m. Vasija de barro poroso, que mantiene fresca el agua. Ofrece dos bocas o aperturas, una más ancha, para llenar, y otra más estrecha, pitorro, para beber, y adopta múltiples formas. En Andalucía recibe según provincias o comarcas otras denominaciones como búcaro o porrón. La botija, por contra, es también una vasija de barro, pero redonda y con una única apertura o cuello. El botijo es un objeto cerámico muy característico de la Península Ibérica, pues abunda en España y Portugal, pero apenas se localiza fuera de estos países (salvo algunos lugares cálidos vinculados a la cultura española, como Fez, Marruecos o Perú), y no sólo por razones climáticas, pues está ausente en países mediterráneos de similar clima, como Italia o Grecia. Es un objeto de intenso uso popular en Andalucía durante los siglos XIX y XX, con anterioridad a la invención del frigorífico, y se utiliza en el hogar y en lugares de trabajo o de reunión. Esa popularización parece iniciarse en la Ilustración, pues son escasas las vasijas con verdaderas formas o utilidades de un botijo en siglos anteriores. Tras su fabricación y secado, la vasija se somete a una prueba de agua, para calibrar su calidad y eliminar el sabor a barro, a lo que contribuyen también unas gotas de aguardiente. Existe asimismo el botijo de invierno, que no necesita refrescar el agua y tiene por ello un barro menos poroso. Las bocas, sobre todo la más ancha, suelen protegerse con un paño para evitar que se introduzcan insectos.
La aparición del frigorífico lleva inicialmente a la búsqueda de una adaptación al electrodoméstico, apareciendo un botijo achatado, de ancho vientre. Poco a poco sin embargo va cayendo en desuso ante las nuevas formas de consumo, como la botella de agua mineral, y al inicio del siglo XXI su utilización hogareña es escasa y se mantiene sólo la demanda como elemento decorativo o de coleccionismo, pues se convierte en objeto codiciado, con la aparición incluso del diseño, que lleva a fabricar botijos de extrañas formas, con frecuencia sin funcionalidad, y a la creación de museos del botijo "hay media docena en España, aunque ninguno en Andalucía".
En la comunidad andaluza, acaso la de mayor utilización del botijo en España, son numerosas las localidades alfareras en que se han producido botijos. En Almería, Níjar, con botijos muy coloristas. En Jaén, Andújar "de peculiar barro rojizo", Bailén y Úbeda, donde hoy se pueden ver botijos de gran belleza, como los diseñados por Tito. En Córdoba, La Rambla, que tradicionalmente produce un botijo de barro blanco, que viene a ser el arquetipo andaluz. En Granada la capital y Purullena, donde hoy se venden botijos de muy distintas procedencias. Otras localidades que antaño cultivan este tipo de vasijas la abandonan, caso de Lebrija. [ Antonio Checa Godoy ].
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