Hay unos límites incuestionables "e inamovibles, a escala histórica" que son 812 km. de costa, al Este y al Sur. Por el Oeste, el Guadiana y su afluente el Chanza constituyen un lindero persistente; y en los extremos septentrionales, hacia Mérida y Murcia, los obstáculos son más suaves. En cambio, Sierra Morena siempre ha sido una frontera natural en casi todo el Norte; zona montañosa cruzada de valles y cubierta de vegetación, que contrasta con las llanuras agrarias de La Mancha y Tierra de Barros, donde la altitud y continentalidad establecen diferencias climáticas respecto al Valle del Guadalquivir. Este límite físico repercute en las relaciones exteriores, pues son pocos los pasos naturales, destacando Despeñaperros, realidad y símbolo de frontera.
En el primer tomo de la Geografía de Andalucía (1987-1990) se recogen afirmaciones de distintos autores acerca de los límites terrestres andaluces, como, por ejemplo, la de Sole Sabaris en 1986: "El viajero que desde Madrid se dirige a Andalucía [...] después de atravesar la llanura manchega se encuentra en Despeñaperros sin darse cuenta que acaba de traspasar el reborde de la Meseta; pero, al llegar a la Depresión del Guadalquivir, y volver la vista atrás, observa con sorpresa que ha dejado a su espalda un gigantesco escalón casi rectilíneo formado por relieves sombríos que se elevan más de 1.000 metros sobre las tierras de vivas tonalidades abigarradas del Valle de Guadalquivir". Y en 1987 se escribe sobre los límites de Andalucía: "Se trata de un espacio diferenciado con una divisoria no muy modificada en el tiempo, sobre todo desde hace unos mil años, salvo detalles, [...] que son el resultado de un proceso apoyado en los elementos naturales, poblacionales, económicos, políticos".
Pero esta percepción de frontera Andalucía-Castilla es antigua. Así, por ejemplo, Andrés Navagero, diplomático veneciano, escribe en 1526 que desde Linares se pasan montañas desiertas "puerto Muladar, antes Saltus Castulonenseis", "que dividen Andalucía de Castilla". El noble francés Francisco Bertaut también repara, en 1659, en el agreste descampado de Sierra Morena ""allí comienza Andalucía""; en su multitud de bosques de robles, alcornoques, encinas y madroños; y que antes de llegar a Linares, tras nueve leguas, "sólo hay una venta".
La Bética. Sobre la antigüedad de la percepción y fijación de límites, Andalucía presenta una clara identificación y notables diferencias respecto a otras comunidades del Estado. Así, Schulten escribe en 1945: "El imperio de Tartessos corresponde a la cuenca del Guadalquivir, estando Andalucía separada del resto de España por Sierra Morena. A causa de esta situación geográfica puede compararse la Turdetania-Andalucía con el Asia Menor y el África del Norte, separadas por el Tauro y el Sahara del resto del continente y vueltas de cara al mar y de espaldas a la tierra". Pero hay que remontarse a la época romana para conseguir el primer mapa territorial de la Península Ibérica en el que la provincia Bética prefigura, ya hace 2.000 años, lo que es hoy el espacio andaluz en su configuración básica.
En efecto, hacia 200 a.C. la Península se estructura en tres provincias o países, en principio sin conexión política entre ellas, sino dependiendo del césar o emperador "en las menos romanizadas, Lusitania y Tarraconense" o del Senado, si, como la Bética, no presentan mayores problemas. Desde el enfoque espacial existe una notable diferencia entre las tres circunscripciones, pues mientras la Bética y la Lusitania "claros precedentes de Andalucía y Portugal, respectivamente" tienen una coherencia "límites en grandes ríos, Duero y Guadiana, y ejes vertebradores también fluviales, Tajo y Guadalquivir", la Tarraconense no es más que un heterogéneo resto peninsular menos romanizado, que después se subdivide en Gallecia, Cartaginense y Tarraconense.
El río Betis es el eje de un territorio percibido como muy distinto en sus aspectos naturales "Sierra Morena era más aún que hoy un bosque en relieves abruptos, obstáculo insalvable con la Meseta", culturales y de recursos, y se delimita como un país con el nombre de provincia, que llega por el Norte y el Oeste al Guadiana, para incluir como glacis estratégico a Sierra Morena como la Turdetania, y por el Este no difiere mucho de los límites andaluces actuales, si bien podría quedar fuera una pequeña parte del Noreste. El límite oriental, casi coincidente con los actuales de Andalucía, se retrotrae en el año 27 hacia el Oeste para integrar en la Cartaginense "controlada por Augusto y no por el Senado" la rica zona minera de Cástulo "Linares o La Carolina".
A la percepción de espacio distinto respecto a la Meseta, se une el conocimiento de pueblos también singulares y de elevada cultura, como describen viajeros y geógrafos de la antigüedad "Polibio o Estrabón"; los mismos que, quizás exageradamente, ensalzan las riquezas de estas tierras. La importancia de tales hechos estriba en la percepción de la diferencia hace dos milenios, en la historicidad, por lo tanto, del territorio andaluz, pero también como "valoración identitaria" desde fuera más que de forma autóctona, lo que parece ser una constante histórica, cuyas razones sería interesante averiguar, aunque algo tendrá que ver la situación de encrucijada y puente.
Las instituciones municipales autóctonas se van convirtiendo paulatinamente en organismos latinos, si bien existe un ente provincial o Asamblea, formada por representantes de las ciudades. Ésta nace como elogio al emperador y alabanza del gobernador saliente, pero progresivamente se convierte en órgano reivindicativo y va adquiriendo un cierto poder, que se ve truncado en una nueva era. Es la entrada de pueblos germánicos en el imperio romano a partir del siglo V "visigodos, ostrogodos, suevos, alanos, vándalos", suponiendo la primera llegada histórica de flujos septentrionales al sur de Despeñaperros; pero se mantienen los límites de la Bética.
Al-Ándalus. Después viene el largo periodo de al-Ándalus, que primero es una provinia de Damasco, después con Abderrahmán I, un Emirato independiente, sólo vinculado en lo religioso, hasta que Abderrahmán III en 929 se convierte en califa rompiendo todos los vínculos. En esta época del califato se localizan en la Península Ibérica varias entidades políticas y embriones de otras. Además del estado andalusí, existen el Reino de León y el de Navarra, más condados pirenaicos que dan lugar posteriormente a Aragón y Cataluña. Conviene recordar en este punto que la Península Ibérica ha sido escenario de fuerzas centrípetas y centrífugas alternativas, que a lo largo de los tiempos han tendido a la existencia de una o varias entidades políticas.
Según algunos historiadores, el califato está dividido en cuatro naciones: al-Garb, u occidente, al otro lado del Guadiana, de donde procede la denominación de Algarve; al-Xarq, u oriente, desde Murcia al norte de Valencia; al-Mussata en el sur de la Meseta y al-Ándalus propiamente dicho en Andalucía. En los mapas árabes aparece frecuentemente el nombre de al-Ándalus en el sur peninsular junto con los de Asbania (Hispania"), Kastalia y Galikia en el centro y Norte (Reparaz, 1954) y es generalizada la información sobre zonas despobladas en la Meseta.
En el citado primer tomo de la Geografía de Andalucía (1987-1990) se utilizan varios textos para reconstruir los límites de Andalucía a través de las coras o provincias califales, de lo que hacemos aquí un resumen. La mayoría de esas demarcaciones se encuentran en nuestro territorio, tienen un mayor número de núcleos y necesitan, por la abundancia de recursos, menos espacio; al contrario de lo que ocurría con las extensas circunscripciones de Béjar, Mérida y Toledo, por ejemplo.
En relación a la Bética, los límites se retrotraen al sur del Guadiana, buscando la divisoria de aguas entre aquél y el Guadalquivir, aproximándose a la situación actual. De Oeste a Este, el Guadiana, el Chanza, el Múrtiga y la Sierra de Tentudía componen la linde al igual que hoy. Después, la cora de Firrish, con centro en Constantina, incluye además de la sierra, los llanos de Llerena; mientras en el distrito de Fash al-Ballut, al norte de Córdoba, se marcan, como ahora, los cauces del Zújar y el Guadalmez, si bien engloba las minas de Almadén, volcadas hacia el valle buscando los puertos de mar. La cora de Jaén coincide al Norte con los límites actuales, aunque en el Noreste integra la Sierra de Alcaraz y, ya en el Este, existe una estrecha franja al norte de las actuales provincias de Granada y Almería que queda fuera de las coras.
Después, en el periodo almohade, con cabecera en Sevilla, las demarcaciones "Almería, Granada, Málaga, Jaén, Córdoba y Sevilla" señalan unos límites externos parecidos a los actuales. Desde mediados del siglo XIII a finales del XV Andalucía está dividida en dos partes: por un lado, los reinos cristianos de Jaén, Córdoba y Sevilla, con límites similares a los almohades, y, por otro, el estado islámico de Granada. En medio, una frontera, coincidiendo sensiblemente con los bordes de la cordillera penibética, pero cambiante a lo largo del tiempo, y a través de la cual hay bastante comunicación "comercial, demográfica o cultural".
Delimitación castellana. Suele decirse que Castilla respeta la organización territorial anterior; no obstante, hay algunos cambios respecto a la delimitación almohade. Hacemos aquí un resumen, yendo de Oeste a Este. El tratado de Badajoz de 1267 fija la frontera con Portugal en el Guadiana, pero hay una zona en litigio en torno al río Chanza que no se resuelve en realidad hasta el siglo XIX y la delimitación actual es prácticamente la almohade. También en época musulmana parece que el sur de Badajoz, Jerez-Azuaga, se incluye en el reino de Sevilla, junto con el área de Aracena-Aroche, y así se le asigna a mediados del XIII. Más al este la provincia de León en Extremadura, perteneciente a la poderosa orden del Temple, marca el límite con Andalucía y sólo hay pequeñas modificaciones: Higuera, Fregenal y Bodonal, hoy en Extremadura, pertenecían a Andalucía, mientras que Cañaveral, Arroyomolinos y Guadalcanal estaban en Badajoz y pasan después a Huelva y Sevilla, manteniéndose el topónimo de León.
En Córdoba los ríos Zújar y Guadalmez forman una frontera muy antigua y estable, salvo Almadén "ligada al Valle para la exportación de mineral, perdida en 1833" y la instalación del condado de Belalcázar desde el siglo XIV al XIX "Hinojosa, Fuente Ovejuna, Bélmez...", a pesar de las protestas de la capital califal y de los vecinos de la comarca. El norte de Jaén también constituye un límite perenne, excepto el noreste o zona de Segura-Cazorla otorgada a la Orden de Santiago, como recompensa de la conquista. Por su parte, el reino nazarí abarca el campo de Lorca y Águilas casi hasta el final, mientras Puebla de Don Fadrique pertenece alguna vez a Murcia, al igual que Huércal Overa después de 1492.
Según la información de que disponemos acerca de los cuatro reinos andaluces "Jaen, Córdoba, Sevilla y Granada", en los siglos XVI al XVIII, los límites se mantienen. Y, tras la conquista castellana, se distingue bien entre "Extremadura de León y los cuatro Reynos de Andalucía", la Mancha y Murcia, siendo prácticamente los actuales, salvo lo ya comentado antes.
Límites definitivos. El Decreto de Nueva Planta de Felipe V (1716) y medidas posteriores de la nueva dinastía borbónica centralizan el Estado, creándose las intendencias como circunscripciones de ese nuevo modelo. Más tarde, se repueblan las zonas desérticas de Sierra Morena, desde Despañaperros a Bailén, y las situadas entre Córdoba, Écija y Carmona, a fin de proteger el camino hacia Madrid, creándose los núcleos de La Carlota, La Carolina, Guarromán o La Luisiana, y cambiando la situación anterior, en la que, debido a la existencia de más de 800 km. de litoral y el murallón de Sierra Morena, "hasta el siglo XVIII, al menos, [esa específica situación de Andalucía] favoreció una relativa autarquía respecto al resto de la Península, en la que la tierra andaluza tendió a un funcionamiento en el que se atendieron más a las relaciones con el exterior peninsular, con América especialmente, pero también con el resto del Mediterráneo e, incluso, con los países europeos atlánticos, que con las restantes regiones ibéricas" (Bosque Maurel, 1975).
Tras los precedentes de las intendencias del siglo XVIII, se acometen, después de 1812, proyectos para la provincialización, que culminan con la obra de Javier de Burgos: "La Andalucía, que comprende los reinos de Córdoba, Granada, Jaén y Sevilla, se divide en las ocho provincias siguientes" (Real Decreto de 30-XI-1833). Las circuscripciones de Córdoba y Jaén responden en lo fundamental a los antiguos reinos almohades; de Sevilla surgen Cádiz y Huelva, mientras que en el antiguo reino nazarí aparecen Málaga y Almería. Los distritos de la Costa del Sol y la Bahía cuentan con antecedentes en el XVIII por su importancia marítima y, por el contrario, Huelva y Almería son marcos con menos raigambre, e incluso hay dudas acerca de la capitalidad.
Pero lo destacable ahora es que los límites quedan definitivamente fijados, pasando los pequeños municipios de Fregenal, Bodonal e Higuera a Badajoz; Cañaveral y Arroyomolinos a Huelva y Guadalcanal a Sevilla; Chillón y Guadalmez a Ciudad Real; y, con la desaparición de los señoríos, las zonas de Belalcázar y Segura se reincorporan a Córdoba y Jaén respectivamente. Se trata, por lo tanto, de devoluciones, puesto que, como ya hemos visto, las zonas septentrionales de Huelva, Sevilla, Córdoba y Jaén pertenecían antes a estos ámbitos y, en todo caso, representan una pequeña parte de nuestro territorio en su conjunto.
Cañaveral, Arroyomolinos y Guadalcanal, que suman 397 km 2 (0,45% de Andalucía) y cuentan en la actualidad con menos de 5.000 h., pertenecen a la taifa de Sevilla de mediados del siglo XI y se incluyen en el alfoz de esa ciudad a mitad del XIII. El Condado de Belalcázar, dentro de la cora califal de Fash al Ballut, al norte de Córdoba, comprede, según el Censo de Floridablanca de 1785, cuatro municipios con un total de 1.033 km 2 (1,2% andaluz) y algo más de 14.000 h. hoy. Finalmente, la comarca de Segura abarca 13 términos a finales del siglo XVIII con 1.939 Km 2 (2,21%) y unos 28.000 h. ahora. Es decir, las restituciones de 1833 no llegan al 4% de la superficie de Andalucía y suponen aproximadamente el 0,7% de la población actual.
Sabiendo, como se ha expuesto, por censos y cartografías desde hace siglos cuáles eran los pequeños territorios detraídos de Andalucía y conociendo la extensión oficial en km 2 , es más fácil "y quizás más adecuado" cuantificar esa periferia. Sin embargo, al incluir en un capítulo de un libro edtado en Barcelona un buen resumen de las publicaciones específicas citadas, un autor cree preferible el cálculo, no del resto periférico, sino de todo el conjunto andaluz, para lo cual existen medidas antiguas, distintas en el tiempo y en cada territorio, y respondiendo algunas a declaraciones fiscales tendiendo a la baja. Eso proporciona la ventaja de una inmensa mayoría territorial más pequeña, lo que posibilita hacer ver que Andalucía no es más que una región administrativa surgida en 1833, cuando está comprobada su antigüedad; constituyendo precisamente esa continuidad territorial una de sus principales señas de identidad. [ Gabriel Cano ].
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