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ACADEMIA |
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f.(Del latín
academia
y éste del griego
akademeia
).Jardín cerca de Atenas en el que enseñaron
Platón y otros filósofos griegos.||
2.
Nombre que adoptan, especialmente desde el
Renacimiento, numerosas sociedades científicas, literarias o
artísticas.||
3.
Nombre que reciben algunos establecimientos
dedicados a la enseñanza.||
4.
Edificio que alberga una de estas
instituciones y lugar donde se reúnen los académicos.
El afán demostrado por el hombre por cultivar,
desarrollar y difundir el saber tuvo como primer germen institucional las
academias. El término academia debe su etimología al ciudadano griego
Akademos, quien cede a los atenienses sus jardines en las afueras de la
ciudad. Cicerón consolida el término al denominar academias sus villas de
Poteolo y Tusculum, pasando a significar desde entonces "sociedad de
eruditos". Desde la Galia hasta el norte de África, los romanos, egipcios
y hebreos van engrandeciendo la institución, que logra su primer
esplendor en el Renacimiento, con academias como la fundada por
Leonardo da Vinci en Milán o Bertoldo en Florencia, que frecuenta
Miguel Ángel.
La primera muestra de la llegada del
movimiento académico a Andalucía la encontramos en el siglo X durante el
reinado del califa omeya Abderrahmán III
*
, quien erige una Academia que habrá de ser
una de las más importantes de la historia andaluza. Córdoba, Granada y
Sevilla se convierten en centros de la expansión y divulgación de la
cultura. Los califas omeyas y luego los reyes abbasíes establecen
numerosos centros de carácter cultural. En esta época nace la Academia de
Lucena "Academia de Estudios Talmúdicos" promovida por el importante
núcleo judío de la ciudad, en ella participan poetas e intelectuales.
Alcanza su mayor auge a finales del siglo XI y principios del
siguiente.
En el Renacimiento la institución alcanza
un periodo de esplendor en Andalucía. Su situación geográfica, paso
hacia el Nuevo Mundo, y la abundancia de literatos y científicos en
ciudades como Sevilla favorecen un despegue inusitado de las academias,
especialmente las literarias.
Las academias ofrecen desde sus principios
un carácter propio, un estilo de enseñanza y divulgación liberal, lejos
de las correosas normas que sujetan el sistema universitario. Existen
unos códigos y unos hábitos propios de cada academia, así como la
presencia de una figura que sirve de guía. Dentro de las costumbres y
hábitos resulta destacable por su singularidad la ceremonia del
vejamen
. Dentro de las sesiones plenarias, los
académicos ponen de manifiesto los defectos, incluidos los físicos y
morales, de sus compañeros, sin que ninguno de ellos pueda escapar de la
crítica. Desde los siglos XVI al XVIII conocemos la aparición de multitud
de academias andaluzas, sobre todo en Sevilla, Córdoba, Granada y
Cádiz, muestra de la inquietud intelectual de la época y del afán por el
saber que antes mencionábamos.
Sevilla ve nacer la primera academia
renacentista andaluza de relevancia. Es la Academia de Hernán Cortés
(1544-1547). No todas las Academias tienen un carácter permanente. La
mayoría surgen para conmemorar algún acontecimiento y con el mismo
desaparecen. La Academia de Francisco de Medina da fe de ello. Fundada en
1563, protagoniza algunos actos y desaparece en el mismo año.
En los siglos XVI y XVII se hace frecuente
la creación de academias. La Academia del Conde de Gelves es fundada en
1565 por Álvaro de Portugal, conde de Gelves, quien reúne a numerosos
intelectuales de Sevilla como Fernando de Herrera, Juan de Mal Lara,
Juan Sáenz de Zumeta, Fernando Pacheco, Baltasar de Alcázar, Cristóbal
de las Casas, Argote de Molina y Juan de la Cueva.
La Academia Mal Lara, fundada en 1566, va
llenándose de valiosos objetos a lo largo de su existencia convirtiéndose
más en museo que en academia. Se conocen como concurrentes habituales a
Fernando de Herrera, el doctor Peremato, el doctor Matías Jiménez, Álvaro
de Portugal y el licenciado Suárez. En el mismo año y establecida en el
Aljarafe nace la Academia de Pedro Villegas Marmolejo, en la que era
frecuente la presencia de escritores, pintores y poetas. Diez años más
hay que esperar para presenciar el nacimiento de una nueva Academia, la
del Marqués de la Algaba, fundada en 1576 y de la que conocemos pocos
datos. El escritor sevillano Rodrigo Fernández de Ribera, secretario
del mismo marqués de la Algaba, es uno de los concurrentes más
asiduos.
Aunque lentamente, la figura de las
academias va consolidándose en la sociedad andaluza y pasan a representar
roles sociales y desempeñar servicios propios de la administración como
la enseñanza o el mantenimiento de bibliotecas. Así la Academia de Ochoa,
fundada en 1598, a la que acudía Miguel de Cervantes, es constituida
probablemente por enemigos de Lope de Vega. La Academia de Hernando
León, creada en 1580, poseía una soberbia biblioteca y agrupaba a
numerosos escritores, al igual que la Academia del Duque de Alcalá,
constituida en 1606, fundada por Fernando Afán de Ribera Henríquez, llega
a poseer una de las mayores bibliotecas de España y recibe elogios de
Lope de Vega y Cristóbal de Mesa. En la sevillana Casa de Pilatos se
reunían Pacheco, Alonso Cano, Juan de la Cueva y otros, convirtiendo a la
Academia del Duque de Alcalá en el punto neurálgico de la cultura
hispalense.
La difusión de las grandes obras cobraba un
importante papel dentro de los cometidos de las Academias. Hay constancia
de que en la Academia de Francisco Pacheco se leen total o parcialmente
obras como
Rinconete y Cortadillo
y
Vida del escudero Marcos de Obregón
. Entre sus concurrentes más destacados se
encuentran Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Pablo de Céspedes y Vicente
Espinel. De otras academias sólo llegan datos acerca de su creación como
son la Academia de Antonio de Vera (1607) o la Academia Juan de
Arguijo, fundada en 1600 y a la que asistían Ortiz Melgarejo, Juan de
Jáuregui, Rodrigo Caro y Francisco de Rioja. Desaparece en 1628.
El impulso academicista de la capital hispalense se
extiende a los núcleos urbanos relevantes de Andalucía. Así, en la
universitaria Osuna (Sevilla) hay constancia de la Academia de Sandoval,
fundada en 1567, en torno a la que se reúnen bachilleres, médicos y
juristas. A ella acude el poeta Barahona de Soto mientras cursaba sus
estudios en la ciudad.
En Cádiz había existido la Academia del
Marqués de Jamaica, fundada en 1672. Se conoce de ella una reunión,
presidida por Diego de Contreras y dedicada a los días de la Reina
Mariana. Las Academias no estuvieron exentas de críticas por sectores
que las tachaban de elitistas y las acusaban de haber perdido la cercanía
con el pueblo. Buena prueba de estas críticas la encontramos en Córdoba,
donde Salas Barbadillo en
La peregrinación sabia
(1635) describe una Academia ficticia
formada por animales: perro, caballo, tordo, águila, ruiseñor, tórtola,
mono y gato.
La Academia Santa Isabel de Hungría.
El nacimiento de una academia requería el
impulso de alguna granfigura del mundo cultural. Así, en 1660, Bartolomé
de Esteban Murillo, Francisco de Herrera el Mozo, Juan de Valdés y
otros insignes pintores y artistas fundan en la Casa de la Lonja de
Sevilla, una escuela o academia para la enseñanza de las Bellas Artes,
que funciona hasta finales del siglo XVII. Más adelante, en 1759, un
grupo de artistas retoma la labor de esta academia y comenzaron la
enseñanza de pintura, escultura y arquitectura. Alcanza gran notoriedad
y en 1771 el monarca Carlos III le otorga Protección Regia. En esta
época era Francisco de Bruna y Ahumada quien ostentaba la dirección de la
Escuela. Carlos III concede además auxilio económico y nombra protector a
Bruna y Ahumada. Desde entonces tiene carácter oficial como Escuela de
las Tres Nobles Artes, y goza del título de Real por la protección del
citado monarca. Ya en el XIX, la Reina Gobernadora Doña María Cristina,
en nombre de su hija la Reina Isabel II, accede en 1843 al nombramiento
de la Real Escuela como Real Academia de Nobles Artes de Santa Isabel.
Una de sus actividades más importantes en esta época es la creación del
Museo de Bellas Artes de Sevilla.
En 1849 se publica un Real decreto por el que todas
las Academias de Nobles Artes deben reorganizarse. Además de la de
Isabel de Hungría la Academia de San Fernando, también en Sevilla, es
objeto de esta reorganización. La estructura y fines de todas ellas
cambia radicalmente. A partir de ahí pasa a denominarse Real Academia de
Bellas Artes de Primera clase de Sevilla. Por decreto de 1892, las
enseñanzas artísticas pasan a depender del Rectorado de la Universidad,
en buena relación con la Academia, intensificando ésta sus tareas
culturales. A petición del pintor Don Virgilio Mattoni (1896), reiterado
por éste y por Don José Sebastián Bandaran (1921), se pide que la
Academia se titule de Santa Isabel de Hungría, siempre en atención a la
Santa Titular de la Reina Isabel II. La Academia se rige por el antiguo
reglamento hasta 1942, cuando es aprobado uno nuevo, que estuvo vigente
hasta 1980, en esa fecha el Ministerio de Educación aprueba unos nuevos
que perduran hasta 2001, fecha del último cambio de reglamento. La Reina
de España, Doña Sofía, ocupa plaza de Académico de Honor.
Granada también tiene su actividad
academicista, pero se trata sobre todo de la celebración de academias o
reuniones anuales. Una de ellas tiene lugar el 8 de diciembre de 1660 en
honor del príncipe don Carlos, siendo presidente y promotor Pedro Alfonso
de la Cueva Benavides. Otra, celebrada en casa del duque de Alburquerque,
tiene lugar el 29 de enero de 1662 y es presidida por Juan Trillo y
Figueroa. De una tercera tenemos pocos datos, está presidida por Benito
Jacinto de Gadea y Castillejo. Además de éstas, se promovieron numerosas
reuniones de corte academicista auspiciadas por Gonzalo de Córdoba y
Pedro Granada Venegas. Pedro Soto de Rojas cita otra academia, la de
Sebastián López Hierro de Castro.
La Academia de Medicina de Sevilla.
Esta continua actividad academicista va a alcanzar
unos de sus momentos más importantes a finales del siglo XVII. Un joven
médico, Juan Muñoz y Peralta, renuncia en 1693 a su cátedra en la
Facultad de Sevilla al mostrar su disconformidad con los anticuados
métodos universitarios. Muñoz y Peralta funda la Venerada Tertulia Médica
Hispalense que tiene buena acogida entre los profesionales de la ciudad,
aunque no faltan las críticas de ciertos médicos que, formados únicamente
en el ámbito universitario, tildan a sus miembros de cismáticos, herejes
y los acusaban de practicar doctrinas peligrosas. Esta pugna habría de
durar casi todo el siglo XVII, si bien son muchos los catedráticos que
entraron a formar parte de la Tertulia. De esta Venerada Tertulia nace en
1700 una Regia Sociedad por decreto de Carlos II. Unos meses más tarde el
nuevo monarca, Felipe V, le concede Célula Real. El apoyo recibido en
escaso margen de tiempo por dos monarcas distintos supone un espaldarazo
definitivo para el mantenimiento de la Tertulia, que a los ocho años de
existencia pasa a llamarse Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias
de Sevilla. Se reciben solicitudes de ingreso desde todo el país. Se
acuerda que la presidencia la debe ostentar una personalidad médica que
esté en la Corte y pueden influir favorablemente en el desarrollo de la
entidad sevillana. Lo es el médico personal de Isabel de Farnesio, la
segunda esposa de Felipe V, llamado don José Cervi, al que se da el
título de Presidente Perpetuo, y ocupa el cargo hasta su muerte en
1748. Ya en el siglo XIX, por Real Orden, la Regia Sociedad pasa a
titularse Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Durante tres
siglos la entidad mantiene su trabajo y su prestigio continuando la labor
divulgativa de sus orígenes a través de sesiones públicas (publicadas
igualmente en
Memorias Académicas
), premios y conferencias con el fin de fomentar la
investigación y el estudio.
Es el siglo XVIII el movimiento académico cobra su
carácter propio. En 1751 se funda la Academia Sevillana de Buenas Letras.
Creada a partir de un centro literario, sus estatutos son aprobados por
el Supremo Consejo de Castilla y sancionados más tarde por Fernando VI,
que le otorga el título de Real en 1752. En los mismos años se fundan las
Reales Academias y Escuela de Bellas Artes y en Cádiz la Real Academia
Provincial de Bellas Artes. Ésta tiene sus orígenes en el año 1777, y
ya al año siguiente se convierte en Academia. Desde su nacimiento
desarrolla sus actividades en bien de la cultura gaditana, contribuyendo
de modo eficaz a la custodia y salvaguarda de sus obras de arte. Promueve
el Museo de Cádiz, en donde están expuestas, en calidad de depósito, la
mayor parte de sus colecciones artísticas. En tiempos pasados, regenta la
famosa Escuela de las Tres Nobles Artes hasta su extinción a finales
del siglo XIX. En 1876 simultanean las Ciencias y las Letras dos
academias gaditanas, la Real Academia Gaditana de Ciencias y la Real
Academia de Letras y la hispano-americana de Ciencias y Artes.
La Real Academia de Ciencias Veterinarias de
Andalucía Oriental en Granada tiene su origen en la Academia
Médico-Veterinaria Matritensis, creada en 1850 y en años posteriores las
Academias de Veterinaria de Barcelona y la de Valencia. Después de un
largo periodo de tiempo promovidas por el Consejo General de Colegios
Veterinarios de España, nacen las de Ciencias Veterinarias de
Andalucía Oriental, la Sevillana de Ciencias Veterinaria, y la de
Ciencias Veterinarias de Madrid, convertida en la Real Academia
Nacional de Ciencias Veterinarias. Tras diversas reuniones en los
Colegios Oficiales de Veterinarios de Almería, Granada, Jaén y
Málaga, cristaliza la vieja aspiración de los veterinarios de la alta
Andalucía de contar con una Academia regional continuadora de la
tradición científica firmemente arraigada en dichos Colegios, con la
finalidad de cultivar y estimular el estudio y la investigación en los
distintos campos de las Ciencias Veterinarias. En septiembre de 1974 se
presenta por la Comisión Gestora el proyecto de estatutos de la nueva
entidad, que son aprobados en el Pleno del Consejo General de Colegios
Veterinarios de España, el 30 de septiembre de 1974. En el primer Pleno
de la Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental,
celebrado el 20 de marzo de 1975 en Pegalajar (Jaén), se nombra
presidente de la misma a Juan Manuel Sepúlveda Gil, y se constituye la
primera Junta de Gobierno. El 20 de octubre de 1999, el Rey Don Juan
Carlos I le concede el título de Real Academia. Pocas ciudades
importantes quedan al margen de este movimiento pro academias. Málaga
contará con la Academia de San Telmo y Jerez de la Frontera con la de
San Dionisio.
El franquismo se significa por el afán de
controlar las academias, que se integran obligatoriamente en el
Instituto de España (1938), establecido primero para las academias
madrileñas y extendido luego al resto. En la práctica, el instituto
ignora a las academias no madrileñas. Por ello, cuando se comienza a
suavizar la dictadura, las academias andaluzas buscan un acercamiento y
una mayor colaboración e inician reuniones conjuntas como las
celebradas en 1966 "Córdoba" y 1968 "Sevilla.
El presente.
La etapa democrática representa un periodo de
expansión para las academias andaluzas, con la creación de un buen número
de nuevas instituciones y con el incremento de la actividad e influencia
de las ya existentes. Fruto de esa nueva etapa es la creación del
Instituto de Academias de Andalucía, que aglutina a la mayoría y más
representativas academias andaluzas y que tiene su sede en Osuna
(Sevilla), en el edificio de la antigua Universidad. Iniciativa que sale
del Primer Congreso Andaluz de Academias, celebrado en Granada en 1979,
aunque el Instituto no es aprobado formalmente por el Parlamento
Andaluz hasta 1985. Los congresos, que son bienales, seguirán
celebrándose de forma rotatoria en distintas ciudades andaluzas
(Córdoba en 1981, Cádiz en 1983, Sevilla en 1985, Málaga en 1987). En
1992 se celebrará en Andalucía el primer Congreso Iberoamericano de
Academias, y a su calor surge la Academia Iberoamericana de
Farmacia, con sede en Granada. El reconocimiento institucional de las
academias lleva implícito el que se inicien unas ayudas anuales para sus
actividades por parte de la Consejería de Educación, que en 1998
superan por primera vez los 20 millones de pesetas "120.000 euros". A lo
largo de los años noventa siguen creándose nuevas academias hasta el
punto de que en una de sus reuniones, miembros del Instituto de
Academias de Andalucía manifestaban su inquietud por la proliferación
de instituciones que no siempre tienen justificación científica o
incluso geográfica. Al inicio del siglo XXI existen en Andalucía seis
academias con sede propia permanente y personal administrativo, doce más
tienen sede propia, pero carecen de personal, en tanto cinco más
carecen de sede estable y de personal administrativo dependiente de
ellas.
Las academias andaluzas tienen un número de
miembros "académicos de número" que oscila entre los 20 de las más
reducidas y 50 en las más numerosas. Algunas, como la de Ciencias
Veterinarias de Andalucía Oriental con sede en Granada, tienen una
estructura descentralizada, con secciones, como en este caso, las de
Almería, Jaén y Granada. La Iberoamericana de Farmacia tiene
numerarios a los dos lados del Atlántico. Algunas, como la de Bellas
Artes de Cádiz, San Telmo de Málaga o la de Bellas Artes de Córdoba
disponen de excelentes bibliotecas. En 1995 una academia andaluza, la
de Córdoba, asumía el cometido de informar a la Junta de Andalucía
sobre los escudos y banderas de los municipios de la comunidad, tarea
que desempeñaba hasta entonces "con fuerte demora en los informes" la
Real Academia de Historia de Madrid.
Asimismo, diversos colectivos utilizan la
estructura academicista para la defensa y desarrollo de sus
instituciones. Son los casos, por ejemplo, de la Academia Andaluza de
Gastronomía
*
y la Academia Andaluza del Vino
*
. Tras celebrar diversas reuniones, en 1980
diversas instituciones, academias, peñas y cofradías de Andalucía
relacionadas con la gastronomía deciden fundar dichas academias para la
defensa y divulgación, respectivamente, de la cocina y los caldos
andaluces, aunque hasta 1988 no se aprueba formalmente su constitución.
El primer presidente de la Academia de Gastronomía es el periodista
Joaquín Carlos López
*
Lozano, quien antes de su fallecimiento
logra que esta Academia contase en sus filas con representantes de las
ocho provincias andaluzas.
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