(CO). El municipio de Nueva Carteya, de 70 km2 de extensión y 5.581 h. en 2005, se asienta en la comarca cordobesa de la Campiña Este. Su origen está en la fundación de la aldea de San Juan, por el clérigo baenense Diego Carro, en 1822, tomando en 1829 el nombre actual. Se convierte en villa en 1832 y es incluida en el partido judicial de Cabra. La Diputación Provincial delimita en 1894 su término, pero un recurso interpuesto por Baena da lugar a un largo pleito administrativo que no se resuelve hasta 1953.
Nueva Carteya se ubica en una extensa zona en la que los restos arqueológicos atestiguan un asentamiento que podría remontarse a tiempos prehistóricos. Un lugar estratégico, rodeado por altos cerros, permite que culturas como la ibérica, la romana o la visigoda ocuparan esta zona como zona de defensa y control del resto de sus territorios. Muestra de ello son los numerosos vestigios hallados en los puntos más altos de la ciudad, en los recintos fortificados de Plaza de Armas y el Higuerón: esculturas ibéricas de tres leones realizados en piedra caliza, monedas y cerámicas romanas, el acueducto que conectaba la Plaza de Armas con Ucubi y una estela sepulcral visigoda del siglo VI en caliza blanca ?necrópolis de las canteras?.
Tras la conquista musulmana, sus tierras se vinculan a la cora califal de Cabra, en la jurisdicción de Baena. En el XI pertenecen, primero, a la taifa de los Banu Zirí de Granada y, después, estaba en la frontera con la de Sevilla; y en el XIII estas tierras formaban parte del reino almohade de Córdoba. En 1241 esta zona es conquistada por Fernando III, formando parte del área fronteriza con el Reino de Granada, y donde se registra, durante los siglos XII y XIV, una intensa actividad militar. Testimonio de esta época es la torre del Puerto enclavada en el límite suroccidental del término, y construida como punto de refugio y vigilancia contra los nazaríes. A finales del siglo XIV (1394), el territorio de Nueva Carteya se encuadra junto a la villa de Baena, en el señorío de Diego Fernández de Córdoba, permaneciendo ligado al dominio de los condes de Cabra durante todo el siglo XV.
En la Edad Moderna, el Monte Horquera, en cuya superficie se levantará la población de Nueva Carteya, era una extensa zona de pastos y dehesas de encinas, en los que la clase aristocrática ejercía la cacería, y donde pueden encontrarse uno de los patrimonios más interesantes de la localidad, aunque está en ruinas: la ermita de los Santos. Felipe IV lo vende al Concejo de Baena en 1641. El aprovechamiento de los pastos y de la bellota, junto con los recursos que se obtienen del arrendamiento de los terrenos, proporcionan importantes ingresos para las arcas municipales. El encinar va a ser objeto de talas abusivas en el siglo XVIII, a pesar de las prohibiciones. En 1821 la superficie del Monte se reparte en pequeños lotes a vecinos, protestando los que ya venían cultivando estas tierras. Una de las propuestas para solucionar el conflicto será la creación en 1822 del poblado de Nueva Carteya.
Base económica. El principal motor de la economía es el cultivo del olivar ?6.583 ha en 2004? y la elaboración de aceite. El municipio forma parte de la zona de dos productos que sobresalen por su calidad: El Aceite de Oliva Virgen Extra comercializado con la etiqueta de Calidad de Denominación de Origen Baena ?tres almazaras?, y por otra el vino, bajo la Denominación de Origen Montilla-Moriles ?una bodega?. La apuesta por la calidad de su industria agroalimentaria ha permitido un cierto dinamismo económico y demográfico, cuyos datos son positivos en los últimos años; no obstante tiene una estructura con tendencia al envejecimiento ?23,5% de la población es menor de 20 años, y el 17,9% mayor a 65 años en el año 2005?. Sin embargo, la renta media declarada es muy baja frente a la de Andalucía, 8.095,59 euros y 114.159,6 euros respectivamente.
Además se observa una fuerte dependencia al monocultivo del olivo, y la amenaza que supone la falta de oferta de puestos de trabajo estables y para personas cualificadas. Es necesario aprovechar aún más la explotación de este cultivo del olivar y diversificar la economía a través del turismo rural, donde la actividad turística se puede sostener, en general, en el atractivo de toda la comarca, y, en particular, en el patrimonio de la ciudad "iglesia parroquial de San Pedro, Plaza del Marqués de Estella, calle Nueva y Paseo de don Diego Carro", y en una rica gastronomía muy influenciada por su aceite oliva, que ha dado origen a la típica costumbre del 'remojón' 'pan mojado en aceite acompañado de unas aceitunas o tomate'. Entre los platos más típicos destacamos: el mojete de papas 'con salsa perejil, ajo y miga de pan', el salmorejo cordobés y el gazpacho. [ Francisca Ruiz Rodríguez ].
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