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ALARCÓN, PEDRO ANTONIO DE

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(guadix, granada, 1833-valdemoro, madrid, 1891). Escritor, periodista y político. Ésta es la semblanza de un accitano, de un andaluz, tan sorprendente y extraordinario como controvertido. Pedro Antonio de Alarcón nace en Guadix (Granada) el domingo 10 de marzo de 1833, y muere también en domingo, el 19 de junio de 1891 en Valdemoro (Madrid). Sus restos permanecen desde entonces en una sepultura del patio de Santa Gertrudis del cementerio de San Justo, en Ma­drid, hasta que son exhumados y trasladados hasta el ce­men­terio de San José, en Guadix, donde descansa definitivamente en el Pabellón de personajes ilustres accitanos desde junio de 2001 custodiados con esta leyenda en su lápida: "Me siento orgulloso de ser de Guadix; fue mi cuna y, si Dios quiere, será mi sepultura". Se reencuentran así Guadix y Alarcón, una relación que marca su vida e impregna su obra y que Antonio Enrique define "como la de los enamorados, esto es vacilante entre la devoción y el desapego, como es así toda pasión". Novelista, cuentista, periodista y político. Pasional y romántico, imaginativo, con­versador y un gran lector de Santo Tomás, Lord Byron, Rousseau, Walter Scott, Víctor Hugo, Alejandro Dumas o Fray Luis de León. Irritable y depresivo. Sabio de pueblo y costumbrista, existe un Pedro Antonio de Alarcón con dotes magistrales que cuenta y transmite como nadie lo cotidiano y lo popular de la vida provinciana. Le admiran y comparte sentimientos literarios con escritores de su época como Emilia Pardo Bazán, y encuentra en su camino enemigos ce­rrados como Clarín. Del todo a la nada y de la nada al to­do. La vida y la obra de Pedro Antonio de Alarcón es una su­cesión de excesos, quizás producto de la mente de un genio creador que no quiere ser indiferente a casi nada y al que nada le deja indiferente. Y quizás por ello es pionero y precursor de muchas cosas, sobre todo en el periodismo.

Vida azarosa. Existen en realidad muchos "pedro antonios", productos de una vida azarosa y revoltosa que bien por el uso partidista, unas veces, sobre todo en la etapa franquista, o bien por el ninguneo literario, en otras, tratan de oscurecer y someter al olvido sin conseguirlo del todo por el interés que despiertan sus obras entre el público, varias de ellas llevadas al cine con éxito. Un ejemplo del éxi­to de sus novelas es que la primera edición de El niño de la bola , de gran tirada, se agote a las 48 horas de llegar a las librerías (26 de enero de 1880), o que de novelas como El Escándalo o El Sombrero de tres picos se hagan más de 50 ediciones; de Poesías serias y humorísticas , por citar uno de sus libros menos conocidos, se publiquen siete. El autor de algunas de las mejores novelas del XIX, como El Sombrero de Tres Picos , o de El amigo de la muerte , el mejor cuento español de su siglo, a decir de Borges, se dice víctima de una "conjuración del silencio" y quizás por ello, pero sobre todo por el intento de destacar en su legado la imagen de su pensamiento más integrista y reaccionario de sus últimos años, se explica que no traspase las fronteras del conocimiento de muchos y siga aún traspapelado en una literatura que se mece entre el romanticismo y el realismo.

Pero aún así, su obra como escritor y periodista le encumbra como uno de los grandes autores andaluces de to­dos los tiempos con una vida marcada sin duda por los acon­­tecimientos históricos que le toca vivir. Historia externa y nacional, en la que participa activamente, e historia in­terna y personal, que le condiciona desde joven, como se­ñala la profesora Cristina Viñes Millet. El Pedro Antonio de Alarcón político no quiere desentenderse de los vaivenes de una etapa protagonizada por el reinado de Isabel II bajo la Regencia de su madre María Cristina de Nápoles. Etapa de cambios so­ciales en la que las ideas revolucionarias van a más y en los que el sistema liberal va tomando forma, y etapa en la que él toma postura y lo hace probablemente a partir de sus reflexiones con personajes granadinos como José Requena Es­pinar, Torcuato Tárrago, José Joaquín So­ler de la Fuente o el músico Mariano Vázquez, un grupo ger­men de lo que después se fraguará como la "Cuerda Gra­nadina", movimiento literario denostado por algunos y en­sa­lzado por otros.

La relación con Guadix. La biografía de Alarcón es­tá llena de lagunas y de hechos desconocidos hasta el punto de que para Carlos Asenjo Sedano, de Pedro Antonio de Alarcón se sabe lo que él ha querido que se sepa. Sus aproximaciones biográficas más completas son obra de Luis Martínez Klaiser ( Pedro Antonio de Alarcón: un viaje por el interior de su alma y a lo largo de su vida ), de Ma­riano Catalina ( Biografía de Pedro Antonio de Alarcón ), y la que se publica con el seudónimo de Julio Romero. Es el historiador Asenjo Sedano quien descubre en sus antecesores a su abuelo Antonio de Alarcón, que se asienta en Guadix a finales del siglo XVIII, procedente del Mar­que­sado. La ma­dre de éste es oriunda de Dólar y se apellida Rus. Antonio de Alarcón se asienta en Guadix y contrae ma­trimonio con Josefa Carrillo Arjona, de Priego de Cór­do­ba, hija del e­s­cri­bano de Guadix, Pedro Carrillo. Antonio de Alarcón se convierte en Regidor Perpetuo de Guadix. Hi­jo de éste es el padre de nuestro escritor: Pedro de Alar­cón Carrillo. Se de­dica al comercio trashu­mante y logra hacer el dinero su­fi­cien­te para hacerse con el ofi­cio de escribano. Se casa con Joa­­quina Ariza Ferrer, oriun­da de Baza. De este matrimonio, acomodado y de raigambre en el Guadix del primer tercio del siglo XVIII hasta que pierde toda su fortuna durante la invasión francesa, en la Gue­rra de la Independencia, na­ce el novelista, que pasa su primera infancia en la ciudad accitana.

En Guadix se gesta y se forma un Pedro Antonio au­to­didacta que a los tres años y medio empieza en la escuela de Luis de la Oliva, a los 11 aprueba los cursos de Gra­mática Latina, con 14 obtiene el título de bachiller en Gra­nada y empieza los estudios de Leyes (1847), que abandona un año después por problemas económicos para estudiar Teo­logía en el seminario. Un hombre "tan accitano y ca­bal" que tiene que irse de su pueblo porque los asuntos de Guadix "me quitan la salud, me quitan los amigos y acabarán por quitarme la vida". Accitano de los pies a la cabeza que transforma el Guadix del antiguo régimen en su obra literaria cumbre, y un accitano que cuanto mas se aleja más cerca está siempre y más cerca de una visión de personajes, callejuelas, caserones antiguos y campiña que arrebatan de por vida sus recuerdos y emociones hasta hacerlos partícipes de buena parte de su obra, y que conquistan a Azorín cuando a ellos se refiere. Resulta difícil separar en su vida las tres facetas (la de escritor, la de periodista y la de políti­co) que cultiva con la misma intensidad a lo largo de su vi­da, aunque acentuada una u otra en determinadas etapas que tienen mucho que ver con sus estados de ánimo o sus in­quietudes sociopolíticas. Por ello es fácil pasar del Pedro An­tonio que nace a la literatura con uno de sus libros que le dan más popularidad, Tradiciones granadinas , al Alar­cón que vive la aventura política tras su viaje a Cádiz, ciudad donde se empapa de ese ideario revolucionario que ro­dea 1854, y que se traslada a Granada para convertirse allí en bandera del movimiento que sacude a la ciudad y que tiene su punto cumbre con el asalto al Ayuntamiento y el intento de hacerse con la Capitanía General; pasar al Alar­cón periodista que viaja por Europa como corresponsal, se hace muy popular con sus crónicas sobre la Guerra de África o funda numerosos periódicos en Guadix, Gra­na­da, Cá­diz y Madrid, o pasar, por último, al Alarcón na­rra­dor, fantástico narrador que describe cuanto ve en sus viajes por Es­paña a través de "documentados relatos históricos y de­talladas descripciones de monumentos y lugares artísticos que denotan su sensibilidad ante la Naturaleza y su cultivado espíritu artístico", según Alberto Navarro González.

Novelista viajero. Y es que en el "novelista viajero", en palabras del historiador y escritor José Asenjo Sedano, desde niño demuestra siempre su afán por viajar y conocer mundo que inicia cuando acompaña a su padre escribano a las visitas que hace a los pueblos próximos a Guadix y que le llevará después por tierras de casi toda España en caballería, diligencia "así viajará por las Alpujarras, descritas en un libro, La Alpujarra , que se conserva como una fotografía maravillosa y retrospectiva de esta comarca a caballo entre Granada y Almería", o en ferrocarril, que le seduce a él como a tantos escritores de la época amantes de los contrastes. De su viaje a Sa­la­man­ca deja constancia en dos artículos que publica en La Ilustración Española y Americana . De sus viajes a Va­lladolid se hace eco El Museo Universal , pero su relato del descarrilamiento del tren de Santander, del que es viajero, es una de las páginas sobresalientes del periodista in­na­to que siempre es. Francisco Izquierdo confiesa su admiración por él fruto de los treinta años largos de aventura político-literaria de Pedro Antonio, y asegura que desde su primer ar­tículo publicado en el semanario gaditano-granadino El Eco de Occidente , a la declaración de intenciones que hace en Historia de mis libros , nos encontramos con una biografía apasionante que incluye su huida del seminario, la in­cor­­poración a la revuelta granadina, el fracaso de su primer viaje a Madrid, o el ataque satírico contra Isabel II que le lleva a batirse en duelo con pistola contra el poeta ve­nezolano Heriberto García de Quevedo.

Duelo a muerte. Ésta es la etapa revolucionaria de un Alarcón a contracorriente, crítico con la Iglesia, con la política y los políticos por no cumplir con las expectativas que supone la revolución de 1854. El Alarcón que se muestra como un adelantado progresista que ve frustrados sus ideales, escribe que los enemigos de España son tres "T": trono, teocracia y tropa. Y en ese pensamiento activo y ac­tivista Pedro Antonio dirige ataques durísimos contra Isa­bel II ("la reina de los españoles realistas es una deidad mi­tológica que ni existe ni gobierna"), que le valen un contencioso con la justicia y un duelo con García de Quevedo, en fe­brero de 1855, posiblemente un hecho que sí marca de forma contundente el resto de su vida, sobre todo porque él fa­lla el tiro y su rival dispara al aire. Lo cuenta así el propio Alarcón: "A los veintiún años, ca­ba­llero andante de la revolución y sol­dado del escándalo, luché cara a ca­ra con el poder más fuerte de mi pa­tria, para venir a verme una ma­ñana de febrero, solo en un cam­po desierto, a merced de mis enemigos, no sa­biendo mi emperita mano defender mi vida, y debiéndosela a una noble genialidad de mi contrario, mientras que mis cóm­­­plices de Re­dac­ción se lavaban las ma­nos, o hacían todo lo con­trario de la­vár­selas (...) Tan cierto es que aquel día acae­ció algo muy grave en mi corazón y en mi inteligencia, que des­de entonces has­ta que volví a pu­blicar una idea política dejé pa­sar ¡nueve años!, to­da mi juventud".

Se inicia a partir de este hecho una etapa diferente en la vida de Pedro An­to­nio de Alarcón, en la que abandona sus energías revolucionarias y se abraza a la literatura. Retirado de la vida madrileña se instalada unos meses en Segovia y reescribe El final de Norma , que publica en El Occidente , y escribe Cuentos amatorios y Poemas serios y humorísticos . Tam­bién nos encontramos desde ahora a un Alarcón que progresivamente se va transformando en conservador, mo­ra­lista y que en la etapa final de su vida asombra, incluso, con pensamientos marcadamente reaccionarios. Cumple también en la primavera de 1855 el sueño de viajar a París para cubrir como corresponsal de El Oc­cidente la Ex­po­sición de la In­dustria, un viaje en el que emplea "casi tres días para cruzar media España y veintiséis horas para cruzar casi toda Fran­cia". Aunque pasa nueve años sin escribir literatura sí se de­dica a la crítica literaria, que publica en casi todos los periódicos madrileños ( La Ilustración , El Museo Universal , El Eco Hispano-Ame­ricano y sobre todo en La Época , una revista en la que re­trató con maestría a la sociedad madrileña de los años 1858 y 59). Como crítico es tan atinado como despiadado y su contundencia le vale no pocos enemigos, tantos que cuan­do se decide a llevar a escena una de sus obras, El Hijo Pródigo , el público la aplau­de pero su acogida es vapuleada sin misericordia por los compañeros, y Alarcón la retira de escena y no autoriza a que se represente nunca más. Con su orgullo y vanidad heridos, jamás volvería a escribir para el teatro. Pero el Alarcón de estos años goza de prestigio y de buena posición en la sociedad cultural y social de la capital española, es admirado y durante un tiempo se convierte en el hombre de moda en tertulias y salones aristocráticos.

Soldado y corresponsal de guerra. Sorprende por ello cuando decide enrolarse como soldado y corresponsal en la guerra de África, que a la postre convierte en una gran vic­toria profesional por el enorme éxito de sus crónicas. Tras es­ta aventura y otras como viajero por Italia (es­cri­­be De Ma­­drid a Nápoles ), germina el Alarcón político que llega a ser cuatro veces diputado por Guadix y otras tan­­tas senador (una de ellas por la provincia cubana de Pi­nar del Río) desde que se presenta por primera vez como can­­didato en octubre de 1863 y logra un escaño en el Con­greso, coincidiendo con el cuarto Gobierno de Narváez. Es­tos son años muy intensos en la vida de Pedro Antonio, en los que también llega su matrimonio (24 de diciembre de 1865) con Paulina Con­tre­ras, a la que conoce en Granada, se enamora de ella en Al­muñécar y con la que tiene tres hijos, y años muy intensos en la vida política de España en los que Pedro Antonio despliega una intensa actividad primero en las filas de la Unión Liberal (1863) de O"Donnell, y en las de los conservadores de Cánovas del Castillo, después.

Cuando la política le lleva al desencanto y los tropiezos como la defensa para la corona española del duque de Montpensier le dejan aislado, Alarcón se refugia de lleno en la literatura. El 15 de diciembre de 1875 es elegido miembro de la Real Academia, dos años después de dar luz a obras como La Alpujarra (1873) y las andanzas del corregidor y la molinera que llevan por título El Sombrero de tres picos , o El escándalo . Entre 1979 y 1884 escribe tam­­bién El niño de la bola , El capitán veneno , La Pródiga y Viajes por España . Con todas tiene éxito.

Conservadurismo. Según el profesor Antonio Lara, en una reciente biografía dedicada al escritor accitano, "de­s­de sus años de republicanismo, pasando por su fervor re­volucionario en el 68, llegamos a un Alarcón plenamente con­servador y avergonzado con aquel pasado", que el propio Lara justifica, "siendo condescendiente, ante el desencanto que le ha producido la evolución del liberalismo en España y los escasos resultados de la lucha revolucionaria". Lo cierto es que la crítica liberal lo presenta como de­fensor de las ideas más tradicionales del siglo XIX y que, aco­sado, Alarcón se aleja de la creación literaria, aunque Emilia Pardo Bazán le pida que no los deje "en tal desamparo". Pedro Antonio de Alarcón es ya una persona enfermiza y de aspecto deteriorado. En noviembre de 1888 sufre el primer ataque de hemiplejía que le deja paralizado el lado izquierdo del cuerpo. Un año después padece el segundo y el 15 de julio de 1891 un tercero que le causa derrame cerebral y la muerte el 19, a las 20 horas, en su casa de Valdemoro. El escritor dispone en su testamento que lo entierren de la manera más humilde, sin honores ni coronas, y que depositen el cadáver en una fosa común, sin lápida ni inscripción alguna. A su funeral asisten entre otros Castelar, Zorrilla y Galdós. En la sepultura 2.752 del patio de Santa Gertrudis acaba un personaje controvertido, de frente grande y despejada, barba poblada, corpulento y vanidoso al que Azorín define como "el único hombre de genio, de verdadero y auténtico genio, que ha tenido la novela española en el siglo XIX".[ Juan Jesús Hernández ]

 

 
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