f. (Del latín callis , senda, camino). Vía entre edificios o solares en una población. La riqueza y variedad urbanística no permite señalar un tipo genuinamente andaluz de calle, pero existe un ideario y unos rasgos aún vigentes que permiten identificar el viario de Andalucía. La calle andaluza por excelencia, al conectarse con el trazado heredado de las medinas árabes, tiene algo más de calleja o callejón que de avenida, y es imposible desligar su imagen de los laberínticos trazados de barrios universales como la Judería de Córdoba, el barrio de Santa Cruz en Sevilla, los barrios de La Magdalena y San Juan en Jaén o el Albaicín granadino. Se trata de calles estrechas y sombreadas, de edificios bajos, con aleros entejados, adoquín para el suelo, cal en las paredes, rejas en las ventanas y vanos de pequeño tamaño que guardan la frescura de los interiores. Cuando se abre en plazas, el agua y la vegetación "naranjos, yedras, madreselvas, etc." les da una sonoridad y color especial. Pero es reduccionista limitar la calle andaluza a su estampa más arabizante. En las ciudades marítimas, caso de Málaga, Almería, Cádiz o Huelva, las calles no sólo convergen en sus centros espirituales o de poder "alcazabas, alcázares, mezquitas o catedrales", también se abren al mar para adquirir la luminosidad y la pluralidad cosmopolita de los puertos. En cualquier caso, la calle andaluza, salvado el recogimiento y sobriedad del interior de la vivienda tradicional, alberga con especial intensidad la vida cotidiana de hombres y mujeres, de los artesanos, vendedores, taberneros u hortelanos que hacen de ella su forma de vida, de los vecinos que salen al fresco o de los fieles que acuden a los templos.
Sin perder los elementos comunes que crean el arquetipo de vivienda andaluza, con el final del Barroco las calles de las ciudades y pueblos andaluces ganan en anchura y espaciosidad. La cuadrícula, ya utilizada por romanos para sus colonias, es la base del plano de los nuevos pueblos de colonización creados en tiempos de Carlos III "La Carolina, La Luisiana o La Carlota". Se evitan así la estrechez y el hacinamiento de la calle andaluza, preparada ya para acoger los palacetes y mansiones de las grandes familias andaluzas. Del XVIII data la mayor parte de las construcciones de la calle San Pedro de Osuna (Sevilla), catalogada por la Unesco como una de las calles más bellas y con más densidad de casas palaciegas de Europa, pero también los ensanches de Bibarrambla en Granada o La Corredera en Córdoba. Mediante alamedas, avenidas y paseos, la calle andaluza se racionaliza y adecúa a los usos y dimensiones de los núcleos urbanos sin perder su carácter. No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo XX, los nuevos trazados ya no respetarán las premisas de la arquitectura popular y las nuevas calles andaluzas irán perdiendo matices a favor de la estandarización, la uniformidad y la presión urbanística. La calle andaluza por excelencia queda confinada a los cascos históricos. [Pablo Santiago Chiquero ].
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