f. (Del latín bibliotheca , y éste del griego bibliothéke ). Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura. Dos imperios de la Antigüedad, Babilonia y Asiria, poseen las bibliotecas más antiguas, como la de Assurbanipal en Nínive, cuyos fondos ascienden a 10.000 tablillas, conservadas, en parte, en el Museo Británico de Londres. En el antiguo Egipto existen importantes colecciones de papiros en Karnak y Tell-el-Amarna, de las que solamente se tiene constancia a partir de algunos títulos grabados en piezas cerámicas. Las mayores bibliotecas griegas son las de Alejandría, que cuenta con más de 700.000 obras, creada por los Tolomeos y destruida en el año 640 d.C., y Pérgamo. En Roma florecen las bibliotecas particulares primero y más tarde las públicas, traídas a Hispania tras la conquista e implantadas en la Bética * .
Bibliotecas andaluzas. Andalucía es patria de hombres de letras desde al menos el siglo VII a.C. y sede temprana de los avances culturales mediterráneos "con la afluencia de fenicios, griegos y, como se indica en las líneas precedentes, romanos" y orientales, aportados principalmente por la corte de los Omeyas, en cuyo seno se impulsa un proceso de culturización que se extiende desde las mezquitas y las escuelas privadas, focos principales de la enseñanza, la práctica de la lectura y la escritura, y germen de una universidad de carácter permanente. Así las cosas, en un momento de plena efervescencia de los estudios de Filosofía, Medicina "con la fundación de la primera escuela médica de Europa", Astronomía, Matemáticas, Jurisprudencia, además de la poesía y la Historia, los centros de poder fomentan la formación de bibliotecas, algunas de las cuales llegan a ser muy valiosas. Un esplendor cultural que tiene su máxima expresión en la Córdoba de los reinados de Abderrahmán II (822-852) y Abderrahmán III (912-961). Se sabe que le biblioteca del más ilustrado de los gobernantes del Califato, Al-Hakam II (961-976), supera los 400.000 volúmenes, mermada poco después por el expurgo de Almanzor (981-1002). Granada, Málaga y Sevilla, donde San Isidoro deja una gran impronta cultural, son otros centros de actividad intelectual y científica en al-Ándalus.
Pero los fondos documentales del pasado andalusí no se limitan únicamente a la región que hoy se conoce como Andalucía, sino que se extienden allende sus fronteras y traspasan, entre otros muchos casos, el Estrecho de Gibraltar para adentrarse en el corazón de Malí, cerca del río Níger, donde Ali b. Ziyad al-Quti, un muladí toledano, crea la biblioteca de Tombuctú * , que tras varios avatares históricos conserva hasta nuestros días los manuscritos de Derecho, Métrica, Filología, Lógica, Matemáticas, Astronomía, Medicina y Teología, entre otras materias, de autores de Toledo, Málaga, Granada, Sevilla, Valencia, Almería, Ronda y Zaragoza.
El legado cultural del mundo árabe perdura de alguna manera con la llegada de los cristianos, aunque instrumentalizado por la obra de las autoridades eclesiásticas, concretamente de los cabildos catedralicios, que reúnen colecciones de libros en sus bibliotecas, muy reducidas aún en volumen. A partir del siglo XVI comienzan a surgir las primeras universidades andaluzas, en Sevilla, Osuna y Granada, si bien la institución universitaria por antonomasia y la que reúne todas las garantías exigidas entonces es la Universidad de Baeza, dotada de una excelente biblioteca que da cabida a las más diversas disciplinas, como la medicina, la historia, la literatura y la religión "en el municipio jiennense el movimiento de los alumbrados, engrosado por numerosos profesores de este centro universitario, adquiere una gran envergadura". La consolidación de los centros universitarios andaluces tendría lugar en los siglos XVIII y XIX con la expulsión de los jesuitas, la Ilustración, las desamortizaciones y una serie de profundos cambios sociales que provocan nuevas necesidades de instrucción y conocimiento. A la par que se operan estos cambios se desarrollan las bibliotecas, cada vez con más fondos de diferentes características y procedencias. Esta heterogeneidad queda patente en las últimas décadas del siglo XX, cuando se recurre para su almacenamiento, clasificación y estudio a diversos soportes (vídeos, casetes, discos, microfilms, CD-Roms) y técnicas.
Por otra parte, la afición por los libros del cordobés Hernando Colón, segundo hijo de Cristóbal Colón, termina gestando en pleno siglo XVI uno de los mayores fondos documentales de la época: la Biblioteca Colombina * . Su fundador aprovecha todos sus viajes para comprar una ingente cantidad de libros en ciudades famosas por sus talleres tipográficos (Nuremberg, Colonia, Venecia, Roma o Lyon), especialmente cuando a partir de 1520 acompaña al emperador Carlos V por Europa. Entre sus adquisiciones se encuentran obras de los más insignes creadores y pensadores, así como las denominadas "obrecillas", publicaciones y literatura popular en las que se comenta la vida cotidiana del hombre de su época, sus problemas y asuntos más rutinarios. Ubicada en el domicilio familiar, próximo a la sevillana Puerta de Goles, la biblioteca dispone de 15.000 volúmenes poco después de su fallecimiento, un legado que desde 1552 custodia el Cabildo de la Catedral de Sevilla.
Bibliotecas públicas. En el siglo XIX los institutos de segunda enseñanza de las capitales de provincia son los encargados de recoger los fondos procedentes de la desamortización de conventos con los que se forman las primeras bibliotecas públicas, a excepción de aquellas provincias que poseen universidad, en cuyo caso pasan estos volúmenes a engrosar las bibliotecas de estos centros de estudios superiores. Sin embargo, no es hasta 1931, proclamada la II República, cuando las iniciativas para la creación de bibliotecas públicas alcanzan un mayor grado de desarrollo, como lo demuestra el hecho de que en 1936, poco antes de la Guerra Civil, la Junta de Intercambio registra 300 bibliotecas públicas en toda España, que pasarían más tarde a depender de los Centros Provinciales Coordinadores de Bibliotecas. También los alumnos de los centros de primera enseñanza dispondrán de colecciones de libros "entre 1931 y 1933 existen 428 bibliotecas en las escuelas andaluzas, cifra que supone un 9,2% del total nacional" para ampliar sus estudios gracias al esfuerzo del Patronato de Misiones Pedagógicas. La caída del régimen republicano trae consigo un periodo en el que las autoridades franquistas procuran la creación de auténticas redes bibliotecarias, un proyecto que no culminará hasta el advenimiento de la democracia. Desde este momento la reglamentación prevé la coordinación de los esfuerzos del Estado, las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos en la creación y sostenimiento de bibliotecas públicas y casas de la cultura "denominación que se suele aplicar a aquellos centros que además de la biblioteca propiamente dicha cuentan con dependencias anexas, como salas de exposiciones o de actos".
La Ley del sistema andaluz de bibliotecas y centros de documentación, que ve la luz en diciembre de 2003, configura un conjunto de centros y medios, en el que todos los recursos que lo integran constituyen una unidad de gestión al servicio de los ciudadanos y de la comunidad, prestando una especial atención a las minorías étnicas y lingüísticas. Al frente de este proyecto se encuentra la Biblioteca de Andalucía, con sede en Granada desde su creación en 1983, el órgano bibliotecario central de la comunidad autónoma donde se recoge, conserva y difunde toda la producción impresa, sonora y visual de la comunidad autónoma, en la que ocupa un lugar esencial la Biblioteca de la Cultura Andaluza. Esta colección, iniciada a comienzos de la década de los ochenta del siglo XX, aúna los estudios de las mentes andaluzas más preclaras sobre las tradiciones y la historia de Andalucía, resultando un modelo imitado en reiteradas ocasiones por otras iniciativas que continúan esta enriquecedora labor.
Entre 1990 y 2000 el número de bibliotecas públicas aumenta en Andalucía en un 64%, pasando de 417 a 718. En los tres primeros años del nuevo milenio la Consejería de Cultura de cultura de la Junta de Andalucía estima que en la comunidad autónoma existen 9,7 bibliotecas (provinciales y municipales) por cada 100.000 habitantes, correspondiendo a la biblioteca pública provincial de Sevilla el fondo documental más amplio y numeroso. La provincia con más bibliotecas públicas municipales es Málaga, donde se contabilizan 135 centros, seguida de Sevilla y Granada, con 122 y 99 respectivamente. En conclusión, el patrimonio bibliográfico andaluz sigue creciendo, posibilitando la recuperación de documentos y testimonios de épocas pretéritas que permiten conocer los entresijos históricos de una comunidad que, para estudiar y definir sus rasgos identitarios, debe adaptarse a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y encontrar los cauces más propicios para una difusión plenamente satisfactoria a todos los ámbitos sociales de un legado todavía incompleto, quizás inconcluso, con infinitas posibilidades cognitivas e interpretativas.[ Javier Vidal Vega ].
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