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CAMPANERÃA

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f. El origen de la campanería parece encontrarse en la región italiana de Campania y su desarrollo está estrechamente vinculado al cristianismo, en su deseo de convocar a los fieles a los actos litúrgicos. En principio, las campanas se funden en hierro, un mineral que pronto deja paso al bronce, aunque su morfología se mantiene inalterada al menos desde el siglo VI. De los muchos artesanos especializados en proveer a los templos andaluces de este objeto, a principios del siglo XXI existe un único taller enclavado en la localidad giennense de Torredonjimeno: el de la familia Rosas. Ellos siguen practicando un oficio que exige una gran precisión, puesto que cualquier pequeña alteración, tanto en el diseño como en cualquiera de las técnicas de elaboración, puede alterar la sonoridad.

Elaboración.  Una vez que el cliente determina las medidas y el peso de la campana, la primera operación consiste en realizar un modelo con tres capas superpuestas: el macho, la falsa campana y la copa. La herramienta imprescindible en esta faena es la terraja, compuesta, en este oficio, por una cuchilla que se adosa a un eje para ser usada a modo de compás. El eje se fija en el suelo y, tras comprobar su disposición a plomada, se le acopla la terraja. En primer lugar se levanta un círculo de ladrillos que servirá como base al modelo. Sobre esta base comienza a labrarse el macho o capa interior. Con la ayuda de la terraja, se van superponiendo ladrillos con la hechura de las distintas partes de que se compone: peana o remate inferior, batidor o zona donde golpeará el badajo, barriga o cuerpo, y corona o remate superior. Moldeado el macho por entero, hay que retirar la terraja y el eje para reforzarlo con alambre; además, se enyesa la peana y se recubre la corona con adobe. Tras ello, hay que dejarlo secar y lo usual es encender una fogata en la base para acelerar el proceso. Cuando ya está seco pero aún caliente, el campanero vierte por la boca de la corona adobe aguado con idea de refinar el moldeado y tapar cualquier fisura. Acto seguido raspa la corona y vuelve a situar el eje en su lugar para colgar la terraja, con la que va refinando las distintas manos de adobe, que extiende por toda la superficie del macho, ultimando con una aplicación de ceniza aguada.

Finalizada esta parte, empieza el moldeado de la falsa campana, dejando en la terraja la cuchilla correspondiente. Esta capa intermedia del modelo se realiza embadurnando toda la superficie del macho con distintas masas arenosas, moldeándolas y afinándolas con la terraja. En la corona y en el batidor se raspan unos junquillos o rebordes ornamentales, y a continuación se unta toda la pieza con sebo de vaca para conseguir un mejor deslizamiento entre los distintos elementos del modelo. Sólo entonces se retira la terraja para acometer el trazado de los motivos ornamentales. Generalmente, la corona se adorna con flores, pudiendo incluir también alguna leyenda, mientras que el batidor acogerá el sello de la campanería con algún motivo religioso. Para esta técnica el campanero dispone de unos moldes preparados con el negativo del dibujo, que rellena con cera fundida. Conseguida la forma, desmolda y perfila cada adorno, y los va ubicando y adhiriendo en su lugar correspondiente.

Para la realización de la copa, esto es, la tercera y última capa del modelo, se sigue añadiendo arcilla, mezclada esta vez con yeso, y moldeando con la cuchilla correspondiente de la terraja. Entonces, se refuerza con alambre y se enciende una fogata para el secado, agregando después una capa de yeso, que el campanero moldea también con la terraja, ahora desprovista de la cuchilla.

La última operación del moldeado es la elaboración del asa. Para tal fin se rellena la boca de la campana con arena, asentándola y rasándola bien, porque sobre ella se instala un molde de madera con la forma del asa, circundado por un marco de metal. El interior del marco se rellena con una masa de arena, tierra y agua, y se machaca para que asiente y tome cuerpo. Acabada la operación, sobre el marco o cajón se superpone el sobrecajón y se repite todo el proceso, cubriendo así la totalidad del molde del asa, con la única variante de que aquí añade los pitorros que actuarán como canales para la entrada del metal.

Fundición.  Concluido por completo el modelos de la campana, puede ya retirarse de la base que hasta este momento lo ha sustentado. Para trasladarlo al foso de fundición, el modelo se rodea con cadenas que enganchan a una pequeña grúa. Una vez en el foso, se nivela y se rellena su interior con arena. Seguidamente, el campanero retira la copa, destruye la falsa campana, es decir, la capa intermedia y vuelve a situar la copa. Es este espacio el que acogerá el metal, formando la campana. Previamente se ha enterrado en la boca de la corona la manilla, que es una pieza metálica en forma de "u", de donde penderá el badajo. Otra técnica preparatoria imprescindible es la de taponar los canales de colada, a fin de impedir que se obstruyan en el proceso de enterrado del modelo, y enyesar las uniones y juntas de los marcos del asa.

La arena con la que se va a enterrar la campana se humedece ligeramente con agua, pero sin dejar que se convierta en barro. Una vez cubierta en su totalidad, esta arena hay que machacarla y compactarla durante varias horas, hasta asegurarse de su completo secado. Mientras tanto, se van construyendo en la superficie unos canales para guiar al metal líquido, a base de baldosas y ladrillos, solidificando las juntas con barro y prendiendo una fogata para su secado.

Asimismo, corre paralela la preparación del horno. El campanero cierra el frente con un tapón hecho de ladrillos refractarios embarrados, tras lo cual embadurna con ceniza aguada todas las paredes interiores, incluyendo el propio tapón. Cuando se halla totalmente seco, carga el horno con lingotes y restos de bronce, coloca la tapa y la sella con barro. Entonces instala la boquilla por donde correrá el carburante y acciona el motor.

Aproximadamente 30 minutos antes de la colada, el campanero se ocupa de limpiar los canales y retirar los tapones que protegían a los moldes de las asas, y va calentando sobre la tapadera del horno los instrumentos a utilizar en este proceso: la cuchara, el destapador y el tapador. Introduciendo la cuchara por la puerta frontal del horno, remueve el metal para comprobar su estado. Si es el óptimo, desprende el tapón con el destapador, dando salida al metal fundido, y con el tapador va nivelando el metal a su paso por los canales, guiándolo hacia los huecos de colada. De esta manera se rellena el modelo de la campana, un proceso que consume unas 2 o 3 horas.

Pasadas 24 horas se procede a desenterrar la campana. A tal fin, los campaneros destruyen los canales levantados para el vertido y comienzan a retirar arena para desprender el molde del asa. A ella acoplan un gancho de hierro que, unido al puente, consigue elevar la campana del foso. Ya en suelo firme retiran la copa, apareciendo así la campana de bronce, que inmediatamente se cepilla para retirarle el hollín. Tras ello, se voltea y, con una pica, se desmorona el macho que permanece en su interior.

Los últimos detalles consisten en el abrillantado de la superficie, incidiendo con una fresadora para perfilar las letras y los dibujos decorativos. Una vez pulida, puede finalmente matizarse o incluso teñirse el dorado del bronce. No obstante, las técnicas constructivas de la campana no acaban hasta que se modela y funde el badajo, se coloca y se realiza la prueba del sonido, siendo éste el momento de mayor expectación. [ Esther Fernández de Paz ].

 

 
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