Reciben este nombre los Banu Marín, mariníes o meriníes, dinastía beréber dominante del Norte de África, del Magreb occidental (Marruecos), desde mediados del siglo XIII a principios del siglo XV, tras ocupar en la zona el espacio político que dejan los almohades * . Después de la Batalla de Las Navas de Tolosa * en 1212 y la paulatina desintegración peninsular del imperio almohade, los benimerines son el principal sustento de la resistencia islámica de al-Ándalus frente a los cristianos, que lentamente penetraban ya en el Valle del Guadalquivir. En años sucesivos los mariníes ocuparían casi todo el norte de África asentándose en las ciudades de Mequinez, Fez, Taza, Salé, Rabat, Tetuán y sobre todo Marrakech, capital del imperio. Y muy pronto, desde 1275 y al menos hasta 1340, el control del litoral del Estrecho andaluz y del reino de Granada se convierte en objetivo territorial y político de los benimerines frente a la ofensiva conquistadora de los reyes castellanos. De modo que los benimerines se convierten en una pieza fundamental desde la Batalla del Estrecho * hasta la destrucción de Algeciras en 1369.
Para ello, los norteafricanos firman tratados de amistad y colaboración con los emires granadinos que establecían ayuda militar a cambio de la entrega de algunas plazas del litoral: Tarifa, Gibraltar, Algeciras, Marbella y Málaga y, en el interior, Ronda. Como garantía de los pactos los benimerines solían enviar a Granada a los "voluntarios de la fe" al mando de príncipes y nobles africanos cuya presencia resultaba siempre peligrosa. Pues aunque sus relaciones con los emires granadinos resultan por lo general amistosas, algunas veces son francamente hostiles por la continua inspección de la diplomacia y la política exterior nazarí.
La intervención de los mariníes en la Península se inicia entre 1275 con el sultán Abú Yusuf * (1258-1286), quien acude en apoyo del emir de Granada Muhammad II * frente a la expansión conquistadora de Alfonso X de Castilla * . Entre 1283 y 1285, aprovechando el problema sucesorio del rey castellano, los benimerines asolan el Valle del Guadalquivir y la comarca del río Guadalete. El nuevo sultán Abú Yaqub * (1286-1307) reanuda las algaras por Andalucía aprovechando la minoría de Fernando IV * entre 1295 y 1302 para resarcirse de la conquista castellana de Tarifa en 1292.
En tiempos del sultán Abú-l-Hasan * (1331-1352) la intervención de los benimerines se reanuda con extrema violencia en toda Andalucía, hasta el extremo de controlar prácticamente la política exterior del emir granadino Muhammad IV * . Desde 1333 a 1338 la flota norteafricana controla por completo el tráfico naval del Estrecho y derrota en varias ocasiones a la flota castellana de Alfonso Jufre Tenorio * . Por su parte el infante Abd-al-Málik, hijo del sultán de Fez, asaltaba desde Algeciras la plaza de Gibraltar en 1333 y ante la impotencia castellana raziaba y saqueaba libremente el alfoz * de Jerez de la Frontera llegando incluso a las puertas de Sevilla. Su inesperada derrota y muerte en el verano de 1339 en Alcalá de los Gazules, cerca del río Guadalete, pondría fin a las correrías norteafricanas. El ejemplo de Gibraltar alenta al sultán Abú-l-Hassán a cercar Tarifa en 1340 con la ayuda del emir granadino Yusuf I * . Pero la decisiva victoria castellana y portuguesa en la Batalla del Salado * en octubre de ese mismo año no sólo levantaría el cerco de Tarifa, sino que seria el principio del fin de la presencia mariní en la Península. Al mismo tiempo la flota genovesa de Egidio Bocanegra * , al servicio del rey castellano, aseguraba el control cristiano del trafico naval del Estrecho. Todo ello permite a Alfonso XI la conquista de Algeciras en 1344. Sólo Gibraltar permanece en poder de los norteafricanos. A partir de esos años, la presencia de los benimerines en la Península se abandona casi definitivamente en beneficio de sus intereses africanos. [ Manuel García Fernández ].
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