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CLIMA

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m. Conjunto de condiciones atmosféricas de un territorio o lugar, según las temperaturas, precipitaciones, humedad, vientos, etc., que se repiten cada año con ligeras variaciones, salvo determinados aspectos (sequías u olas de frío, por ejemplo), afectados por ciclos más largos. Así, después de algún tiempo de observaciones y mediciones, es posible caracterizar el clima, que en el caso de Andalucía, sin perjuicio de los matices que estableceremos después, se considera de tipo mediterráneo con un temperatura media anual de 18 ºC (superior a la planetaria, 15ºC), con inviernos suaves y veranos calurosos. Las precipitaciones, generalmente de lluvias y alguna nieve en las montañas, alcanzan un promedio de 600 milímetros anuales, con intensa sequía estival y apreciables irregularidades interanuales, que pueden duplicar la media o reducirla a la mitad.

El clima tiene siempre una gran importancia en el mundo agrario, sobre todo en los países templados, a lo que se añade recientemente el peso en la calidad de vida, las vacaciones, los viajes y el ocio, de manera que en ciertos días, épocas y acontecimientos la observación del tiempo y las predicciones se convierten en verdaderos protagonistas. Y, por supuesto, influye en muchos otros aspectos: vegetación, formación y erosión del suelo, aguas corrientes, industria, turismo"

Factores del clima andaluz y la mediterraneidad. Hay dos grandes factores explicativos de los climas mundiales: los atmosféricos y los geográficos. Entre los primeros,  la latitud y la situación y, en los segundos, la topografía y la proximidad o lejanía del mar. Andalucía se ubica entre los 36 y los 39º de latitud norte, es decir, más cerca del Ecuador (máxima zona de radiación solar) que del polo, cuya equidistancia se encuentra en los 45º. Más concretamente, se localiza a sólo 13-16º del Trópico de Cáncer, línea imaginaria que constituye el ecuador térmico en el verano de nuestro hemisferio. Ello se debe al denominado movimiento aparente del Sol u oscilación anual de la mayor intensidad del astro rey ubicada en el trópico citado en junio y en el de Capricornio en diciembre (nuestro invierno y el verano austral), "pasando" en ese "recorrido" dos veces por el Ecuador matemático o los cero grados de latitud, en primavera y otoño. De forma que esta situación de Andalucía explica temperaturas medias más que templadas  y veranos calurosos.

El otro factor importante es la localización en el oeste del continente, porque, en la distribución planetaria de los vientos dominantes, nos corresponde la frecuencia de tiempos de poniente procedentes del Atlántico y el Golfo de Cádiz, que producen mayores lluvias en occidente que en oriente; por ejemplo más de 2.000 milímetros anuales en Grazalema y apenas 200 en el Cabo de Gata.

Claro que ahí entra en juego un factor geográfico o terrestre, como es la topografía, que actúa de varias maneras. Por un lado la altitud, que hace subir el aire húmedo, enfriándolo (primero un grado cada 100 metros y luego 0.6 aproximadamente) y, por lo tanto, propiciando la condensación y la lluvia, que es más fácil a los 2.000 metros de altura de la mencionada Grazalema que al nivel del mar. Pero, por otro, las montañas disponen de dobles laderas y el mecanismo descrito en la que está de cara a los vientos dominantes, o vertiente de barlovento, es el opuesto en la ladera descendente, donde el aire se calienta y deseca; es lo que se denomina el efecto Foehn. Así los vientos húmedos atlánticos atraviesan Andalucía de oeste a este, de tal forma que, cuando pasan el murallón de Sierra Nevada queda ya poca humedad, y hacia Almería son bastante secos. Sin embargo, la proximidad del Mediterráneo provoca allí algunas precipitaciones, especialmente torrenciales en lo que se llama la "gota fría" o acumulación de aire con bajas temperaturas arriba, donde choca el aire cálido ascendente desde un Mediterráneo sobrecalentado a final del verano o principios de otoño.

La altitud tiene además influencia en la temperatura, que disminuye a razón de 0.5ºC aproximadamente cada cien metros, y también en la exposición al sol: esto es la solana y la umbría, que en nuestro hemisferio son las laderas que miran al sur y norte respectivamente. El otro gran factor geográfico es la proximidad o lejanía al mar, que suaviza los cambios de temperatura, ya que el agua absorbe más radiación del Sol que la tierra y, por ende, tarda también más en calentarse y enfriarse. De forma que las diferencias  de temperatura entre el día y la noche o entre verano e invierno son menores cerca del mar. Gran parte de Andalucía se ubica en el litoral y la zona más alejada, comarca de los Pedroches en Córdoba, se halla a 250 km.,  aunque la tendencia continental se nota también en la Depresión intrabética, encerrada entre las sierras béticas, y sólo a unos 60 km. de la costa.

La dinámica atmosférica. En nuestras latitudes se ubican dos grandes masas de aire, denominadas polar (templada en realidad) y tropical; al norte y sur respectivamente de lo que se llama frente polar. Y, como estamos entre continentes y mares, en realidad nos afectan cuatro masas de aire, si combinamos la variable humedad con las temperaturas: tropical marítima (Atlántico sur), tropical continental (norte de África y hasta Sáhara con aires muy cálidos y secos), polar marítima (Atlántico norte) y polar continental (Europa, y, en contadas olas de frío, desde Siberia).

El frente polar es la traslación en tierra de la corriente en chorro; especie de río aéreo veloz que circula a unos 10.000 m. de altura de oeste a este en el hemisferio norte; unas veces con dirección recta y otras dibujando curva, que lanzan aire cálido hacia el norte (crestas) o frío hacia el sur (vaguadas). Y lo mismo sucede con el derivado frente polar en superficie, que conlleva borrascas, en ocasiones productoras de lluvias. Pero el recorrido de las mismas (cambiante en relación a ese movimiento aparente del Sol, según las estaciones, rara vez en verano y fechas próximas) suele ir más al norte (de ahí las diferencias con la cornisa cantábrica), llegando menos al territorio andaluz, que, en cambio, recibe perturbaciones del Golfo de Cádiz.

Las borrascas son bajas presiones (lo normal se sitúa en 1.013 milibares), que provocan la ascensión del aire, su enfriamiento, condensación y, a veces, precipitación. Lo contrario son las altas presiones o anticiclones, de los cuales a Andalucía afecta sobremanera el de las Azores, centro de acción permanente, que, con aire denso y pesado, da lugar a subsidencia y tiempo seco. Situado en torno al archipiélago que le da nombre, se ve afectado por movimientos estacionales, ocupando el territorio andaluz especialmente en verano, lo que explica la sequía. También nos llegan otras altas barométricas, anticiclones "polares", atlánticos o continentales, debidos éstos al enfriamiento invernal del centro y nordeste europeo.

Tiempo, estaciones y distribución de meteoros.  Los tiempos responden fundamentalmente a las bajas y altas presiones, siendo pocas las situaciones confusas o de pantano barométrico (no llega al 4%). Los días ciclónicos (con nubes y a veces lluvias) ocupan aproximadamente un tercio y no siempre conllevan un frente en superficie, sino que pueden deberse a invasiones de aire frío en altura. Se clasifican según la procedencia de esas vaguadas y de los frentes, y son más frecuentes las situaciones del oeste (con pasos alternativos de frentes cálidos y fríos) y del suroeste o Golfo de Cádiz. Pero también vienen del norte (aire marítimo, polar o ártico), del sur, África o del este, o están ligados a gotas frías o a tormentas de verano. Los tipos anticiclónicos se deben a altas atlánticas (en el oeste de Andalucía, Azores, norte de África o localizadas en todo el Mediterráneo Occidental) o a elevadas presiones continentales centroeuropeas o escandinavas. Dan lugar a tiempos despejados, tanto en invierno como en verano, si bien en éste suele estar presente la calima o polvo sahariano en suspensión.

El predominio estival del anticiclón de las Azores sobre Andalucía da lugar a una atmósfera pesada desde zonas altas, que dificulta la subida del aire más ligero de la sobrecalentada superficie; lo que no impide potentes tormentas en determinadas circunstancias. Se alcanzan temperaturas de 40ºC a la sombra y en algunas olas de calor hasta 50º (la de julio de 1978, por ejemplo, en ciertas comarcas de Almería). En otoño la circulación atmosférica se desplaza al sur, acompañando el movimiento aparente del Sol, y  se notan los vientos del oeste y el paso de las borrascas atlánticas, si bien en algunos años secos se retrasa esa entrada hasta noviembre. En invierno el desplazamiento llega al máximo, pero no aumentan los tiempos perturbados, precisamente por la presencia de altas presiones, sean atlánticas (prolongación de la célula subtropical de las Azores) o continentales por enfriamiento. La primavera finalmente es de transición con bastante variabilidad, pero abundan, especialmente en abril, las borrascas del frente polar.

Estos tipos de tiempo y estaciones distintas explican una fuerte variabilidad en la distribución de fenómenos (temperaturas y lluvias principalmente), tanto dentro del año como de unos años a otros. Mientras que la orografía, orientación y presencia del mar origina también una distribución diversa en la geografía andaluza. Sobre lo primero, esas mencionadas temperaturas estivales superiores a 40ºC pueden bajar de cero, bastantes grados en la montaña, en días de invierno. Y las medias mensuales oscilan, como se ve en el cuadro adjunto, entre casi los 30ºC de julio y agosto a nueve, seis o poco más de 3ºC en enero. Las precipitaciones presentan una generalizada sequía estival y máximos en diciembre o marzo, pero, a diferencia de las temperaturas (cuyas medias apenas cambian a lo largo de los años), las oscilaciones de períodos secos y húmedos son muy fuertes.

Cita Castillo en el 2001 a este respecto que en el período 1947-1996 el coeficiente de variación de precipitaciones en el territorio andaluz alcanza hasta el 30%, mientras que en el conjunto peninsular se sitúa en el 18%. Por ejemplo, el total de casi 70.000 hm 3  recogidos en la cuenca del Guadalquivir en 1996, se reducen a 22.000 en 1954 y en la cuenca mediterránea andaluza esos valores extremos son de 20.000 y 5.500 en los años 1989 y 1974. Y el mismo autor alude a casos más concretos, como el observatorio de San Fernando, uno de los más antiguos, que tiene registros variantes de uno a cuatro. Esos períodos de sequías e inundaciones marcan, en general, la historia agraria y económica de Andalucía y los países mediterráneos y, aunque la regulación de cuencas mediante embalses y otras obras palían los efectos, las consecuencias negativas de esa fuerte variabilidad no desaparecen del todo.

Por lo que hace a la distribución de precipitaciones y temperaturas, recogidas en los mapas de medias anuales, se nota en lo primero la orografía y las diferencias oeste-este, como dijimos, por la situación de vientos dominantes  y el efecto pantalla. Se acusa sobre todo en Almería y algunas comarcas granadinas de la Depresión Intrabética, como Baza, con unos 300 milímetros anuales. Por el contrario, pasan de los 1.000 las sierras de Jaén, Huelva, Cádiz y las de Ronda, Málaga, Sierra Nevada, algunas del Subbético cordobés y manchas de la Sierra Morena de Sevilla y Córdoba. Pero la mayor parte de las capitales y ciudades, ubicadas en el Valle del Guadalquivir, Depresión Intrabética y costa reciben entre 400 y 600 milímetros. El mapa de las temperaturas también queda marcado por la orografía, con una amplia extensión de los 18ºC como media anual y disminuciones debidas a la altitud, pero menos en las solanas de Sierra Morena y de las montañas de Cádiz y más en las alturas orientales (Alhama, Sierra Nevada, Baza, Segura, Cazorla"). De otros elementos cabe mencionar la fuerte insolación (la Bahía de Cádiz y la de Almería ostentan records europeos), con las consecuencias conocidas (turismo, playa, invernaderos"); el viento, especialmente fuerte y aprovechable (energía eólica o surfing) en el Estrecho de Gibraltar; y la nieve, de repercusiones turísticas en Sierra Nevada, pero también como aprovisionadora hídrica.

Tipos de clima. Con todos esos factores y elementos puede abordarse una clasificación climática, de las queexisten distintas posibilidades. Una muy conocida es la del alemán Köeppen, adaptada a nuestras latitudes por López Gómez, y que estudia Castillo, distinguiendo para Andalucía tres tipos dentro del Mediterráneo:

A) Mediterráneos con veranos calurosos (Csa) y matices invernales, que cubre prácticamente todo nuestro territorio.

B) Mediterráneos con veranos cálidos (Csb) y algunas diferencias en los inviernos, localizados en zonas altas de montaña, sobre todo de la parte oriental.

C) Climas secos, esteparios y desérticos (BS y BW), circunscritos a ciertas comarcas de Almería.

Otra clasificación es la que realiza Capel Molina en 1990, que se recoge en el cuadro adjunto con las estaciones más significativas, y cuyas  denominaciones indican claramente que se trata de matices dentro del clima Mediterráneo. La sequía estival es, sin duda, la nota más característica y generalizada y también establece cierta homogeneidad el máximo de lluvias en marzo del Valle del Guadalquivir (excepto Sevilla, en que es el segundo mes) y la Depresión Intrabética, así como el predominio de diciembre en la costa. En los totales la altitud y el efecto pantalla, como ya se ha dicho, explican las diferencias de Grazalema y Almería, pero en las zonas más pobladas apenas se alcanzan los 500 mm., como el litoral (salvo Cádiz y Algeciras al pie de sierras de barlovento) o el pasillo intrabético; mientras se rondan los 600, e incluso se superan en Córdoba, en el interior del Valle del Guadalquivir.

Las temperaturas medias están próximas a los 18ºC, con excepciones según la altitud y la tendencia continental (Granada). Sin embargo, las medias de los meses veraniegos no son tan diferentes y, desde luego, muy altas. Téngase en cuenta que un promedio de casi 30ºC en julio y agosto, supone que en los días del mes puede haber uno con 35ºC y otro con 25ºC que dan ese resultado. Y, a su vez, la media diaria se obtiene de la máxima y la mínima que bien pueden ser 40ºC y 20ºC, para que arroje esos 30 de media en los que estamos redondeando. Es decir, que los 40 grados a la sombra es algo frecuente en las tardes estivales de Andalucía y también las noches con más de 20 grados.

Los inviernos son suaves, salvo en las sierras, de las que hay menos datos y donde vive una población escasa. Los doce o más de media en enero de muchos núcleos costeros  no es invierno propiamente dicho en términos climáticos, lo que beneficia al turismo y las actividades de ocio y queda  explicado por el murallón de Sierra Nevada respecto a los vientos del norte; por eso, la diferencia con Huelva, aparte el menor calentamiento del Atlántico en relación al Mediterráneo. La altitud y separación del efecto costero en Granada da lugar a esos seis grados de media en enero, pero en el Valle, más abierto al Océano, Sevilla tiene medias invernales como Huelva, y Córdoba sólo baja un grado y otro más Jaén. En los tres casos es significativo el distinto comportamiento de gradación respecto al verano. [ Gabriel Cano ].

 

 
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