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ARBOLEDA |
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f.(Del latín
arboreta
, plural de
arboretum
, arboledo). Sitio poblado de árboles,
principalmente el sombrío o ameno. Olivares, robledales, alamedas,
quejigares, alcornocales, tejedas, acebuchares, pinares o coscojares son
algunas de las diferentes arboledas que el paseante puede encontrar a lo
largo y ancho de la geografía andaluza, algunas valiosas por el endemismo
de sus ejemplares, otras compuestas por árboles centenarios, verdaderas
reliquias botánicas que anclan el campo andaluz a su pasado natural más
remoto. Para facilitar su conservación, la Consejería de Medio Ambiente
de la Junta de Andalucía inicia en 2004 el inventario de árboles y
arboledas singulares de Andalucía. Las siguientes arboledas andaluzas se
encuentran entre las más bellas e interesantes:
Acebuchar de las Mocharras.
Situado en Jerez de la Frontera (donde se conoce
popularmente como Mocharra a los bosquetes espesos y aislados unos de
otros), en las 74 ha de extensión del paraje crecen numerosos acebuches,
variedad silvestre del olivo, que aquí alcanzan alturas de 13 metros y
perímetros de cuatro. El acebuche, que es bastante común como arbusto,
muy raramente alcanza forma arbórea y mucho menos con unas dimensiones
tan considerables.
Pinar de la Resinera.
Esta arboleda de Alhama de Granada destaca por el
enanismo de sus ejemplares, ya que debido a las duras condiciones
climáticas del hábitat los pinos piñoneros no suelen rebasar los 40
centímetros de perímetro y los 2,5 metros de altura media, dimensiones
singulares en árboles que rondan ya las cuatro décadas y que se
caracterizan por su rápido crecimiento.
Pinsapos del Cerro Alcojona.
Este enclave de la Sierra de las Nieves (Málaga) es
uno de los reductos claves del pinsapo, quizás el estandarte de las
especies vegetales endémicas en Andalucía. En el Cerro Alcojona se puede
ver un grupo importante de pinsapos, un árbol de la familia de los abetos
que, dado el régimen de lluvias de la zona y sus suaves temperaturas,
subsiste como recuerdo de los enormes bosques de coníferas que poblaron
el Mediterráneo hace más de 20.000 años. En las postrimerías del Cerro
Alcojona se puede ver el popular Pinsapo de la Escalereta, un majestuoso
monumento de la naturaleza que acumula ya entre 250 y 300 años y cuyo
tronco tiene una circunferencia de 5,10 metros.
Secuoyas de La Losa.
En Huéscar, Granada, a mediados del XIX el duque de
Wellington regaló al marqués de Corvera algunos ejemplares de secuoyas
para que adecentara su finca de La Losa. El visitante puede observar hoy
el imponente resultado del presente del duque de Wellington, medio
centenar de gigantescas secuoyas que, si no rebasan los 100 metros como
en sus lugares de origen, alcanzan el considerable tamaño de 50
metros.
Fresnada del río Cuzna.
Desde el puente que une Obejo y Pozoblanco salvando
el río Cuzna, se puede obtener una magnífica panorámica de esta fresnada,
un bosque de ribera que permite divisar el deambular del cauce del Cuzna
a través de más de 100 ha de terreno arbolado. A los fresnos se unen los
tamujos y las adelfas para componer una espeso entramado vegetal que, por
desgracia, cada vez es más difícil de comtemplar.
Tejos de Sierra Tejeda.
El único lugar de Andalucía donde se pueden observar
concentraciones de tejos es este paraje montañoso del Parque Natural de
las Sierras de Tejeda, Almijira y Alhama. El tejo es hoy una especie muy
escasa, ya que la belleza de su madera y su alta toxicidad para el ganado
" lo que le canjea el odio de los hombres dedicados al pastoreo",
provocan su tala intensiva y su reclusión en los altos y escarpados
paredones de la sierra. Pese a que en el pasado su abundancia da nombre a
la Sierra Tejeda, hoy es el árbol de Andalucía que más dificultades
plantea en su conservación.
Olivos de Órgiva.
Los olivos milenarios de esta localidad de La
Alpujarra granadina son tan famosos que, según cuentan, se le llegó a
escriturar uno a la reina Isabel II. Mientras la polémica sobre quién
plantó estos olivos, si fueron pobladores romanos, árabes o posteriores
cristianos, sigue abierta, los robustos y retorcidos troncos muestran sus
formas escultóricas y caprichosas y alimentan la leyenda que los sitúa
entre los ejemplares más longevos de la Península Ibérica.
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