m.(Del latín ex voto ). Entre los rasgos más significativos de la religiosidad popular andaluza está la búsqueda de una relación directa, contractual, entre el devoto y la imagen-devoción. Las imágenes sagradas son, antes que nada, intercesoras humanizadas ante la divinidad. La finalidad de su culto responderá a la especialidad protectora que se les atribuye por la relación simbólica que se establece con acontecimientos relacionados con el modo como fueron martirizados o sucesos ocurridos en el transcurso de su vida. Es el caso de devociones ampliamente difundidas por Andalucía muy relacionadas con la curación de determinadas enfermedades (San Blas, Santa Lucía, San Sebastián, etc.), o protección de animales y cosechas (San Antonio, San Gregorio). En otros casos, como ocurre con numerosas advocaciones fundamentalmente marianas, son imágenes que poseen una especial potencialidad protectora, por lo que pueden ser interpeladas ante cualquier afección o problema.
Para que esta labor de intermediación tenga lugar, ha de establecerse una relación de reciprocidad entre imagen y devoto. Con el fin de obtener o propiciar el amparo demandado se ha de realizar un sacrificio y se deben reconocer los favores concedidos. Se harán mandas o promesas consistentes en acompañar a las imágenes en su cultos anuales, acudir a los santuarios, realizar donativos, etc..; actos penitenciales que en ocasiones se refuerzan con sacrificios añadidos: ir descalzos o de rodillas, en ayunas, sin hablar, etc.
Los exvotos serán el testimonio de que los favores son concedidos, las súplicas escuchadas. La tradición de este tipo de ofrendas, generalmente en forma de figurillas que se dejaban en los templos o santuarios, parece estar asociada al propio desarrollo de la historia de las prácticas religiosas mediterráneas, llegando a contar en la Península Ibérica, y en concreto en importantes santuarios en tierras hoy andaluzas, con un notable predicamento entre los pueblos iberos. En época cristiana se tiene noticia de la existencia de exvotos al menos desde la Edad Media, aunque va a ser a partir del siglo XVIII cuando esta práctica de devoción popular, consistente en donar objetos que indiquen explícitamente el beneficio concedido, adquiera su mayor difusión y diversificación tipológica.
Tipología. Si las promesas o mandas se hacen para incitar la ayuda de la divinidad, los exvotos testimonian la concesión de los favores. La norma es que los exvotos den prueba de un acontecimiento ya ocurrido y en el que es decisiva la intercesión de la imagen sagrada. Los más comunes y abundantes (como ejemplo, en la ermita de la Virgen de la Piedad, de Iznájar, se conservan 12.000 exvotos metálicos con figuras tanto de personas como de animales) y que, en mayor o menor medida, se encuentran en numerosas iglesias y, fundamentalmente, ermitas y santuarios, van a ser los de cera o pequeñas láminas de metal. Van a reproducir las figuras de animales o personas, o, lo más común, las partes del cuerpo que son sanadas: ojos, cabezas, piernas, senos, brazos, etc. También se depositarán como exvotos objetos relacionados con la enfermedad o accidente que da lugar a la promesa: muletas, artefactos ortopédicos.
Aunque no siempre es fácil distinguir la relación causa-efecto, y si bien la inmensa mayoría de los exvotos tienen que ver con situaciones que ponen en riesgo la vida de los devotos, en otras ocasiones reflejan la búsqueda de amparo en los más diversos ámbitos de la vida. Se pueden contemplar exvotos que tienen por finalidad, más que agradecer un acontecimiento ocurrido, propiciar unas determinadas expectativas de vida, como ocurre con los trajes de novia y de primera comunión depositados en los santuarios y que testimonian las esperanzas ante los cambios de estatus social; o con las abundantes fotografías de soldados ofrecidas para conjurar los riesgos de esa etapa de la vida.
Los exvotos pictóricos constituyen una tipología diferenciada, y la más interesante desde una perspectiva antropológica por su diversidad temática y riqueza de significados. Los que han llegado hasta nuestros días proceden en su mayor parte de los siglos XVIII y XIX, periodo en el que este modo de expresión de la religiosidad popular andaluza alcanza su apogeo, para ir decayendo a comienzos del XX. Hoy en día, únicamente el recurso ocasional a las fotografías, con frecuencia complementadas con el correspondiente texto explicativo, recuerda aquella necesidad de dejar testimonio gráfico del hecho milagroso que salva la vida del devoto.
Los numerosos exvotos pictóricos conservados son textos etnográficos de gran valor. Obra en su mayor parte de autores anónimos y pintores no profesionales, la sencillez e ingenuidad de los dibujos y escenas recreadas contrasta con la riqueza de información que suministran: léxico, descripción de ajuares domésticos, vestimentas, arquitectura, oficios y actividades, paisajes, utensilios e instrumentos de trabajo, etc.; detalles que, a su vez, se matizarán dependiendo de la categoría social de los personajes implicados y del contexto histórico. Al mismo tiempo, por su condición de exvotos narrativos, las escenas recreadas se complementarán con textos explicativos que identifican a los personajes, describen los acontecimientos que originan el milagro, y datan cronológicamente el hecho narrado.
Son encargados para dar cuenta de un acontecimiento excepcional en el que la milagrosa intercesión de la imagen evita la muerte de una persona como resultado de una enfermedad, accidente o acto violento. La composición pictórica que describe el suceso tiene, en la mayoría de los casos, un mismo esquema: el icono de la imagen protectora se sitúa en un lateral o en uno de los ángulos superiores del cuadro; en el espacio central se representa, acentuando sus aspectos dramáticos, el hecho que lo motiva; y en el texto que recorre la banda inferior del cuadro se describe lo ocurrido, identifica a los personajes y se data el milagro. Como soporte de la pintura se emplean lienzos o, más frecuentemente, tablas.
Su presencia es mucho más escasa e irregular que la de los otros exvotos de cera o metal, pero son aún numerosos los santuarios andaluces que han logrado conservar un rico patrimonio de exvotos pictóricos, destacando los sevillanos de San Benito en Castilblanco de los Arroyos, Virgen de Consolación de Utrera y Cristo de Torrijos en Valencina; los cordobeses de Santo Domingo de Scala Coeli, Nuestra Señora de Linares y Virgen de la Fuensanta; el gaditano de Nuestra Señora de los Santos en Alcalá de los Gazules y el malagueño de la Virgen de Gracia de Archidona. A los que habría que añadir, con colecciones no menos interesantes y sin que con ellos se cite la totalidad de los santuarios que conservan exvotos pictóricos, los cordobeses de la la Virgen de Belén en Montilla y de Nuestra Señora del Valle en Santaella; los gaditanos de la Virgen de Regla en Chipiona y Virgen de los Remedios de Olvera; los onubenses de la Virgen del Valle en Manzanilla y del Rocío en Almonte; los almerienses de la Virgen del Saliente en Albox y Cristo de la Yedra en Vélez Rubio, o el santuario jiennense de la Virgen de la Cabeza en Andújar. [ Juan Agudo Torrico ].
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