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ALBERTI, RAFAEL

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(el puerto de santa maría, cádiz, 1902-1999). Poeta. De una familia bodeguera venida a me­nos, nace Rafael Alberti Merello "en una inesperada noche de tormenta, según alguna vez oí a mi madre, y en uno de esos blancos puertos que se asoman a la perfecta bahía ga­ditana". De abuelos italianos, que son cosecheros y propietarios de viñedos, su familia pierde caudal, pues su padre, y aún él mismo, ejerce como representante de vinos ajenos. Alumno en el colegio jesuita de San Luis Gonzaga, en su infancia ya siente una especial predilección por el dibujo y la pintura, una vocación que abraza cuando en mayo de 1917 interrumpe los estudios de bachillerato en su cuarto año y se traslada a Madrid con toda su familia: "La niñez libre, el mar, las huidas clandestinas del colegio y el temblor fértil de los primeros sentimientos forman un hilo mitológico que se impone con mucha frecuencia en la literatura albertiana "escribe Luis García Montero". Es un mundo importante, primer condensador de algunos de los aspectos centrales de su estética". Hay, pues, un primer Alberti pintor ""lo más avanzado que se hacía en España", rememora José Corredor-Matheos", que se forma en academias y como copista en el Museo del Prado, interpretando a Zurbarán y a Goya, pero iniciándose en el impresionismo y en el cubismo, durante su etapa de aprendizaje: "Hacia 1921 "rememora el propio Alberti"comienza mi vocación literaria. Escribo algo ya, pero todavía pinto. Con una exposición de dibujos y cuadros en el Ateneo madrileño, me despido de mi primera vocación".

"Marinero en tierra". En 1923, retirado por motivos de salud en la sierra de Guadarrama, comienza a escribir Marinero en tierra , al que Alberti considera "mi primer libro orgánico de poemas". En un principio, se confiesa discípulo de Gil Vicente y los Cancioneros Musicales de los siglos XV y XVI, en los que se inspira entonces. En 1925, cuando empieza a escribir La amante , Antonio Machado, Ramón Menéndez Pidal, Carlos Arniches, Gabriel Miró y Jo­sé Moreno Villa figuran en el jurado que brinda a Ma­rinero en tierra el Premio Nacional de Literatura. Ya por aquella época, es amigo de José Bergamín, Juan Ramón Ji­ménez ""su triple paisano, por tierra, mar y cielo del oeste an­daluz"" le brinda la carta que figura como pórtico a su primer libro y frecuenta la Residencia de Es­tudiantes de Madrid, donde contrae la amistad de Federico García Lor­ca, Salvador Dalí, Luis Buñuel o Moreno Villa, trabando tam­­bién relación con otros escritores coetáneos: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Las relaciones personales van formando el entorno literario de Alberti, desde la Málaga donde Emi­lio Prados y Manuel Altolaguirre publican Litoral , "la me­jor revista de poesía de aquellos años", a la Sevilla de Ig­na­cio Sánchez Mejías, cuya relación frecuenta tras serle presentado por José María de Cossío y en donde trabará nuevos vínculos con otros dos escritores de su promoción, Fernando Villalón y Luis Cernuda. De entre todos ellos, sólo Emilio Prados emularía con posterioridad a la proclamación de la Segunda República el compromiso político y de agitación sindical que asume Rafael Alberti.

Al margen de algún desliz alimenticio ""Domecq, Poema al Ilmo. Sr. Vizconde de Almocadén", de 1928, evidentemente antípoda a todo sentir revolucionario", su poesía explora diversos contenidos líricos, desde El alba del alhe­lí , que escribe en Rute, a títulos como Cal y Canto , So­bre los ángeles , Sermones y moradas o Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos , dedicado a los hé­roes del cine mudo. Pablo Neruda, por esas fechas, le escribe desde Java y Alberti tiene oportunidad de conocer, en ma­­nuscrito, su Residencia en la tierra . El poeta portuense re­cuerda que, por esa época, empieza a intervenir en las lu­chas juveniles contra la dictadura del general Primo de Ri­vera y ensaya con Elegía cívica , un primer intento de poesía social y política. Ese libro aparece el 1 de enero de 1930, que para el poeta supone "una fecha simbólica del ini­cio de una nueva era, de una nueva actitud vital y de una con­cepción diferente de la poesía", en palabras de Antonio Ji­ménez Millán: "Me sentí entonces a sabiendas un poeta en la calle, un poeta "del alba de las manos arriba", como es­cribí en ese momento. Intenté componer versos de trescientas o cuatrocientas sílabas para pegarlos por los muros, ad­quiriendo conciencia de lo grande y hermoso de caer en­tre las piedras levantadas, con los zapatos puestos, como de­sea el héroe de la copla andaluza"."Con los zapatos pues­­tos/tengo que morir,/ que, si muriera como los valientes,/ hablarían de mí", reza la canción popular recogida en el primer número de la revista Octubre y que da título al pri­mer poema de la Elegía cívica , que él definirá como un tipo de poesía "subversiva, de conmoción individual". Pri­mer paso, acota Jiménez Millán, hacia su militancia posterior.

"La cola del cometa". En ese año conoce a María Teresa León, escritora y activista que terminaría siendo, según sus propias palabras, "la cola del cometa", junto a Rafael Alberti. Pocos meses después, contraerán matrimonio. En Rota, durante un viaje flamenco a Cádiz con IgnacioSánchez Mejías, María Teresa y él se enteran de la proclamación de la Segunda República, a 14 de abril de 1931. Poco antes, a 26 de febrero y aún durante la "dictablanda" de Berenguer, Rafael Alberti estrena su primera obra teatral, El hombre deshabitado , que a juicio de Robert Ma­rrast, supone el manifiesto de su compromiso al concederle al hombre la capacidad de rebelarse ante el creador y luchar por su propio destino. La representación constituye todo un escándalo por los ecos políticos y culturales que entraña su libreto, cuyo éxito final le llevará a escribir una nueva obra en la que la filiación política ya es nítida: Fermín Galán , es­tre­nada por Margarita Xirgu en el Teatro Español de Ma­drid, a 1 de junio de 1931. Los capitanes Galán y García Her­­nández, son fusilados en los últimos días de 1930, tras su­­blevarse sin suerte a favor de la República: "Las críticas so­­bre Fermín Galán distaron mucho de las elogiosas de El hom­­bre deshabitado . Los diarios católicos pedían poco me­nos que mi cabeza, y los republicanos, no escatimando algunas alabanzas para ciertos pasajes de la obra, señalaban sus evi­dentes errores, considerando el principal la falta de perspectiva histórica para llevar a escena episodios que casi acababan de suceder. Eso, en parte, era cierto. Pero mi mayor equivocación consistió sin duda en haber sometido un ro­man­ce de ciego, cuyo verdadero escenario hubiera sido el de cual­quier plaza pueblerina, a un público burgués y aristocrático, de uñas todavía, sectario en cierto modo y latentes en él, aunque no lo supiera, todos los gérmenes que en el curso de muy pocos años se desarrollarían hasta cuajar en aquel sangriento estallido que terminó con el derrumbe de la nueva República".

Compromiso político.  A partir de entonces, traba amistad con Miguel de Unamuno, con Pablo Picasso, cuya obra descubre años antes durante un estreno español de su pai­sano Manuel de Falla, se relaciona con César Vallejo, Mi­guel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, Ale­jo Car­pen­tier y pintores como Manuel Ángeles Ortiz y Joaquín Pei­nado. Con María Teresa León viajará a Berlín, a la Unión So­viética, donde se encontrarán en Moscú con Boris Pas­ternak, Louis Aragon y Elsa Triolet, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda donde asistirá al Primer Con­greso Mundial contra la Guerra, presidido por Hen Henri Bar­busse. Transcurre 1932, el mismo año en que Adolf Hit­ler y el Partido Nazi llegan al poder en Alemania. ¿Cómo ser neutral sin amago de escalofrío entre tales terribles cir­cunstancias históricas?: "Presencio el incendio del Reich­tag, la lucha heroica de los obreros en el barrio de Weding "anota". Siendo imposible continuar en Alemania, regreso nuevamente a París, y luego a España".

El compromiso político le llevará a acercarse a una estética próxima a la del realismo, preconizada por Má­xi­mo Gorki, Johannes Becher, el propio Aragon, o por Ilya Ehrem­burg, a quien conocerá en Madrid. El militante Al­ber­ti lee a Lenín, quien preconiza que la literatura "debe ser una literatura de partido", producida desde el proletariado y orientada hacia el proceso revolucionario. En su poé­tica, Alberti hablará ahora de su contacto "con las ma­sas populares de España" y de la necesidad de que el poeta ba­je a la calle. Su primer libro de este periodo se titula Con­signas  y lleva fecha de 1933, el mismo año en que Al­berti ci­fra su ingreso en el Partido Comunista de España, en el que militaría hasta su muerte.

En junio de aquel 33, funda la revista Octubre y cuatro meses más tarde, con motivo de uno de sus números en homenaje a la Revolución soviética, Alberti publica Un fantasma recorre Europa , al cuidado de Manuel Altolaguirre y cu­yo título remite al inicio del Manifiesto Comunista de Car­los Marx y Federico Engels: "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo". Todo un manifiesto revolucionario a decir de Jiménez Millán, quien advierte que, en dichos versos, "la denuncia social se entrecruza con la autobiografía". Así lo recuerda Alberti: "Antes mi poesía estaba al servicio de mí mismo y de unos pocos. Hoy no. Lo que me impulsa a ello es la misma razón que mueve a los obreros y a los campesinos: o sea, una razón revolucionaria". Esta toma de postura, que se traduce plenamente en la recopilación de El poeta en la calle , marcaría tanto a su poesía como a su teatro, no llegaría a ser entendida por muchos de sus coetáneos, desde Juan José Domenchina al propio Federico García Lorca, que en algún momento se distanciarían de tales posiciones que alentarían su producción a lo largo de la Segunda República. Su filiación se ve­ría confirmada por un nuevo viaje a la Unión Soviética, por la llegada a España de Pablo Neruda, la revelación de Mi­guel Hernández y el carisma de Dolores Ibarruri, La Pa­sio­naria, a quien conocería en un mitin político.

Tras la revolución de octubre de 1934, no puede regresar a España desde Roma, donde permanece durante cierto tiempo como huésped de Valle-Inclán en la Academia Española de Pintura. Viaja, entonces, por primera vez, a América, donde ofrece conferencias y recitales en socorro de las víctimas de la represión que sigue a las revueltas de As­turias. Visita Nueva York y conoce, en La Habana, a Ni­colás Guillén y a Juan Marinello, entonces en prisión. En Mé­xico permanecería durante casi un año, donde publica una elegía dedicada a la muerte de su amigo Sánchez Me­jías, "Verte y no verte". Buena parte de los poemas que es­cribe durante ese periodo se encuentran recogidos en 13 ban­das y 48 estrellas , que Alberti subtitula "Poema del mar caribe". El capitalismo norteamericano, los dictadores hispanoamericanos, el poso mestizo que debe superar las fronteras raciales, para cerrar filas frente a la dominación exterior, constituyen el núcleo ético de esta obra que precede a su regreso español.

La guerra civil. De vuelta a su país, Rafael Alberti interviene activamente en la campaña electoral a favor del Frente Popular, que resulta ganador de las elecciones de fe­brero de 1936. Se sabe que cuando estalla la Guerra Ci­vil, Alberti y María Teresa León se encuentran en Ibiza. En los primeros momentos de la contienda, la sublevación fran­quista triunfa en la isla, y ambos deben huir a los montes, junto a numerosos habitantes de Ibiza, hasta que la Ar­ma­da de la República recobra el control de dichos dominios y pueden regresar a Madrid. Como secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, prepara el II Congreso In­ter­nacional de Escritores, que se celebrará en Madrid, Va­len­cia y Barcelona, en plena guerra. Para ello, viaja a París y Moscú, donde llega a entrevistarse con José Stalin. Al tiem­po, trabaja activamente en la agitación intelectual, a través de revistas, grupos teatrales, o la edición de hojas vo­landeras como El Mono Azul , sumamente populares en las trincheras republicanas. Alberti publica Romancero de la guerra civil y agrupa sus poemas de esa etapa bajo el título de "Capital de la gloria", pero también se atreve a escribir un teatrillo de urgencia titulado Los salvadores de Es­pa­ña. Radio Sevilla. Nombrado director del Museo Ro­mán­tico, ingresa como sol­da­do en el Arma de Aviación y fracasa en el intento de evacuar las obras maestras del Mu­seo del Prado, para evitar su bombardeo. En ese mismo pe­rio­do, María Teresa, por su par­te, dirige el llamado Tea­tro de Ar­te y Propaganda y Las Gue­rri­llas del Teatro, que or­ga­ni­za el Ejército del Centro.

La muerte de Federico. El libro De un momento a otro , recoge los poemas escritos antes y durante de la contienda. Algunos de sus apartados, en especial "Capital de la gloria", asumen el símbolo de libertad sitiada que dicha ciudad tiene para muchos intelectuales de todo el mundo que ya ven en la guerra civil española el presagio del ascenso hostil de los fascismos a escala europea. Alberti escribe ro­man­ces, recita en teatros, emisoras y trincheras, versiona la Nu­man­cia de Cervantes, o rememora a Federico García Lor­ca como "un poeta que no tuvo su muerte", una imagen que volverá a repetirse en títulos del exilio como Entre el clavel y la espada , Baladas y canciones del Pa­ra­ná y Retornos de lo vivo lejano : "René María Rilke "cita Al­ber­ti" afirma que hay personas que mueren con la muerte de otro, no con la suya, la que les corresponde. Era la tu­ya la que debió tocarme a mí. Y a ti te fusilaron. Mas yo pude salvarme".

"Todavía en Madrid, escucho por radio, en una no­che de febrero, la muerte, en Colliure, de Antonio Ma­chado. To­do había concluido", escribe en referencia a 1939. En mar­­zo de ese año, con María Teresa viaja a Orán, en Ar­ge­lia, desde donde embarcan hacia Marsella y continúan lue­go hacia París. Les aguardan 39 años de exilio. Primero, en Fran­­cia, donde encuentran trabajo en Radio París-Mon­dia­le, gracias a Pablo Neruda, admirador de la obra del poe­ta her­­mano, del que escribe en Confieso que he vivido : "Para los que tenemos la dicha de hablar y conocer la lengua de Cas­­tilla, Rafael Alberti significa el esplendor de la poesía en la lengua española. No sólo es un poeta innato, sino un sa­­bio de la forma. Su poesía tiene, como una rosa roja mi­la­­grosamente florecida en invierno, un copo de la nieve de Gón­­gora, una raíz de Jorge Manrique, un pétalo de Gar­ci­la­so, un aroma enlutado de Gustavo Adolfo Bécquer. Es de­c­ir, que en su copa cristalina se confunden los cantos esenciales de España".

En París reanuda la redacción de La arboleda perdi­da y empieza a escribir Vida bilingüe de un refugiado es­pañol en Francia y Entre el clavel y la espada . En septiembre de ese año, estalla la Segunda Guerra Mundial y a co­mienzos de febrero de 1940, María Teresa y él logran em­bar­car en Marsella, a bordo del Mendoza, rumbo a Bue­nos Ai­res, donde se establecen, aunque en un principio piensan en seguir camino hacia Chile. En El Totoral (en la provincia argentina de Córdoba), el doctor Rodolfo Aráoz Alfaro "com­pañero de viaje de los comunistas argentinos" le brinda refugio en su casa de campo durante más de año y me­dio, hasta que legalizan su situación de inmigrantes forzosos. Fijan su residencia finalmente en Buenos Aires, donde Gonzalo Losada le abrirá las puertas de su editorial. María Teresa y él sobreviven merced a sus publicaciones y a su teatro "estrena El adefesio en 1944, el mismo año en que escribe La Gallarda ", así como giras insólitas como la que emprende con el laudista Paco Aguilar, bajo el título de "Invitación a un viaje sonoro", que pasea por distintos lugares americanos y que le llevan a reencontrarse con Manuel de Falla, en el destierro y en la memoria de García Lorca: "Alberti "a decir de Ricardo Senabre" personifica el destino del perpetuo desplazado: en Madrid, recuerda la bahía gaditana; en la tierra crítica de la juventud añora el cielo de la infancia y la adolescencia; en tierras americanas bus­ca las concomitancias con la tierra natal, distante, y, sin em­bargo, sentimentalmente próxima".

El largo exilio. En 1941, en la capital del Río de La Plata, nace su hija Aitana: "En Argentina "refiere el novelista Enrique Montiel" asistirá al fin de la Segunda Guerra Mundial y, por este motivo, al renuevo de las esperanzas de volver a la patria perdida. Como tantos intelectuales y políticos de la diáspora republicana, el poeta cree ingenuamente que la derrota del fascismo y del nazismo arrojará al barranco de la historia al otro pie del trípode del totalitarismo europeo: el franquismo. Pero la inmediata aparición de la guerra fría, la división en dos bloques ideológicos del mundo, pondrá al gobierno español en una situación de perpetuación que llegaría hasta la muerte del dictador en 1975". Aún le queda un largo exilio por delante. Viaja a Chile, en 1945, donde se reencuentra con Pablo Neruda y recobra su vocación pictórica, emprendiendo numerosas exposiciones. En Montevideo, aparecerán sus Coplas de Juan Panadero y se desplazará a numerosos países del Este y, posteriormente, a China. En 1956, escribe una nueva obra teatral, Noche de guerra en el museo del Prado . Viajero incansable, ofrece recitales y conferencias por distintos países americanos: Venezuela, Cuba, Co­lombia o Perú, pero encuentra tiempo para visitar a Pi­ca­sso, en Francia, con motivo del octogésimo aniversario del ar­tista malagueño. En 1962, crece la tensión política en Argentina, mientras Alberti cumple 60 años y aparecen sus Poemas escénicos o adapta para el teatro la novela La lozana andaluza , de Francisco Delicado. Entonces, tras numerosas detenciones practicadas entre la izquierda argentina y el exilio español, decide regresar a Europa. En 1963, pasa el verano en Ru­ma­nia y se establece finalmente en Italia, donde comenzará a escribir R oma, peligro para caminantes . En 1965, el premio Lenin le permitirá adquirir una casa en Via Garibaldi, en el Trastevere, donde permanecerán María Teresa de León y él, has­ta su retorno final a España, con la recuperación de las li­ber­tades y la legalización del Partido Comunista, en 1977. Pe­ro durante sus doce años italianos, Alberti recobrará el rastro de su familia, hará nuevas amistades, como es el caso de los pintores Antoni Tapies, Luis Muñoz o Millares, o del cinea­ta italiano Federico Fellini. Alan Ginsberg, Mikis Teo­do­ra­kis y nuevas visitas a Pablo Picasso conforman el itinerario sen­ti­mental del Alberti italiano, quien en 1972 se compromete en una campaña mundial a favor del Go­bierno de Unidad Po­pu­lar del presidente chileno Salvador Allende. Su recuerdo y el de Pablo Neruda le sacudirán con mo­tivo de sus muertes respectivas, un año más tarde.

Diputado con la libertad. Una enfermedad va mermando progresivamente las facultades de María Teresa León, al tiempo que el poeta inicia una compleja relación sen­­timental con Beatriz Amposta, quien hoy en día conserva todavía el manuscrito original de un libro de poemas de Rafael Alberti, todavía inédito. En el primer tomo de La ar­bo­leda perdida , Rafael Alberti explora en su memoria in­fantil y se adentra en los primeros años de exilio. Tras su re­greso a España, publicará nuevos tomos de memorias, bajo el mismo título: "Con motivo de la visita del rey don Juan Carlos al papa Pablo V, le presento una petición de am­nistía para todos los presos políticos de España. Poetas, artistas e intelectuales italianos nos despiden en la Casa de la Cultura. Nuestro exilio ha terminado. El día 27 de abril, María Teresa y yo regresamos a España. En junio, salgo elegido diputado por el Partido Comunista, en la provincia de Cádiz. A comienzos de octubre, cedo mi escaño a un dirigente campesino, andaluz, reafirmando mi decisión de continuar siendo un "poeta en la calle". Así lo cuenta en una breve resumen autobiográfico al que añade, bajo el epígrafe de 1977, la siguiente anotación: "Vicente Aleixandre es el ganador del Premio Nobel de Literatura". Pero Rafael Alberti omite, quizá con fingida modestia y disimulado be­rrinche, que también es propuesto para dicho galardón.

Con el advenimiento de la democracia, España recobra la obra plena de Alberti, antes abundantemente censurada, y se estrena su teatro en nuestro país. El poeta se plan­tea cumplir con la promesa, hecha a su hermano del alma, Federico García Lorca, de conocer Granada. Una pro­­mesa que amplía la resonancia de su significado con la muerte del amigo, ante la que Alberti reacciona reafirmando su compromiso de pisar tierra granadina: "Balada del que nunca fue a Granada". El 24 de febrero de 1980, Rafael Alberti, vestido de marinero en tierra, entra en Granada por el Arco de Elvira, exornado con una bandera verdiblanca, donde el alcalde Antonio Jara Andréu entrega al poeta las llaves de oro de Granada. Después interviene públicamente en un recital-mitin en la plaza de Bibarrambla en apoyo al Referéndum por la autonomía andaluza. La derecha granadina envía una avioneta que arroja propaganda so­bre la simbólica plaza, en la que se les dice a los paisanos de García Lorca: "Andaluz éste no es tu referéndum". Cuántos malos recuerdos le vienen entonces a la cabeza. Meses después, Rafael vuelve a los escenarios que todavía no ha visitado: Fuente Va­que­ros, donde asiste de testigo al homenaje de hermanamiento Lorca-Neruda, y los barrancos de Víznar y Alfacar, donde se detiene, silencioso y apenado, ante esa inmensa fosa común de víctimas de la represión fascista. Allí, en un lugar, que se supone que esta junto a un centenario olivo, cerca de la fuente Ainadamar, o de las lágrimas, yacen los restos de Federico.

En 1988, Luis García Montero empieza a preparar sus Obras completas , en la editorial Aguilar, principiando por su poesía: tanto él como otros poetas granadinos entre quienes se cuentan el malogrado Javier Egea, Álvaro Sal­vador y Antonio Jiménez Millán elegirán como divisa el com­promiso albertista con la realidad, con el ritmo y con la be­lleza. Premio Nacional de Teatro, Premio Pedro Salinas, Pre­­mio Cervantes, la obra y la personalidad de Alberti lo­gran sucesivos galardones en su propio país, que recorre de punt­a a punta con la actriz Nuria Espert, con quien em­pren­derá luego una gira internacional. Durante dicha década, fallece María Teresa León en 1988, pero la actividad de Alberti es incesante: lo mismo recobra su "Invitación a un viaje sonoro" con el cuarteto de laúdes Grandío, que graba un recital de canciones y poemas con Paco Ibáñez.

"¿Por qué tengo que morirme?". Casado en segundas nupcias con María Asunción Mateo, en el mes de julio de 1990, el año antes ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Diputación de Cádiz crea una Fun­da­ción pública, con su nombre, cuya sede sería trasladada posteriormente a El Puerto de Santa María, pasando a ser tutelada por el Ayuntamiento de dicha ciudad. Cuando Alberti cum­ple 90 años, María Asunción Mateo le describirá "con las maletas siempre preparadas como incansable viajero del mundo que es. Con la curiosidad asomada a sus atentos e insaciables ojos que, todavía, le bailan brillantes tras las muchachas en flor". Tanto su avanzada edad como los cuidados médicos que recibe, le mantienen prácticamente recluido en su domicilio portuense, durante los últimos años de su vida. Sus apariciones públicas se limitan a acontecimientos especiales, a visitas ilustres y a la fiesta de cumpleaños que se le tributa hasta su muerte. "Me voy "escribe, rebelde con causa, marcado por la tormenta" con los ojos llenos de los acontecimientos de un siglo. Un siglo de horrores, de enfrentamientos, de dolorosísimas separaciones, de hechos que habitan en mis bosques interiores y en los que, casi con 94 años, aún puedo caminar sin perderme entre su frondosidad. Pero no me quiero ir. No quiero morirme. Sigo sin querer morirme. ¿Por qué tengo que morirme? Todavía me retienen muchas cosas, muchos atrayentes sabores que no quiero dejar de percibir".[ Juan José Téllez ]

 

Para más información, visite Wikanda: http://www.wikanda.es/wiki/Rafael_Alberti

 

 
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