f. Acción y efecto de alimentar. || 2. Suministro de corriente eléctrica a un circuito. || 3. Aprovisionamiento de agua a un acuífero. || 4. Suministro de combustible a un motor.
La acción de alimentarse en el ser humano exige la ingestión diaria de alimentos que aporten energía suficiente para los procesos metabólicos, e implica la ingesta * de agua, sales y diferentes productos que el organismo no sintetiza en cantidad al menos igual a la que el organismo pierde. Esa ingesta se valora en calorías. Se considera que el mínimo diario para un individuo adulto son 3.000 calorías, aunque una persona que no realiza esfuerzos físicos puede sostenerse con 2.000, en tanto aquellas que realizan trabajos que requieren gran esfuerzo pueden necesitar 4.000 e incluso más calorías diarias. Las necesidades alimenticias oscilan también en función de la edad y peso, entre otros aspectos. Componente fundamental de la alimentación son las vitaminas * , sustancias químicas que el organismo humano no sintetiza y cuya carencia provoca avitaminosis, entre otras enfermedades. Cada alimento contiene determinadas vitaminas, por lo que una dieta equilibrada exige el consumo de numerosos alimentos. La evolución humana convierte la necesidad de la alimentación en habilidad y la transforma en un rasgo cultural relevante, pues cada pueblo muestra hábitos propios en función de sus necesidades o las posibilidades de su entorno. Alimentarse convierte así en ciencia la nutrición * , y en arte la gastronomía * .
La alimentación en Andalucía reviste rasgos peculiares, dentro de su clara pertenencia a un área cuyo conjunto de hábitos alimenticios, crecientemente valorados, vienen definidos como dieta mediterránea * , caracterizada por una importante utilización de aceites vegetales, y alto consumo de pescados, frutas y verduras y menor de carnes que en otras áreas del mundo, incluido el centro y norte de Europa. Estas prácticas alimenticias se revelan saludables y propicias para reducir algunas de las obsesiones del hombre actual, como el colesterol o la tensión arterial, además de mostrarse ricas en un amplio abanico de vitaminas.
Dichas prácticas alimenticias se basan en la riqueza y variedad de la propia oferta agraria andaluza, tradicional productora y exportadora de productos muy valorados "aceites, vinos, conservas", a los que en las tres últimas décadas se unen nuevas producciones "hortalizas, verduras frutas", con su incidencia en la alimentación, como pone de relieve la popularización del aguacate o la fresa. Todavía hoy, pese a la entrada de las multinacionales de la alimentación en ella, la industria agroalimentaria * supone un tercio de toda la industria andaluza.
En relación con el conjunto de España, la alimentación andaluza muestra más consumo de cereales y legumbres y menos de leche y queso, así como una sensible mayor utilización del aceite de oliva. Andalucía consume más carne de cerdo y pollo que el promedio español, pero menos cordero y vacuno y, contra lo que pueda creerse, y por razones no solo económicas, también menos jamón y menos mariscos, excepto gambas y langostinos. Llama la atención que mientras dos de cada tres andaluces reconocen comer carnes o embutidos casi a diario, sólo una cuarta parte declara ingerir verduras cotidianamente. En legumbres, Andalucía mantiene niveles sensiblemente superiores al resto del país, destacando los garbanzos, pero también es más alto el consumo de patatas y de tomates. Razones climáticas pueden explicar también un mayor consumo de helados y cerveza y un menor de vino. En frutas, Andalucía supera los niveles españoles en naranjas, plátano, melón y sandía, pero queda por bajo de otras comunidades en consumo de manzanas y melocotón.
Andalucía no es ajena en los últimos lustros a los profundos cambios en los hábitos alimenticios de los españoles, como el aumento de las comidas fuera del hogar, el mayor consumo de productos congelados y precocinados o la intensificación de la comida rápida "pastas, hamburguesas", y aunque el mayor nivel económico lleve a la desaparición del hambre * "casi una constante histórica, pese a la fertilidad de la tierra, y bien presente todavía en la dura posguerra" aparecen otros problemas, propios de una sociedad muy diferente, entre los que se señalan el excesivo consumo de alimentos grasos "mantequilla, embutidos, carnes", así como de alimentos refinados y muy elaborados "bollería, productos azucarados", mientras desciende el consumo de frutas y verduras y crecen enfermedades como la anorexia * , que muestran una incidencia preocupante en las capas más jóvenes de la población femenina; o, por el contrario, la obesidad infantil, motivada por exceso de consumo de golosinas y bebidas con gas. Puede afirmarse que pese al prestigio de la aludida dieta mediterránea, la práctica alimenticia de los andaluces, por la presión de tendencias internacionales, tiende en gran medida a alejarse de ella, en tanto aparecen en muchos casos la sobrealimentación y el despilfarro.[ Antonio Checa Godoy ]
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