El día de San Juan Bautista marca el solsticio de verano, la noche más corta del año, el 24 de junio, que es de importancia central en época precristiana. De esta época permanecen rituales o aspectos de rituales y costumbres que tendrán como eje central elementos no siempre concordantes. Por un lado, guardarán relación con simbologías de purificación: en la noche de San Juan se exorcizan las imágenes míticas de las brujas y los malos espíritus, si bien actualmente en un ambiente festivo que nada tiene que ver con el de sus orígenes. El fuego va a ocupar un lugar central, enlazando con otros rituales andaluces como es la fiesta de la Candelaria. Las hogueras de San Juan, en la noche del 23 al 24, se encienden en numerosas poblaciones andaluzas, con especial relevancia en las localidades costeras donde la velada en torno a las candelas se desarrolla en las playas (Estepona, Conil de la Frontera y otras). Asociada a estas hogueras está también la peculiar costumbre de quemar monigotes rellenos de paja, en cuya acción se personaliza la idea del castigo-purificación por el fuego: son los judas que dotan de notable personalidad a la noche de los juanes en los barrios malagueños, mientras que en Lebrija forman parejas que, tras ser expuestos en diferentes lugares del pueblo, arderán en la hoguera. Al igual que en Cádiz, se les denomina juanillos, y en el Puerto de Santa María y Vejer de la Frontera serán pasto de las llamas parejas de monigotes denominados Juan y Juana.
También existen otras formas de celebración, en algunos aspectos con una simbología contradictoria con la anterior. La noche de San Juan se asocia igualmente con el cortejo y la potenciación mágica de las relaciones afectivas y la belleza física. Y en estos casos no es extraño que sea el agua el elemento que adquiere protagonismo. En la tarde-noche de San Juan se mezclan plantas aromáticas con agua pura, a ser posible recogida antes del amanecer; los poderes mágicos de este agua harán que se potencie la belleza y cuidado de la piel de las jóvenes que se laven con ella (en Villanueva de Córdoba, Cabra, Cardeña, Torrecampo, Teba"). En otras localidades (Alosno, El Berrocal, Cardeña, Belalcázar, Villanueva de Córdoba, Alcaracejos), es la noche de las enramadas: aprovechando la oscuridad, los mozos depositan en las puertas y ventanas de las casas donde viven las jóvenes pretendidas ramas con diversos significados: olivo si es olvido, álamo, moral, hierbabuena si es enamoramiento. En algunos casos, las ramas se convierten en dibujos alegóricos o pintadas sobre el mismo tema (Los Blázquez, Pedroche). Otras poblaciones conservan tradiciones no menos singulares en relación con la concepción mágica de la fecha, como son las cencerradas protagonizadas por niños que recorren las calles del pueblo (Villaviciosa, Zuheros, Pozoblanco) para despertar a San Juan; costumbre que no deja de recordarnos la existente en otros lugares de España de hacer ruido en esta noche para espantar los malos espíritus. Mientras que en Alosno y Puebla de Guzmán, esa noche se hincan en sus plazas el tronco de un pino, en torno al cual se danza.
Hay que destacar por la danza ritual que realizan los cascabeleros de San Juan de Alosno. Los 19 danzantes masculinos bailan en el interior del templo y delante de la imagen, sin darle nunca la espalda, durante la procesión. Van vestidos con zapatos negros, medias blancas, pantalones cortos de color granate, fajas rojas, camisas blancas, chalecos beiges y una banda cruzada con el nombre de la hermandad. El ritmo y ejecución de las mudanzas esta marcado por la gaita y el tamboril, así como por los cascabeles, anudados a los tobillos y por los palillos que portan los danzantes. [ Juan Agudo Torrico ].
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