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ISLAM DE AL-áNDALUS

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 Los elementos aportados por el Islam son una de las bases que configuran la sociedad de la Andalucía árabe. Aparte de las connotaciones derivadas de ser una sociedad musulmana medieval, nos estamos refiriendo a un tiempo, la Edad Media, en el que las formaciones sociales de todo el mundo conocido consideran la religión como algo fundamental. Es decir, una época en la que los conceptos de secularización o laicidad no existen. Esto no quita que la sociedad andalusí, aun teniendo en cuenta esta base y las características a las que ahora aludiremos, alcance unos niveles aceptables de funcionamiento autónomo en la esfera civil, debido sin duda al nivel de desarrollo cultural, social y económico logrado por el país.

Dadas las fechas de conquista del territorio peninsular, la implantación del Islam coincide con la formación de las elaboraciones doctrinales de éste y la concreción de usos y costumbres musulmanes. De este modo el proceso de islamización de los andalusíes corre paralelo a la contribución que el Islam de al-Ándalus realiza a la definición de esta creencia. Como realizan aportaciones otras regiones del Mundo Árabe medieval. En este sentido, las diferencias del Islam andaluz, que las hay, creemos que resultan menores de lo que consideran algunos intelectuales nacionalistas andalusíes medievales. Algunas de ellas si son en efecto originales, como el hecho de que el emir o califa de Córdoba, como Príncipe de los Creyentes, es el responsable último de todas las creencias del país con libro revelado, incluida la de los cristianos mozárabes * , que conservan las tradiciones visigóticas.

En términos generales la ortodoxia malikí, una de las cuatro escuelas de interpretación del Islam, se impone como doctrina oficial desde al-Hakam I * o desde tiempos de su padre, el emir Hixam I * , a partir de discípulos andalusíes de Malik b. Anas, muerto a finales del siglo VIII. Esta introducción del malikismo * es sin duda temprana, aunque su fecha puede adelantarse en los textos de la época como elaboración posterior del régimen omeya. El malikismo concuerda perfectamente con el tono arcaizante de la monarquía omeya, que apoya la doctrina más ortodoxa. Esto hace que no se permitan, como elaboración oficial del Estado, otras ortodoxias ni la más mínima heterodoxia. La ruptura de la ortodoxia malikí puede ser presentada como un atentado contra la seguridad del Estado. A niveles internos o externos, si se trata de oponerse, por ejemplo, a fatímies o a las diversas dinastías magrebíes, en las luchas políticas que tienen como escenario el norte de África. Esta definición de la ortodoxia no corta, sin embargo, de forma absoluta todo esfuerzo de especulación, como el que supone la escuela de Ibn Masarra * , convertido en víctima política del régimen, o el zahirismo de Ibn Hazm * , que constituye una especie de librepensamiento encardinado en la tradición del país. U otras elaboraciones políticas y filosóficas que se producen con cierta protección del Estado. El malikismo presenta una continuidad hasta época nazarí * o con los moriscos * . A la entrada de almorávides * y almohades *  se intenta imponer una nueva ortodoxia teológica que acaba por ser absorbida por el malikismo andalusí.

Heterodoxia. La ortodoxia lleva aparejada una definición de la heterodoxia. El heterodoxo, según la práctica legal de al-Ándalus, está sometido a procedimientos especiales. Por ejemplo, se puede proceder contra él por denuncia formal o incluso tácita, usando mecanismos procesales extraordinarios como el de admitir sólo testigos de cargo. En este sentido los alfaquíes * actúan como columna del sistema político. De este modo se conocen episodios de persecuciones inquisitoriales o de mihna , como las denominan en aquel tiempo. Lo cual no quita que al-Ándalus sea permeable a las corrientes del resto del Islam que entran en el país a través de la peregrinación, los viajes de estudios o la actividad de los comerciantes. A pesar de las múltiples formulaciones generadas por el sistema para estructurar los ataques a la ortodoxia (innovaciones, heterodoxia, infidelidad, apostasía, blasfemia), creemos ver en el conjunto un castigo de las desviaciones públicas y una tolerancia de las privadas. Esta tolerancia es producto del nivel cultural, social y económico del país y se ejerce en buena parte de su historia, salvo casos aislados. Y en todos los terrenos, a pesar de las innovaciones en teorías y prácticas, sobre las que avisan machaconamente los textos de la época, perseguidas en principio por el malikismo. Estas innovaciones van desde posicionamientos filosóficos hasta manifestaciones sociales, como los comportamientos que en las grandes celebraciones religiosas siguen los andalusíes, mezclando elementos lúdicos, en una vieja tradición mediterránea. O movimientos como los de los ascetas y místicos que llenan la historia de al-Ándalus, derivación de heterodoxias perseguidas como la de Ibn Masarra y que dan lugar a figuras que hoy forman parte de la herencia común musulmana, como Sidi Bu Madyán * , Ibn Arabi * o Ibn Abbad de Ronda * . Este sufismo * andalusí muestra como el Islam deja abierto el camino a la acción personal y contiene elementos comunes a la religiosidad del Mediterráneo.

El sistema del Islam de al-Ándalus, que parte del hecho de una minoría pero que tras dos siglos configura la creencia mayoritaria, incluye elaboraciones relativas a la conversión, que conlleva una variación del status social y fiscal, por lo que se acompaña de una documentación jurídica. Esta incluye el acto de convertirse, formulando la xahada o profesión de fe musulmana, con una ablución ritual que se equipara en el país al resto de los llamados pilares del Islam: oración, limosna, ayuno y peregrinación. El camino inverso, salir del Islam, tiene la definición de irtidad o apostasía y lleva aparejado el castigo más grave, excepto cuando se produce con amenaza de muerte. Los actos relacionados con la vida religiosa comunitaria tienen como principal escenario la mezquita, sede también de otras actividades ciudadanas como la de los bienes de waqf * o habices * , constituidos por las donaciones realizadas por los musulmanes o la administración del Tesoro Público no ligado a la estructura civil del Estado. La mezquita opera como elemento físico de cohesión social en conexión con la ortodoxia malikí. A la vez concentra servicios como el de la enseñanza primaria o la superior, en los oratorios más significativos, hasta el momento de la aparición de las madrasas * o universidades. En ella el Imam * es el máximo responsable y dirige la oración y otras funciones cuando la mezquita no tiene una estructura más compleja: almuédano para convocar a las cinco oraciones diarias; jatib para pronunciar el sermón de la oración del mediodía del viernes, si no lo hace un invitado especial; muqri o lector, y otro personal de servicio. La limosna opera en el Islam medieval como un tributo personal de los musulmanes y su recaudación pertenece al Estado. En cuanto a la peregrinación a la Meca o hachch , una práctica musulmana implantada en vida del Profeta Mahoma, ocasiona dificultades en la Edad Media al expandirse el marco del Islam. Desde la Andalucía árabe el viaje puede durar unos tres meses y lógicamente no está exento de dificultades. Esto hace que aparezcan mecanismos de delegación, incluso dado por varias personas a una sola que viaja. El hecho creemos que está en la base de celebraciones locales como sustitutivo de los aspectos de integración comunitaria que tiene el hachch . Cuando la realizan los ulemas o personas dedicadas al campo de la ciencia, la peregrinación suele durar incluso años, que aprovechan para realizar estudios en Oriente y por el camino. Existen también casos de personalidades, de marcado nacionalismo andalusí, que no peregrinan. Lo mismo que los dirigentes políticos que tampoco lo hacen por razones de seguridad. [ Rafael Valencia ].

 

 
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