(córdoba, 852-886). Emir de Córdoba. Hijo de Abderrahmán II al-Awsat * , las fuentes andalusíes lo presentan como un gobernante puntilloso, preocupado por la administración del país. Los primeros años de su gobierno siguen con la tónica de prosperidad de la etapa de su padre. Aparte de ampliar la mezquita aljama de Córdoba, sobresale el hecho que llega a nombrar como qadi-l-yamaa * o Juez de la Comunidad, la máxima autoridad musulmana de al-Ándalus, a un personaje de Écija de origen muladí * . En el año 859 un ataque de los normandos * es rechazado, gracias al sistema defensivo del país y al desarrollo de la marina, y los atacantes sólo consiguen incendiar una mezquita en Algeciras. En cuanto a las relaciones con los reinos del norte de la Península Ibérica, el mandato de Ordoño I de Asturias (850-866) marca un predominio del emir cordobés, que realiza campañas de verano en territorio asturiano. Con su sucesor, Alfonso III * (866-910), cuando comienza el periodo de crisis del emirato omeya, la situación varía. La monarquía asturiana se va a consolidar en la margen derecha del río Duero y se hará con Tuy y Oporto en 868 y Coimbra en 879. Incluso Alfonso III hará dos años más tarde una incursión hasta Sierra Morena.
La crisis del emirato que comienza con Muhammad I responde en gran medida al sistema tribal de al-Ándalus, en tensión permanente entre las ventajas de un poder centralizado y las tendencias disgregadoras provenientes de los mandatarios locales. Las revueltas comienzan por el territorio de las fronteras. En la Superior, con capital en Zaragoza, los Banu Qasi, emparentados con los monarcas de Navarra, lograrán durante el último cuarto del siglo IX un amplio margen de autogobierno. En la Frontera Media, con sede en Toledo, ya se producen sublevaciones en el momento de acceder al poder Muhammad I, que son sofocadas. A partir de 875, sin embargo, los señores de la zona gobernarán con un amplio margen de autonomía respecto a Córdoba. En la Frontera Inferior, administrada desde Mérida y cuya jurisdicción abarcaba un amplio espacio que llegaba hasta el norte del actual Portugal, la familia de los Banu al-Yiliqi * jugarán con los señores fronterizos y la intervención de los monarcas asturianos para aprovechar en su beneficio la debilidad del emir cordobés. Cuando las revueltas se generalizan en todo el país, con lo que los autores llaman la fitna muladiya * o ?guerra civil de los muladíes?, recibirán un cierto reconocimiento de los omeyas y mantendrán relaciones con otros rebeldes de al-Ándalus, hasta que en 930, el califa Abderrahmán III * vuelva a unificar administrativamente el país.
Entre los movimientos de la Andalucía de aquel tiempo, tiene una especial relevancia el de Umar b. Hafsún * en los montes de Málaga. Combatiéndolo en su capital, Bobastro, se encuentra el principe al-Mundir * , futuro emir, cuando en 886 muere su padre, Muhammad I en Córdoba. También comienzan entonces las revueltas de Ibrahim b. Hachchach * y los Banu Jaldún * en Sevilla. Durante el mandato de sus sucesores, en especial del emir Abd Allah * , los dirigentes omeyas han perdido su mandato efectivo y directo sobre gran parte del territorio de al-Ándalus, muchas veces reconociendo de manera oficial lo que era un dominio práctico de los señores locales, a los que se nombraba oficialmente como gobernadores. La situación será años más tarde reconducida por Abderrahmán III. [ Rafael Valencia ].
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