m. (Del latín theatrum ). Edificio o sitio destinado a la representación de obras dramáticas o a otros espectáculos públicos propios de la escena. || 2. Sitio o lugar en que se realiza una acción ante espectadores o participantes. || 3. Conjunto de todas las producciones dramáticas de un pueblo, de una época o un autor. Los orígenes de este género literario hay que buscarlos en los ritos mágico-religiosos que en la Antigüedad se celebran durante las temporadas de caza o de recolección agrícola (ritos de fertilidad). En las culturas occidentales, las raíces del teatro suelen ubicarse en los ritos órficos y dionisiacos, acompañados de cantos y bailes, que se llevan a cabo en la antigua Grecia. Desde la Hélade llegarán al territorio de la actual Andalucía, a las colonias griegas asentadas en el sur de la Península Ibérica, las primeras manifestaciones teatrales y, a buen seguro, los modelos dramáticos de la comedia y la tragedia, fijados desde el siglo V a.C. En tiempos del Imperio Romano, uno de los más preclaros hijos de la Bética, el filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca * (4 a.C.-65 d.C.), compone algunas de las mejores obras de la literatura universal: Medea , Fedra , Las troyanas , Las fenicias , Edipo , Agamenón , Hércules loco , Hércules en el Eta y Tiestes . Las tragedias del que fuera preceptor de Nerón ejercen, en palabras del profesor Miguel Rodríguez-Pantoja, "una notabilísima influencia a lo largo de los siglos en el género". Durante la Edad Media, y a medida que se va consumando la conquista cristiana de las tierras de al-Ándalus, el teatro queda relegado a un segundo plano y, progresivamente, el clero lo orientará hacia fines didáctico-religiosos. Paralelamente se va desarrollando una vertiente teatral popular cuyas representaciones, ejecutadas por compañías itinerantes, se llevan a cabo en plataformas o carros colocados en las plazas de los pueblos.
Coincidiendo con el fin de la Edad Media comienzan a surgir los grandes nombres del teatro andaluz, como el sevillano Lope de Rueda * (1510-1565), considerado por Cervantes y Lope de Vega "fundador del teatro español" y promotor de un gusto ya alejado de los cánones eclesiásticos. Es autor de entremeses ( Las aceitunas , El deleitoso , El rufián cobarde , Los criados ), coloquios pastoriles ( Camila y Tymbria , en prosa, y Prendas de amor , en verso) y comedias ( Medora , Eufemia , Los engañados y Armelina , en prosa, y Disputa y cuestión de amor , en verso). Se le atribuye el Diálogo sobre la invención de las calzas . Otro sevillano que desarrolla con gran fortuna el teatro es Juan de la Cueva (1550-1610), a quien se deben La tragedia de los siete infantes de Lara y la Comedia de la libertad de España por Bernardo de El Carpio , entre otros textos. También cultivan el género en los Siglos de Oro de nuestra literatura los cordobeses Hernán Pérez de Oliva * (1494?-1533) y Luis de Góngora * (1561-1627), el arcediano accitano Mira de Amescua * (1575-1644) y el astigitano Vélez de Guevara * (1578-1645). En este contexto concibe su producción teatral Lope de Vega * (1562-1635), quien, a pesar de haber nacido en Madrid, ambienta sus obras Fuenteovejuna y La estrella de Sevilla , entre muchas otras, en Andalucía. Acerca del teatro andaluz de los siglos XVI y XVII el investigador Manuel Abad dice que "sorprende la facilidad para inventar tramas. En este teatro está la mejor poesía lírica de nuestra literatura".
Siglos XVIII y XIX. Desde finales del siglo XVII se anticipa un cierto receso en la producción teatral, debido al control ejercido por las autoridades civiles y religiosas, que consideraban el arte escénico como transmisor de vicios e inmoralidades. Protagonistas de esta censura son el padre dominico Francisco de Posadas * , el obispo de Córdoba Agustín Ayestarán * o Fray Diego José de Cádiz * , que dirige una campaña para prohibir las comedias. Sin embargo, la entrada del ideario ilustrado en España, principalmente por tierras gaditanas, propicia una revisión de la dramaturgia, que se convierte en un eficaz instrumento para educar al público. Los entremeses y sainetes son las piezas más solicitadas en el XVIII, y sobre éstos compone su obra el gaditano Juan Ignacio González del Castillo * . Otros ejemplos de teatro ilustrado se pueden rastrear en la obra de la malagueña María Rosa Gálvez de Cabrera * , autora que preconiza una nueva imagen para la mujer.
En la transición del siglo XVIII al XIX se sitúa la obra de Alberto Lista * , escritor sevillano que, a pesar de sobresalir por sus versos, se acerca al drama clásico ( Catilina ) y la comedia ( La Rufina ). Lista se encarga, además, de traducir y recuperar a Molière, que se convierte en uno de los grandes referentes del teatro decimonónico. A medio camino entre el teatro moralizante, de corte neoclásico, y el romanticismo se sitúa Ángel de Saavedra * , Duque de Rivas, autor de los dramas Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) o El desengaño de un sueño (1844), además de diversas comedias de capa y espada, herederas del barroco. Más próximos, en cambio, a la corriente realista se hallan algunas piezas del granadino Javier de Burgos * , Teodomiro Ramírez de Arellano, Antonio Fernández Ruano * o Juan Valera * , que traslada su narrativa naturalista a la escena.
Las dos últimas décadas del siglo XIX están dominadas por la zarzuela y el género chico, en cuya nómina sobresalen varios autores andaluces, entre ellos los hermanos granadinos Antonio y Manuel Paso * o el gaditano Carlos Fernández Shaw * , excelentes libretistas que cuentan con la música de compositores como Jerónimo Giménez * . Frente a este teatro de mero entretenimiento, surge en el cambio de siglo una propuesta de carácter modernista abanderada por Francisco Villaespesa * . El almeriense es el encargado de devolver su valor original al texto, a la exquisitez de la puesta en escena, como demuestra en El alcázar de las perlas (1911) o Abén Humeya (1913).
Siglo XX. El teatro andaluz anterior a la Guerra Civil presenta dos vertientes diferenciadas de forma clara. La primera está representada por un teatro costumbrista y de inspiración burguesa, con una temática carente de complejidad y destinado más al entretenimiento que a la crítica social, aunque no carente -como señala Luis Cernuda- de una aguda observación de la realidad y una "deliciosa representación escénica". En este tipo de teatro, se encuentran el realizado por los comediógrafos Álvarez Quintero * , que intentan representar un "andalucismo teatral", frente al "madrileñismo teatral" de Carlos Arniches; y el portuense Pedro Muñoz Seca * , inventor del astracán y autor de La venganza de don Mendo , una de las obras más representadas de la literatura española.
A esta corriente se enfrenta la obra teatral de Federico García Lorca * . El teatro lorquiano es también inspirado por el pueblo y dirigido hacia él, pero no en un sentido folclórico, sino como una forma de denuncia que permite a las clases y grupos más deprimidos tomar conciencia de su situación. Esta filosofía se materializa en La Barraca, en dramas como Mariana Pineda , que se nutren de forma directa de la dramaturgia de Lope de Vega, o en la trilogía rural, compuesta por Yerma , Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba . En un plano menos accesible por el público, se encuentra el teatro de los hermanos Machado * , que se acercan de forma discreta al teatro clásico lírico.
Estas dos corrientes son de forma esencial las que van a marcar el desarrollo del teatro andaluz tras la Guerra Civil. El conflicto provoca la disolución de las compañías y grupos de teatro independientes más progresistas e innovadores, que proliferan durante la II República. De ahí que la mayor parte de los nuevos grupos apuesten por el teatro de género costumbrista y, a menudo, por el teatro de temática religiosa, que prolifera auspiciado por la Iglesia en la pobre oferta cultural de los pueblos andaluces. Nacido en Madrid, aunque de linaje granadino, Alfonso Paso * se convierte en el mejor representante de la comedia de corte burgués, con obras como Los derechos de la mujer o Atrapar a un asesino . Aunque conservador, este teatro presenta unos diálogos brillantes, unas situaciones originales y ciertas dosis de atemperada denuncia social.
Frente al teatro aceptado por el régimen, los grupos de teatro universitarios comienzan a realizar una lenta pero poderosa revitalización del género. El Teatro Universitario de Granada, dirigido por el dramaturgo José Martín Recuerda, pone en escena textos clásicos y contemporáneos y retoma las giras y los espectáculos al aire libre. Su influencia posterior se intensifica gracias al personalísimo mundo teatral de Martín Recuerda * , que entre el drama lorquiano y la comedia popular deja asomar su personalísima voz en Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca o Las salvajes en Puente San Gil . Junto al teatro universitario de Granada, el TU de Sevilla pone en escena clásicos como Mágico prodigioso , de Calderón, u obras de autores coetáneos como Alejandro Casona, exiliado en Buenos Aires y considerado maldito por la dictadura. Más tarde, el TU de Sevilla se divide en Tabanque y Esperpento. Este último, todavía con los ecos del estado de excepción de 1969, participa en 1970 en el I Festival Internacional de Teatro de San Sebastián, donde presentan un espectáculo deudor de la canción protesta y la cultura underground . También en Sevilla merece la pena recordar al grupo Gorca, compuesto por profesionales de la radio de Radio Vida y miembros del cine-club Vida. De este grupo de teatro, que realiza puestas en escena de elevada calidad, surgen los cineastas Claudio Guerín * y Josefina Molina * . En esta misma época, en Madrid, comienza a consolidarse la carrera de Rafael Álvarez 'El Brujo' * .
De igual forma, las compañías andaluzas posibilitan que en España se comiencen a representar los clásicos del teatro extranjero. El grupo de teatro de cámara Lope de Vega, que empieza a funcionar a finales de los cincuenta y que reúne a aficionados y a gente procedente del teatro universitario, da a conocer en Andalucía Esperando a Godot , de Samuel Beckett. Este grupo está dirigido durante algún tiempo por Juan García Barquero, y de él salen actores tan importantes como Juan Diego * . No obstante, pocas personalidades del mundo del teatro han tenido en España una repercusión tan importante como José Tamayo * . Su apasionamiento, su capacidad de entrega por el teatro y su constancia le permiten realizar estrenos impensables en el franquismo. "Fue quizá el primero -escribe Eduardo Haro Tecglen- que se atrevió con Miller, que era y es francamente rojo [...], y se atrevió con Lorca y con Valle-Inclán, tan dejados de la mano del dios gobernante que mandaba en la cultura; y sacó adelante a Bertolt Brecht y a Anouilh". De igual forma, en esta época hay que destacar el éxito de Antonio Gala * ( Los verdes campos del Edén , Los buenos días perdidos o Petra Regalada ), y Miguel Romero Esteo, cuya obra Pasodoble , de 1975, se representa a lo largo y ancho de España y se estrena en Berlín.
Frente a este teatro urbano y de claro corte intelectual, surge en 1966 el teatro campesino fundado en Lebrija por Juan Bernabé y Antonio Torres. Los actores, principalmente campesinos y jóvenes del pueblo, realizan un teatro lleno de sentimientos, de silencios cargados, ruidos y conflictos, que intentan transmitir el desamparo de las clases trabajadoras andaluzas. En el espectáculo, el flamenco se utiliza como grito de protesta, lo que supone uno de los primeros ejemplos de la utilización dramática del cante y el baile. El espectáculo Oratorio , de 1971, consigue una aclamación internacional y es calificado por Buero Vallejo como "una de las denuncias sociales más revulsivas que se hayan podido presentar en nuestra escena". El Gobierno Civil de Madrid, sin embargo, le pone una multa de 100.000 pesetas por ir en contra de los principios del Movimiento. Los pasos del Teatro Lebrijano son seguidos por el Teatro Algabeño. En 1976 ambos se fusionan para realizar el montaje de Cantos de trigo y la cizaña . Esta utilización del flamenco en el teatro es continuada por La Cuadra * , el grupo teatral de Salvador Távora * , que surge en 1971 y cuyo montaje Quejío obtiene un éxito atronador.
Teatro en la democracia. Desde la consolidación de la democracia, el teatro andaluz goza de una salud de hierro. Surgen compañías de alto nivel interpretativo, como Teatro del Mentidero, Producciones Imperdibles, La Zaranda, Andante Teatro, Los Ulen, La Tarasca o Atalaya Teatro Experimental Andaluz. También se consolida la labor realizada por el Centro Andaluz de Teatro (CAT) y la repercusión del Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla y la Feria de Teatro del Sur de Palma del Río, de los más importantes de Europa, que se inician, respectivamente, en 1985 y 1973. Junto a las compañías, la nueva generación de dramaturgos presenta nombres tan solventes como Antonio Álamo ( La oreja izquierda de Van Gogh ), Antonio Estrada ( Idilio , Motel Las Ballenas ), Alfonso Zurro ( El canto del gorrión , A solas con Marilyn ), Juan García Larrondo ( La cara oculta de Selene Sherry , Zenobia ), Antonio Onetti ( Los peligros de la jungla , Rave party ), Alejandro Víctor García ( El huevo de los mártires ) o Juan Carlos Rubio ( Las heridas del viento )
Durante los últimos años, se produce la recuperación de tres importantes espacios escénicos de Andalucía. Se rehabilitan y se inauguran el Gran Teatro de Córdoba, en 1986, el Teatro Cervantes de Málaga, en 1987, y el Teatro Villamarta de Jerez, en 1994. En 1992, y con motivo de la Exposición Universal, se construye el Teatro de la Maestranza de Sevilla, al que se une de forma posterior el Teatro Central, en el recinto de La Cartuja. Estos teatros se unen a otros ya históricos como el Teatro Falla de Cádiz, el Teatro Municipal Isabel la Católica de Granada o el Teatro Lope de Vega de Sevilla, cuya oferta es completada por un gran número de pequeñas salas que se reparten por las ciudades y pueblos de Andalucía. [ Javier Vidal Vega / José Romero Portillo / Pablo Santiago Chiquero ].
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