Culminación litúrgica de un ciclo en el culto cristiano, donde sobresale el llamado Triduo Sacro que comprende los días de Jueves, Viernes y Sabado Santo, aunque se desarrolla desde el Domigo de Ramos hasta el de Resurrección. La Semana Santa, que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, es un hecho de grandeza y trascendencia en la historia de la Humanidad y puede considerarse en dos amplios desarrollos: el litúrgico, que comprende los actos religiosos celebrados dentro de las iglesias y por el culto oficial, y los que el pueblo celebra exteriorizando su devoción y que gira en torno a las figuras de la Pasión de Cristo. Enraizadas desde antiguo en unas líneas tradicionales, las manifestaciones religiosas del pueblo andaluz realzan en estos días el marco de lo cotidiano. Calles y plazas se convierten en un templo abierto. Los desfiles procesionales y la exhibición de pasos o tronos exteriorizan toda la devoción popular de forma plástica y variopinta, con gran riqueza de color y de medios externos. El discurrir de los penitentes, las flores, los cirios y las nubes de incienso, la riqueza ornamental de las andas procesionales y, sobre todo, las figuras de los misterios, los Cristos y Vírgenes de la imaginería andaluza, originan unas experiencias religiosas que sólo el pueblo, su creador, puede llegar a comprender en toda su profundidad. Un pueblo que derrama lágrimas de alegría, canta saetas desde los balcones o incluso lanza piropos a sus veneradas imágenes.
No es de extrañar que esta celebración, repetida año tras año en los diferentes pueblos andaluces con originales matices y rasgos distintivos, llame la atención de numerosos visitantes y se convierta en una fiesta de indudable interés turístico. Un recorrido por la Semana Santa de las ocho provincias nos ayudaráa entender el sentimiento pasionista presente en toda Andalucía.
ALMERÍA
La Semana Santa de Almería está ligada a los vaivenes históricos que sufre la provincia. Pasa por periodos difíciles, pero en la actualidad vive momentos de esplendor. El gérmen de las cofradías almerienses surge en 1489 como consecuencia del proceso de cristianización iniciado tras la Reconquista de Almería por los Reyes Católicos. Su principal finalidad era entonces la asistencia a los enfermos. Para vivir las primeras estaciones de penitencia, hay que remontarse a 1522. Transitaban por las estrechas calles de la Almedina, donde estaba la Catedral, el Ayuntamiento y el Obispado. Con el traslado de la Catedral a su ubicación actual se pone en marcha el primer itinerario oficial, que se mantiene hasta casi el final del siglo XIX. Ya en el siglo XX el Paseo de Almería se convierte en la carrera oficial. Las dificultades económicas en la provincia en el siglo XVII provocan que la Semana Santa esté bajo mínimos. En el siglo XVIII la situación mejora y salen procesiones Miércoles, Jueves y Viernes Santo. El siglo XIX, sobre todo la etapa de la desamortización eclesiástica, es muy duro para la Semana Santa almeriense. Muchos edificios religiosos se ponen a la venta, las imágenes son reagrupadas en unas pocas iglesias y desaparecen todas las hermandades de la época. Ni el reinado de Isabel II, ni la I República, ni la restauración borbónica, ni la II República, invitan al resurgir de la Semana Santa en Almería.
Será después de la Guerra Civil cuando empiece a despuntar el ambiente cofrade. De 1940 a 1946 se reorganizan parroquias, se constituye la congregación de Nuestra Señora de las Angustias y el Cristo de la Buena Muerte, y la madrugada del Jueves al Viernes Santo es testigo del Vía Crucis del Cristo de la Escucha con la imagen actual de Jesús de Perceval, la hermandad del Santo Sepulcro, la del Encuentro, Estudiantes o Silencio. En 1947 nace la Agrupación de Cofradías y hay de nuevo carrera oficial. El primer pregón será el 13 de abril de 1957, a cargo de Antonio Torres Rollón. En 1948 nace la hermandad de la Borriquita. El auge de posguerra se extiende al final de la dictadura, pero de nuevo llega la crisis con la Transición. Sólo queda una hermandad, la de los Estudiantes con su estación de penitencia. El resto no procesiona en varios años.
Con la democracia llega el esplendor de la Semana Santa almeriense. El papel de la juventud es fundamental. Apenas tienen enseres, así que deciden viajar a Melilla, porque allí se desechaba todo lo que tenía que ver con la Semana Santa por orden del obispo de Málaga Ramón Buxarraís. Hacen varias compras y comienzan de nuevo a funcionar. Pronto las hermandades vuelven la vista a Sevilla para aumentar sus ajuares. Las procesiones se llenan entonces de artísticas cruces, faroles de guía, libros de reglas, guiones, estandartes o senatus. Almeria comienza también a despertar con sus propios talleres, algunos privados y otros de las hermandades. Desde entonces, las calles se llenan año tras año de esplendor y se viven momentos especiales, como los vividos en 2005 con una gran procesión Magna con todas las hermandades en la calle o el apoyo de las cofradías a los Juegos del Mediterráneo. En la actualidad hay 23 hermandades que llenan las calles de luz, color y sobriedad hasta el Domingo de Resurrección.
En la provincia, es muy destacada la Semana Santa de Huércal-Overa. Su Semana Santa, declarada fiesta de interés turístico nacional, tiene un aire levantino. La riqueza de sus pasos, sus tres hermandades -Paso Morao, Paso Blanco y Paso Negro, con una sana rivalidad por conseguir los mejores enseres-, y las bandas de música, provocan un destacado interés entre los visitantes. Todos los pueblos de Almería se vuelcan en la Semana de Pasión. Grandes y pequeños, con estaciones de penitencia o representaciones teatrales. Las hermandades se esfuerzan por recuperar tradiciones casi olvidadas en muchos municipios y posibilitar un relevo generacional que garantice la continuidad de futuro. [ María Jesús Recio ]
CÁDIZ.
Probablemente no exista en Andalucía una ciudad donde se identifique con mayor nitidez la transición entre lo profano y lo religioso como Cádiz. El Carnaval marca el calendario festivo de la capital gaditana, cierra el periodo invernal y abre la puerta al fervor espiritual de la Semana Santa. Ambas celebraciones conservan, aún a principios del siglo XXI, la riqueza de signos que las distinguen, en una prolongación del enfrentamiento medieval entre "don Carnal" y "doña Cuaresma". Carnaval y Semana Santa aglutinan el sentir de la ciudad, distingue a sus grupos sociales, pero también los complementa.
Como ocurre en el resto de Andalucía, la Semana Santa gaditana muestra el lado más popular de la religiosidad. Es una fiesta de los sentidos, marcada, sobre todo, por la brisa marina que rodea a la Catedral, donde cada hermandad realiza estación de penitencia. Los orígenes de la Semana Mayor en Cádiz se remontan a mediados del siglo XVI, cuando la orden franciscana funda la cofradía de la Santa Vera-Cruz, que tiene sede en el convento de San Francisco desde 1566. Del mismo cenobio parten otras hermandades primigenias, como las del Nazareno o el Santo Entierro, ambas de finales del XVI y anteriores al saqueo que sufre la ciudad en 1596, que destruye gran parte de las imágenes y la documentación existentes. Entre los siglos XVII y XIX surgen doce cofradías más; sin embargo, el grueso de la Semana Mayor se compone a raíz de la Guerra Civil, con la fundación de hermandades de nuevo cuño, principalmente en barrios más alejados del casco histórico. En todo ese tiempo, la tradición se mantiene indeleble en elementos singulares, como la de los portadores; aunque también se enriquece y experimenta numerosas modificaciones en su escenificación, por ejemplo con la implantación de los palios a partir de 1924, que sustituyen a los pasos de templete para las vírgenes.
En total son 30 hermandades las que transitan por Cádiz en Semana Santa, desde su inicio el Domingo de Ramos con la Borriquita hasta el broche del Señor Resucitado. A principios del siglo XXI, las cofradías gaditanas aglutinan en torno a 24.000 hermanos, de los cuales unos 7.000 nazarenos acompañan a sus imágenes. En conjunto, éstas forman un patrimonio artístico de indudable valía, en el que sobresalen las tallas con aires genoveses de Domenico Giscardi, o las más recientes del gaditano Luis González Rey, que emparenta en estilo y naturalidad con la escuela hispalense de Francisco Buiza o Luis Álvarez Duarte.
Los días de la Pasión se suceden con un expectación creciente hasta alcanzar el momento cumbre de la madrugada del Viernes Santo. Antes, el Domingo de Ramos, se dibujan estampas de gran belleza en la calle Hospital de Mujeres, ante el paso de Nuestro Padre Jesús de las Penas; o ante el recogimiento y el silencio que impone el antiguo Cristo de la Humildad y Paciencia en la plaza del Palillero. El Lunes Santo trae el alborozo a los barrios, por ejemplo con la populosa cofradía de La Palma, arropada en su regreso por la Viña; o bien, con la joven cofradía del Prendimiento, que alcanza su punto álgido durante la salida, en la plaza de Mina. El Martes Santo, en cambio, muestra varias estampas añejas, como la de las cofradías del Ecce Homo, las Columnas y la Piedad, las tres fundadas en el siglo XVII. Excelentes son los pasos del Cristo de la Piedad, en su trayecto por la calle Santiago, y de Jesús Caído, la primera cofradía que utiliza en Cádiz hermanos propios como cargadores -desde 1965-. Por su parte, el Miércoles Santo presenta un día de contrastes, que oscila entre el movimiento de los misterios de las Cigarreras y la Sentencia, y la quietud de las Aguas y las Angustias. Como anticipo de la muerte, la jornada del Jueves Santo tiñe de un rojo burdeos el momento del rezo y la reflexión visibles en la Oración en el Huerto. Color que se confunde con el morado de las túnicas de las hermandades de los Afligidos y del Nazareno, dos de las más queridas por los gaditanos. La Madrugada del Viernes Santo se abre a partir de las doce de la noche, con la salida las cofradías de la Sanidad y el Descendimiento, y alcanza su mayor júbilo cuando el Cristo de Medinaceli -Jesús Cautivo y Rescatado, talla "gemela" de la que procesiona en Madrid- asoma su canastilla por la puerta de Santa Cruz. Cierra la carrera oficial de esta "Madrugá" el magnífico Cristo del Perdón, realizado por Luis Ortega Bru. Por último, el Viernes Santo es el día con mayor número de cofradías en la calle "cinco en total", todas ellas coincidentes en las escenas de dolor que representan la Expiración, los Servitas, las Siete Palabras, la Buena Muerte y el Santo Entierro. De ahí a la Soledad de la Virgen, perteneciente a la Sección de Penitencia Ecce Mater Tua, que procesiona el Sábado Santo, y la Resurrección en un Domingo más próximo a los placeres de "don Carnal".
Provincia. Los pueblos gaditanos ofrecen, igualmente, un rico mosaico en cuanto a tradiciones y patrimonio artístico. Especial es, ante todo, la Semana Santa de Jerez, comparable en su magnitud a la de cualquier capital andaluza. La ciudad jerezana celebra carrera oficial en torno a su Catedral desde la década de los cuarenta, cuando su Diócesis adquiere rango independiente de Sevilla. Quizás, por este motivo, la Semana Mayor de Jerez, a pesar de su historia centenaria, se declare ?hija? de la Semana Santa hispalense, semejante en sus modelos procesionales. Hasta el año 2007 son 35 hermandades las que realizan estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, lo que supone una media de cuatro o cinco hermandades cada día de la Semana Mayor.
Por otra parte, merece especial atención las restantantes celebraciones de la Bahía gaditana ?San?Fernando, El Puerto de Santa María y Puerto Real, que giran en torno a los elementos de la capital?, Algeciras, Tarifa, Sanlúcar de Barrameda y la bella conjugación de paisajes y Pasión que ofrece Arcos de la Frontera. [ José Romero Portillo ]
CÓRDOBA.
Un decreto de 1820, dictado por el obispo Pedro de Trevilla, corta de forma brusca la historia de la Semana Santa de Córdoba, que hasta entonces se había desarrollado de forma más o menos paralela a la del resto de Andalucía. Este reglamento, que centralizaba todas las procesiones en la oficial del Santo Entierro ?celebrado el Viernes Santo con la organización del Obispado y con las imágenes que la propia jerarquía estableciese?, es recibido con profundas reticencias por parte de los cofrades y tarda en aplicarse, e incluso hay pueblos de la provincia en los que apenas se pone en práctica, pero en cualquier caso supone un largo y lento declive de la Semana Santa cordobesa, que se prolonga durante todo el siglo XIX, de modo que, al comenzar la centuria siguiente se reduce a la mínima expresión. Indirectamente, el denostado decreto de Trevilla origina algunas de las peculiaridades más personales de la celebración pasionista en la provincia.
Tras la Guerra Civil, se inicia un renacimiento de la Semana Santa que, con etapas de impulso y decadencia o al menos estancamiento, llega hasta nuestro tiempo. Especialmente las décadas de los años cuarenta y setenta son fecundas en fundaciones o refundaciones, mientras que los años sesenta marcaron un indudable retroceso debido quizá, entre otras causas, a la confusión que afecta a amplios sectores de la Iglesia católica con motivo del Concilio Vaticano II.
Actualmente hacen estación de penitencia en Córdoba 35 cofradías en carrera oficial, y una más ?la de Las Palmeras? que recorre las calles de su barrio sin llegar al centro de la ciudad. Las únicas que cuentan con más de un siglo de historia ininterrumpida son la de las Angustias (fundada en 1588), Jesús Caído, los Dolores, el Calvario y el Cristo de Gracia ?esta erigida como hermandad penitencial en 1905?.
Las hermandades más importantes de la Semana Santa de Córdoba por su historia, su patrimonio artístico o su arraigo popular son las de Jesús Rescatado (Domingo de Ramos), el Remedio de Ánimas (Lunes Santo), Jesús del Calvario y el Cristo de la Misericordia (del Miércoles Santo), Jesús Caído y Nuestra Señora de las Angustias (las dos del Jueves Santo; la imagen titular de la segunda de ellas es obra del cordobés Juan de Mesa) y Nuestra Señora de los Dolores (tarde-noche del Viernes Santo).
Las 36 cofradías suman cada año una cifra que se sitúa en torno a los 9.000 nazarenos, lo que supone un promedio de 250 nazarenos por hermandad; el número de costaleros está en torno a los 1.300. De los 61 pasos que procesionan, 59 lo hacen sobre costaleros y dos van sobre ruedas. El Domingo de Ramos, con catorce pasos, es el día que más imágenes contempla en las calles cordobesas. El Jueves Santo, por tradición inveterada, es la jornada con mayor número de nazarenos, con casi 1.800 penitentes con capirote. Curiosamente, el día más reducido procesionalmente en Córdoba ?con una sola cofradía? es la madrugada del Viernes Santo, que en otras ciudades y pueblos andaluces significa precisamente el culmen de la Semana Santa.
El nivel artístico de la Semana Santa cordobesa es en la actualidad muy alto, aunque se halla inmerso aún en un proceso de creación, mejora y enriquecimiento que durará sin duda mucho tiempo; en las últimas décadas, se han incorporado elementos patrimoniales de gran calidad en diseños y ejecuciones (bordados, orfebrería, talla, dorado) de nueva creación o para sustituir enseres anteriores de inferior categoría.Con un crecimiento paralelo en las últimas décadas al desarrollado en la capital de la provincia ?y, en realidad, en toda la región?, los pueblos cordobeses están asistiendo a una etapa interesante en su Semana Santa a la que tampoco faltan las sombras.
De entrada, cuando se quiere analizar la realidad de las cofradías en los pueblos cordobeses llaman la atención dos hechos que ofrecen un apasionante campo de estudio a la Antropología Cultural: la disparidad estética y formal de sus manifestaciones públicas y la atomización social de las cofradías o corporaciones.
Estéticamente, la Semana Santa de la provincia de Córdoba goza de una importante y rica variedad. Sobre todo en la mitad sur ?la Campiña y la Subbética?, los pueblos personalizan individualizadamente sus manifestaciones procesionales: si Lucena, por ejemplo, es la tierra de la santería ?su forma peculiar de llevar los pasos, muy distinta a la de los costaleros de impronta sevillana?, en Puente Genil no dejarán de llamar la atención los desfiles de las corporaciones bíblicas, en Baena los tambores se saciarán de los tambores de coliblancos y colinegros, en Priego de Córdoba y La Rambla habrá que admirar la belleza de las imágenes, y en Montilla y Montoro podremos contemplar el desfile de los soldados romanos (bien diferenciados en ambos pueblos, eso sí).
Las peculiaridades se extienden también al ámbito social y organizativo. Por lo pronto, llama la atención la gran cantidad de cofradías y corporaciones existentes en la provincia: más de 500 hermandades están registradas en el Obispado cordobés, lo que significa una cantidad elevadísima si atendemos a la situación demográfica de la provincia. Pueblos como Fernán Núñez y Cabra, por poner sólo dos ejemplos, tienen menos de una cofradía para cada mil habitantes. El segundo de los citados es, posiblemente, el pueblo andaluz con mayor número de cofradías en relación a su población, con veintiséis hermandades para poco más de 20.000 habitantes. Por otra parte, la organización social de las propias cofradías adquiere en ocasiones tintes personalísimos: en Baena, por ejemplo, junto a los coliblancos y los colinegros, que agrupan a su vez a varias hermandades, los conceptos de hermandad, cofradía y cuadrilla se manifiestan como tajantemente diferenciados.
La Semana Santa, en conclusión, es una de las fiestas más importantes del calendario popular en Córdoba y su provincia, y cuenta con un importante patrimonio artístico, histórico ?bien que en este sentido hay paréntesis de importancia y duración significativas? y sobre todo antropológico, que la hace atractiva para el turista e interesante para el investigador. [ Antonio Varo Pineda ]
GRANADA.
Una vez conquistado el reino nazarí de Granada por parte de los Reyes Católicos en 1492, la ciudad experimentó un cambio considerable en sus costumbres y manifestaciones públicas, que se orientan a consolidar la nueva religión que traen consigo los reyes cristianos. Desde entonces, son muchas las hermandades que con su existencia sirven para fomentar la creencia católica a lo largo de los últimos siglos. La primera hermandad conocida en Granada, la Archicofradía del Rosario, se crea precisamente a instancias de los Reyes Católicos el año de la toma de la ciudad.
Habrá que esperar casi 50 años para tener constancia de la primera cofradía de Semana Santa en la capital granadina, la hermandad de la Vera Cruz (1540). Cinco años más tarde, surge la hermandad de la Virgen de las Angustias, una advocación que desde finales del siglo XIX es, oficialmente, la patrona de la ciudad.
Durante los siglos XVI y XVII se siguen fundando hermandades penitenciales, la mayoría en conventos como el de San Antón, los Mártires o Santiago. Una de las dificultades más importantes por la que tienen que atravesar las hermandades existentes hasta el siglo XIX llega con el proceso de las desamortizaciones de los bienes de la Iglesia. Estas corporaciones mantienen su hilo de vida en el interior de iglesias y conventos, desapareciendo las manifestaciones públicas de fe que hasta este momento venían desarrollando las cofradías.
La Semana Santa que se conoce en la actualidad tiene su origen más inmediato en los primeros años del siglo XX, cuando se fundan hermandades que hoy día siguen vigentes. Es el caso de la cofradía del Vía Crucis (1917); la del Cristo de la Misericordia (1924), conocida popularmente como la del Silencio, y las de la Humildad y la Soledad de Santa Paula (ambas de 1925). Incluso en los años de la Guerra Civil se fundan hermandades, como la de los Dolores (1937) o la del Consuelo (1939), más conocida como la de los Gitanos.
Los años sesenta y setenta son difíciles, pues no se crean nuevas cofradías en la ciudad. Pero con el nacimiento de la hermandad de la Concepción (1977), la Semana Santa granadina experimenta un nuevo auge y revitalización, ya que a partir de esa fecha son numerosas las hermandades que se suman a la nómina de las 32 que desde los años noventa procesionan por las calles de Granada.
Uno de los mayores valores por los que la Semana Santa granadina es reconocida es, sin lugar a dudas, por atesorar un gran legado histórico, artístico, cultural y patrimonial. La escuela granadina de imaginería, de gran trascendencia en la historia del arte, deja valiosas muestras de la mejor escultura renacentista y barroca. Así, cabe destacar obras de maestros tan relevantes como Diego de Siloé (Cristo del Perdón), Jacobo Florentino ?El Indaco? (Cristo de San Agustín), Pablo de Rojas (Jesús de la Paciencia), Pedro de Mena (Virgen de las Maravillas), José de Mora (Cristo de la Misericordia y Soledad), José Risueño (Virgen de la Esperanza), Torcuato Ruiz del Peral (Virgen de la Alhambra) o Manuel González (Soledad de Nuestra Señora). En el siglo XX se añaden obras de autores como Eduardo Espinosa Cuadros (grupo escultórico de la Santa Cena), Aurelio López Azaustre (Dolores y Concepción) o Antonio Barbero Gor (Jesús Nazareno), entre otros. Un patrimonio artístico y devocional que se complementa con un singular catálogo de insignias y enseres que forman parte del tesoro de las hermandades.
Las artesanías también adquieren un papel relevante en el desarrollo de esta tradición. Destacan piezas importantes de bordado como las realizadas por Trinidad Morcillo o las que se ejecutan en distintos conventos granadinos; la orfebrería de los hermanos Moreno y el trabajo de dorado del taller de Cecilio Reyes. El reclamo turístico de la ciudad de Granada se complementa en primavera con la Semana Santa. Las cofradías que recorren el Jueves Santo el histórico y popular barrio del Albaicín, la hermandad de los Gitanos con su subida al Sacromonte, el Cristo de la Misericordia y la cofradía de Santa María de la Alhambra componen la imagen más conocida y repetida que se exporta de la Semana de Pasión granadina.
Los barrios de la ciudad adquieren un protagonismo extraordinario durante los días de Semana Santa, ya que cada uno vive esta fiesta con particularidad. Quizá el barrio más cofrade sea el del Realejo, con prácticamente una salida procesional diaria. Su importancia estos días llega tras todo un año de vivencias y preparativos cofrades compartidos entre los vecinos y visitantes. Destaca también el barrio del Albaicín, como protagonista del Jueves Santo, ya que todas las corporaciones de este día parten desde diferentes iglesias del barrio. Frente a la historia del Realejo y Albaicín, el joven y populoso barrio del Zaidín viene ofreciendo desde los últimos años un impulso a la tradición. Precisamente, las cofradías de este barrio son las que, por su distancia al centro de la ciudad, tienen los recorridos más largos, llegando a estar hasta doce horas en las calles.
Pero la Semana Santa también se vive de forma intensa en la provincia de Granada, fiesta que se concibe de distinta forma según la zona. En la Costa, la Semana Santa se asemeja más estéticamente a la de la provincia de Málaga y hay que destacar las 13 cofradías que existen en Motril. En la zona occidental, la de Loja es la Semana de Pasión más conocida. Su particularidad son los incensarios, cuadrillas que con sus danzas, cantos y ?corrías? ante los pasos suponen la seña de identidad de la tradición cofrade en el municipio. La Semana Santa de Guadix, en la zona Norte, destaca por el entorno urbano histórico en el que se desarrolla, teniendo en su Catedral su principal referente. [ Susana Vallejo de la Hoz ]
HUELVA
La Semana Santa ofrece en la capital onubense 23 cofradías, de Domingo de Ramos a Viernes Santo. Aunque varias de ellas datan del siglo XVII, en su gran mayoría son cofradías del siglo XX, y resultan numerosas las creadas en la posguerra ?ocho?, y sobre todo las nacidas en el último cuarto del pasado siglo. Abre la semana la hermandad de la Borriquita, que inicia su andadura desde la iglesia de San Pedro. La acompañan en este día de palmas las cofradías de la Sagrada Cena, que parte del Polvorín; la joven hermandad de La Redención y los nazarenos de Mutilados. El Lunes Santo resulta muy llamativo el paso de la hermandad de las Tres Caídas, por la cuesta que lleva su nombre; el Cautivo, que procesiona desde la capilla de la Misericordia; y el Cristo del Calvario, impresionante en su dicurrir austero. Tres nuevas procesiones hacen acto de presencia en las calles onubenses el Martes Santo: la cofradía de Estudiantes, la Sagrada Lanzada y Pasión. El Miércoles Santo es el día de las dos principales advocaciones marianas, la Victoria y la Esperanza, que son secundadas por la cofradía del Prendimiento, una joven hermandad fundada en 1989. Más antigua en sus orígenes ?siglo XVI?, es la cofradía de la Oración en el Huerto, que pone en escena el Jueves Santo uno de los pasos de misterio de mayores dimensiones. Le siguen en la tarde del Jueves el Cristo de la Buena Muerte, que parte de las Agustinas, y la hermadnad de Los Judíos, surgida en el siglo XVII y con sede en la Catedral de La Merced. En la madrugada del Viernes Santo, la procesión de El Nazareno resulta especialmente emotiva, al igual que las hermandades de El Perdón y La Misericordia. Porúltimo, el Viernes Santo por la noche se pone el broche con la Fe, el Descendimiento, el Santo Entierro y la silenciosa hermandad del Calvario. La Semana Santa onubense está declarada de Interés Turístico Nacional, al igual que la de varias localidades de la provincia.
En la provincia destacan, sobre todo, las hermandades de Ayamonte e Isla Cristina. La Semana Santa ayamontina, con una decena de cofradías e imágenes muy veneradas, como el Padre Jesús, ofrece también la curiosidad de ofrecer el Viernes Santo dos hermandades del Santo Entierro. Son también celebraciones destacadas en numerosos pueblos de la provincia, como Aracena, Moguer ?con un buen ciclo de música religiosa paralelo?, y dos localidades vecinas, La Palma del Condado y Bollullos par del Condado. En más del 80% de las poblaciones de la provincia hay hermandades que procesionan en estos días y no faltan los que, perdida esta tradición, la han recuperado en los últimos años.
Desde otro punto de vista, resulta llamativo en estas fechas el desarrollo de una variada gastronomía, que continúa a la de cuaresma y entre las que no faltan los dulces, desde el piñonate de Cortegana a la ?coca? de Ayamonte y otros puntos del litoral ?dulce de cidra?, pasando por el hornazo de San Bartolomé de la Torre.
En muchos lugares de la provincia de Huelva, como Aracena, es costumbre celebrar dos semanas después del Domingo de Resurrección la Semana Santa chica o de los niños. En Cumbres Mayores se celebra el lunes de albillo, el posterior al Domingo de Resurrección, con danzas. En muchos pueblos, como Fuenteheridos, el Sábado Santo es la ocasión de la Quema del Judas. [ Antonio Checa ]
JAÉN
En la capital, con 17 procesiones, mezcla de cofradías centenarias y un grupo de jóvenes hermandades, destaca la madrugada del Viernes Santo con la salida de El Abuelo * , venerada imagen de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que procesiona desde la Catedral jiennense y congrega a toda la ciudad. No obstante, a lo largo de esos días se suceden por las calles jiennenses hermandades más coloristas, como la Borriquilla, la Oración en el Huerto, la Estrella o la Santa Cena, que hacen su recorrido el Domingo de Ramos. Aunque también existen momentos de mayor austeridad y recogimiento, propios de una Semana Santa más severa, como ocurre con la cofradía de la Amargura, que procesiona el Lunes Santo; la Clemencia, que parte desde la plaza de la Magdalena, o El Silencio, con sede en la iglesia de Cristo Rey, ambas del Martes Santo.
El mismo sentimiento de austeridad se repite el Miércoles Santo, con la aparición del Cristo de la Buena Muerte por la puerta de la Catedral; o con las procesiones del Jueves Santo, la Expiración, que cuenta con una notable talla de la escuela de Martínez Montañés, y la Vera Cruz, conocida como la de ?los civiles?, al estar acompañada en su recorrido por miembros de la Guardia Civil. En la madrugada del Viernes Santo acompañan a la populosa cofradía de El Abuelo ?con unos 7.000 nazarenos?, las hermandades del Santo Sepulcro y la Soledad. Cierra la Semana Mayor jiennense el Señor Resucitado y Maria Santísima de la Victoria, que inician su itinerario desde la plaza de San Ildefonso en la mañana del Domingo de Resurrección.
En la provincia jiennense la Semana Santa se celebra con intensidad y con una gama muy amplia de actividades asociadas a esos días, que en las últimas décadas han ganado en presencia popular, tras la crisis de los años setenta del pasado siglo, en tanto se recuperan numerosas tradiciones. No faltan localidades, como Fuensanta de Martos, donde la representación en vivo adquiere notable realismo y calidad escenográfica, o los pueblos que celebran solemnes vía crucis en paisajes sorprendentes, como ocurre en Segura de la Sierra. En Lahiguera, pueblo de la campiña, llaman la atención las imágenes ?a la carrera? por cerros aledaños el Viernes Santo, carrera que se repite el Domingo de Resurrección, y en Guarromán la costumbre del regalo de huevos pintados, de probable origen centroeuropeo.
Pregones ?en Alcalá la Real, con máscaras? y las curiosas coplas de pasión menudean en la provincia, como muestran las celebraciones, muy diferentes, de Villanueva de la Reina, Alcaudete, Baños de la Encina o Arjonilla. No faltan tampoco meriendas colectivas y numerosas peculiaridades gastronómicas en estos días, como las ?cucas? de Aldeaquemada o, más recientemente, los flamenquines de pescado. Numerosas localidades destacan por sus hermandades. Alcalá la Real, Martos Andújar o Linares muestran un buen número de cofradías, entre las que menudean las que tienen varios siglos de historia, pero sobresalen en especial las celebraciones en Baeza, Úbeda y en la capital, declaradas de Interés Turístico Nacional. En Baeza, una veintena de hermandades ?entre las que se encuentran algunas de las más antiguas de toda Andalucía? salen en esos días a la calle, pero impresiona escuchar el Miserere de Eslava, escrito por el compositor navarro para la ciudad de Baeza, interpretado en la Catedral, o la bendición del público por El Paso, una imagen del Nazareno con el brazo articulado, una ceremonia que se repite con ciertas similitudes en Linares.
En Úbeda, otra veintena de cofradías salen a lo largo de la semana con notable vistosidad y un cierto carácter orientalista y con una extraordinaria procesión general en la noche del Viernes Santo, que arranca de la monumental plaza Vázquez de Molina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. [ Antonio Checa ]
MÁLAGA.
La Semana Santa de Málaga tiene su origen en 1487, cuando los Reyes Católicos conquistan la ciudad. A partir de entonces los monarcas fundan, bajo su patronazgo, iglesias y conventos que dotan de imágenes, sobre las que los malagueños comienzan a reunirse por distintos motivos: enterramientos o gremiales. La ausencia de seguros en aquella época es una de las principales causas por las que se fundan las hermandades y cofradías alrededor de las imágenes de Jesús, María y otros santos.
Las hermandades suelen salir en Semana Santa, y a lo largo de los siglos tienen diversas vicisitudes hasta la actualidad. Durante más de 500 años esta festividad está presente en el sentimiento religioso y popular de los malagueños. Además, debido al gusto que durante estos siglos las hermandades y cofradías han tenido por el arte barroco, se produce una gran cantidad de enseres acumulados a lo largo de los años, que dan una gran majestuosidad a esta Semana de Pasión en Málaga.
Cada año la Semana Santa de Málaga saca grandes tronos, que no pueden salir de las iglesias ya que no caben por sus puertas, y que llegan a superar los 5.000 kg. Éstos van acompañados por miles de nazarenos y penitentes que dan luz y color con sus cirios y vestimentas, marchas procesionales que, aderezadas con los aromas a incienso, dan una imagen muy particular de esta Semana de Pasión, que resulta muy particular para quien no la conoce. Aquí, la celebración de esta festividad no se vive en recogimiento, sino con bullicio, vítores, saetas espontáneas y grandes aplausos al paso de las imágenes.
La Semana Santa de Málaga inicia su puesta en escena en la mañana del Domingo de Ramos, cuando los pequeños cofrades acompañan a la popular ?Pollinica?, la imagen de Jesús en su entrada en Jerusalén a lomos de un burrito, que es acompañado un pequeño pollino. A lo largo de este día se procesionan la Virgen de las Lágrimas, Jesús de la Soledad, el Cristo e la Saltación el Prendimiento, la Humildad, la Concepción Dolorosa, y Jesús orando en el huero, de la hermandad de aceiteros y olivareros de Málaga.
Una de las jornadas más populares de la Semana Santa malagueña es el Lunes Santo, que comienza de madrugada en el popular barrio de la Trinidad, donde tiene lugar la Misa del Alba de Jesús Cautivo, congregando a decenas de miles de malagueños en este traslado de la imagen al trono con una parada en el Hospital Civil para visitar a los enfermos. Por la tarde, comienzan los desfiles procesionales con Jesús de la Crucifixión, seguido de Jesús de la Columna, cofradía gitana que acompaña cantando a sus imágenes titulares. A continuación le sigue los Dolores del Puente, la Dolorosa, Jesús de la Pasión y Jesús Coronado de Espinas. La jornada concluye con el desfile del Cautivo * , que suele estar acompañado por más de 25.000 personas en señal de promesa.
El Martes Santo, conocido como ?martes victoriano?, ya que la mayoría de los tronos salen de este popular barrio malagueño, comienza con la Nueva Esperanza, a la que le sigue el Cristo de la Agonía y la Virgen de las Penas, cuyo manto es de flores frescas, y que todos los años elaboran los jardineros municipales. Posteriormente viene el Cristo de la Humillación y la Virgen de la Estrella, El Rescate, La Sentencia y, por último, la Virgen del Rocío, llamada la ?novia de Málaga? por ir vestida de blanco.
El Miércoles Santo en Málaga es el día que salen las cofradías más antiguas. Es cuando salen las Fusionadas, varias veces centenaria, con el Cristo de Ánima y Ciegos, el Cristo de la Exaltación y Nuestra Señora de Mayor Dolor, patrona de la sanidad malagueña. Desde otro punto de la ciudad sale el Cristo de ?La Puente del Cedrón?, que acompaña a la Virgen de La Paloma. Le sigue nuestro Padre Jesús El Rico en su trono barroco, que antes de iniciar el desfile se dirige al edificio de la Aduana para poner en libertad al preso que lo acompañará a lo largo de todo el recorrido, debido un privilegio que tiene desde la época de Carlos III. A continuación le sigue el Cristo de la Sangre y el trono de La Expiración, de una gran riqueza, por delante de la Virgen de los Dolores, con su trono de palio que es un gigantesco joyero.
Muchos malagueños se echan a la calle el Jueves Santo para disfrutar del día más largo de procesiones. La jornada comienza sobre las diez de la mañana con el desembarco de una bandera de la Legión en el puerto de Málaga, y que atraviesa el centro de Málaga, a paso rápido, para llegar a la iglesia de Santo Domingo y rendir los honores al Cristo de la Buena Muerte, ante la mirada de miles de malagueños. El desfile procesional de la tarde comienza con La Cena seguida de la Virgen de la Paz. Luego vienen las imágenes de la hermandad de Viñeros, la cofradía de los Dolores de San Juan, seguida de la cofradía del Cristo de la Buena Muerte, conocida como de Mena o de los legionarios, seguida de la Virgen de la Soledad. Detrás viene Jesús en su caída, conocida como ?el chiquito?. Le sigue Nuestra Señora de la Amargura, conocida como la Virgen de Zamarrilla, en honor a un supuesto encuentro protector entre el bandolero del mismo nombre y esta imagen. El día se cierra con la procesión de la imagen de la Virgen de la Esperanza, con el tono más pesado de toda la Semana Santa española.
El Viernes Santo es día de luto, y desfilan las cofradías más serias con sus nazarenos vestidos de negro. Así sale la Redención con música de capilla, el Descendimiento, el Santo Traslado y la Virgen de la Soledad, el Cristo del Amor y la Virgen de la Caridad, La Piedad, el Santo Sepulcro concluyendo con la Virgen de los Servitas, a cuyo paso se apaga el alumbrado público. La Semana de Pasión malagueña concluye el Domingo de Resurrección, con la procesión matinal del Cristo Resucitado.
Lo mismo que en la capital, en la provincia el origen de la Semana Santa data de la época que la conquista a los musulmanes. Aunque en todas las localidades malagueñas tienen sus desfile, destacan por su valor y belleza las de Vélez-Málaga, Archidona, Ronda y Antequera, desfiles que muestran la riqueza patrimonial que tienen las hermandades y cofradías. Además, junto a las tradicionales procesiones, existen localidades donde se representa la Pasión de Cristo, pero sin duda la pionera es la localidad de Riogordo, que desde hace más de 40 años representa el Paso, cuyos orígenes son unos pregones del siglo XVIII, donde participa todos los vecinos tanto en la preparación como en la representación, y que incluye desde la entrada de Jesús en Jerusalén hasta la crucifixión en el Gólgota. [ Juan Antonio Ruiz ]
SEVILLA.
La Semana Santa de Sevilla es la fiesta mayor de todo un pueblo que, cuando el orbe cristiano celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, convierte su casco histórico en el escenario de una representación ancestral que hunde sus más remotas raíces en las procesiones paganas de la antigüedad clásica y, más recientemente, en las disposiciones del Concilio de Trento. ?La pasión según Sevilla?, en palabras de Joseph Peyré, surge del sentir de unos hombres que se adueñaron de los latines, los sermones y las interminables peroratas desde el púlpito para acabar meciendo a su Madre bajo un romántico paso de palio o ilustrar las estampas de la miseria humana en la alargada figura de un Cristo crucificado y en el rostro consumido por la fiebre de un Nazareno ensimismado, refugiado en sí mismo, en sus terribles silencios: ?¿En qué piensas tú, muerto, Cristo mío?? Pero a pesar de la certeza de la muerte, los sevillanos se resisten a convertir su Semana Santa en un lamento sostenido, oscura noche de promesas y ruegos castellanos, sino que reciben con alborozo y regocijo la Palabra que un buen día, al despertar de su vida cristiana, les afirmó en el convencimiento de que ?todo acaba bien?.
La Semana Grande de Sevilla supone la eclosión de una cuaresma repleta de actos cofrades: vía crucis, quinarios, besamanos, conciertos o pregones, entre los que destaca sobremanera el que cada año, el Domingo de Pasión, se pronuncia desde el atril del Teatro de la Maestranza. La voz del pregonero anuncia la llegada de los días azules y el sol de la infancia, de las fotografías constantemente renovadas de unos jóvenes enchaquetados que recorren con expectación intrincadas callejuelas para salir al encuentro de los pasos. Esos mismos pasos que, con el paso del tiempo, cada vez salen antes en Sevilla, donde desde el mismo Viernes de Dolores los capillitas calman sus ansias con las hermandades de vísperas. Desde barrios tan alejados del centro, como Torreblanca, Bellavista, Heliópolis o Pino Montano, multitudinarios cortejos procesionales sueñan con engrosar la nómina de cofradías que cumplen estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, como desde 2007 hace el Carmen Doloroso y, muy probablemente desde 2008, hará el Polígono de San Pablo, las dos últimas corporaciones en sumarse a las 58 hermandades que hasta este momento ?entraban? en Campana, el punto inicial de la carrera oficial.
El Domingo de Ramos irrumpe con la luz irreal de un sueño, con los ojos todavía adormecidos de un niño que clava la primera mirada en sus hábitos nazarenos o en las ropas que estrenará por la tarde. Dulce duermevela de túnicas blancas que cruzan con paso apresurado las calles de El Porvenir. Por los jardines del Parque de María Luisa, el Señor de la Victoria se reencuentra con la Turris Fortissima, la Giralda que ya se divisa entre la arboleda de la Plaza de España, mientras dos sayones le cargan con la cruz que simboliza, para muchos cofrades, el comienzo de una nueva Semana Santa, el patio del pretorio en el que abrazan el madero para recorrer los tiempos de las peregrinaciones a los humilladeros de la Cruz del Campo o de la Resolana, de disciplinantes con los ojos entornados y los hombros vencidos por el peso de la culpa, de cirios al cuadril que alfombran la ciudad de cera, de saetas y nubes de incienso que desdibujan las calles. ?Coge tu cruz y sígueme?. Camina el sevillano por la plaza de El Salvador, donde las cañas se volverán lanzas en el costado de El Amor tras el paso de la Borriquita; repara en la bolsa con treinta monedas de plata que sostiene Judas mientras Jesús celebra la Última Cena en los Terceros; cruza el puente para ver a la Estrella de Triana y, con la caída de la noche, se hace el ?Silencio Blanco? en San Juan de la Palma con los sones de la marcha Amargura.
El Lunes Santo descubre uno de los misterios más logrados de la Semana Santa, el traslado al sepulcro del cuerpo macilento y exangüe del Cristo de la Caridad, titular de la Hermandad de Santa Marta. Un cuerpo que proyecta sombras serpenteantes cuando exhala su último suspiro en El Museo.
El himno de Andalucía saluda la salida de la Virgen de los Dolores cada Martes Santo en el Cerro del Águila, barrio obrero que afirma su identidad y pasea su orgullo sobre un monte de claveles rojos en el que se alza el crucificado del Desamparo y Abandono. La Calzada presenta a Jesús a Sevilla en la Casa de Pilatos y en San Esteban, donde los viajeros de antaño pedían Salud y Buen Viaje al Cristo de la Ventana, el palio de la Virgen de los Desamparados franquea milagrosamente un año más el arco ojival de su templo. El día se pierde entre los hachones color tiniebla del Cristo de los Estudiantes, los guardabrisas del paso de la Candelaria a su tránsito por los Jardines de Murillo y la blanca túnica del Señor abofeteado y ultrajado ante Anás en la plaza de San Lorenzo.
Antesala de los momentos más emotivos de la Semana Santa, el Miércoles Santo es conocido como el ?día de los crucificados?: La Sed, San Bernardo, El Buen Fin, La Lanzada, Cristo de Burgos y Siete Palabras recrean el Gólgota donde agonizó el Varón de Dolores, yació inerte sobre el tierno regazo de la Piedad del Baratillo o lloró sus tristezas la Virgen de la Caridad que, en su desconsuelo, avista desde el Arenal, en lontananza, el Guadalquivir. Las aguas del Río Grande reflejan rayos de un sol americano, de un esplendor que no sólo traen los barcos de la Carrera de Indias, sino también los Sagrarios del Jueves Santo o esa ?vira de oro?, como decía Joaquín Romero Murube, por la que viene Jesús de la Pasión, el sublime nazareno que tallara Martínez Montañés. Entre rondas de los armaos de la Macarena y colas en la calle Pureza o en San Lorenzo que aguardan la llegada de la Madrugá, hacen su estación de penitencia los Negritos, los Caballos de Santa Catalina, las Cigarreras, Montesión, El Valle y la Quinta Angustia, que desciende a Cristo muerto al suelo de Sevilla.
Pero será ya con la Luna de Nissan en lo más alto cuando Dios esté en la ciudad: la amplia zancada del Gran Poder con su cruz a cuestas vence la noche. La ciudad vive momentos de contrastes, de austeridad y recogimiento con El Calvario y El Silencio, la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, que trae olores de azahar en el palio veneciano de la Concepción; y de algarabía con las hermandades de capa, con Los Gitanos y las dos Esperanzas: la Macarena, que arrastra sones de cornetas y legiones romanas por la calle Anchalaferia, y la Esperanza de Triana quebrando albores cuando regresa al ?arrabal y guarda?.
Todavía se despereza Triana tras una intensa Madrugá cuando por la calle Castilla va buscando el puente un Cristo expirante, el Cachorro que, según la leyenda, talló Francisco Antonio Ruiz Gijón inspirándose en el rostro agonizante de un gitano de la cava. Entre la vida y la muerte el Señor del Patrocinio cruza ante la puerta de la parroquia de la O, templo en el que aguarda su inmediata salida Nuestro Padre Jesús Nazareno, cariñosamente llamado el ?jorobaíto de Triana?. En la otra orilla el Viernes Santo tiene sus dos calvarios, el de la Carretería y el de Montserrat, en los que Jesús y Dimas se preparan para entrar en el Reino de los Cielos. El fin se acerca. Entre los naranjos de la calle María Coronel se acerca el muñidor de la Mortaja preludiando el entierro de Cristo.
Tambor destemplao y marcha fúnebre acompasan la comitiva del Santo Entierro en la tarde del Sábado Santo. Desde la calle Alfonso XII las autoridades militares, civiles y eclesiásticas acompañan la urna donde yace el cuerpo de Cristo, y tras ella el paso alegórico del triunfo de la Cruz sobre la Muerte, la popular ?canina?. Un triunfo que en cambio no se produce sobre la Soledad de San Lorenzo, que resiste el paso de los siglos y de los hombres sobre la tierra, de las manos que cuando se recoge en su parroquia se posan sobre el portalón para rogar a la Virgen que sus ojos, los ojos del cofrade, vuelvan a abrirse a un nuevo Domingo de Ramos.
La gran ópera sacra de la capital hispalense extiende su representación a toda la provincia. En Écija, la ciudad de las torres, la Semana Santa aúna la riqueza patrimonial de su casco histórico con destacadas obras artísticas, como el Cristo de la Yedra, atribuido a Juan de Mesa; la Virgen de la Caridad y la imagen de Jesús Nazareno de la Misericordia, tallada por Montes de Oca en el siglo XVII. Un esplendor similar poseen las cofradías de Carmona (La Columna, Jesús de la Humildad, Jesús Nazareno), Utrera (Jesús Nazareno, Nuestra Señora de los Dolores) y Alcalá de Guadaíra, donde Jesús Nazareno es prendido y conducido el Viernes Santo, con las primeras luces del alba, al Calvario, localizado en los pinares de Oromana. Son especialmente llamativas las tradiciones del Domingo de Resurrección en localidades como Guillena, donde se produce el encuentro entre el Niño Jesús Perdido y la Virgen de la Candelaria; Coria del Río, que asiste a los ?abrazos? entre el Resucitado y la Virgen de la Soledad de Gloria; y Castilleja de la Cuesta, ciudad en la que el simpecado de la Hermandad de Santiago Apóstol procesiona acompañado por numerosos caballistas y carros de tracción animal. [ Javier Vidal Vega ] |