El origen cristiano de esta festividad, que se celebra el 3 de mayo, está en la leyenda acerca del hallazgo por la emperatriz Helena de la cruz en la que fuera crucificado Jesús en los Santos Lugares en el año 326. Sin embargo, pocas veces nos podemos encontrar con un ejemplo tan claro del proceso de cristianización de ancestrales ritos primaverales relacionados con el culto a los árboles y el poder simbólico de regeneración que representa la primavera. Origen que contribuye a explicarnos el que hayan sido y sean festejos con un fuerte contenido lúdico, razón que explica los frecuentes intentos de control e incluso de prohibición por parte de la Iglesia de estas fiestas.
Otra característica propia de estas fiestas suele ser el protagonismo que asumen las mujeres, quienes organizan los espacios festivos, diseñan la ornamentación, aportan las macetas y flores con las que se decoran, recaudan los fondos necesarios y protagonizan los propios actos festivos que tienen lugar delante de la cruz.
Las cruces de mayo son fiestas que forman parte de la memoria colectiva de la mayor parte de los pueblos andaluces, aunque hoy no en todos ellos se mantienen. Declinan, según Julio Caro Baroja, a comienzos del siglo XX, pero se recuperan a tenor del generalizado interés por la recuperación de fiestas tradicionales. Se dan dos variedades de estas fiestas:
La primera corresponde a localidades en las que se acentúa el carácter informal de su celebración y el protagonismo activo de las mujeres. El número de cruces puede variar de un año para otro, al igual que su ornamentación e incluso los actos que se desarrollen en calles, plazas y patios de vecinos.
Dentro de esta tipología destacan las Cruces de Mayo de Córdoba, de Granada y de Lebrija (Sevilla). En ellas, con sus correspondientes particularismos locales (música, ornamentación, gastronomía), las cruces se levantan en las calles o plazas y están formadas por una estructura recubierta de flores, generalmente claveles, rodeadas de macetas; llegándose a conformar, en el caso de Lebrija, un verdadero altar con visillos, colchas, mantones y otros objetos ornamentales domésticos. También se decoran los balcones de las casas próximas con mantones o telas ricamente bordadas, y las paredes con abundantes macetas, creando así un espacio festivo que se complementará con un lugar acotado donde poder bailar y cantar.
Festividades de cruces con estas características las podemos encontrar en otras muchas poblaciones andaluzas, sobre todo en las provincias de Huelva, Sevilla, Córdoba y Granada. En otros casos, las cruces no se engalanan en las calles, sino en el interior de viviendas. Uno de los ejemplos más espectaculares sería el de la pequeña población cordobesa de Añora, en el que las mujeres, con gran sigilo para evitar que otras vecinas conozcan y puedan imitar su labor, engalanan milímetro a milímetro la habitación de una de las casas de la calle, recubriendo paredes y techos con telas, gasas, tules, etc., formando elaborados dibujos geométricos. En el centro de la habitación se ubicará una pequeña cruz de madera vestida de blanco, y de la que se prenden medallas, cadenas, y otras alhajas. La misma costumbre es practicada en otros lugares, como Pozoblanco (Córdoba) o Alosno (Huelva).
El segundo modelo correspondería a fiestas de mayo articuladas en torno a hermandades y mayordomías. Es posible que la festividad tenga por patrocinadora únicamente a una hermandad, generalmente de la Vera Cruz; en tal caso, sus actos serán se integran dentro del ciclo anual, sin otra relevancia que el boato que pueda costear la hermandad.
En la población onubense de Bonares, son 12 las cruces que cuentan con hermandad, correspondiendo cada año a una de ellas (para lo que se designa a una mayordoma) organizar los costosos actos festivos que se celebran en honor de la Santa Cruz el jueves, sábado y domingo tercero del mes de mayo, que incluyen una procesión de todas las cruces. Dentro de esta misma tipología, son también numerosas las poblaciones donde la existencia de dos cruces, con su respectiva hermandad, expresa en términos simbólico-rituales la subdivisión en mitades * de la sociedad local. En la población sevillana de Aznalcóllar (Sevilla), las mitades se organizan en torno a las cruces de Abajo y de Arriba, con la particularidad de que sus actos se celebran actualmente el mes de agosto y no todos los años, dado los elevados gastos.
En Villalba del Alcor (Huelva) son las cruces del Cerrillo y de Barritraga las que polarizan esta subdivisión simbólica; en La Palma del Condado, las cruces de la calle Sevilla y la calle Cabo; en Almonaster la Real, las cruces de La Fuente y del Llano (además de otras cruces en las aldeas del término municipal) y en El Berrocal, las hermandades de Arriba y de Abajo. En este ultimo pueblo la carga simbólica es muy fuerte: designación de los mozos de bandera, riqueza de los aparejos con ricos bordados de oro y pedrerías de las bestias del romero (animales de tiro engalanados para la ocasión), hincado de la bandera sobre el romero que portan estos animales, coplas con las que ensalza la cruz propia y se desprestigia la ajena, etc. Por último, también hay que reseñar el importante papel jugado por las fiestas de las cruces de mayo en los procesos de socialización de los niños andaluces. En ciudades como Córdoba o Sevilla es muy frecuente encontrar en estas fechas a niños que portan cruces, más o menos engalanadas, en pequeños pasos con costaleros. Y en ciudades como Puente Genil se celebra la Semana Santa Chiquita, los días 1, 2 y 3 de mayo (que se hacen equivaler al miércoles, jueves y viernes santos), donde los niños procesionan, con idéntica seriedad y similar ritual que sus mayores varias semanas antes, las reproducciones a pequeña escala de los pasos e imágenes de la Semana Santa. [ Juan Agudo Torrico ].
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