(sevilla, 1887-madrid, 1980). Cantaor, de nombre José Núñez Meléndez. Dedicado al cante desde la infancia, debe su seudónimo artístico al oficio de su madre Manolita, que era partera. Tras iniciarse en reuniones privadas en Sevilla, sigue, con apenas 15 años, al malagueño Juan Breva en su recorrido por las provincias de Granada y Almería. Todo ello sin el consentimiento de su madre, que, a pesar de tener origen humilde, había cosechado una estimable renta económica como propietaria de una decena de corrales de vecinos en los barrios de Triana y la Macarena. Aun sin la aprobación de Manolita, contraria a las fiestas organizadas por los señoritos, Pepe abandona la escuela y se acoge a la protección de Andana, un guitarrista aficionado que le proporciona su primer sueldo por cantar. Esto ocurre por primera vez en el municipio sevillano de Burguillos, durante las fiestas locales.
Conocido en sus comienzos como el Niño de la Matrona, acude a los colmaos, y en uno de ellos conoce a Antonio Chacón * , a quien empieza a acompañar en las fiestas del Pasaje del Duque. Aprende de sus experiencias, de su voz y repertorio, compuesto magistralmente por soleares y malagueñas. Adquiere así cierta solvencia sobre los tablaos y, en 1906, se anima a cantar en Madrid, donde se vive el apogeo de los cafés cantante. Recomendado por un cuñado suyo, es contratado en el Café del Gato, actuando junto a los guitarristas Ramón Montoya y Luis Molina. Sale de allí con discusión y pasa a El Naranjero, con el mismo resultado. Decide entonces volver a Sevilla para cantar en fiestas. Aunque por poco tiempo, ya que es solicitado de nuevo en Madrid, concretamente en el prestigioso Fornos. Su carrera artística comienza a dar buenos frutos, y aparece, posteriormente, en el cartel de Los Gabrieles y Villa Rosa. A pesar de ser reclamado por las compañías organizadoras de las óperas flamencas, no interviene nunca en sus espectáculos, puesto que prefiere la intimidad de un aforo reducido.
Madurez artística. En 1914 inicia una nueva etapa en La Habana, con el objetivo de cantar a los españoles emigrados a Cuba. En nueve meses consigue una buena suma de dinero, actuando junto a un guitarrista aficionado nacido en El Puerto de Santa María. Repetiría la experiencia en 1917, antes de instalarse con más calma en Madrid. En la capital española vive el estallido de la Guerra Civil, organizando fiestas para las milicias republicanas a su regreso del frente. Enferma su mujer, acude a Barcelona para su tratamiento médico y abandona temporalmente el cante. La familia se sume en la pobreza y debe volver a Sevilla en los últimos meses de la contienda. A partir de 1939 retoma sus intervenciones y vuelve a consolidarse en el escenario de Villa Rosa en Madrid. Registra su voz en varias grabaciones, entre ellas, la famosa Antología del cante flamenco (1954), editada por Hispavox en Francia, o el repertorio personal titulado Tesoros del flamenco antiguo (1970), que es premiado por la Cátedra de Flamencología de Jerez.
El reconocimiento artístico le llega tarde a Pepe el de la Matrona, quien, a pesar de la edad, sabe aprovechar las ocasiones que se le ofrecen, incluso, para actuar en el extranjero. Recordado es su éxito en el Wigmore Hall de Londres, cuando contaba con 87 años.
Por otra parte, se anticipa a otros artistas en la difusión de los conocimientos sobre flamenco. Acude a reuniones en peñas y conferencias universitarias, y en 1975 publica un ameno anecdotario, Recuerdos de un cantaor sevillano (1975), cuyos textos son recogidos y ordenados por José Luis Ortiz Nuevo.
Pepe el de la Matrona es considerado como uno de los mejores intérpretes de la historia del flamenco, figura que enlaza la tradición oral del siglo XIX, el legado de Antonio Chacón, la fuente primitiva de las tonás y los cantes sin guitarra, con las nuevas formas del siglo XX. [ José Romero Portillo ].
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