Con habla andaluza o hablas andaluzas , o también con andaluz , se denominan las variadas formas que ha tomado la realización de la lengua española en Andalucía; con esas expresiones se manifiesta además la conciencia de una modalidad regional diferenciada respecto de otras regiones hispanohablantes así como frente al considerado como español "común" o "estándar".
Tal variedad de nombres refleja las dudas existentes entre dialectólogos y lingüistas a la hora de clasificar el objeto de su estudio. Las notables diferencias internas, geográficas, pero también sociales, entre las formas de hablar andaluzas inclinan hoy hacia las denominaciones en plural ( hablas andaluzas ). Por otro lado, muchos son reticentes al empleo del término dialecto para la(s) modalidad(es) andaluza(s), dado que las diferencias respecto del resto del español no afectan a todos los niveles de la lengua, ni suponen tampoco en general ninguna fractura profunda frente al idioma común.
Por último, hay que tener muy presente que pocos de los rasgos lingüísticos "andaluces" son originarios de Andalucía (aunque alguno tan relevante como el seseo * o ceceo * sí lo sea), y sobre todo que la mayoría se encuentra repartida en amplias zonas del mundo hispanohablante, en especial en América. No se trata, pues, de un dialecto o modalidad aislado, claramente separado del resto (al modo de ciertos bables asturianos o de las hablas del Pirineo aragonés): desde sus orígenes hasta la actualidad el habla andaluza ha estado sometida a influencias de muy diverso origen, y ha viajado más allá de sus límites originarios. Además, frente a lo habitual en muchos dialectos, no se trata de una variedad básicamente rural, sino que está claramente presente en los núcleos urbanos desde sus mismos orígenes (que muchos historiadores sitúan en Sevilla y su entorno a finales de la Edad Media). Sus características esenciales son las siguientes:
Pronunciación. El rasgo que más claramente separa el habla andaluza de las demás modalidades peninsulares, y que a la vez la acerca a las canarias y americanas (pues parece que en Andalucía nació y de allí se difundió a estas tierras) es la inexistencia de oposición entre los sonidos (fonemas) que en el español estándar peninsular representan las grafías ce , ci , z , frente a s . Una gran parte de andaluces pronuncia igual ciento y sentir , cazar y casarse , pozo y poso . No todos ciertamente: la franja más septentrional de las provincias de Huelva, Sevilla y Córdoba, la mayor parte de Jaén y Almería y el Nordeste granadino hacen análoga diferencia que, por ejemplo, Toledo, Madrid o Burgos; y también ocurre así en numerosos hablantes de las capitales y grandes ciudades, en especial en niveles socioculturales altos, o en la realización lingüística más cuidada.
Tampoco la realización igualadora es idéntica en todas partes. Tradicionalmente, se considera más "fina" la igualación en un tipo de articulación como "ese", si bien de naturaleza fonética distinta a la castellana o aragonesa: la lengua se acerca a los dientes, bien con la corona ("ese coronal " típica de Córdoba, y zonas del interior de Sevilla y Huelva), o con el extremo ("ese predorsal ", propia de Sevilla y los ámbitos urbanos, en especial de la Andalucía occidental, pero también de Málaga, Granada o Almería). Menos valorada es la realización igualadora parecida, aunque no idéntica, a la "zeta" castellana, que domina en los ámbitos rurales, y llega a penetrar en los urbanos, de toda Andalucía occidental, y en las costas y vegas malagueñas, granadinas y almerienses. Son las modalidades conocidas tradicionalmente como seseo y ceceo, aunque tales etiquetas no recogen ni mucho menos todas las posibilidades de realización andaluzas: en muchos hablantes coexisten realizaciones de uno y otro tipos, y son muy frecuentes formas intermedias, a veces difíciles de clasificar. Hay, además, una forma rural igualadora en un sonido aspirado, el llamado heheo ( hí heñó ), diseminada por casi toda la región.
Como se ha dicho, seseo, ceceo y variedades intermedias no son generales en Andalucía: suele afirmarse que la distinción ce , ci , z / s se da en un tercio de andaluces, otro tercio sesea y el otro cecea, pero es muy difícil asegurar tal reparto; tampoco parece que se trate de una situación absolutamente estable. Lo que sí es común a Andalucía, diferenciándola además del resto del español peninsular, es el tipo fonético de "ese": en ninguna parte de la región, distinga o iguale estos fonemas, hay una "ese" igual a la castellana (alveolar), sino que en todas es de tipo dental (coronal o dorsal); o no existe, por haber solo "zetas". Como ya señaló Tomás Navarro Tomás en 1933, esa es la principal "frontera" lingüística del andaluz.
Otra igualación de sonidos, la de los representados por ll y y respectivamente, es decir el yeísmo, está ampliamente difundida por Andalucía, pero, por un lado, deja en su interior enclaves de distinción (situados, curiosamente, en localidades rurales del interior de Huelva, Sevilla o Málaga), y, por otro, es común a la mayor parte del español, peninsular, europeo o americano (sin que tampoco podamos afirmar que tal fenómeno nació en Andalucía).
En buena parte de Andalucía encontramos un sonido aspirado, que tiene diversos orígenes y repartición, así como diversas correspondencias con el español común. Por un lado, pervive en lo que el idioma general escribe con h pero no pronuncia: la aspirada inicial de humo , hambre , hacha o hierro (pero no se da en haber , hombre u honra : para que haya aspirada la palabra originaria debía tener f en latín, o proceder de un sonido velar o laringal árabe); se trata de una pervivencia más bien rural, limitada a palabras de ese ámbito, y que solo en voces de fuerte carga expresiva escapa a tal limitación ( hartá , ahumao ). Por otro, el sonido aspirado corresponde a la velar castellana de ge , gi , j : es la realización habitual en la mayor parte de Andalucía, salvo buena parte de Jaén y Almería y el Nordeste granadino, que pronuncian la "jota" como el resto de España.
También el sonido palatal representado por las letras ch adquiere en parte de Andalucía una pronunciación más relajada (en términos técnicos, de africada pasa a fricativa), semejante a la ch francesa o portuguesa, o sh inglesa. Es pronunciación más bien propia del centro y sur de Sevilla, de Cádiz y Málaga (muy marcada en las costas), de la Vega y costa granadinas, y de la costa almeriense. Y se da sobre en todo en hablantes de mediana o escasa cultura, aunque en algunos ambientes juveniles goza de un cierto prestigio como recurso expresivo.
El resto de rasgos andaluces de pronunciación tiene que ver con los sonidos situados a final de palabra o de sílaba. Es general la omisión de las consonantes -d , -r , -l , etc. ( verdá , comé , iguá ), solo restituidas en situaciones de máximo cuidado expresivo. Por su parte, -r y -l finales de sílaba, dentro de palabra, suelen confundirse en casi toda Andalucía, como -r sobre todo en el Oeste ( sordao , mi arma , etc.), y como -l o con otras articulaciones en el Este de la región. En los grupos -rn- , -rl- la -r- suele aspirarse o, más bien, reduplicarse ( can-ne , querel-lo ).
Finalmente, la modificación más extendida es la que afecta a la -s final de palabra y de sílaba, no pronunciada como tal "ese" en ningún punto de Andalucía, salvo en situaciones de enunciación solemne o muy cuidada. Las realizaciones son muy variadas: a final de palabra, cuando sigue pausa, la -s deja de pronunciarse ("aquí venimo "); ante otra consonante, también en final de palabra, se mantiene como aspirada en el Oeste, pero se sigue perdiendo en el Este (" buenoh día" / " bueno día"); en la misma posición, pero ante vocal, el Este tampoco pronuncia la -s (" la ocho "), y el Oeste vacila entre pronunciarla aspirada o como -s , forma esta más "culta" (" lah ocho" / " las ocho"). En interior de palabra, ante otra consonante, la aspiración es general (" ehto ", " pehcáo ", etc.), llegándose a notables fenómenos de asimilación ("las botas" > la fóta ; "los dedos" > lozéo ; "las gallinas" > lajayína ) o de reduplicación ( peccáo , étto ), soluciones estas más frecuentes en los niveles socioculturales medio-bajos o bajos de la población andaluza.
La pérdida de -s final de palabra produce, en el Este de la región (Almería, Granada, Jaén, pero también Córdoba y con penetraciones en Málaga e incluso el extremo oriental de Sevilla), la única alteración notable andaluza en la pronunciación de las vocales. Tras la desaparición de dicha -s la vocal anterior suele abrirse ( loo niñoo ), y si es -a adquiere un timbre palatal, que en algunas zonas andaluzas llega al timbre de -e ( do ( h ) peséte de pípe , por ejemplo en la comarca sevillana de Estepa). La apertura llega a afectar, no solo a la vocal inmediatamente anterior a la -s perdida, sino también a la vocal tónica de la palabra, y aun a todas las vocales de la palabra.
Gramática. Frente a lo que ocurre en la pronunciación, no hay diferencias relevantes entre las hablas andaluzas y el resto del español en la morfología o en la sintaxis (salvo las que tengan que ver con hechos fonéticos): tal identidad es la base fundamental de la unidad idiomática, de la pertenencia del "andaluz" a una sola lengua, el español. Solo pueden citarse algunos rasgos "menores", por lo general conservadores y aun "arcaizantes" (frente al supuesto carácter "revolucionario" de la pronunciación andaluza).
Es una reliquia, limitada a entornos rurales, la conservación del verbo ser como auxiliar de tiempos compuestos, pero limitada al pluscuamperfecto de subjuntivo, y, a diferencia del español antiguo, posible con verbos intransitivos ( si yo fuera venido ) y transitivos ( si yo fuera comido ). Otros rasgos morfológicos son más bien "vulgarismos", pero también muy limitados: haiga (por haya ); las acentuaciones de los subjuntivos véngamos , véngais , o quiéramos , quiérais ; la forma plena del imperativo de decir , solo usada en el contexto díceselo ; etc.
En el plano sintáctico, son claros vulgarismos (y no solo andaluces) el orden de "me se cayó"; el posesivo de "detrás mía ", "delante suya "; la sustitución de cuanto más por contra más ; de en contextos inapropiados ante infinitivo ("deseando de verlo") u oración ("pienso de que...") En cambio, tienen más extensión las ordenaciones más nada , más nadie y (menos habitual) más nunca . En el Oeste andaluz, ustedes no se diferencia con claridad de vosotros , de modo que, o bien lo sustituye plenamente (al modo canario o americano), o bien se mezcla el pronombre con la segunda persona verbal, y a veces también pronominal ("ustedes se/os calláis "), variante incorrecta esta que, no obstante, tiene amplia presencia en entornos urbanos y hablantes medios y medio-altos de Málaga, Cádiz, Sevilla o Huelva.
Finalmente, la "gramática andaluza" destaca por su notable conservadurismo en el uso de los pronombres lo ( s ) - la ( s ) // le ( s ), siempre referidos a sus funciones etimológicas (objeto directo vs. indirecto). Solo rompe esta situación el uso de le como objeto directo, pero en referencia a persona, casi siempre masculina ("A Fulano le quiero, le respeto y le saludo"), leísmo personal este de antiquísima presencia en el idioma, favorecido además por la presión de las hablas castellanas, aunque no pueda considerarse aún general en Andalucía; en ocasiones, ese le se limita a la referencia de respeto ("A usted le aprecio"), mientras que para el uso normal de tercera persona sigue la forma etimológica ("A Juan lo aprecio").
Vocabulario. Es muy difícil señalar la existencia de palabras andaluzas propias de toda la región y solo de ella; o de palabras nacidas en Andalucía. Lo normal aquí es la extrema variedad y diversidad: palabras más bien propias de Andalucía (desconocidas o raras fuera de ella), pero usadas solo en alguna parte del territorio andaluz, a veces en enclaves muy reducidos; palabras de orígenes muy variados (viejas palabras castellanas, o mozárabes, o árabes, o gitanas, o leonesas, o catalanas) que han arraigado en unas u otras zonas andaluzas... No hay, pues, un "vocabulario andaluz", ni tampoco el vocabulario sirve, por sí solo, para diferenciar claramente un dialecto de otros (máxime en una región de tanto trasiego histórico de población, interno y externo, como la andaluza).
Entendiendo, pues, como vocablos andaluces aquellas palabras, nacidas o no en Andalucía, de uso vivo en la región (aunque su difusión pueda ser más o menos reducida), y con poca o ninguna presencia fuera de ella, pueden hacerse las siguientes consideraciones:
-La mayoría de tales vocablos se refiere a objetos materiales o actividades tradicionales. Así, abundan las referidas al mundo rural ( capacho , barcina , calabozo "podadera", atarjea ; campiña , marisma , pago , cortijo ; durazno , alcaucil , gurumelo , jinjolero , afrecho ); al mar y los peces ( albur "mújol", s-/ z-afío , breca , lula , brótola , chanquete , cardume ( n )); a la alimentación ( chícharo , habichuela , alboronía , alfajor , pero "manzana"); a la casa ( sob ( e ) rado , doblado , sardine ( l ), casapuerta , alacena , aljofifa ); al tiempo atmosférico ("buena / mala orilla ", harinilla "llovizna", flama "calor ardiente"); a actividades varias ( chiquichanca , costalero , ditero ; halar ; guarrazo , harda ( la ) zo "golpe", mascada "puñetazo", bulla "prisa"); a objetos diversos ( candela , alcayata , mixto y cerillo ); a enfermedades o semejantes ( camballada , fatigas y angustias "náuseas", ( d ) esmorecido ). Pero también las hay referidas a valoraciones y emociones, generalmente negativas ( majara , majarón y majareta , chalado , pirado , charrán , ( d ) esaborido , frangollón , parguela , chuchurrido , fuguilla ( s ), mala ( n ) ge ( l ); achares , canguelo , coraje "enfado, irritación"); y otras creaciones más o menos expresivas ( pechá , jartá ; reinar "cavilar"; capillita ; pecho "cuesta").
Buena parte de estas voces se limita a determinadas zonas de la región: así, son típicamente occidentales candela , afrecho , sob ( e ) rado , fatigas , aljofifa , y otras como copa "brasero", zarcillos , borra "heces del aceite", buche "trago de agua"; y son orientales turbios "heces del aceite", colorín "jilguero", zafa "palangana", balate , hallullo/ -a , angustias , llampo , boria . Finalmente, se dan en áreas muy limitadas doblado o fechar "cerrar", (Huelva), añeclín (centro de la región), cauchil y almatriche (Granada), sardinel (zonas de Sevilla y Cádiz), mayeto/ -a "pequeño propietario" (zonas de Sevilla y Cádiz), etc.
Puede decirse, pues, que Andalucía manifiesta una notable riqueza léxica en su conjunto. Sin embargo, gran parte de ese vocabulario propio es desconocido por muchos hablantes de la región, bien por no existir en su zona o en su ámbito social, bien por pertenecer a un mundo tradicional y rural cada vez más arrinconado por el progreso tecnológico y la urbanización social. Por otra parte, el léxico disponible por los hablantes, según los pocos estudios hechos, no es en absoluto superior al de otras regiones (por razones de atraso cultural, fundamentalmente). Sí parece, por el contrario, que muchos andaluces usan en su hablar más palabras, aunque no necesariamente más variadas.
Los orígenes del habla andaluza. El habla andaluza surgió como una evolución peculiar del idioma traído por los castellanos que conquistaron y poblaron el valle del Guadalquivir (desde Jaén hasta Cádiz) durante el siglo XIII. Cuando en 1492 los Reyes Católicos culminaron la ocupación del reino de Granada, el castellano que se extendió por esta zona, a partir de Sevilla, Cádiz o Córdoba, mostraba ya ciertas peculiaridades (en especial, el seseo-ceceo). Con ello, se implantó en la mayor parte de la región, al Oeste y al Este, un tipo de idioma que seguirá caminos en parte diferentes a los del castellano de Toledo, Valladolid o Burgos. El siglo XVI fue la época de definitiva consolidación de la modalidad lingüística andaluza, en buena parte gracias al poderío económico, social y cultural de Sevilla: la aceptación por la urbe andaluza de ese castellano algo "diferente" contribuyó decisivamente a su consolidación en la región. Por otro lado, la lejanía y las barreras geográficas (en especial, Sierra Morena) contribuyeron también a que las normas lingüísticas emanadas de Toledo o Madrid tuvieran durante mucho tiempo más difícil penetración en Andalucía.
Las primeras noticias de la "disidencia" lingüística andaluza remontan al siglo XV: en esa época encontramos ya en textos de muy diverso tipo (poéticos o jurídicos) errores gráficos que apuntan a la existencia del seseo-ceceo (igualación de los sonidos medievales representados por ce , ci , ç , z , y por ss , s ); al mismo tiempo, hay ya indicaciones de que a los sevillanos y a los andaluces se les reconoce por su manera de hablar. Tales datos se incrementan durante el siglo XVI, y en especial desde finales de este siglo y durante el XVII gramáticos y escritores varios aluden en numerosas ocasiones al habla de Sevilla, o de Andalucía en general, como distinta, normalmente para condenarla, aunque no faltan juicios positivos. El fenómeno al que se alude constantemente es el seseo-ceceo; en el XVII se añade la pronunciación aspirada de ge , gi , j ; hay también esporádicas y anecdóticas referencias a palabras consideradas como andaluzas. Desde el siglo XVIII se supone que la situación lingüística de Andalucía sería, más o menos, la actual, pero hasta la literatura costumbrista del XIX y el desarrollo de la Dialectología en el XX no se cuenta con un conjunto suficiente de informaciones.
Queda, por tanto, totalmente descartada en la génesis del andaluz como dialecto o habla la actuación de otras lenguas. En primer lugar, porque todas las características del andaluz, en su nacimiento y en su difusión, pueden explicarse dentro de la historia del español general. En segundo lugar, porque es improbable, imposible o innecesaria esa supuesta actuación: el latín de Hispalis o Corduba, continuado por el romance de los mozárabes meridionales, desapareció de al-Ándalus a lo largo del XII, un siglo antes de la llegada de los castellanos con su propio idioma; el árabe quedó arrinconado a una minoría marginal en la Andalucía cristiana de los siglos XIII a XV debido a la expulsión de la mayoría de la población musulmana poco después de la conquista (tras la gran rebelión mudéjar de 1264), y si bien en Granada continuó siendo hablado hasta finales del XVI por los muchos moriscos que ahí quedaron hasta su propia expulsión (1570), la influencia que estos dejaron sobre un castellano ya "andaluzado" fue mínima (limitada a algunos vocablos); por último, la lengua de los gitanos, llegados a Andalucía a fines del XV, tampoco ha dejado sino unas pocas palabras (eso sí, muy llamativas).
Sí hay en el vocabulario, al igual que en otras regiones hispanohablantes, voces de procedencias variadas, interferencias con viejas lenguas habladas en la región o con otras modalidades lingüísticas o dialectales más o menos próximas. Las hay de origen occidental, gallego-portugués ( gurumelo , cardume ( n ), fechar ) o astur-leonés ( calabozo , ( d ) esmorecido , calabozo , ( d ) esaborido ), y oriental, catalán ( sardinel , chanquete , brótola , boria ) o aragonés ( ablentar , esmuir ). De los árabes tomaron los castellanos en la época de su contacto medieval voces mozárabes ( campiña , marisma , alpechín , chícharo , alcayata , alcaucil ) y, naturalmente, árabes ( alfarje , almocafre ; alhucema , ajonjolí , alboronía , alfajor ; alacena , aljofifa ; majara y derivados), aunque estas últimas en proporción no superior a la de los arabismos del español general o de zonas de tan prolongada presencia arábiga como Toledo, Aragón o Murcia. La lengua de los gitanos, a través en muchos casos de la "germanía" o lenguaje del hampa, dejó voces, que en general siguen siendo expresivas o festivas: chungo , chalado , currelar , "salir de naja ", mangar , "mi menda ", jamar "comer". Y también de América llegaron voces, algunas de las cuales se fijaron solo, o preferentemente, en Andalucía: bohío , papa "patata", ( e ) naguas , tuna "chumbera". [ Rafael Cano Aguilar ].
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