Fenómeno lingüístico consistente en la confusión de los sonidos [s] y [ " ], íntimamente relacionado, por su origen, con el seseo, pues ambos son manifestaciones actuales del mismo cambio lingüístico: la reducción de fonemas que tiene lugar en el español de los Siglos de Oro. Los cuatro fonemas medievales que se adscriben a las grafías ç, z, s- o-ss- y -s- quedan reducidos en Castilla a dos: /s/ y / " /. Las antiguas ç y z pasan a tener una articulación fricativa, lo que unido a la pérdida de la sonoridad que sufre z, da lugar a la igualación de ambas en el sonido de carácter interdental que se encuentra actualmente en castellano: [ " ]. Por su parte, -ss- y -s- confluyen en una misma realización sorda: la actual [s]. Pero en Andalucía hay zonas en las que la confluencia de sonidos trae como consecuencia soluciones más simplificadas: la articulación de un solo sonido [s] para las zonas de seseo, y [ " ] para las zonas de ceceo. La distinción que falla en primer lugar es la de las sonoras (grafías -s- y -z-), y más tarde la de las sordas (grafías -ss- y -ç-).
Está admitido que la confusión de estos fonemas ya se había establecido de forma habitual en Andalucía, como norma, a finales del siglo XV. Y a lo largo del XVI y la primera mitad del XVII, testimonios y documentos dan fe de la confusión y de los cambios de las consonantes. Según Rafael Lapesa, aparecen notas acerca de la existencia de este fenómeno en el Cancionero de Baena (1445). Alonso Zamora Vicente señala la mención de este fenómeno en obras de Arias Montano (1527), de Mateo Alemán (1547), de Bernardo de Alderete (1614), Ximénez Patón (1614), Gonzalo Correas (1630), etc. Diego Catalán cita testimonios en relación a este fenómeno en los escritos del conquistador y cronista de Indias Bernal Díaz del Castillo (1495-1584). En todos los documentos se advierte de esa confusión de s y c que aparece en el habla de los sevillanos y de los habitantes de la costa de Andalucía. Y todos ellos, como hace notar Rafael Lapesa, hablan generalmente de un único fenómeno: el ceceo o zezeo, de cecear o zezear, pero no de seseo y sesear, lo cual da idea de que en principio son considerados una misma y única solución. El decantarse por la ceceante o la seseante es fruto de un proceso largo que, aún hoy, se muestra vacilante en algunos enclaves geográficos.
Actualmente, los hablantes conciben el ceceo y el seseo como dos fenómenos perfectamente diferenciados, hecho que proviene de la evolución posterior del español: en el español general se aumenta la distancia entre los sonidos medievales correspondientes a s y ç, al interdentalizar esta última; al proyectar esta estructura sobre los resultados andaluces, se identifican los restos dentales y asibilados con la primera realización del castellano [s] y los no asibilados con la interdental [ " ].
Variedad y dispersión. La unidad que resulta de esa confluencia en s o en c de ç y z y s- o "ss- y "s- se presenta en Andalucía bajo una gran variedad, pues la "zona de dispersión" de su articulación se duplica con respecto al castellano: mientras que éste, en el mismo espacio del aparato fonador, encaja dos unidades, el andaluz sólo encaja una.
En las áreas de ceceo la articulación resultante suele oscilar entre una dental (con el predorso de la lengua pegado a la cara posterior de los incisivos superiores y el ápice reposando sobre la de los inferiores, por lo que es llamada posdental) y otra en la cual el ápice de la lengua asoma claramente entre ambas filas de incisivos, como en castellano, fenómeno que también se produce en muchas zonas distinguidoras. En cualquier caso, la "ce" andaluza es, por lo general, menos tensa que la castellana.
Existen asimismo zonas, dentro del área ceceante, en las que la confusión se realiza con una variante intermedia entre la asibilación y la interdentalización. Se trata de algunos núcleos caracterizados por una articulación variable del sonido dental, con multitud de matices intermedios y muy diferentes grados de asibilación que van desde una consonante idéntica a la [s] predorsal, hasta una interdental pura. En estas zonas se da lo que se denomina un polimorfismo: realización en un mismo hablante de distintos sonidos (una misma unidad se presenta con variedad de formas, sin que la aparición de estas se deba necesariamente a la variación por contigüidad de sonidos).
Los puntos en los que se da polimorfismo son, por provincias, los siguientes:
Huelva: Ayamonte
Sevilla: El Viso del Alcor, La Puebla de Cazalla, Osuna y Morón de la Frontera
Cádiz: Cádiz capital, Arcos de la Frontera, Casas Viejas y Algeciras
Málaga: Málaga capital, Cañete, Antequera, Gaucín
Jaén: Jabalquinto
Granada: Brácana, Padul, Ventas de Zafarraya y Jayena
En cuanto a su extensión geográfica, el ceceo ocupa una franja prácticamente continua que se desarrolla por casi todo el sur de Andalucía, en paralelo a la costa desde el tercio sur de la provincia de Huelva, la totalidad de Cádiz, las tres cuartas partes más meridionales de Sevilla y Málaga (donde no pasa de la sierra de Torcal y Abdalajís) y toda la Vega, así como parte de Las Alpujarras y la costa de Granada, con prolongación en la de Almería, hasta la altura de Roquetas. Además de esta franja, existen algunos enclaves ceceantes, en áreas básicamente de seseo, tales como Montemayor y Montalbán, en el este de la campiña cordobesa y Jauja, algo más al sur, casi en la zona fronteriza de las provincias de Sevilla, Córdoba y Málaga y que forma, junto con Badolatosa, de Sevilla, un islote ceceante rodeado de seseo; así como, en medio de zonas distinguidoras, tales como Pegalajar, muy cerca de Jaén capital, Mengíbar, el rincón suroeste de esta provincia, en Castillo de Locubín y Alcalá la Real, o los de Guadix, Baza y Zújar, en el norte de Granada. Al este de Almería existe una zona de ceceo en franco retroceso que recorre territorios de Tabernas, Turrilla, Huércal y Cabo de Gata.
Identificación del hablante. Las implicaciones sociolingüísticas del fenómeno del ceceo es un dato que se debe tener en cuenta, pues la utilización espontánea de la realización ceceante viene generalmente condicionada por factores de carácter sociocultural. El ceceo, junto con el seseo, se ha convertido, desde tiempos tempranos (siglo XVI), en un fenómeno clave para la identificación de un hablante como andaluz. Pero, frente al seseo, que goza de gran prestigio entre los hablantes andaluces y que, poco a poco, va obteniendo reconocimiento entre los hablantes distinguidores, andaluces o no, el ceceo corre, en este sentido, una suerte contraria. Se ha de tener en cuenta que el ceceo andaluz no es un rasgo que se exporte a América, y que queda circunscrito mayoritariamente a áreas rurales, considerándosele rasgo propio de habla vulgar y rústica. Por ello cecear es, para muchos, señal de formación cultural baja o deficiente. No en vano, como señala Manuel Alvar el seseo se impone rápidamente en ciertas ciudades, mientras que el ceceo mayoritariamente en las áreas rurales, aunque no en todas. Para este autor, la diferenciación sociológica de la articulación seseante-ceceante se produce antes de estabilizarse como tales las dos realizaciones del fonema /s/, y la preferencia urbana se decanta hacia [s] y la rural o "inculta" a [ " ]. No es raro encontrar, desde muy temprano, testimonios que hacen referencia a lo vulgar de este fenómeno. Un ejemplo de ello es el de Baltasar de Gracián, a mediados del siglo XVII, que incluso llega a identificarlo no ya con el habla andaluza, sino con el hablar de los gitanos, etnia estigmatizada socialmente. Asimismo, es un hecho muy común que este rasgo sea el que caracteriza, en la obras literarias de carácter costumbrista, a los personajes de bajo estrato social y culturalmente desfavorecidos. Esto hace que, durante siglos, las personas educadas y con cierta formación cultural tiendan a eliminar el rasgo ceceante de su habla, aunque sea la propia de su lugar de origen, para pasar a realizar una solución seseante o, incluso, distinguidora.
Los datos que los analistas de este aspecto del andaluz aportan acerca de la consideración del ceceo entre la propia sociedad andaluza revelan el desprestigio que sufre: por ejemplo, para las dos capitales administrativas históricas de la Comunidad Autónoma, Sevilla y Granada, R. Cano, A. Narbona y R. Morillo sitúan el índice de aceptación entre el 6% y el 5% respectivamente, y se halla prácticamente concentrado en el nivel de menor formación cultural. En ambas capitales, coincide el total rechazo de la clase culta hacia este fenómeno. Una mayor aceptación tiene en enclaves claramente ceceantes como es Jerez de la Frontera, donde se alcanza el 47%; aunque, de igual modo, sigue siendo rechazado mayoritariamente por la clase más favorecida culturalmente (12% de aceptación). Una aceptación intermedia presenta Málaga (25%).
Los datos manejados por los autores antes citados ponen también de manifiesto que, en aquellas zonas donde el ceceo es claramente rechazado, son los hablantes de mayor edad los que presentan un más alto índice de aceptación, mientras que los más jóvenes presentan el mínimo. Comportamiento contrario se observa en las áreas mayoritariamente ceceantes, como la anteriormente nombrada: son los hablantes de la primera generación los que alcanzan hasta un 53% de aceptación. Asimismo, el sexo determina la consideración de este fenómeno: las mujeres son menos receptivas a este rasgo; en cambio, los hombres, aun rechazándolo en su mayoría, lo aceptan en mayor número.
Fenómeno complejo, como se ha visto, cargado de controversias a lo largo de su historia, y, sin embargo, el que de forma más clara suele caracterizar, desde una visión simplista y simplificada, el hablar andaluz. Históricamente, hunde sus raíces en el mismo proceso que el seseo (variante más suave del mismo fenómeno), pero que, por condicionamientos sociolingüísticos, alcanza una consideración normativa y, por ende, una capacidad de difusión, cuando menos, escasa, en comparación con aquel. [ Esperanza Alcaide Lara ]. |