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CANO, ALONSO

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(granada, 1601-1667). Pintor y escultor. Nace en Granada el 19 de marzo de 1601, siendo bautizado el mismo día en la parroquia de San Ildefonso. Es el séptimo hijo del ensamblador de retablos Miguel Cano, natural de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), y María de Almansa, oriunda de Villarrobledo (Albacete). En el ambiente del taller paterno pasan los primeros años de Alonso Cano, en los que muy probablemente ya habrían despuntado sus cualidades artísticas. Pronto, hacia 1614, debe acompañar a su padre a Sevilla, un traslado que responde o bien a un encargo concreto o al deseo de la familia de prosperar en una ciudad que por aquel entonces es el centro neurálgico de la vida económica y cultural española. Se establece en una casa próxima a la parroquia del Salvador y el 17 de agosto de 1616 firma un contrato de aprendizaje con el pintor Francisco Pacheco. La estancia de Cano en este taller, donde entabla una sólida amistad con Diego Velázquez, debe ser muy breve, pues se tiene constancia de que permanece en él sólo ocho meses y que después reanuda su formación junto a su padre, con quien aprende el arte de la arquitectura de retablos y "simetría y anatomía", materias en las que aflora su notable talento, y colabora con los pintores Juan del Castillo y Herrera el Viejo. Al mismo tiempo, parece ser que estudia las técnicas de la escultura en el taller de Martínez Montañés, enseñanzas que tendría la oportunidad de aplicar en varias colaboraciones con el imaginero onubense. Según el profesor de la Universidad de Sevilla Enrique Valdivieso, "Alonso Cano se entusiasma desde muy pronto con la belleza física que sabe traducir fácilmente en hermosura espiritual, aspectos que se reflejan cumplidamente en su obra".

Etapa sevillana. A los veinte años de edad ya ha concluido su formación y por lo tanto está en condiciones de ejercer su profesión artística. Sin embargo, no se examina para obtener el título de maestro pintor hasta 1626, un año después de que contraiga matrimonio con María de Figueroa, quien fallece en 1627. El 31 de julio de 1631 se casa en segundas nupcias con María Magdalena de Uceda Pinto de León. Su actividad artística en la capital hispalense se prolonga hasta 1638, por lo que la estancia de Alonso Cano en esta ciudad dura aproximadamente un cuarto de siglo. Tiempo suficiente para que se forje una excelente reputación, hasta el punto que en 1631 el pintor Juan de Uceda decide en su testamento que Cano concluya los trabajos que él deja sin terminar indicando que "en esta ciudad no hay nadie más capaz y digno para hacerlo". A veces, relata el profesor Valdivieso, "su forma de vida excede sus ganancias económicas, por lo que en 1636 es encarcelado por no pagar deudas contraídas, habiendo de ser su buen amigo y colega el pintor Juan del Castillo quien pague la fianza para que pueda obtener la libertad". En el Museo de Bellas Artes de Sevilla se puede contemplar una de sus más significativas obras de la etapa sevillana, San Francisco de Borja meditando sobre la muerte (1624), lienzo en el que es visible un tenebrismo de valores escultóricos, desde el que evolucionaría hasta una pintura de toque suelto, gran riqueza cromática, tonos intensamente luminosos y una factura técnica que alcanza su mayor maestría a partir de 1645. Evolución que puede seguirse en cuadros como Retrato de un eclesiástico (1625-1630), Cristo atado a la columna (1631), Cristo con la cruz a cuestas (1635), San Juan Evangelista , Visión de Jerusalén y Santa Inés  (1635-1637), todavía cercanos a Zurbarán y al Velázquez sevillano. Aunque, sin lugar a dudas, su dedicación a la escultura y a los retablos absorbe casi todo su tiempo en la capital hispalense. Como singulares ejemplos se pueden considerar el impresionante retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de la Oliva, en Lebrija (Sevilla), de 1629, y el de San Juan Evangelista del templo de las madres jerónimas de Santa Paula (Sevilla), de 1635. En estos casos la valentía de su concepto arquitectónico no sólo se expresa en el diseño y en la proporción de sus distintas partes "desde el suelo hasta el remate" o en la dinámica y estática de sus elementos, sino también en el relieve y los salientes de cornisas, en el adelantamiento de los sistemas de soporte, columnas y pilastras, y en los elementos escultóricos enmarcados por la arquitectura o concebidos como verdaderas partes principales de toda la propuesta plástica del conjunto.

Periodo madrileño. En 1638 la fama de Alonso Cano ya ha llegado hasta la Corte madrileña, desde donde es reclamado por el Conde Duque de Olivares para que sea profesor de pintura y dibujo del príncipe Baltasar Carlos. No parece que sean ciertas las explicaciones que aluden a un duelo con el pintor Sebastián de Llanos y Valdés como causa principal de su partida de Sevilla. En Madrid prospera y trabaja, junto a Velázquez, en encargos importantes para palacio, pero la desgracia vuelve a cruzarse en su camino. En 1643 su protector cae políticamente y en 1644, el 10 de junio, la joven esposa del artista María Magdalena es asesinada en su cama de 15 puñaladas. El asesino consigue escapar y se acusa a Cano de haber tenido parte en el hecho. Sometido a tortura, se le pone en libertad como inocente. Los escritores toman el hecho como parte de una vida con destino trágico y propia de novela, en especial Palomino, quien describe el suceso indicando razones de amoríos del artista y también especificando que, cuando el artista sufre torturas, "se determinó, de orden del Rey, que no le ligasen el brazo derecho. Hízose así, y sufrió el tormento aquel risco animado sin que le oyesen un ay, de que el Rey tuvo placer". El hecho está narrado con fecha 14 de junio de 1644, es decir, cuatro días después del asesinato. La documentación viene a demostrar que el prestigio social de Alonso Cano no baja y sólo tres años después ocupa el cargo de mayordomo de la Hermandad de Nuestra Señora de los Siete Dolores, que es la cofradía religiosa de los artistas madrileños. A raíz del suceso marcha a Valencia, viviendo, según parece, en la Cartuja de Portacoeli. En 1645 retorna a Madrid, donde firma el contrato para los retablos de Getafe. Aparte de los trabajos como arquitecto en arcos de triunfo efímeros (arco triunfal en la puerta de Guadalajara, con motivo de la llegada de Mariana de Austria) o fuentes, en escultura sólo quedan obras atribuidas por razones estilísticas y deducciones documentales, como son el Cristo de Lecaroz (Navarra) y el Niño Jesús con la cruz a cuestas de San Fermín de los Navarros (Madrid). Al contrario de lo que sucede en Sevilla, Alonso Cano centra su actividad durante este periodo en la pintura, que se aligera y se orienta a la búsqueda de una belleza ideal y de un colorido claro y refinado de origen veneciano, pero que permanece sensible al de Velázquez. Entre las obras pictóricas más interesantes de la etapa madrileña destacan su Inmaculada (1650-1652) "el artista granadino es uno de los principales creadores de este tipo de representaciones marianas", Noli me tangere (1646-1652), Milagro del pozo de San Isidro (1640) y Descenso al limbo  (1645-1652).

Regreso a Granada. En 1652, con la promesa de recibir las órdenes sagradas, solicita el cargo de canónigo ecónomo de la catedral de Granada, donde busca la anhelada paz espiritual. Pero de nuevo su vida se complica al chocar su temperamento con el cabildo catedralicio, en donde pretende entrar como beneficiario racionero. Junto a sus trabajos se suceden los roces, llegando a poner pleito al propio cabildo y recurriendo en Madrid a la protección e influencia de Felipe IV. Alonso Cano, al fin, consigue la plaza y deja en la catedral uno de los más bellos y equilibrados capítulos de nuestro arte barroco en pintura, escultura y arquitectura, aunque al final muera en la más absoluta pobreza. Mucho se ha escrito sobre estos años finales, pero quizás el testimonio más elocuente sea el propio texto de su testamento, estudiado por Harold E. Wethey en Alonso Cano. Pintor, escultor y arquitecto (1955): "Cano murió el sábado 3 de septiembre de 1667. Al día siguiente los canónigos celebraron una apresurada reunión de capítulo en el cual se registró el simple hecho de su fallecimiento de la forma más escueta posible. Los funerales se celebraron casi inmediatamente ese mismo día, y se le concedió su petición de recibir sepultura en la cripta de la catedral. Así, con tan poca gloria, se ponía fin a la vida y obra de uno de los más grandes artistas de España". Llama la atención su conmovedora declaración de que "a causa de su pobreza y numerosas deudas, no podía dejar dinero para que se le dijeran misas por su alma"" El mismo año de su fallecimiento es aceptada su traza para la fachada de la catedral granadina, ejecutada en los años posteriores. Para decorar el coro de la seo granadina trabaja en un gran ciclo de siete lienzos sobre la Vida de la Virgen (1652-1664), en los que se manifiesta cierto énfasis barroco y grandilocuente. Este conjunto, uno de los más importantes de todas las series de pintura del arte español, presenta una magnífica composición y ricos efectos de brillante cromatismo capaces de traducir la monumentalidad del marco en el que se desenvuelven los personajes.Según el profesor de la Universidad de Granada Ignacio Henares

Cuéllar, Alonso Cano alcanza en su villa natal su "cumbre expresiva" que acentúa "la emoción religiosa. Este emocionalismo supone una cualidad histórica y estética que tiñe la ideología y el arte españoles del último tercio de siglo". En esta época también se encuadran los lienzos de la Sagrada Familia (1653-1657), la Virgen del Rosario (1665-1666) y la Inmaculada (1660-1667) para el oratorio de la Sala Capitular de la catedral granadina. Por lo que respecta a la escultura, predomina la de pequeño tamaño, hecha con primorosa técnica, directa y personal, como recreándose en los temas y en las formas. De lo realizado, donde define una vez más su visión escultórica, hay que destacar una bellísima Inmaculada (1655-1656), hecha en madera de cedro y policromada, a un tamaño de 55 cm., incluido nubes y querubines. En ella el artista tipifica, de manera definitiva, el tema iconográfico con gran fortuna, hasta el punto que el cabildo de la catedral de Granada decide colocarla en la sacristía, "en un lugar más cercano y a la vista". Asimismo, son meritorias las esculturas de San José con el niño Jesús , San Antonio de Padua , San Diego de Alcalá y San Pedro de Alcalá conservadas en el museo de Bellas Artes de Granada o la Virgen de Belén (1664) y las figuras de Adán y Eva (1666-1667).

Escuela granadina. Los discípulos de Cano son numerosos. Uno de ellos, Sebastián de Herrera Barnuevo (1619-1671), se aproxima a la gran calidad de su maestro como dibujante y arquitecto y destaca como su principal ayudante en Madrid. En Granada domina de tal manera la escena que todos los pintores y escultores de su época intentan emularle. Entre los escultores, Pedro de Mena y José de Mora son excepcionales. Comienzan como seguidores pero se convierten en maestros destacados. Los pintores demuestran menos capacidad para conseguir su independencia o para aproximarse al maestro. Entre ellos destacan Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra, José Risueño y Juan Niño de Guevara. Alonso Cano es el gran maestro de la escuela granadina y su huella perdurará hasta nuestros días. Citado a menudo como escultor, logra sin embargo la calidad de los mejores pintores españoles y es, quizás, el único que inspirándose directamente en el Renacimiento, concibe un arte muy alejado del naturalismo y absolutamente envuelto de una preocupación lírica de belleza ideal. Las características de su estilo son tan personales que han generado el apelativo de "canesco", como su sello de identidad. Estilo que ha cautivado a generaciones y que le otorga fama universal, como demuestra su extensa obra repartida por los museos más prestigiosos del mundo. Sirvan como ejemplo los cuadros Vía dolorosa , en el museo de Worcester (Massachussetts, Estados Unidos) y Visión de San Juan Evangelista y Santiago el Mayor , en el Louvre parisino.[ Juan Larios Larios  / Javier Vidal Vega ].

 

 
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