En las concepciones políticas de al-Ándalus * , el espacio donde se mueve Andalucía durante la Edad Media, es un término que tiene el sentido de fragmentación del poder, de división en el seno de la comunidad a niveles políticos y administrativos. La primera vez que los historiadores, contemporáneos a los hechos y en tiempos posteriores, aplican el concepto a la historia de la Andalucía árabe es durante el siglo XI, a partir de 1008, cuando muere Abderrahmán Sanchuelo * , hijo y segundo sucesor de Almanzor * , el sistema establecido a partir del siglo VIII por los omeyas * comienza a desaparecer como estructura político-administrativa para todo el país y a surgir paulatinamente, entre 1009 y 1023, diversos Estados por toda la Península Ibérica. De este modo surgirán taifas eslavas * , a partir de altos funcionarios de la época de Almanzor, bereberes * , a los que se conceden diversos territorios incluso por parte de los califas de la decadencia como Sulaymán al-Mustaín * por la fuerza militar que tienen, y árabes * , cuando los dirigentes que habían servido a los omeyas siguen las tendencias disgregadoras del sistema tribal imperante en al-Ándalus y se aseguran mantener su situación de grupo privilegiado en diversas zonas. De este modo hasta 1090 el país está dividido en diferentes Estados que mantienen enfrentamiento entre ellos, llegando incluso a anexiones territoriales a costa de sus vecinos. En los territorios de la actual Andalucía nos encontramos con sultanatos árabes como los de Huelva y Saltés, Niebla, Sevilla, la Córdoba de lo Banu Yahwar * o Almería, éste último tras ser inicialmente una taifa eslava. O Estados bereberes como la Granada zirí * o los encabezados por los señores de Ronda, Carmona, Morón, la Málaga de los Hammudíes, Algeciras, Ceuta o Arcos de la Frontera. En varias etapas, desde 1009, pasando por 1013, 1023 o 1031, todas estas organizaciones irán haciendo su entrada en el escenario político. En la última fecha se produce la abolición en Córdoba de un Califato señor de todo al-Ándalus ya inexistente en la práctica.
Respecto a la etapa anterior del Califato omeya el marco económico no varía sustancialmente. Incluso la fortaleza de al-Ándalus en este terreno con los sucesores de Abderrahmán III an-Násir * permitirá en cierta medida la sangría que supone el tiempo de las Taifas. Desde el punto de vista cultural asistimos sin embargo a un auténtico tiempo de esplendor. Intentando cada uno de los señores taifas emular a los antiguos califas cordobeses compiten por atraer a los mejores científicos, músicos o poetas. Los autores de este momento en todos los campos del saber son muy numerosos y van desde al-Mutamid de Sevilla * a Abu Ishaq de Ilbira * , el granadino, el monarca zirí Abd Allah b. Buluggín * , Ibn al-Haddad de Guadix, Abu Ubayd al-Bakri * , el príncipe de Huelva o al-Udri * el geógrafo de Dalías. Emilio García Gómez * compara esta generación con el Veleta que en el paisaje de Granada parece más alto que el Mulhacén de la época inmediatamente anterior construido, al final del Califato, por Ibn Hazm * , Ibn Zaydún * o Ibn Hayyán * el historiador.
Estos Reinos de Taifas, como suelen ser llamados, tienen sin embargo en su conjunto una debilidad defensiva frente a las monarquías del Norte peninsular, con las que mantienen todo tipo de relaciones en una Península Ibérica muy interconexionada. De este modo Aragón, Portugal y sobre todo Castilla hacen de ellos vasallos a los que exigen el pago de parias * o tributos a cambio de defenderlos de otros Estados andalusíes. Así, cuando en 1085 Alfonso VI * se apodera de Toledo, los monarcas taifas caen en la cuenta de la inviabilidad del sistema que habían articulado y se ven obligados a llamar a los almorávides * , la dinastía asentada en el Magreb Extremo durante el siglo XI. Tras vencer en Sagrajas * o Zalaqa * en 1086 a las tropas norteñas, los norteafricanos se apoderan de al-Ándalus y a partir de 1091 lo incorporan a sus territorios poniendo fin a las primeras Taifas. Con ellas cae la primera frontera andalusí, la que los omeyas habían establecido en el siglo X con los reinos del Norte peninsular.
El proceso de decadencia del poder almorávide en al-Ándalus da lugar a partir de 1142 a unas nuevas Taifas, con el telón de fondo de la instalación de los almohades * , la nueva dinastía norteafricana en el territorio de la Península Ibérica. Es el tiempo de Ibn Hamdín * de Córdoba, Ibn Hud * o de personajes como Ibn Hamuxk de Jaén, Ibn Hassún de Málaga o Abu-l-Qamar b. Azzún * de Arcos y Jerez. Todos ellos terminarían por aceptar el poder de los almohades * a partir de 1147. Se establece con éstos la segunda frontera de al-Ándalus, cuando el límite con los reinos del Norte es establecido poco más allá de la línea de Despeñaperros. Cuando las conquistas de Jaime I de Aragón por el oriente del país y las de Fernando III de Castilla por el Valle del Guadalquivir tienen lugar en el segundo cuarto del siglo XIII aparecen unas terceras taifas. De este modo Sevilla o Granada tendrán gobernantes independientes al no asegurar los almohades o sus representantes un régimen viable, es decir, la defensa respecto al exterior y el ordenamiento de los asuntos internos, según la fórmula musulmana clásica. Una de estas taifas, la constituida por Ibn al-Ahmar de Arjona * en las provincias de Málaga, Granada y Almería, se asegurará la pervivencia de su poder, y como consecuencia la de al-Ándalus como entidad política en el reino nazarí * . Aunque para ello hubiera de aceptar al comienzo ser vasallo de los monarcas castellanos. Los nazaríes establecerán la tercera frontera andalusí con el resto de los Estados peninsulares. [ Rafael Valencia ].
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