Una de las provincias que configuran administrativamente la Hispania romana. Toma su nombre del río Baetis * (actual Guadalquivir). Durante los dos siglos de conquista militar de la Península Ibérica (II-I a.C.), los territorios controlados por Roma forman dos demarcaciones: la Hispania Citerior, con las regiones noreste y levantina, y la Hispania Ulterior * , que abarca el espacio entre Sierra Morena, el Valle del Guadalquivir y las costas atlántica y mediterránea de la actual Andalucía. Ambas provincias van ampliándose con posteriores anexiones territoriales. Finalizadas las guerras, Augusto (27 a.C.-14 d.C.), primer emperador romano, efectúa una nueva organización territorial de Hispania, creándose tres provincias. La Tarraconense y la Lusitania pasan a depender directamente de él, quedando bajo la directa administración del Senado la Hispania Ulterior Baetica, también denominada en las fuentes Hispania Baetica o simplemente Baetica, que engloba la mayor parte de la actual Andalucía y algunas zonas hoy pertenecientes a Extremadura y Castilla-La Mancha. Reinando Diocleciano (284-305 d.C.) hay otra importante reforma provincial. Se crea una unidad superior, la diócesis de las Hispanias, a cuyo frente se encuentra un vicarius, representante del emperador. Dicha diócesis se subdivide en seis provincias, una de ellas la Bética, dirigida por un gobernador (praeses).
La capital de la Bética está en Córdoba (Corduba * ), fundada a mediados del siglo II a.C. por el general romano Claudio Marcelo. La ciudad ya asume importantes funciones administrativas y militares en época republicana, por su estratégica ubicación y su importacia como nudo de comunicaciones. En la etapa imperial es sede del procónsul, cargo ocupado por senadores de Roma, cuyo mandato es anual, y de las dependencias de la burocracia provincial ( officium ). El gobernador tiene importantes competencias administrativas y judiciales, y rige su provincia según las directrices del denominado edicto provincial, aunque también recibe instrucciones del emperador. Entre sus responsabilidades figuran el correo público, la red viaria principal, algunas obras públicas, la publicación de documentos imperiales, el control sobre la vida municipal, etc. También resuelve los conflictos territoriales entre las comunidades, cuestión con importantes implicaciones fiscales, ya que las ciudades se financian en gran parte con los ingresos procedentes de las propiedades públicas. Sin embargo, a diferencia de los legados imperiales que gobiernan la Tarraconense y la Lusitania, el gobernador de la Bética no tiene poderes militares. En época imperial no hay tropas estacionadas permanentemente en el sur de Hispania, aunque sí movilizaciones puntuales con ocasión de conflictos en la vecina Mauritania Tingitana en época del emperador Claudio (41-54 d.C.) o cuando, reinando Marco Aurelio * (161-180 d.C.), los mauri norteafricanos invaden la provincia.
Administración. El procónsul es ayudado por un equipo administrativo. A sus órdenes actúan un legatus proconsulis con funciones judiciales y un quaestor encargado de administrar el tesoro provincial. Ambos puestos están reservados a senadores romanos. También cuenta con personal burocrático (escribas, archiveros, tesoreros, etc.) que le sirve en diversas tareas y gestiona el archivo ( tabularium ) de la provincia, ubicado en Córdoba, donde está depositada toda la documentación de carácter administrativo, censual y fiscal.
A lo largo del Alto Imperio la administración se va haciendo más compleja. Aunque la Bética está reservada al Senado, que escoge a los gobernadores entre sus miembros, los emperadores tienen poderes para intervenir en tales nombramientos. También se van incorporando a la provincia cargos del servicio imperial con competencias más específicas, reservados a libertos o miembros del orden ecuestre, el segundo en la jerarquía social romana. A menudo dichas funciones ( procuratelas ) son ocupadas por individuos de origen bético surgidos de las élites locales, cuyo directo conocimiento de la provincia puede garantizar una gestión más eficaz.
Entre tales funcionarios se constata un procurator para el cobro del impuesto sobre las herencias ( vicesimahereditatium ); un procurator ad ripam Baetis , para atender las obras públicas que facilitan la navegabilidad del río Baetis * , que entonces puede remontarse hasta Córdoba * y constituye una importante vía de comunicación (exportación de aceite, minerales, etc.); un ayudante ( adiutor ) del prefecto de la annona de Roma (servicio de abastecimientos estatales), para todo lo relacionado con el transporte del aceite hispano y africano; un procurator del llamado kalendarium Vegetianum , que gestiona el patrimonio de la familia senatorial de los Valerii Vegeti de Iliberris * , transferido en el siglo II d.C. a la casa imperial, y que se suma a las muchas propiedades que los emperadores tienen en la Bética, incrementadas con confiscaciones (así hace Tiberio con las minas de Sexto Mario) o donaciones testamentarias, todas ellas controladas mediante diversos procuratores .
En la nómina de los gobernadores de la Bética figuran algunos personajes importantes de la política romana. Julio César * está al frente de la Hispania Ulterior en 61-60 a.C., tomando medidas fiscales en favor de quienes están agobiados por las deudas, y dirigiendo una campaña militar de prestigio contra los lusitanos, que tradicionalmente constituyen una amenaza para la provincia. En 43 a.C. la gobierna Asinio Polión, historiador y político romano, amigo de Virgilio y Horacio. Ya en época imperial es procónsul de la Bética Marco Ulpio Trajano, padre del futuro emperador Trajano * . También hay casos de corrupción. Las fuentes recuerdan los procesos entablados en Roma contra los ex-gobernadores Vibius Serenus, en tiempos de Tiberio, Baebius Massa, en época de Domiciano, y Caecilius Classicus, reinando Trajano. En los dos últimos son los propios habitantes de la Bética los denunciantes, siendo defendida su causa en Roma por uno de los más afamados oradores de la época, Plinio el Joven.
División territorial. La Bética está subdividida en cuatro unidades territoriales denominadas conventos jurídicos. Desde época republicana es práctica habitual de los magistrados provinciales recorrer su circunscripción y citar en determinados días y lugares a la población, para impartir justicia, recibir delegaciones, atender quejas o comunicar noticias de interés general. Tales convocatorias se van regularizando en ciertas ciudades. Aunque sólo quedan oficialmente formalizados desde Vespasiano (69-79 d.C.), es probable que los conventos jurídicos funcionaran ya bajo Augusto. Los cuatro que tiene la Bética toman los nombres de sus capitales: el Gaditanus de Gades (Cádiz), el Hispalensis de Hispalis (Sevilla), el Astigitanus de Astigi (Écija) y el Cordubensis de Corduba.Dichas localidades se convierten en los principales centros de su entorno territorial, al concentrarse allí tareas administrativas, judiciales, económicas, etc. Otra importante institución provincial es el concilium , cuya sede se encuentra en Córdoba. Dicha asamblea está constituida por representantes de todas las ciudades béticas, y presidida por un alto cargo, el flamen del culto imperial provincial ( -> véase Sacerdocios romanos ). Celebra convocatorias anuales para honrar al emperador, renovar la fidelidad de los provinciales a la dinastía reinante y evaluar la gestión de los gobernadores salientes.
La Bética tiene una gran cantidad de ciudades, situadas principalmente en el Valle del Guadalquivir y las áreas campiñesas y costeras, con mejores comunicaciones y mayor dinamismo económico. Ese desarrollo urbanístico es herencia de la Turdetania prerromana y se incrementa con la romanización * . Bajo César y Augusto se fundan varias colonias, donde se asientan numerosos emigrantes llegados desde Italia o soldados licenciados. También muchas antiguas ciudades indígenas mejoran sus condiciones de vida bajo los principios del urbanismo romano, erigiendo edificios públicos civiles y religiosos, termas, recintos para espectáculos (teatros, anfiteatros, circos), obras hidráulicas (acueductos, cloacas), etc. Ese desarrollo edilicio marcha paralelo a su promoción administrativa bajo principios jurídicos romanos, transformándose en municipios * , proceso impulsado especialmente bajo la dinastía Flavia (69-96 d.C.), recibiendo estatutos romanos y gobernándose desde entonces bajo nuevos modelos institucionales (senados, magistraturas) ( -> véase Magistrados de la Bética ).
Ciudades. Las ciudades béticas acogen una sociedad compleja y muy jerarquizada, con diversas aportaciones étnicas, y cuya estructura va evolucionando según los patrones sociales, económicos y culturales romanos, con una progresiva homogeneidad jurídica, al difundirse cada vez más la ciudadanía romana. En lo más alto de la pirámide social se distingue un selecto grupo de familias, cuyos miembros consiguen ingresar en el más importante estamento del estado romano, la poderosa aristocracia senatorial ( -> véase Senadores béticos ). Es el caso de los Balbos * de Gades, que brillan en Roma en tiempos de César y Augusto; de los Anneos de Córdoba, entre los que sobresalen el filósofo Séneca * , maestro del emperador Nerón, y su sobrino el poeta Lucano * ; de los Ulpios y los Aelios de Itálica * , de cuyas filas surgen los emperadores Trajano * (98-117 d.C.) y Adriano * (117-138 d.C.). También el emperador Marco Aurelio * tiene antepasados familiares en Ucubi * (Espejo), y la madre del emperador Adriano, Domicia Paulina, pertenece a la nobleza local de Gades.
Tras el orden senatorial se sitúa la clase ecuestre, los caballeros, para quienes Augusto establece una específica carrera política estatal. Se tiene constancia documental de muchos béticos, oriundos de las colonias y municipios, y pertenecientes a las élites locales, que llegan a ejercer cargos administrativos y militares del servicio imperial. En el tercer lugar de la jerarquía social se encuentran los decuriones, que constituyen las oligarquías que gobiernan las ciudades, donde ejercen las magistraturas y principales sacerdocios públicos (pontificado, flaminado), e integran el senado local, órgano de gobierno que dirige la política municipal.
Por debajo de senadores, caballeros y decuriones hay en las ciudades béticas un abigarrado componente social. Los sectores populares configuran una gran masa de personas libres de muy diverso estatus jurídico, económico y cultural, cuyas condiciones de vida se conocen muy deficientemente. Las fuentes epigráficas presentan a veces a tales colectivos ciudadanos homenajeando a personas eméritas de sus comunidades o como beneficiarios de los actos de mecenazgo de los notables locales. También ilustran sobre el mundo laboral, dando a conocer multitud de oficios en todos los ámbitos (administración, enseñanza, construcción, artesanado, medicina, etc.) ejercidos por tales plebeyos, y del mismo modo algunas de sus más destacadas asociaciones profesionales ( collegia ).
En el último nivel de la escala social se ubican libertos y esclavos. En la Bética hay numerosos esclavos ( -> véase Esclavitud romana ), tanto en el entorno urbano como en el rural. Gente de ínfima condición jurídica y socioeconómica están presentes en todos los espacios laborales. Lo mismo se constata en el caso de los libertos, esclavos manumitidos, que gozan de algunos derechos y a menudo llegan a alcanzar destacada posición social y alto estatus material.
La Bética alcanza gran desarrollo económico en época imperial. Las fuentes literarias de la Antigüedad reiteran tópicamente las alabanzas a su fecundidad en recursos naturales, lo que es confirmado por la documentación epigráfica y arqueológica. En la agricultura hay que destacar la trilogía mediterránea (cereales, vid y olivo). Se produce mucho vino y aceite de la mejor calidad, exportados por todo el imperio. También sobresale su riqueza pesquera, que impulsa una gran industria conservera, siendo entonces muy famosa la salsa de pescado ( garum ) elaborada en las factorías béticas de salazones * . El panorama de prosperidad material se completa con la importante minería de Sierra Morena y la zona onubense (plata, plomo, cobre, cinabrio principalmente), y un pujante artesanado en diversos sectores (cerámica, textil, metalurgia, materiales pétreos, etc.), que deja elocuentes testimonios arqueológicos de su dinamismo y gran calidad. [ Juan Francisco Rodríguez Neila ].
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