(córdoba, 1923-2018). Poeta y director del Centro Andaluz de las Letras. Miembro del grupo Cántico, es el más alto exponente de su generación poética en Andalucía. García Baena es una de las cimas de la poesía española del siglo XX: "Uno de los tres mejores poetas de su generación y el mejor de su estilo", según Luis Antonio de Villena; "un hecho espiritual que sólo puede ser comparado en nuestra lengua y en nuestro siglo "por su rica complejidad y por su rara pristineidad" con el "corpus" poético de un Borges o de un Cernuda", para Fernando Ortiz. Poética cumplida, son sus versos como las rosas blancas; música de palabras que suena como el agua en la yedra; canto hecho de la nada, que encierra la elemental plenitud del todo. Poesía pura, lujosa y transparente, que se oye, se huele, se mira, se palpa y se gusta, ante la que caen heridas las estrellas. Se ofrece la palabra viva de Pablo García Baena desde esa llaga de amor por la que intuimos lo esencial de nuestra existencia: que pasa la juventud y que el amor se acaba, y que a la postre también nosotros nos desvanecemos. Pero que con nosotros ha vivido algún momento de goce, el lujo del recuerdo, unos instantes que pueden justificarnos, y que a él le justifican, transmutados en palabra de fuego y aire, de tierra y agua. Poética material de los cuatro elementos, sabiamente conjugada en su escritura poética.
Es preciso destacar su fidelidad al ministerio poético "llevado en apartada soledad" que se nos ofrece en palabra surcada por la memoria y el deseo. Un destino en su tiempo y sazón, que se afirma contra la inercia de modas y corrientes. Su Poesía completa (1940-1997) es publicada por Visor (Madrid, 1998) con una introducción de Luis Antonio de Villena, que ya prologara la anterior edición de 1982. Completada hasta el año 2000, aparece la más rica edición hasta el momento en la colección Ciudad del Paraíso de Málaga, con el título Recogimiento (Poesía 1940-2000) , que se completa con un estudio introductorio de Fernando Ortiz y una bibliografía confeccionada por María Teresa García Galán. De la ya abundante bibliografía sobre García Baena destaca el volumen colectivo Casi un centenario , editado por la Consejeria de Cultura en 2004.
Trayectoria poética. En los años iniciales de la década de los cuarenta se van afirmando los gustos y las claves esenciales de su escritura, bajo la orientación del memorable Juan Bernier, y compartiendo su amor por el arte con músicos como López de Rozas "en cuya casa vive el primer deslumbramiento ante la música de Bach", pintores como Miguel del Moral y Ginés Liébana "cuyos estilizados ángeles son la expresión plástica emblemática del grupo" y otros poetas jóvenes como Julio Aumente y Ricardo Molina, a los que se unirían más tarde los nombres de Mario López, Vicente Núñez o el pintor Rafael Álvarez Ortega. García Baena subraya el carácter global de su invención poética, en la que ni la música, ni la pintura ni ninguna otra expresión estética plástica están ausentes. También en este sentido participa de ese modernismo esencial y radical, caracterizador de toda la poesía española contemporánea, que Juan Ramón definiera como "aspiración radical hacia la Belleza".
Así se va gestando su universo personal y su estilo inconfundible: agregando, en la ciega extensión de la palabra poética, el amor por las formas, por la expresión justa y precisa; el lujo del ritmo; un barroquismo sensual y equilibradamente culturalista, con esa cultura profundamente enraizada con la vida que se hace en el Sur, pues lo sentimos aún como vivo y vivificante, heredero sin duda de lo más rico de nuestro barroco; la expresión intimista de una experiencia de amor y muerte que se hace mítica "y mística" al conectar con lo mejor de la poesía española, pero también con otros grandes poetas franceses, italianos, ingleses... Un poeta que culmina "como acertadamente indica Fernando Ortiz" dos tendencias de nuestro romanticismo difíciles de conciliar: la más colorista y sensual de Rivas y la más intimista de Bécquer.
Su primera obra, Rumor oculto , publicada en 1946, es libro inicial e iniciático de un joven poeta que ya encuentra algunos de sus grandes temas y motivos "entre ellos, el amor y el tiempo; la amistad y la muerte; la pasión y sus escenarios", sus grandes claves de tratamiento "la sensualidad, el tono elegíaco, la tensión entre paganismo y atmósfera religiosa" y, finalmente, las grandes líneas de un estilo pulcro, cuidado, de extraordinaria hermosura léxica y rigor métrico, fraguado en lo mejor de nuestra tradición poética "aquí laten los versos de Juan Ramón y Juan de la Cruz; Góngora y Fray Luis, Garcilaso, más allá de todo "garcilasismo"". El poema "Tentación en el aire" es ya la expresión madura, en una atmósfera que nos recuerda a Baudelaire, del amor sensual vivido con la ambivalencia de la entrega y la culpa, de la presencia de lo pagano y lo religioso, de un dulce decadentismo:
Sabía que vendrías a hablarme y no te huía, demonio, ángel mío, tentación en el aire.
Sabía que tus ojos ahogarían mis ojos cansados ya de largos horizontes de hastío y de copiar tranquilos paisajes de remanso.
Para concluir:
Aunque me hayas quitado a Cristo, el que perdona, el comprensivo, el dulce, el manso Jesucristo, un día volveré al alba, ya cansado, con mis descalzos pies sangrantes de la senda y lloraré las lágrimas, las que tú no ves nunca, hasta borrrar el último recuerdo del pecado.
Jardín corrobora ese tono otoñal y crepuscular "doble decadencia", a la vez que es un ejemplo espléndido de la sinfonía de sentidos que convoca la poesía de García Baena: el gusto y el tacto ""Un mundo entre los labios que se aprietan en lucha"; "el panal de tus labios que enamora sin verlo"; "Balbuceo palabras y rozo con mis labios / el caracol marino de tu pequeño oído""; el oído ""Hay un rumor de alas por el jardín. Ya lejos / canta el cuco y otoño oscurece la tarde""; sugerencias olfativas ""donde naufraga el lirio, y las suaves plumas""; la vista ""me vuelvo para verte última y silenciosa"".
Mientras cantan los pájaros (1948), que se abre con ese espléndido poema bíblico dedicado a Vicente Aleixandre, "Llanto de la hija de Jephté", en el que la virgen llora su destino sacrificial, nos lleva con todo a un ámbito más luminoso y festivo, claramente apreciable en "Primavera":
Ámame, Primavera, en esta hora en que toco la seda de la tarde, en esta hora virgen que se escapa ven y enciende tu antorcha de perfumes en mis ojos que anhelan tu venida.
En esta obra se acentúan la sensualidad y la voz propia de un autor ya maestro en todos los juegos del ritmo poético ""La fuente del arco" es un magnífico ejemplo del uso del alejandrino", y nos anuncia los temas que serán dominantes en sus dos obras centrales en el poema "Oda a Gregorio Prieto":
Yo era entonces un niño, casi un adolescente, pero ya adivinaba, Gregorio, qué tristeza derrumbaba la frente en aquellos muchachos de tus dibujos, donde la yedra se enredaba entre sus manos como sortijas de deseos.
Melancolía y pasión son, a decir de Villena, los elementos que configuran la primera época de Pablo (1940-1948). Y lo son: sólo que como expresión concreta de dos términos mayores que se irán modulando de forma distinta a través de toda la trayectoria de García Baena: la memoria "aquí hecha melancolía" y el deseo "aquí vivido como pasión juvenil". A estos dos modelos de inspiración se une, asimismo, el cariz litúrgico y ornamental de las celebraciones cristianas andaluzas, conectadas con la Semana Santa de Córdoba. García Baena es un cantor predilecto de esta tradición, que plasma en poemas como su "Cántico de los Santos en honor de Nuestra Señora de los Dolores".
Entramos en la época central con Antiguo muchacho (1950). El poema que da título al libro, con su acendrado tono elegíaco, sus espléndidas imágenes y metáforas, es crisol perfecto por el que desfilan imágenes, olores y sabores de proustiana resonancia; poema donde se mezclan roces y rosas, noches y fiebres infantiles, Sandokán, Aramis y Robinson con la "Oración en el Huerto":
Revivo la mirada pálida de los espejos y mi rostro preguntando en su oráculo, y la mano que repasaba, lenta, mis mejillas, mis labios.]
Había una ventana donde el mar convertía en espuma sus cisnes,] y en los aparadores bandejas con membrillos cocidos y el tarro de las guindas, y las cidras frías por el mármol de la madrugada, y los dulces de piñonate en su estrella de papel rizado.]
"Las tres viejas mujeres" es poema que subraya la importancia de los personajes femeninos y en el que, como en el anterior, hay huellas de lo mejor del universo lorquiano; "Bajo la dulce lámpara" es vuelo de la imaginación juvenil por lugares de ensueño, con el dedo en el atlas iluminado por la vaga y tenue luz y final aceptación de la dura realidad:
Muchacho infatigable, bajo la dulce lámpara, tal vez buscaba una secreta dicha apenas confesada en su interior.
Cuando los días pasaron, él ya supo que su destino era esperar en la puerta mientras los otros pasaban.]
Esperar con un brillo de sonrisa en los labios y la apagada lámpara en la mano.
Estos textos, juntamente con "Galán" "sensual celebración del amor, que convoca la muerte" dan una buena idea de este libro en el que cada uno de sus poemas son verdaderamente memorables:
Aquí está ya el amor. La luna crece en el espacio virgen.
Desnudo, el desvelado hacia la aurora siente resbalar por su cuerpo un agua de sonrisas.
Y termina solemne:
Él piensa entre los sueños: Quiero morir cantando junto al mar.
Junio (1957) es celebración de goce y erotismo, de estival sensualidad y plenitud, como puede apreciarse en "Narciso", uno los mejores poemas de García Baena, que despliega los más íntimos secretos de su escritura poética: palabra justa y a la vez lujosa, precisa y preciosa, inmersión en lo mejor de la tradición clásica, transformación del mito para expresar su peculiar visión del mundo. Y un motivo central de toda su poesía: eros y thanatos , amor y muerte fundidos ("porque el amor tan sólo puede ser poseído por la muerte"):
No, no quiero volver... Sé que está entre los mimbres secreto y aguardándome.]
Sé que me espera. Piso estos verdes helechos que llevan a su sombra. Pero no he de ir. ¿No he de ir" Aún el estío, como un áureo zagal, se embriaga en las siestas, y todo para él, esa rosa de fiebre, y el venero escondido,] y el queso blando y puro, y el aire áspero como la lengua del mastín sediento,] es deseo en su carne.
Óleo (1958), obra de significativo título, que subraya la dimensión pictórica y visual, presente en la poesía toda de García Baena, intensifica ese venero de poesía religiosa nunca ausente en él, e introduce diferentes modulaciones de la melancolía. Marca Óleo , también, el inicio de una crisis de escritura de casi dos décadas. Reseñable durante estos dilatados años de silencio es el largo viaje que realiza en 1964 junto a un grupo de amigos por la Costa Azul francesa, la Riviera italiana, Milán, Florencia, Venecia, Roma, Nápoles, Capri, Atenas, Delfos, Athos, El Cairo o Alejandría. A su vuelta, en 1965, el poeta decide dejar su inmortal y cantada Córdoba para establecer su residencia habitual en Málaga.
Madurez creativa. La plaquete Almoneda (1971) pauta su largo silencio y nos entrega hermosísimos sonetos, "doce viejos sonetos de ocasión", el último de ellos escrito diez años antes de su publicación, que coincide con el final del silencio crítico y el mayor interés por el grupo Cántico, iniciado fundamentalmente por la antología preparada por Guillermo Carnero en 1976.
En las siguientes décadas, el poeta cordobés amplía y corona su obra, a la par que la crítica y el público comienzan a otorgarle un reconocimiento que hace justicia, a título individual, a su poesía recia y verdadera "véase artículos adjuntos", curtida en el silencio y la soledad, y a título colectivo, al grupo de Cántico, que en los ochenta despierta un interés que permite a sus poetas sacudirse el oscuro olvido que se había cernido sobre ellos. En 1984 obtiene el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1991 el Premio de las Letras Andaluzas. Su ciudad natal lo declara Hijo Predilecto en 1984 y le concede la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba en 2004. También es nombrado Hijo Predilecto de Málaga, provincia en la que reside desde 1965, primeramente en la localidad de Torremolinos y más tarde en Benalmádena. Todos estos galardones son recibidos entre los elogios y la admiración de los nombres más importante de la cultura andaluza y española, caso de Carlos Castilla del Pino * , quien escribe sobre él en La casa del olivo : "Pablo García Baena era entonces considerado el poeta más delicado y sutil de todos ellos, y se podía decir que el de mayor proyección fuera del ámbito estrictamente cordobés. Dámaso Alonso lo catapultó en cierto sentido publicando en la tercera de Abc un artículo titulado "Pablo". Morigerado, prudente, callado, cuando intervenía podía mostrar una breve pero mortífera mordacidad, y sumirse a continuación en su recatado silencio. Por aquellos años se ocupaba de restaurar cuidadosamente mantos de vírgenes de las distintas cofradías de Córdoba, a sabiendas de los siglos que habían pasado por ellos. Era muy sensible y erudito en todo lo concerniente a asuntos de iglesia: ropas, enseres, tallas... Y no por devoto sino por esteta: admiraba la imaginería barroca y sus atuendos, gusto que compartía con Julio Aumente y Miguel del Moral. Antes de alejarse de Córdoba "como también harían otros del grupo", Pablo regentó una tienda de antigüedades en la calle Rey Heredia, que al poco cerró; y nos dejó huérfanos a unos cuantos. Allí nos reuníamos y lo pasábamos en grande comentando libros, abominando de la gente que representaba el "todo Córdoba", es decir, la Córdoba convencional y retrógrada. Nuestra amistad se consolida con los años. El que recíprocamente sepamos que existimos, aunque nos veamos de tarde en tarde, es suficiente para confirmar que nuestro mundo, en lo que tiene de valores comunes como la amistad, la lealtad, el entendimiento, subsiste. Le quiero profunda, seriamente". [ Manuel Ángel Vázquez Medel ].
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