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SEVILLANAS |
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Canción folclórica procedente de la seguidilla
castellano-manchega que se ha ido aflamencando. Su cante se basa, pues,
en una copla similar a la clásica seguidilla castellana, es decir, la
formada por cuatro o siete versos, de los cuales son, en ambos casos,
heptasílabos y libres el primero y el tercero, y pentasílabos y asonantes
los otros dos; cuando consta de siete, el quinto y el séptimo tienen esta
misma medida y forman también asonancia entre sí, y el sexto es, como el
primero y el tercero, heptasílabo y libre. Se acopla también a la
cuarteta, es decir, a la estrofa de cuatro versos octosílabos. Son letras
de variado estilo, cuyo repertorio se renueva cada año, y, a decir de
Blas Vega y de Manuel Ríos Ruiz, ?es el arquetipo de la canción
folclórica aflamencada y tuvo siempre la finalidad de acompañar el baile
del mismo nombre. Se caracteriza por su gracia, su viveza, su ágil
dinamismo y su flexibilidad?. Va acompañada de un baile que ha ido
creciendo en popularidad, pero que inicialmente se danzaba en familia o
en los patios y corrales andaluces, de donde pasa a ferias y romerías. Y,
de ahí, a las discotecas de medio mundo. Es un baile de pareja formada
por hombre y mujer o dos mujeres.
A nivel popular se ejecutan en series de cuatro
coplas, cada una coreográficamente distinta, con un breve intervalo entre
una y otra. Antiguamente, eran siete coplas, pues se añaden tres
sevillanas boleras que, en la actualidad, sólo interpretan los
profesionales por tener bastante más dificultad a la hora de danzarlas.
Los movimientos más significativos son paseíllos, pasadas, careos y
remate. Sobre el último compás el cante, la música y el baile cesan
juntos y los intérpretes terminan en un desplante garboso y provocativo,
propio del baile de galanteo. Tiene un compás de tres por cuatro, es
decir, de tres tiempos. De estos tiempos, el primero es fuerte y los dos
siguientes son flojos. Su toque de guitarra se hace en cualquier tono,
eso depende del que canta, pero en general se suele hacer por arriba en
la menor y por medio en re menor. Se empieza rasgueando, hasta que el
cantaor o la guitarra hace la introducción del cante. Se acompañan
preferentemente de palmas aunque también pueden llevar acompañamiento de
palillos, flauta, tamboril o pandereta. Ana María Durand-Viel, autora del
tratado
La sevillana
, registra las siguientes variantes del estilo:
boleras, corraleras, de las cruces de mayo, bíblicas, marineras,
litúrgicas, de feria, rocieras y de escuchar. Los temas de las coplas son
de exaltación de lo andaluz en todos los órdenes principalmente, así como
el amoroso, y últimamente de alabanza a la Virgen del Rocío y a su famosa
y creciente romería de manera predominante.
A las letras se incorporan poetas de renombre como
Rafael Alberti o creadores de nuevo cuño como Romero San Juan. Y, a lo
largo de la historia, han sido interpretadas por cantaores como La Niña
de los Peines, Bernardo el de los Lobitos, Manuel Vallejo, La Paquera,
María Vargas y Manuel Gerena o El Turronero. A partir de los hermanos
Toronjo y los hermanos Reyes, desde los años sesenta hasta la fecha no
cesan de surgir conjuntos dedicados a la interpretación a varias voces
del estilo, entre ellos Los Marismeños, Los Romeros de La Puebla, Los
Choqueros, Los de la Trocha, Amigos de Gines, Cantores de Híspalis,
Brisas de Huelva, Los Rocieros, Los del Río, Ecos del Rocío, Los Doñana y
un largo etcétera, al margen de personalidades individuales como El Pali,
Paco Palacios, El Mani, Manuel Orta, Pascual González, María del Monte o
Ana Reverte. Más allá del flamenco, las sevillanas también son
interpretadas por grandes cantantes de la copla, como Concha Piquer,
Estrellita Castro, Paquita Rico, Lola Flores, Gracia de Triana, la Niña
de La Puebla y Miguel de Molina. En el siglo XVII nacen las seguidillas
sevillanas, potenciadas y elaboradas por los pícaros y marginados de
Sevilla, que las convierten en las reinas de las juergas de la época. En
el siglo XVIII, con la llegada de los Borbones y la influencia francesa,
en España se crea el bolero. Este baile es adaptado a las seguidillas y
supone el principio de las conocidas como sevillanas boleras. A la Feria
de Sevilla, las sevillanas llegan el mismo año de su fundación con el
nombre que las caracterizas, aunque no son reconocidas legalmente con ese
término por la Real Academia Española de la lengua hasta el 1884, que fue
incluida en el diccionario de la lengua española. En la década de 1950
hacen aparición los primeros discos por sevillanas. Sus pioneros fueron
Los hermanos Toronjo, dos hermanos del municipio onubense de Alosno, que
interpretan inicialmente temas inspirados en la mitología bíblica.
Pronto, se les suman Los hermanos Reyes, originarios de Castilleja de la
Cuesta, quienes modernizan la estructura, incluyendo cambios como la
diversidad completa en la melodía, sin repetir de una sevillana a otra.
Dedican sus cantes, además de a la Virgen del Rocío, a los monumentos, a
las tradiciones, a las calles, puentes e historia de Sevilla. Durante la
década de 1980, con la inercia de los coros de las hermandades del Rocío,
surgen los coros rocieros, haciéndose muy famosos y añadiendo a las
sevillanas alguna característica de polifonía coral clásica. En 1992,
Carlos Saura dirige la película
Sevillanas
, con un plantel de primeras figuras del flamenco.
Algunas sevillanas gozaron de una extraordinaria popularidad, como es el
caso de las Sevillanas del Adiós, que fueron coreadas multitudinariamente
como despedida a Juan Pablo II, durante su visita a Andalucía.
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