(córdoba, 1583-sevilla, 1627). Imaginero. Discípulo de Juan Martínez Montañés * , Juan de Mesa y Velasco se traslada a Sevilla en su juventud para ingresar en el taller del escultor alcalaíno en 1606. Durante una década permanece a la sombra de su maestro, primero como aprendiz y, posteriormente, como oficial encargado de secundar y ejecutar los proyectos encomendados, principalmente retablos para iglesias y conventos. La formación de Juan de Mesa en el estudio sevillano está tan unida a las directrices de Martínez Montañés que, más tarde, cuando comienza a trabajar de manera individual, se confunde la autoría de numerosas tallas. Influyen en su quehacer el realismo impreso a las imágenes ?religiosas en su totalidad?, el hallazgo de una mesura y una serenidad clásicas y la función docente que ejerce la obra sobre el creyente, partícipe del nuevo espíritu de la Contrarreforma.
De manera complementaria al estudio de las técnicas del dibujo, el modelado o la talla, Juan de Mesa goza de un aprendizaje humanístico, basado en la investigación anatómica ?principalmente de cadáveres y cuerpos en proceso premortal? y la exploración de los textos sagrados. La conjunción de estos factores determina la personalidad artística de Juan de Mesa, imaginero prototipo del barroco sevillano, autor de algunas de las tallas más bellas y dramáticas de la Semana Santa de la capital andaluza.
Principales obras. A diferencia de Martínez Montañés, también entallador de retablos, Juan de Mesa centra su producción exclusivamente en imágenes devocionales de madera policromada, destinadas al culto o la procesión. Recibe sus principales encargos de conventos y hermandades hispalenses, siendo sus ejemplos más notorios las imágenes del Cristo del Amor (1618-1620), el Cristo de la Buena Muerte (1620) o el ampliamente venerado Jesús del Gran Poder * (1620). Esta última se considera como la obra cumbre del imaginero cordobés y el culmen del patetismo barroco, expresado en un rostro castigado por el dolor, enfermo, y un cuerpo inclinado por el peso de la cruz, obligado a avanzar en amplia zancada. Su estrecha vinculación a las cofradías sevillanas ?peretenece incluso a la junta directiva de la Hermandad del Silencio? le permiten ampliar la nómina de de imágenes procesionales en Sevilla, con imágenes como las del Cristo de la Conversión del Buen Ladrón (1619-1620) o el San Juan Evangelista (1620) que acompaña a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso de la Hermandad del Gran Poder.
A pesar de su predilección por las tallas de cristos crucificados o nazarenos, el repertorio iconográfico de Juan de Mesa abarca también las imágenes de santos, con los que se inicia en la profesión y cimenta su propios rasgos estéticos a partir de 1615, una vez que se aleja de la órbita ?montañesina?. Entre estas imágenes de culto sobresalen San José de Fuentes de Andalucía (1615-1616), San Blas de la iglesia sevillana de Santa Inés (1617), San Carlos Borromeo en la iglesia de la Paz (1618), San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola en la iglesia de los Profesos Jesuitas de El Puerto de Santa María (1622) o San Juan Bautista del Museo de Bellas Artes de Sevilla (1623-1624). En el museo hispalense se conservan, además, la espléndida talla de la Virgen de las Cuevas (1623-1624) y San Ramón Nonato (1626), que siguen aún la estela, en cuanto a tratamiento de la expresión y el ropaje, de su maestro Juan Martínez Montañés.
Las excelencias de Juan de Mesa como imaginero traspasan las fronteras de la capital sevillana, donde reside en la calle Pasaderas de la Europa, cerca de la Alameda de Hércules. Sus obras son solicitadas en diferentes pueblos de la provincia hispalense, Andalucía, Madrid o País Vasco, como es el caso del Resucitado de Tocina (1620-1621) o el Crucificado de la Misericordia de la Colegiata de Osuna (1623); el Jesús Nazareno de la iglesia del Espíritu Santo en La Rambla (1621), el San Carlos Borromeo de Villamartín (1627) o la Virgen de las Angustias en la iglesia de San Pablo en Córdoba (1627); el Cristo de la Buena Muerte en la iglesia de San Isidro de Madrid (1621) o el Cristo de la Agonía en la iglesia de San Pedro de la localidad guipucoana de Vergara (1622). Estos dos últimos crucificados constan como ejemplos opuestos del estudio anatómico realizado previamente por el autor: la imagen madrileña destaca por la humanización de la escena, el Cristo muerto, inerte, que reposa lánguidamente y pleno de bondad; mientras que la talla vasca excede en tragedia, el Cristo se impulsa sobre los clavos, tensa sus músculos y dirige su mirada hacia el cielo en el último estertor, buscando respuesta en su abandono.
Aparte de la producción nacional, Juan de Mesa destina algunas obras a Hispanoamérica, como el Crucificado de la Capilla de Nuestra Señora de la O en Lima (1624). Su nómina de imágenes queda abierta a expensas de documentar la autoría de otras que se le atribuyen, entre ellas las dolorosas de la Victoria de la Cofradía de las Cigarreras y la Virgen del Valle, o el Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro.
Oculto por el genio creativo de Martínez Montañés y la escuela creada por éste en Sevilla ?donde alcanzan fama otros imagineros como Luis de la Peña, Juan Solís, Juan Gómez o Juan de Remensal?, Juan de Mesa permanece desapercibido durante varios siglos. No sería hasta finales del siglo XIX cuando comienza a recuperarse la labor del cordobés. El trabajo de investigadores como Adolfo Rodríguez, José Hernández Díaz o Celestino López Martínez contribuye a la comprobación de la autoría de numerosas tallas antes atribuidas al maestro jiennense.
Juan de Mesa fallece a los 44 años aquejado de tuberculosis. Su cuerpo es enterrado en la iglesia de San Martín, perteneciente a la collación del mismo nombre, donde residía y regentaba varias casas que le servían como taller para sus imágenes. [ José Romero Portillo ].
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