(ronda, málaga, 1550-madrid, 1624). Músico, poeta y novelista andaluz, que recibe el bautismo el 28 de diciembre de 1550 en Ronda, ciudad natal en la que transcurren sus primeros años de vida, fundamentales para conocer al hombre y al escritor que en prosa y verso tan reiteradamente describe los abruptos y maravillosos paisajes rondeños. Recibe formación humanística, a decir de Haley por Juan Cansino, o según Entrambasaguas por Juan de Aguilar. En 1670 aparece matriculado en la Universidad de Salamanca, y el 3 de agosto de 1572 le encontramos de nuevo en Ronda, donde se posesiona de una capellanía fundada por sus tíos. Desde esta fecha hasta 1584 carecemos de datos seguros sobre su vida, aunque se puede conjeturar que alecciona en Madrid a Lope de Vega, y al servicio de diferentes señores (marqués de Tarifa, duque de Alba, conde de Lemos, etc.) recorre diversos lugares de la geografía española. En estos años conoce a Lope, Góngora y a los hermanos Argensola. Vive en Sevilla de 1578 a 1581, y en la ciudad del Betis entablaría contacto con las más notables figuras de su universo cultural: Francisco Peraza, Mateo Alemán, Fernando de Herrera, Barahona de Soto, etc. En 1581 lo hallamos en Milán como gentilhombre del duque de Medina Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán.
En 1599, tras completar su formación, Espinel se gradúa en Bachiller en Artes por Granada y da a la estampa su libro Diversas Rimas en 1591 en la villa de Madrid. Este mismo año es nombrado capellán del Hospital Real de Santa Bárbara, como sustituto del anterior titular Pedro Díaz Cansino. A causa de su larga ausencia de la Corte, el 12 de enero de 1594, la ciudad de Ronda pide al rey haga que el beneficiado Vicente Espinel vuelva en el plazo de un mes y, si no, "mande nombrar a otro capellán", pues lleva más de dos años y medio ausente y "no es justo de que los pobres padezcan".
En 1599, muerto Felipe II, vuelve Espinel a Madrid para pasar la última y feliz etapa de su vida como maestro de la Capilla del Obispo de Plasencia, adscrita a la iglesia de San Andrés. En esta fecha se gradúa de maestro de Artes por la Universidad de Alcalá. Hasta el año de su muerte permanece ininterrumpidamente en Madrid, excepto sendos viajes a Valladolid y Toledo, y publica numerosas aprobaciones y poesías laudatorias a los más famosos escritores españoles y portugueses. Hecho significativo es la práctica unanimidad de los elogios a él destinados, de los que no se sustraen ni Lope ni Cervantes, precisamente en unos momentos en el que se sentaban ásperas querellas literarias.
Músico y crítico literario. Aunque no nos llega ninguna composición literaria de Vicente Espinel, los testimonios de sus contemporáneos y los suyos propios nos indican su gran maestría y espíritu innovador, manifestado al añadirle la quinta cuerda a la guitarra española. Andrés de Claramonte nos dirá: "Pues el gran Padre Espinel/ en cinco nos la a templado,/ si al varón claro divino y fiel/ quatro órdenes le an cantado;/ cante en cinco órdenes por él". Y Lope, en la dedicatoria del Caballero de Illescas: "Deve España a v. n. Seños Maestro" las cinco cuerdas del instrumento, que antes era tan bárbaro con quatro; los primeros tonos de consideración de que ahora está tan rica, y las diferencias"" En efecto, su aportación a la guitarra no se limita a la incorporación de la quinta cuerda, sino que la dignifica, acercándola a la aristocrática vihuela. Se puede afirmar con fundamento que ningún poeta, dramaturgo o poeta español de entonces manifiesta tan amplios conocimientos musicales como Espinel. Nuestro autor, que conocía el tratado De música , del burgalés Salinas, nos deja en sus Diversas Rimas y en el Marcos de Obregón una nutrida nómina de músicos y cantores contemporáneos, y en diversas ocasiones habla sobre la música de las aves, la música vocal y la instrumental. Y no sólo se limita a reflexionar sobre las clases de música, sino que insta a la sociedad de su época para que enseñase "a los niños esta facultad primero que otras".
Tampoco figura Vicente Espinel entre los grandes preceptistas y críticos literarios del Siglo de Oro, pero, además del indiscutible mérito de ser el primer traductor del Arte Poética de Horacio en versos castellanos, su actitud frente al hecho literario nos es de gran valor como juicio crítico de una época pujante en la literatura.
En diferentes aprobaciones de obras expone, siguiendo la doctrina horaciana del delectare et docere , el fin primordial de toda obra literaria: enseñar deleitando. Escribe Alberto Navarro: "Su obsesionante preocupación por deleite y provecho; su valoración del ingenio "gallardo", "elevado" y "peregrino"; del estilo y del lenguaje "puro y honesto", "claro", "galán" y "cortesano"; manifiesta evidentes coincidencias con Mateo alemán, Vélez de Guevara, Mira de Amescua, Herrera, Góngora, etc., y nos hace pensar en otros escritores andaluces, posteriores como el preceptista Martínez de la Rosa, el Duque de Rivas, Estébanez de Calderón, Alarcón, don Juan de Valera, Bécquer, el Padre de Coloma, Ganivet, Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, García Lorca, Alberti, Pemán, etc.
Espinel poeta. Para sus contemporáneos, Espinel, más que el autor de Marcos de Obregón, fue fundamentalmente el "único poeta latino y castellano", fijador o inventor de la "espinela" y el gran músico que añadió la quinta cuerda a la guitarra española. La crítica posterior presta escasa o nula atención al Espinel poeta, hasta que en 1956
Dorothy Clotelle Clarke publica su edición de las Diversas Rimas . En cuanto a la creación de la "décima" que lleva su nombre, es cuestión que José María Cossío trata extensamente en su artículo "La décima antes de Espinel". Básicamente, se puede decir que sus contemporáneos le tienen por su creador de la combinación estrófica que lleva su nombre. Lope de Vega, por ejemplo, afirma: "No parecía novedad llamar "espinelas" a las "décimas" que éste es su verdadero nombre, derivado del maestro Espinel, su primer inventor, como los versos sáficos de Safo". Y si bien parece cierto que Espinel no fue el primero que intentó la combinación de diez octosílabos trabados en consonante, ya que los viejos poetas del Cancionero de Baena * trataron de buscar la fórmula definitiva, no lo es menos que Espinel consiguió llevar la estrofa a su madurez métrica y expresiva según el esquema "abbaaccddc". Con todo, no deja de extrañarnos que el "inventor" de tal combinación estrófica sólo la utilizase en dos ocasiones: en una composición que titula Redondillas ("No hay bien que de mal me guarde") y en los versos elogiosos que antepuso al Español Gerardo de Céspedes y Meneses. Por todo ello, Cossio llega a afirmar que "no es exagerado decir que el hallazgo de la Décima de Lope de Vega en la poética de Espinel, puede considerarse como su verdadera invención" Él es quien la difunde y da auténtica personalidad; por él la llamamos "espinela" y conocemos su primer cultor, y por su práctica y ejemplo ha quedado definitivamente incorporada a las formas métricas del Parnaso Español".
Vida del Escudero Marcos de Obregón. En 1618 aparecen editadas en Madrid por Juan de la Cuesta las Relaciones de la Vida del Escudero Marcos de Obregón , la más importante obra de Espinel que, aunque favorecida por el éxito inicial, pronto cayó en el olvido de la estima literaria. En ella intenta Espinel ensayar nuevas técnicas narrativas, basado en obras anteriores, como el Guzmán de Alfarache y en los avances de los recursos cervantinos. La obra se articula en torno a tres ejes fundamentales: historia del Escudero, narraciones intercaladas y disgresiones didáctico-morales, de forma artística, armoniosa, ágil y amena. Las obligadas comparaciones entre el Guzmán y el Marcos de Obregón arrojan saldo positivo a favor de la obra de Espinel en técnica, complejidad y riqueza del personaje central, y elevación de la dignidad moral, aunque no llegue a la grandeza, vigor y profundidad de la obra de Mateo Alemán. El Marcos de Obregón rebasa en algunos aspectos los moldes de la picaresca, se encuadra dentro del "genero de entretenimiento común provechoso" y ha de entenderse en estrecha conexión con el carácter, actividades y condición andaluza de su autor.
Lejos de las características dominantes de la picaresca surgida de plumas castellanas, esta obra se encuadra dentro de toda una tradición de picaresca andaluza, cercana al ágil trazo y poético realismo de las Novelas Ejemplares cervantivas, y caracterizada por el directo y personal autobiografismo, por la lírica idealización de la realidad, por la exquisita sensibilidad ante el amor, la música, la naturaleza, el paisaje, el mundo animal y todos los elementos misteriosos del más acá y del transmundo. De la mano de Espinel podemos recorrer hermosos paisajes de nuestra geografía, a través de una pupila inundada y enamorada de la luz del Sur. Las notables similitudes de óptica con otras obras de narradores o poetas andaluces nos hace pensar que el ser andaluz no es una mera situación de Espinel, sino una condición hondamente arraigada. [ Manuel Ángel Vázquez Medel ].
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