(burgos, 1334-montiel, ciudad real, 1369). Rey de Castilla-León (1350-1369). Hijo único y legitimo del rey Alfonso XI * y de doña María de Portugal. Pedro I nace en Burgos el 30 de agosto de 1334. A pesar de su origen castellano pasa a la Historia de Andalucía como uno de los grandes monarcas medievales tradicionalmente considerados como "sevillano". Quizás porque Sevilla, y sobre todo su Alcázar, al que tanto admira, terminarían por convertirse en la única y verdadera "corte" del monarca, en su añorada residencia familiar, y sobre todo en el centro de la vida política y social del Reino de Castilla durante gran parte del siglo XIV. En cualquier caso, el infante don Pedro "hasta 1350, cuando es nombrado rey" trascurre largas temporadas de su infancia en la ciudad de Sevilla, en el monasterio de San Clemente, al amparo y la protección de su madre, quien tras su muerte es sepultada por su hijo en este mismo monasterio sevillano.
Vive el rey don Pedro I tiempos difíciles, porque la suya es una larga etapa (1350-1369) de conflictos fronterizos con Granada, de guerras intestinas, concejiles y nobiliarias en toda Andalucía, con en el trasfondo general de múltiples conflagraciones internacionales, entre Aragón, Francia e Inglaterra "la Guerra de los Cien Años". En la Frontera se dejar sentir, además, de manera muy intensa ya mediados del siglo XIV, la recesión económica y social de la crisis de los modelos repobladores de la centuria anterior; hambres, epidemias, desasosiegos, agitaciones en los campos y problemas nobiliarios. Un mundo "moderno" que se abre paso y todavía en gestación, en plena convulsión.
Sin duda, como describe el canciller don Pedro López de Ayala en la Crónica del rey don Pedro primero , el monarca es siempre un hombre de su tiempo: un tiempo de cambios, de arbitrariedades, de guerras y treguas, de amores y odios, y sobre todo de violencias no ajenas, por supuesto, a la misma personalidad del rey. Un príncipe para unos, los trastámaras, siempre "cruel"; para otros "los sevillanos" también "justiciero". Ésta es la doble y compleja imagen que durante siglos proyecta la Historia, el Arte y la Literatura sobre Pedro I. Desde el principio de su reinado en 1350 cuenta Pedro I con la oposición de la mayor parte de la alta nobleza castellana, que, fomentada por la corona aragonesa bajo el rey Pedro IV, se opone a los planes dinásticos y expansionistas del monarca. En Andalucía, la situación política del rey se hace muy compleja por la oposición dinástica de doña Leonor de Guzmán * y de sus hijos bastardos con Alfonso XI, especialmente del infante don Enrique, a cuyo favor se encontraba la alta nobleza de la región: Ponce de León, Enríquez y Guzmanes. El asesinato de la "favorita" de su padre en 1351 no hace sino crispar las posturas ya de por sí antagónicas. Así, en 1353 tiene lugar la revuelta de nobles encabezada por Enrique de Trastámara, su hermanastro, el futuro Enrique II * , con apoyo aragonés. El conflicto, peninsular en origen, se torna internacional en 1357, cuando Pedro I cuenta con el apoyo de Inglaterra gracias a la firma del Tratado de Londres, mientras que el rey francés presta ayuda a la nobleza y al conde de Trastámara, deseosos de establecer un monarca más propicio a sus intereses en el trono de Castilla. La guerra civil castellana, ya claramente de carácter internacional, se va alternando con intentos de paz sin resultado, como las firmas de Terres en 1361 y la de Murviedro en 1363. Aunque Enrique de Trastámara se proclama a sí mismo rey en Calahorra en 1366, las tropas reales de Pedro I, apoyadas por el ejército inglés, derrotan a las de la nobleza y a sus aliados franceses de Beltrán Duguesclin en Nájera en 1367. Unos años más tarde el resultado es el contrario; saliendo Pedro I, esta vez sin el apoyo inglés del Príncipe Negro, derrotado en Montiel y siendo asesinado por su propio hermano la noche del 22 al 23 de marzo de 1369.
En Andalucía, el conflicto es mucho más doméstico, más privado, si bien más violento. En Sevilla, el rey se apoya abiertamente en la baja nobleza, en los parientes de su amante doña María de Padilla y en algunos judíos como Samuel Leví, almojarife y tesorero regio, frente a la poderosa alta nobleza a favor del futuro Enrique II. Aquí, en la ciudad que casi siempre le es fiel, las famosas "justicias" de Pedro I son aparatosas, en muchos casos desmedidas; fruto de la venganza, del terror, de la desconfianza hacia su misma familia que le había traicionado en sus derechos dinásticos, en su lucha contra la nobleza. Antiguos amigos eran ahora potenciales adversarios como Alfonso Fernández Coronel "muerto en 1353" y don Juan de la Cerda "muerto en 1357", parientes sanguíneos como su hermano don Fadrique "muerto en 1358", maestre de Santiago, inocentes como su propia esposa doña Blanca de Francia "fallecida en 1360", aliados confiados como Muhammad VI de Granada "muerto en 1362" y otros muchos nobles y caballeros, hombres y mujeres, encuentran la muerte en Sevilla por orden del monarca. A partir de 1366, en toda Andalucía, Pedro I se va quedando literalmente solo. Y al final, en 1369, cuando todo está ya arruinado, incluso la misma vida, cuando los destinos están marcados, sellados, y la guerra civil contra Enrique II derrochada y perdida; cuando todos van muriendo y la sospecha de la traición a todos salpica; cuando por fin ya no se puede confiar en casi nadie, siempre está la ciudad de Carmona al lado del monarca ya difunto y de su hijas, con María de Padilla, como el último foco legitimista o "petrista" de Castilla hasta la capitulación al nuevo rey de Castilla, Enrique II, en 1370. [ Manuel García Fernández ].
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