Comarca. Uno de los territorios con mayor impronta histórica de Andalucía, en contacto con otros espacios históricos como el Marquesado del Zenete o Tabernas, es la comarca de las Alpujarras, un sorprendente espacio serrano continuo y unitario que, por los avatares de la demarcación provincial de 1833, se encuentra repartido casi a la mitad entre las provincias de Almería y Granada, pero que sin embargo conserva una indiscutible unidad geográfica, histórica y cultural.
La parte oriental, enclavada entre la ladera sur de Sierra Nevada (integrante de los Parques Nacional y Natural) y las vertientes norte y oeste de la Sierra de Gádor * , constituye la Alpujarra almeriense, cuya primera caracterización geográfica la forman precisamente los dos macizos serranos anunciados. La vertiente sur de Sierra Nevada en Almería se desarrolla en sentido oeste-este desde la frontera provincial con Granada a 2.000 m. de altitud en el Puerto de la Ragua * y en las máximas alturas provinciales del Chullo (2.610 m.) hasta el curso del río Nacimiento. Las vertientes alpujarreñas de la Sierra de Gádor, también con alturas que superan los 2.000 m., como los picos Colorado y Morrón, quedan definidas al oeste por la cabecera del río Adra "que aquí recibe el nombre de río de Alcolea" y al este por los piedemontes que se extienden al sur de Alhama de Almería, en la margen derecha del Andarax.
Los caracteres fisiográficos quedan completados si se alude a la configuración de un valle profundo, resguardado y singular en el que, con posición zonal e inclinación al este, se instala el río Andarax o Almería, cauce principal al que llegan pequeños tributarios, ramblas y barrancos de las vertientes norte (Barranco del Horcajo, río Chico, río Nacimiento) y sur (Barranco de Cacín, Rambla de Alcora) para formar una cuenca de algo más de 830 km 2 , que prácticamente coincide con la extensión total del territorio alpujarreño (844 km 2 ).
Montañas imponentes de más de 2.000 m., el terreno abrupto y quebrado salpicado de barrancos, el protagonismo del agua con fuentes y torrentes de montaña, las formaciones de encinares y en general la completa cliserie altitudinal de montaña mediterránea de Sierra Nevada. El valle del Andarax, los frutales, parrales, viñedos y cultivos en bancales típicamente mediterráneos, la armonía de las huertas y de otros aprovechamientos agrarios tradicionales con la naturaleza, las peculiaridades de los pequeños núcleos urbanos de raigambre morisca y una población muy mermada y envejecida, pero que históricamente sabe sacar partido de la hostilidad natural. Todo eso es una muestra representativa de los grandes contrastes y del alto interés que tiene este territorio desde distintos puntos de vista: paisajístico, naturalístico, rural, antropológico, e histórico, constituyéndose con todo ello las bases esenciales que determinan un alto potencial territorial para el desarrollo de actividades ligadas al turismo rural.
No hay que olvidar que la Alpujarra almeriense siempre está apartada de los grandes ejes y rutas de comunicación y que por ese mismo motivo es mucho menos conocida para actividades de ocio y turismo. Efectivamente, escondida entre tajos y barrancos, resguardada y hasta aislada por los murallones abruptos de los relieves serranos, la localización de ejes de comunicación siempre es difícil y la accesibilidad a la comarca es actualmente bastante baja. Así, las infraestructuras de acceso rodado poseen un marcado carácter intracomarcal.
Desde el punto de vista económico la Alpujarra de Almería es un espacio eminentemente agrario, caracterizado por la agricultura de secano (25% del total comarcal en 1998) y por una alta proporción de regadío (7,6% para el mismo año), donde no faltan, no obstante, otras actividades extractivas como la minería metálica en minas y "minachos" de pequeña dimensión que se encuentran ya abandonados. La base agraria, sustentada sobre una agricultura difícil en bancales denominados "paratas" y limitada en su producción general (cereal, uva de mesa, frutales como el castaño, manzano y cerezo, producción de caldos, mostos y vinos, y de aceite entre otros), genera verdaderos agroecosistemas, si bien en el siglo XXI adquiere un nuevo valor y una nueva dimensión dada por la revalorización de los productos naturales y de calidad, por el mantenimiento paisajístico del entorno rural y por la conservación de los recursos naturales. Todo estos elementos configuran tradicionalmente una zona deprimida económica y socialmente que constituye en las últimas décadas el detonante de fuertes corrientes migratorias. Efectivamente, en el contexto de las décadas de tránsito del siglo XX al XXI, la población de derecho de todos los municipios alpujarreños se ve mermada difiriendo al conjunto comarcal pérdidas de efectivos, esencialmente jóvenes, que en los años sesenta del siglo XX llegan a suponer la mitad del volumen; incluso a inicios de este siglo los saldos migratorios comarcales siguen siendo negativos y ciertamente elevados para el conjunto. Del mismo modo, la sangría migratoria determina el despoblamiento y, en consecuencia, densidades de población muy bajas.
Otra característica demográfica definitoria y común con otros espacios serranos es el preocupante envejecimiento de la población tanto por la base y que se explica por los escasos niveles de natalidad y fecundidad al producirse salida de efectivos jóvenes, como por la cúspide, con un engrosamiento muy superior a la media andaluza del grupo mayor de 65 años. Al hilo de lo anterior el crecimiento vegetativo comarcal es significativamente negativo, -6,5 % (2,3% de media andaluza en 1998), lo que redunda igualmente en una negativa reposición de la población. En definitiva, desde cualquier aspecto que se analice, la población se muestra con un claro carácter regresivo.
Los contrastes apuntados obligan a considerar al paisaje, a los recursos naturales y a las actividades asociadas, incluida la agricultura tradicional, natural, la ganadería y la industria de transformación agraria como el principal potencial del desarrollo local y comarcal y el principal factor de ventaja comparativa con otros territorios. Esta realidad viene siendo seriamente trabajada con la aplicación de los programas Leader I y II. Además del contenido agrario, la Alpujarra almeriense se configura como un espacio esencialmente forestal al ocupar éste más de la mitad del territorio, concretamente el 60%, donde resalta el valor del espacio arbolado, que se desarrolla a partes iguales con el desarbolado y de los que se derivan múltiples aprovechamientos (madera, resinas, aceites esenciales, actividad cinegética y piscícola y el sustento de una cabaña ganadera censada en más de mil cabezas). Esto constituye una de las fuentes de riqueza comarcal. Unido al espacio forestal, la presencia superpuesta del Parque Nacional de Sierra Nevada, creado en 1999 y del Parque Natural, declarado en 1989, incorpora un importante valor añadido a las actividades emergentes ya apuntadas.
En síntesis, con los espacios naturales protegidos, el espacio forestal y agrario, el paisaje único y las pequeñas poblaciones cargadas de historia, cultura y costumbres propias, la Alpujarra almeriense, rincón escondido y poco conocido de Andalucía, constituye un medio rural singular y pleno de atractivos donde el desarrollo territorial, social y económico pasa por la potenciación administrativa y particular de alternativas como las apuntadas más arriba.[ Antonio García Gómez ]
Para más información, visite Almeríapedia: http://almeriapedia.wikanda.es/wiki/Alpujarra_almeriense
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