Movimientos vibratorios originados en zonas internas de la Tierra y propagados en ondas sísmicas por la corteza terrestre. Por su posición geográfica, en el cinturón Transasiático, Andalucía es la zona de mayor intensidad sísmica de la Península Ibérica, debido a su proximidad a los contornos de varias placas tectónicas. Según el Instituto Andaluz de Geofísica, la cercanía a la falla de Azores-Gibraltar, situada al oeste de Cádiz, genera que Andalucía ostente los valores más altos de la aceleración sísmica básica del terreno en España. El otro gran foco de actividad sísmica se halla en torno a las hoyas de Guadix y Baza, cuya inestabilidad provoca un continuo intervalo de terremotos en el Sureste andaluz.
Atendiendo a los datos históricos -aportados desde el siglo XV-, las provincias de Granada, Málaga y Almería son las más afectadas por los seísmos. El primero que se documenta es el producido en 1404, con epicentro en Vera y de grado VIII-IX. En los siglos posteriores se producen terremotos cuya intensidad alcanzan una cota máxima de grado IX, como ocurre en Carmona el 5 de abril de 1504, de nuevo en Vera el 9 de noviembre de 1518, en Almería el 22 de septiembre de 1522 o en Baza el 30 de septiembre de 1531, entre otros muchos. Uno de los más documentados e interesantes por su antigüedad es el terremoto producido en Málaga el 9 de octubre de 1680, que tiene epicentro en la Sierra de las Aguas, entre las localidades de Álora y Carratraca. El fenómeno natural y sus nefastas consecuencias para la población son descritos en un informe enviado al rey Carlos II: más de setenta personas muertas en toda la provincia de Málaga y grandes destrozos mobiliarios en pueblos cercanos a la capital, como Alhaurín de la Torre, Pizarra, Cómpeta, Cártama, Álora o Benalmádena.
Más adelante, el 1 de noviembre de 1755 tiene lugar uno de los fenómenos sísmicos más relevantes de la historia, el llamado terremoto de Lisboa, que por su magnitud propicia el nacimiento de la sismología moderna. Realmente, se trata de un maremoto originado en el océano Atlántico, a unos 200 km. al suroeste del Cabo de San Vicente y con un grado 9 en la escala de Richter. Debido a su proximidad, el terremoto de Lisboa tiene graves secuelas en Andalucía, sobre todo en las costas de Huelva y Cádiz. Las localidades situadas a pocos metros sobre el nivel del mar se ven arrasadas por olas de hasta 15 metros de altura, procedentes del Atlántico, causando unas 1.000 muertes en Ayamonte -la localidad más afectada-. En Cádiz, el fenómeno se deja sentir con decenas de fallecidos en la capital -donde la fuerza de las olas provoca destrozos en las antiguas murallas y en las viviendas- y en municipios como Conil, El Puerto de Santa María, Chipiona, Sanlúcar de Barrameda y Jerez. En dichos pueblos se recordaría posteriormente la triste efeméride con procesiones religiosas y otros actos. Incluso en Sevilla, el terremoto de Lisboa tiene sus consecuencias, puesto que llega a dañar la Catedral.
No obstante, el temblor de tierra más intenso de todos los producidos en territorio andaluz tiene lugar el 25 de diciembre de 1884, con una magnitud de grado X y epicentro en la localidad granadina de Arenas del Rey. Conocido como "el terremoto de Andalucía", las ondas sísmicas se expanden con virulencia por los pueblos aledaños, especialmente por Alhama de Granada, Albuñuelas, Güevéjar, Ventas de Zafarraya, Murchas, Periana o Vélez-Málaga, dejando un rastro de 828 muertos, más de 1.000 heridos y unas pérdidas materiales que se cifran en torno a los diez millones de pesetas de la época. La tragedia alcanzaría relevancia a nivel nacional, por azotar a una zona subdesarrollada económicamente y por producirse en fechas tan señaladas como la Navidad. Días después del suceso, el rey Alfonso XII realiza una visita a los lugares afectados, atento a la voz de alarma dada por el periodista Luis Seco de Lucena.
Ya en el siglo XX, los seísmos se repiten en las zonas de mayor actividad, próximas a Guadix y Baza, con la excepción de algún terremoto en la provincia de Córdoba -por ejemplo, el de Montilla en julio de 1930- o Jaén -entre los que sobresale el producido en Bailén el 10 de marzo de 1951-. Los últimos que cobran mayor fuerza son los fechados el 9 de junio de 1964, cuyo epicentro se halla entre Orce y Galera, y el 27 de julio de 2003, con origen, una vez más, en la placa tectónica Azores-Gibraltar. En ninguno de ellos se supera el grado VIII y, a pesar de los daños materiales, no se lamentan pérdidas humanas. [ José Romero Portillo ].
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