Aunque la devoción a San Benito se extiende por toda Andalucía, su culto tiene importancia fundamentalmente en los territorios septentrionales, en torno a Sierra Morena, muy probablemente por la influencia que ejercen sobre estos lugares las viejas rutas mesteñas y las órdenes militares, en concreto la de Calatrava, adscrita a la regla cisterciense benedictina. Los cultos y rituales generados en su honor no estan relacionados con grandes conjuntos monásticos o devociones urbanas, sino con santuarios rurales, algunos de los cuales destacan por su antigüedad y calidad arquitectónica: ermitas de Guadalcanal (Sevilla), Porcuna (Jaén), Hinojosa del Duque y Obejo en Córdoba.
Asimismo, su culto genera algunos de los rituales más peculiares de Andalucía. En Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) su devoción ejerce una notable influencia sobre las poblaciones del entorno, lo que queda de manifiesto en la gran afluencia de devotos que acuden a la romería de agosto y en la peculiar sala de los milagros de la ermita, con una de las colecciones de exvotos pictóricos más interesantes de Andalucía.
En la población cordobesa de Obejo, las dos romerías que se celebran en los meses de marzo y julio se caracterizan por la vistosidad de la danza de espadas * ("bachimichía") que ejecutan los danzantes de San Benito, única en su género existente en la provincia cordobesa; además de por la costumbre de fijar los donativos hechos al santo en su capa, con lo que queda cubierto de billetes. Por último, la romería de San Benito en el Cerro del Andévalo es igualmente considerada una de las de mayor interés etnológico de la provincia onubense: en torno al primer domingo de mayo se desarrolla un complejo ritual que dura varios días, destacando del mismo la riqueza de las vestimentas de las mayordomas y jamugueras, así como los bailes de éstas (poleo) y de los siete danzaores (lanzaores) que acompañan a la imagen durante la procesión. [ José Aguilar ].
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