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ATALAYA |
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f. (Del árabe
at-tala`i
, los centinelas). Torre hecha comúnmente en lugar
alto, para registrar desde ella el campo o el mar y dar aviso de lo que
se descubre. También se conoce con este nombre al hombre destinado a
registrar desde la atalaya y avisar de lo que descubre y, por extensión,
a la persona de mente preclara capaz de inquirir y averiguar lo que
sucede.
Las atalayas son uno de los elementos más comunes de
la arquitectura militar en Andalucía, tierra fronteriza entre los pueblos
árabes y cristianos, en la que proliferara este tipo de baluartes
defensivos. En los alrededores de las principales ciudades andaluzas, en
todas aquellas en las que se alzaba un castillo o plaza fuerte, se
distribuyen atalayas, parte fundamental del conjunto defensivo, que eran
intercomunicadas mediante señales luminosas realizadas en la noche o
señales de humo durante el día. En el poniente del Reino de Granada este
tipo de construcciones encumbran cada una de las elevaciones más
estratégicas hasta llegar a la capital, uno de los factores que permite
la prolongación en el tiempo del esplendor nazarí. En esta zona destaca
el conjunto de atalayas "algunas de ellas de posterior construcción
cristiana" que se diseminan por todo el término municipal de Alcalá la
Real, tierra de paso entre los reinos cristianos y musulmanes, y entre
las que destacan, por su excelente estado de conservación, la de Santa
Ana, la Moraleja, el Cascante, la Dehesilla, la Charilla y la llamada del
Cortijo de Fuente Álamo, unas edificaciones militares que durante mucho
tiempo le dan a esta localidad fronteriza la fama de inexpugnable.
Pero las atalayas no solo servían para acechar los
peligros que pudieran venir por tierra, sino también en el litoral para
dar la alarma ante la arribada de corsarios, piratas o malhechores
berberiscos que, una vez completamente reconquistada la vieja al-Ándalus,
se acercaban hasta la costa para saquear las poblaciones marítimas más
cercanas. En las costas de Tarifa, una de las regiones que más sufre este
tipo de incursiones, una línea de atalayas y torres vigías costeras son
utilizadas hasta bien entrado el siglo XIX, e incluso a principios del
siglo XIX se establece en muchas de ellas el telégrafo para sustituir a
las tradicionales señales luminosas y de humo. La estructura de
vigilancia se completaba con los atajadores, vigilantes que se encargaban
de otear el horizonte en el espacio entre dos atalayas.
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