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AYAMONTE, MARQUéS DE |
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(ayamonte, huelva, 1606-segovia, 1648).
Político. Francisco Antonio de Guzmán y
Zúñiga, IV marqués de Ayamonte, era miembro de una de las ramas de la
poderosa familia de los Guzmanes, aunque su señorío, cuya principal
población era la villa que daba nombre al título, tiene limitados
recursos. Este hecho marcaba un profundo contraste con los medios de
otras ramas más opulentas de la familia, como era el caso de sus
parientes los duques de Medina Sidonia, o del propio conde duque de
Olivares, a quien Felipe IV había encomendado regir los destinos de la
poderosa monarquía hispánica.
El IV marqués de Ayamonte ejerce diferentes cargos
en la corte madrileña, donde se encontraba bien relacionado. En cierta
ocasión, rompe cañas con el propio rey a quien llega a alcanzar en el
pecho, suceso humillante para un monarca tan galán como era Felipe IV. El
marqués decide en aquella ocasión poner tierra de por medio y retirarse a
su villa de Ayamonte. Es famosa su prodigalidad, hasta el punto de llevar
al borde de la bancarrota la hacienda de su marquesado, que desde 1636
era administrado por el Consejo de Castilla. El alto organismo de
gobierno solamente dejaba a don Francisco los recursos necesarios para el
mantenimiento estricto de su casa.
En 1637 participa, junto a su primo el duque de
Medinasidonia, en las operaciones militares que se llevan a cabo en el
Algarve portugués para abortar un movimiento de rebelión, que había
prendido en aquellas tierras contra el dominio castellano en Portugal y
que es considerado por muchos historiadores como el antecedente más
importante a la rebelión de 1640, que conduce a la independencia de aquel
reino.
En la conjura urdida por don Alonso Pérez de
Guzmán
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, IX duque de Medina Sidonia, para sublevar
Andalucía, don Francisco Antonio desempeña un papel importante, aunque
los testimonios conservados presentan perfiles muy diferentes para
valorar su actuación en aquel episodio. Para unos es el colaborador más
importante del duque en su pretensión de convertirse en rey de Andalucía,
mientras que para otros era partidario de sublevar Andalucía pero con la
finalidad de establecer en ella una forma de gobierno republicana. A
pesar de que se lanzan sospechas sobre su participación en aquella
conjura, lo cierto es que aparece como uno de los principales implicados.
Cuando los agentes del conde-duque de Olivares descubrieron la trama, al
marqués se le ordena acudir a la corte para que diese cuenta de sus actos
y respondiese a las acusaciones que pesaban sobre su persona.
En su camino hacia Madrid es detenido al llegar a la
población toledana de Illescas, donde se le somete a un interrogatorio a
resultas del cual confiesa su culpabilidad, pero señalando que el mayor
responsable era Medina Sidonia a quien advierte, según la propia
confesión del marqués, de que no le permitiría proclamarse rey de
Andalucía y que sólo le apoyaría en la creación de una república
andaluza. Sometido a juicio, que está acompañado de un largo peregrinar
por numerosas prisiones, es condenado a muerte y a que le sean
confiscados todos sus bienes. Sin embargo, una Junta creada al efecto
recomienda a Felipe IV que le conmutase la pena capital por la de cadena
perpetua, además de que se aplicase la confiscación de bienes decretada.
El monarca se conforma con este dictamen.
No obstante, el marqués tendría un trágico final, ya
que en 1648, al descubrirse la conspiración del duque de Híjar en tierras
de Aragón, el monarca decide que no podía aplicarse clemencia a quienes
eran traidores convictos como era el caso de Ayamonte. El desgraciado
marqués, sin valedores que intercediesen por su persona, después de haber
recibido la clemencia regia, es decapitado en el alcázar de Segovia,
donde se encontraba prisionero. Era el 12 de diciembre del mencionado
año.
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