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CARTAGINESES

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 Recibían este nombre los habitantes de Cartago, ciudad fundada en las costas del actual Túnez en 814 a.C., de acuerdo con la tradición de los autores clásicos. Esta antigua fecha no es completamente desmentida por la actual investigación arqueológica, pues las recientes dataciones por Carbono 14 calibradas procedentes de excavaciones en Cartago ofrecen dataciones muy antiguas. Cartago o Qart-Hadash, que significa "ciudad nueva" en lengua fenicia, es una fundación de la ciudad fenicia de Tiro en su proceso de colonización del Occidente mediterráneo. La leyenda de fundación de Cartago por la reina Elisa, hermana del rey de Tiro y esposa del sacerdote de Melqart, nos es transmitida por Justino y contiene interesantes detalles que confieren algunos rasgos de historicidad al relato. A lo largo de los siglos VIII y VII a.C. la ciudad de Cartago experimenta un notable crecimiento urbano. Es en este periodo cuando se documentan en los asentamientos coloniales de Andalucía, sobre todo en el Castillo de Doña Blanca, Toscanos o Adra, los más antiguos contactos con los cartagineses a través de la presencia de ánforas y otros vasos cerámicos producidos en la ciudad norteafricana, indicadores de relaciones comerciales. Es posible que los hallazgos de ánforas y vasos etruscos en los asentamientos fenicios de las costas andaluzas en ese mismo periodo estén también en relación con el comercio cartaginés y con la alianza entre cartagineses y etruscos.

Es en este contexto histórico en el que el hispanista alemán Adolf Schulten propone en 1924, a partir de su interpretación de los escasos textos clásicos existentes, una violenta destrucción del mítico reino de Tartessos * y de la fundación griega meridional de Mainake *  por los cartagineses, en el transcurso de una conquista cartaginesa del sur de la Península Ibérica, que pasa a ser territorio dominado por Cartago, quien establece un monopolio comercial por métodos tales como la clausura de la navegación y el comercio griegos al extremo Occidente mediante un auténtico bloqueo del Estrecho de Gibraltar. Los tratados entre Roma y Cartago transmitidos por el historiador Polibio vendrían a demostrar también el interés de Cartago por evitar el comercio en las costas del sur de la Península Ibérica dentro de su política imperialista. Esta visión de los cartagineses y la idea de una temprana conquista cartaginesa del sur peninsular se sostiene con nuevos argumentos por un sector de investigadores contemporáneos que proponían una repoblación cartaginesa de las antiguas colonias fenicias tras haber experimentado éstas una crisis en el siglo VI a.C. Alternativamente, otra corriente sostiene que no hay datos ni literarios ni arqueológicos que permitan sustentar tal conquista ni el temprano dominio territorial de los cartagineses. A principios del siglo XXI la investigación histórica y arqueológica pone de manifiesto que no existe una capital del reino de Tartessos, que el Estrecho no es bloqueado, y que antes bien, se documentan unas relaciones comerciales regulares entre las ciudades fenicias de la costa andaluza con los griegos, dudándose de la existencia de Mainake como tal colonia griega. La mención de Mastia y de Tarseion, dos topónimos que se refieren sin duda a la Península Ibérica, y de los tirios como parte junto a Cartago en el segundo tratado entre Roma y Cartago, datado en 348 a.C., vendrían a confirmar el inicio de una hegemonía política y económica de los cartagineses respecto de las ciudades fenicias occidentales continuadoras de los antiguos asentamientos coloniales tirios. Se trataría de un dominio político, y salvo en África y Cerdeña, no territorial, que bajo la apariencia de una alianza encubre el ejercicio de la política imperialista de Cartago en el Mediterráneo occidental. La escasez de fuentes escritas y el todavía incipiente desarrollo de la investigación arqueológica de estos aspectos no permite profundizar en el tipo de relaciones de los cartagineses con la Península Ibérica, que debieron ser intensas. Los hallazgos arqueológicos en Cartago y en las ciudades fenicias de Andalucía evidencian la existencia de relaciones comerciales permanentes, mientras que la presencia de mercenarios iberos en los ejércitos cartagineses de los siglos V, IV y III a.C. pone de relieve el interés que Cartago mantenía respecto a este extremo del Mediterráneo.

Ello motivaría que en 237 a.C., como consecuencia de la derrota cartaginesa a manos de Roma en la Primera Guerra Púnica y la pérdida de Cerdeña y Sicilia, un ejército cartaginés al mando del aristócrata Amílcar Barca * desembarcara en Gádir * , la principal aliada de Cartago en Iberia, iniciando una política de control territorial para acceder directamente a los ricos recursos peninsulares, principalmente los mineros. En el periodo conocido como Bárquida, comprendido entre 237 y 218 a.C. en que se inicia la Segunda Guerra Púnica, los miembros de la familia Barca "Amílcar, Asdrúbal * y Aníbal * " desempeñan sucesivamente en nombre del Senado de Cartago la dirección política y militar de la expansión cartaginesa en el Sur y el Levante hispanos, combinando tanto la guerra como la diplomacia para conseguir el dominio y la alianza con Cartago de las distintas entidades estatales iberas. Durante estos años los cartagineses controlan la explotación de las minas de plata de Huelva, Cástulo * , Villaricos y Cartagena, y emprenden una política de fundaciones coloniales con veteranos del ejército, fundando entre otras ciudades Cartago Nova "la actual Cartagena", que se convierte en la principal base naval cartaginesa y la capital política del territorio peninsular controlado por Cartago. Los cartagineses acuñan durante estos años abundante moneda de plata y bronce destinada a sufragar los gastos de guerra y de mercenarios del ejército, intensificándose las relaciones comerciales con Cartago. La Segunda Guerra Púnica iniciada en 218 a.C. tiene en la Península Ibérica uno de sus principales escenarios, pues constituye uno de los principales lugares de aprovisionamiento de hombres, dinero y recursos de los cartagineses. Las sucesivas derrotas que sufren en el conflicto a manos de Roma terminan con la presencia cartaginesa en Hispania en 206 a.C. No obstante, en el siglo II a.C. se documenta arqueológicamente el mantenimiento de relaciones comerciales entre las antiguas ciudades de fundación fenicia de Hispania y el área cartaginesa del norte de África. [ José Luis López Castro ].

 

 
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