Comarca. La ladera sur del macizo de Sierra Nevada y la vertiente norte de la Sierra de Contraviesa *, enmarcadas al oeste por los corredores del Guadalfeo, en el Valle del Lecrín *, y al este por el río Adra, definen la histórica comarca de la Alpujarra granadina, parte occidental del conjunto más extenso y completo de las Alpujarras. Este territorio queda así contextualizado por un gran sinclinal de orientación meridiana, una depresión profunda o un estrecho valle con inclinación descendente hacia el oeste en el que se inscribe la cuenca alta del río Guadalfeo.
Muchos son los motivos que se unen en este territorio para reafirmar a la comarca como un espacio singular, pleno de contrastes y originalidad. Pueden ser apuntados aspectos como: la línea de cumbres de Sierra Nevada, la naturaleza en armonía con el terrazgo cultivado en terrazas o paratas; la cultura del agua, con Lanjarón como fiel exponente de la misma; la estructura de los núcleos de población localizados a media ladera, la disposición de los terrados, los contrastes bioclimáticos de secuencia altitudinal y, en definitiva, la elevada riqueza natural del entorno, que justifican la declaración y superposición de Espacios Naturales Protegidos en el macizo de Sierra Nevada.
En este singular contexto geográfico, históricamente humanizado, la Alpujarra de Granada se configura como un espacio de montaña que, desde el punto de vista socioeconómico, responde en el curso de las últimas décadas a los rigores seguidos por la generalidad de las áreas andaluzas de montaña mediterránea: depresión social y descapitalización de los recursos económicos, crisis de las estructuras agrarias, despoblamiento del medio rural, fuertes corrientes emigratorias y envejecimiento de la población entre otras características, que conducen a la comarca hasta la actualidad con niveles de desarrollo territorial bajo e internamente muy desequilibrada.
Los usos del suelo, junto con otros indicadores de estructura demográfica y económica, evidencian una profunda agrarización de la socioeconomía comarcal. Efectivamente, la superficie agrícola, con una importante presencia del regadío con técnicas tradicionales de gravedad y canalización, ocupa prácticamente el 37% de una superficie comarcal que asciende a 1.142 km 2 . Hay que tener en cuenta que dicho porcentaje adquiere mayor relevancia si se observan las negativas condiciones topográficas imperantes "fuertes pendientes" y la escasa capacidad agrológica del suelo en las vertientes "bajos niveles de nutrientes y de humedad", lo que ha obligado tradicionalmente a una intensa intervención humana bien para aterrazar el terrazgo y obtener así superficie agraria útil a partir de paratas sostenidas por balates o paredes de piedra, bien para canalizar el agua de las cumbres "canalizaciones y sistemas de captación que hunden sus raíces en el mundo musulmán del siglo XIII" y para mejorar y fertilizar el suelo con los abonos orgánicos procedentes de la ganadería. Los factores limitantes apuntados, junto con el tradicional aislamiento de la comarca y las dificultades de comunicación, hacen que la agricultura alpujarreña posea un marcado carácter de autoconsumo-autosuficiencia y, por tanto, con escasos excedentes para el mercado.
La base agraria sobre actividades agrícolas y ganaderas difíciles, los escasos niveles de industrialización primaria, el agotamiento de las actividades mineras (hierro, plomo, cobre y plata) y eventualidades como la crisis de la filoxera sobre los viñedos, en definitiva, las difíciles oportunidades y posibilidades económicas de la comarca indujeron desde principios del siglo pasado una profunda sangría demográfica que incluso es observable en las tres últimas décadas del mismo, pues desde 1960 (54.248 h.) a 1998 (25.343 h.) la población total se redujo a más de la mitad.
Como consecuencia de todo lo anterior, resaltan a comienzos del siglo XXI para la comarca las consecuencias demográficas y económicas de los típicos procesos asociados a la crisis agraria de las zonas de montaña de Andalucía. En este sentido caben ser destacados el envejecimiento, la regresión natural de la población, la despoblación y la escasa ocupación del territorio. Las posibilidades del sector agrario, con productos agrícolas naturales, ganaderos de calidad y derivados cárnicos de reconocida fama, como el jamón de Trevélez, no son las únicas para el desarrollo comarcal. Al lado del reciente auge turístico, la artesanía tradicional, con la confección de tejidos, madera y cerámica, incluso con algún taller de orfebrería, experimenta un importante crecimiento, al igual que otras actividades, como la recolección-envasado de plantas medicinales y aromáticas, aunque hay que tener en cuenta en este punto la existencia de una prohibición para recoger especies en peligro de extinción: manzanilla de la sierra, flor de árnica, piel de león, lunaria, etc. En un entorno marcado por la naturaleza y por la impronta histórica humana, el paisaje, entendido en sentido amplio como la resultante cultural de la adaptación humana a un medio original hostil, constituye junto con las riquezas naturales un potencial básico para el desarrollo de nuevas bases económicas emergentes en los últimos años.
Efectivamente, el auge experimentado por el turismo rural o verde, con una ya consolidada y amplia oferta turística de acogimiento, muestra en esta comarca mayores niveles de dinamismo y mayor actividad local que en otros territorios del interior andaluz. Aquí hay que situar, sin duda, el papel que juegan por un lado las pequeñas, acogedoras y hasta exóticas poblaciones alpujarreñas "Lanjarón, Capileira, Pampaneira y Trevélez son ejemplos representativos" y por otro el imponente medio natural circundante, que es determinante.
En este sentido, Sierra Nevada y, por tanto también la Alpujarra, enmarcan espacios de alto valor ecológico como lo demuestra la declaración de Parque Natural en 1989, en el que se inscribe el recientemente creado Parque Nacional (en 1999) y la Reserva de la Biosfera de la Unesco. A las características geológico-geomorfológicas, climáticas y paisajísticas se une la riqueza de la diversidad biológica en los diversos ecosistemas (alta montaña, pinar, bosque caducifolio, bosque perennifolio, bosque de ribera...) que se desarrollan en muy corta distancia en los cinco pisos bioclimáticos existentes. La superficie forestal comarcal es la que ocupa un mayor desarrollo, con un 63% del total, siendo el arbolado una tercera parte del conjunto. A su vez, el patrimonio ambiental de la comarca resalta al advertir que el 40% de las especies de flora poseen caracteres endémicos y lo mismo ocurre con la fauna, sobre todo la invertebrada.
Pero no hay que olvidar otros factores que ahora contribuyen a hacer de la Alpujarra granadina un espacio altamente atractivo para las actividades turísticas. Se trata en este caso del tradicional aislamiento de la comarca auspiciado por la orografía y la topografía del territorio, así como por una red de comunicaciones por carretera francamente mejorable, lo que implica un desconocimiento general de la misma y, en tiempos recientes, un claro objetivo turístico por el redescubrimiento de sus elementos patrimoniales: de sus gentes, con sus costumbres, cultura y actividades y aprovechamientos; del insólito paisaje mezcla de naturaleza salvaje y razón humana y de los imponentes y contrastados rasgos naturales.[ Antonio García Gómez ]
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