquema de gran alcoba principal en el interior de una torre saliente de la muralla ante la que se despliega, a todo lo ancho de la crujía, una amplia galería porticada que conecta la estancia con el exterior, frente a la que se sitúa una gran alberca integrada proporcionalmente en el conjunto. Su elemento decorativo más destacado, un precioso techo de armar de la alcoba alta, desaparece a finales del siglo XIX y hoy se encuentra en el Museo de Arte Islámico de Berlín. Desde el punto de vista espacial en los jardines del Partal se encuentran tres terrazas principales: la parata baja, que comprende al propio pórtico del Palacio, junto con sus espacios colindantes; la parata intermedia, en una franja escalonada, algo angosta y alargada, perfilada por la calzada de la Calle Real Baja, al sur, y la parata baja, al norte, en la que se encuentran los vestigios del Pabellón meridional del Palacio, rodeado por dos estanques en forma de "L", además de espacios ajardinados colaterales; la parata alta contiene la estructura arqueológica del destruido Palacio de Yusuf III (1408-1417) que, tras la conquista cristiana y hasta el siglo XVIII ocupa la saga del Capitán General de la Alhambra, Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar, además de dos importantes casas nazaríes en contacto con él, halladas durante las excavaciones; completan esta parata, entre los jardines y paseos, los restos de la Rauda o cementerio de los sultanes y el recinto del Convento de San Francisco construido en el siglo XVI sobre otro espacio palatino nazarí. Estas fincas se extienden por la llamada Huerta de Santa María, junto con varios edificios de la Calle Real Alta, hasta el atrio de la Iglesia que le otorga su nombre. Ésta se edifica entre 1581 y 1618 sobre el solar de la Mezquita Mayor, arruinada y derribada en 1576; aunque de modesta ejecución, el proyecto original se debe a los arquitectos Juan de Herrera y Juan de Orea, siendo finalizado por Ambrosio de Vico. Destacan en ella su grupo escultórico, en especial el retablo mayor que preside la imagen titular del siglo XVIII, que procesiona solemnemente en Semana Santa por las calles de Granada. Inmediato a la iglesia se conserva una parte importante del Baño de la mezquita, como ella edificado a comienzos del siglo XIII; llamado también del Polinario, nombre de la taberna que regentaba la familia del músico granadino Ángel Barrios, foco cultural del primer tercio del siglo XX, rememorado en el mismo lugar con un pequeño Museo.
Junto a los jardines integrados entre restos arqueológicos del Partal se encuentra la Alhambra Alta, un sector sin aparentes intervenciones y que explica el apelativo que recibió: el Secano. En la segunda mitad del siglo XIX ya presentaba apariencia de erial y abandono, cuyo origen hay que situarlo en las voladuras que le infringieron las tropas napoleónicas en su retirada de 1812. Hacia el primer tercio del siglo XX comienza su exploración arqueológica, consolidación de restos y plantación de jardines, alternando épocas de gran actividad con otras de paralización, hasta los años sesenta, en que se establece una conexión vial entre la Alhambra y el Generalife por esta zona, procediéndose a su urbanización. Entre los edificios que se recuperan en el lugar destaca el importante Palacio de los Abencerrajes, en este momento en proceso de excavación, que ya permite conocer su disposición con una gran alberca central y dos grandes parterres a sus lados mayores. En sus proximidades se encontraron hacia 1928 restos de pavimentos, canalizaciones y muros que permitieron identificar el edificio de una casa importante o un palacio, y una calle secundaria que fue adaptada como paseo, entre tupidos setos de ciprés en forma de arquería. La mayoría de los restos reconocidos en la etapa nazarí aparecen enmascarados entre otros muros de semejante factura pero de época posterior, manifestando su reutilización en época cristiana, como hornos, norias y otras estructuras hidráulicas. Una de ellas es la Tenería, donde se curtían pieles para usos diversos, labor artesana muy difundida en al-Ándalus. Los restos del edificio conservado en la Alhambra son de dimensiones reducidas en comparación con los existentes en el norte de África; las diferentes industrias artesanales de la Alhambra, ubicadas en esta zona, proveían únicamente a la Corte. La Tenería está situada junto a la Calle Real, que llevaba emparejada la conducción de agua de la Acequia Real o del Sultán, indispensable para las industrias palatinas. Varias albercas, registros para la distribución del agua, canalizaciones y desagües completan las estructuras de este sector.
Torres. El conjunto amurallado de la Alhambra ocupa una superficie próxima a los 105.000 m 2 . Su perímetro de muralla recorre unos 1.730 m. lineales, en los que de una manera irregular se distribuyen una treintena de torres muy diferentes en fecha de construcción, tamaños, funciones, materiales y acabados. Probablemente por esas características y por su estado de conservación destacan de todas ellas la Torre de la Cautiva y la Torre de las Infantas, dos de los edificios más relevantes del Conjunto Monumental de la Alhambra, consideradas como torres-palacio. La primera fue construida gracias al sultán Yusuf I (1333-1354), el constructor del Palacio de Comares, el Peinador de la Reina o las puertas de la Justicia y de Siete Suelos, entre otras. Por su estructura arquitectónica y su composición decorativa, se considera que caracteriza el momento de mayor pureza del arte nazarí. Su estancia principal exhibe pequeñas alcobas en el eje de cada uno de sus costados exteriores, coincidentes con las respectivas ventanas de doble arco en su fondo, con zócalos alicatados de bellas trazas y piezas de colores, entre los que destaca el púrpura, cuya aparición en la cerámica arquitectónica es considerada como única, y yeserías a modo de entelado o tapizado, característica de la decoración arquitectónica nazarí, presente en los espacios más destacados de los palacios de la Alhambra. La Torre de las Infantas presenta una estructura semejante, aunque pertenece a una etapa más tardía, al sultán Muhammad VII (1392-1408), con un programa estético que continúa los esquemas de desarrollo tradicional, si bien con una mayor rudeza de ejecución y unas proporciones menos elaboradas, por lo que podría significar el inicio de decadencia del arte nazarí. Destaca en su entrada la bovedita con grandes mocárabes que conservan la pintura original, así como el interior, que se distribuye siguiendo el esquema doméstico nazarí, dando la sensación de que se está en una casa de cualquier lugar de la Alhambra, en vez de en una torre de la muralla, con tres estancias o alcobas con ventanas al exterior, la más destacada al fondo con los habituales alhamíes en sus lados menores. Ambas torres tienen habitaciones secundarias en la planta superior y terraza, a las que se accede desde el recodo de la entrada.
Oratorios. Como recinto musulmán, la Alhambra nazarí dispone de diferentes oratorios o salas para realizar la preceptiva práctica religiosa, tanto en su dimensión comunitaria como en la más privada del sultán y allegados. Su identificación sobre el terreno es relativamente fácil, pues todos deben estar orientados hacia la ciudad santa de La Meca, al sureste. La mezquita principal fue fundada por Muhammad III en 1303, ocupando un estratégico solar de la Medina, muy próximo a la Puerta del Vino, junto al también santuario de La Rauda, cementerio de los sultanes mandado edificar poco antes por Muhammad II. Un texto del siglo XIV denomina también mezquita, pero "mal decorada", a un pequeño edificio situado a la entrada del Mexuar, tal vez por su errónea orientación, como pudo comprobarse tras su descubrimiento a principios del siglo XX y su consolidación en 1925. Otros pequeños oratorios se encuentran entre las estancias palatinas, todos ellos muy alterados, pero conservando lo principal del Mihrab, arco o nicho que indica la dirección de la oración, como el situado junto a la sala del Mexuar, el de la entrada al Salón de Comares, o el dispuesto al lado del pórtico del Partal; puede que también en la zona alta del Generalife se dispusiera un oratorio semejante, sobre el que se edificara en 1836 el Mirador Romántico. Igualmente, es posible que existiera una Musalla, u oratorio a cielo abierto, en el interior o extramuros de la Alhambra, aunque no existen datos de ello.
Los Baños. El Hammam o baño árabe de vapor es uno de los elementos más característicos de la civilización islámica; los hay públicos de grandes dimensiones, privados en casas particulares de comerciantes o personajes adinerados que podían permitírselo, asociados a edificios públicos para su sostenimiento como las mezquitas y, por supuesto, en los palacios de los sultanes. Prácticamente de todos ellos hay ejemplares en la Alhambra, de los que se conservan acreditados una docena. El más importante de ellos es el conocido como Baño Real o del palacio de Comares, probablemente el único baño medieval que se conserva en Occidente sin grandes alteraciones. Como en todos ellos, tras un lugar para cambiarse se accede a la bayt al-maslaj , aquí denominada Sala de las Camas, por los amplios bancos laterales ligeramente elevados para reposo, toda iluminada por una linterna, característica de la arquitectura nazarí, a la que abren en la parte superior estancias de servicio. Tras pasar por un corredor con pila de agua fría se ingresa en la zona de vapor, caracterizada por las famosas bóvedas perforadas por lumbreras en forma de estrella, con cristales practicables; la habitación central impresiona, por sus mayores proporciones y misteriosa luminosidad, gracias a las arquerías laterales y los efectos de las bóvedas, toda solada de mármol, bajo el que discurren, como entre los muros, diversas canalizaciones de diferentes tamaños, para el aire caliente y el vapor que producen las calderas y conseguir así la temperatura y humedad necesarias. La última sala del baño, bajo la que está situado el Hipocausto, dispone de dos grandes pilas a las que, a voluntad, se hacía llegar el agua fría y caliente. Completa el servicio la caldera y un almacén para leña. A partir del siglo XVI se le hicieron algunas reformas, como los zócalos cerámicos con la inicial del Plus Ultra imperial y algunas estructurales propias de un edificio sin su uso originario. En la segunda mitad del siglo XIX fueron reparadas y repintadas con vivos colores algunas de las numerosas yeserías de las suntuosas estancias nobles.
El Generalife. Los sultanes nazaríes administraban diversas fincas de carácter rústico llamadas almunias, cuya finalidad fundamental era la explotación agrícola y ganadera, aunque por su dimensión territorial y peculiaridades tenían también una importante función estratégica y residencial. El Generalife es probablemente la más significativa de ellas, determinada en todos sus aspectos por su proximidad a la Alhambra. Sus más de 300.000 m 2 , inscritos en una extensa dehesa, se distribuyen en cuatro grandes huertas y una edificación que aquí, naturalmente, es un palacio dotado de jardines, todo ello distribuido en ladera mediante bancales. Su construcción data de entre finales del siglo XIII y principios del XIV, aunque por las inscripciones se sabe que tuvo reformas bajo Ismaíl I hacia 1319 y, aproximadamente un siglo después, bajo Yusuf III. A pesar de su innegable naturaleza rural, subrayada por dos primeros patios rústicos de acceso, el núcleo central reproduce la misma secuencia espacial de los palacios de la Alhambra, mediante un patio a cielo abierto, centrado con un dispositivo hidráulico; aquí la clásica alberca o fuente está reemplazada por el tramo de la acequia del Sultán que atraviesa el Generalife por este lugar y le otorga su nombre, Patio de la Acequia. La estancia principal se sitúa al norte, abierta al paisaje con una torre-mirador, mientras al sur un pabellón con doble altura comunica directamente con los restos de una vivienda identificada como "Casa de los amigos" por un texto del siglo XIII. Todo el edificio dispone de zócalos de alicatados, yeserías que cubren los paramentos hasta los arranques de las armaduras o techumbres de madera, como corresponde a un espacio palatino. El patio subraya su disposición en crucero con cuatro grandes macizos ajardinados de cuyo eje emerge al exterior un pequeño mirador con excelentes perspectivas sobre las huertas, la Alhambra y la propia ciudad; en el flanco contrario, sobre el solar que debe ocupar el tradicional baño, en el siglo XVI se alza una amplia galería de doble altura y un patio que da paso a la zona más alta de la finca, adaptada en el siglo XIX a la disposición de los tradicionales cármenes granadinos. La finca del Generalife se encuentra complementada con varios jardines y un auditorio, proyectados a partir del primer tercio del siglo XX, a los que se realizan diversas adiciones. Tras atravesar el Generalife, la acequia corre paralela a las huertas, hasta un punto donde mediante una galería subterránea, un pozo y una noria en el interior de un torreón, se derivaba el agua a una gran alberca, con objeto de poner en cultivo una zona más elevada de la finca, en un conjunto conocido como los albercones.
Palacio de Carlos V. Fue concebido como residencia imperial para el nuevo poder cristiano en el interior del recinto de la Alhambra. Las obras se inician en 1526 con el arquitecto Pedro Machuca hasta su muerte en 1550, haciéndose cargo de ellas su hijo Luis, para quedar paralizadas en 1568 con la rebelión de los Moriscos. El proyecto original apuesta por la genial invención formal de un círculo inscrito en un cuadrado. La planta general parece distribuirse como dos cartabones que abrazan al patio circular central y que buscan confluir en la capilla octogonal del ángulo noreste, bajo la que se dispone una cripta. Al exterior, fachadas corridas aparecen diferenciadas en sus dos plantas, la inferior con banco continuo y sillares almohadillados, y la superior con vanos dotados de frontones clásicos, únicamente interrumpidas en los ejes de sus tres frentes (el norte está en contacto con el Palacio de Comares) por elegantes portadas: la principal u occidental se eleva, como un Ara Pacis, sobre basamentos con magníficos relieves historicistas, para culminar en elementos escultóricos de gusto herreriano; la portada meridional o de la Emperatriz, compuesta en orden jónico la inferior y corintio la superior, presenta alegorías de fecundidad y escenas mitológicas, en tanto que la portada oriental, más sobria que las anteriores, despliega un sencillo frontón triangular.
En la ejecución de esta obra hay que hacer frente a numerosas dificultades de índole económica, que genera en abandono y añadidos con abundantes dudas e imprecisiones. El edificio queda inconcluso y sin cubrir, con algunas adiciones y proyectos para su posible utilización, hasta el primer tercio del siglo XX con el Plan de Ricardo Velázquez-Bosco (1920), ejecutado por Leopoldo Torres Balbás (entre 1923 y 1930), ultimado con las actuaciones de Francisco Prieto Moreno (de 1942 a 1970) y su actual adaptación a espacios expositivos, Museo Provincial de Bellas Artes (a partir de 1956), Sala de Presentación del Monumento (1991) o Museo de la Alhambra (1995). Completan el brillante programa renacentista de la Alhambra otros elementos, frutos de su evolución histórica, entre los que destacan las pinturas del interior del Peinador de la Reina y de las Habitaciones del Emperador; estructuras arquitectónicas como la monumental Puerta de las Granadas y el Pilar de Carlos V, en el acceso desde la ciudad, o el claustro del Convento de San Francisco.[ Mateo Revilla Uceda / Jesús Bermúdez López ]
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