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SOCIALISMO EN ANDALUCÃA

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La llegada de las primeras ideas socialistas a Andalucía se produce en 1834,  cuando regresa de su exilio francés el diputado gaditano Joaquín Abreu, donde conoce a Charles Fourier y sus planteamientos de regeneración social, a través de la construcción que él llamaba falansterios. En Cádiz, se crea uno de los principales focos fourieristas de España y una importante escuela de socialistas utópicos, la mayoría de los cuales terminan militando en el republicanismo político en los años del Sexenio Democrático (1868-1874).

Las primeras agrupaciones. Una vez que se funda la Primera Internacional en 1864, la división posterior que se produce entre marxistas y anarquistas apenas si tiene relevancia en Andalucía, después que tras el fracaso de la República, a principios de 1874, todas las organizaciones obreras fueran declaradas fuera de la ley. Fundado el Partido Socialista Obrero Español en 1879, lo primero que llama la atención, cuando se observa la distribución territorial de las primeras agrupaciones socialistas por la geografía andaluza, es su débil y lenta implantación y la vida efímera que tienen muchas de ellas. Entre 1886 y 1900, los socialistas mantienen relaciones estables con los trabajadores de más de sesenta localidades de Andalucía, pero la debilidad de muchos de estos contactos hace que, por ejemplo, de las 18 agrupaciones que se habían constituido hasta 1898, sólo seis se mantuvieran este año con una mínima actividad orgánica. Las restantes desaparecen o pierden la relación con el Comité Nacional del PSOE.

De esta primera etapa, las tres organizaciones del Partido que más fortaleza muestran son las de Málaga, la de Linares (Jaén), y la de El Puerto de Santa María (Cádiz), capaces de determinar desde su liderazgo societario la conducta de las restantes sociedades obreras locales y el rumbo de los conflictos sociales que se plantean. La de Málaga es la agrupación más numerosa y la primera de Andalucía y tiene su origen en el llamado Ateneo Obrero, que en 1884 es fundado por el tonelero Rafael Salinas y el zapatero Antonio Valenzuela. Al año siguiente se constituye la agrupación, que se convierte en la quinta de España, después de las de Madrid (1879), Barcelona (1879), Guadalajara (1880) y Mataró (1880), aunque en estos primeros años su incidencia será mínima en la sociedad, porque cuando el socialismo comienza de verdad a implantarse y tener influencia real en la ciudad es a partir del año 1890, especialmente después de la celebración del Primero de Mayo, con una manifestación en la que participan más de 10.000 trabajadores, portando banderas y reivindicando la jornada de ocho horas.

Sin embargo, la importante derrota que sufren los trabajadores textiles de la Industria Malagueña en el conflicto laboral planteado a mediados de 1894, pese a la intervención directa de Pablo Iglesias en el mismo, provoca no sólo el hundimiento del socialismo malagueño, sino también el de la implantación ugetista en toda Andalucía, que en junio de 1896 sólo mantenía adheridas en la región a las pequeñas secciones de los tipógrafos y los agricultores de Málaga. Es entonces cuando Linares sustituye a Málaga como bastión del socialismo andaluz en esta primera etapa, siendo la agrupación más numerosa de la comunidad entre 1895 y 1898. Buena prueba de la importancia que tiene en el conjunto de la organización son las al menos siete visitas que el líder del Partido, Pablo Iglesias, realiza a la población entre 1887 y 1900.

Pero la falta de compresión que tiene el núcleo de dirigentes del PSOE acerca de la problemática del campesinado de la región y su estrategia política, de rechazo radical a pactar con otros partidos antidinásticos, dificulta notablemente la expansión del socialismo por los pueblos y las ciudades de Andalucía. De este modo, tiene que esperar hasta el año 1905 para poder conseguir su primer concejal en toda la región, no por casualidad en el Ayuntamiento gaditano de El Puerto, y hasta finales de 1909 para sacar su primer alcalde, esta vez en la figura de José Jiménez ?Cominco?, en el municipio jiennense de Torredonjimeno.

La "conquista" de Andalucía. No obstante, es a partir del año 1913 cuando comienza la más importante expansión de los socialistas andaluces, gracias a las importantes campañas de propaganda que Pablo Iglesias desarrolla a lo largo del año por toda la región, por primera vez centrada en la problemática del proletariado agrícola y en las características específicas que presentaba el campo andaluz. El dirigente socialista visitaba distintas localidades de las provincias de Jaén, Málaga, Cádiz, Sevilla y Granada, celebrando actos masivos a los que asistían centenares de trabajadores, que prodigaban continuas muestras de afecto al 'apóstol' del socialismo español. El propio periódico del Partido, El Socialista , impregnado de este afecto, no duda en calificar como "conquista de Andalucía" a los resultados de esta propaganda. Y es que según el diario, se trata de "conquistar el campo andaluz para la emancipación, arrebatándolo de las manos de los terratenientes que en él ejercían una explotación inicua".

Lo que termina por beneficiar esta importante expansión socialista es el importante movimiento asociativo que se produce entre los trabajadores, a partir del año 1917, para hacer frente al deterioro de sus condiciones de vida, por las repercusiones que en la economía española estaban tenido las masivas exportaciones de todo tipo de productos a los dos bandos que se enfrentaban en las Primera Guerra Mundial. Centenares de nuevas sociedades obreras y de agrupaciones socialistas aparecen por gran parte de la geografía andaluza, alcanzando el PSOE en la región los 25.577 afiliados en el año 1919, más de la mitad de los que el conjunto del Partido tenía en toda España, que eran 42.113. Es el momento de la consolidación de las estructuras orgánicas de los socialistas andaluces, que comienzan a crear sus primeras organizaciones provinciales y regionales, lo que provoca el nacimiento de las dos 'Andalucías obreras' que llegan hasta la Guerra Civil de 1936. Una 'Andalucía anarquista', geográficamente situada en la Baja Andalucía, que se extendía por las provincias de Cádiz, Sevilla, Córdoba y Málaga y otra 'Andalucía socialista-ugetista', volcada en la parte oriental, en las provincias de Jaén, Granada y Almería, pero también con notable implantación en el foco minero de Riotinto, en la provincia de Huelva y en comarcas concretas de las provincias de Córdoba y Málaga.

Fernando de los Ríos. El signo más evidente de este nuevo tiempo que el Partido Socialista comienza a vivir en la región fue la elección por primera vez de un diputado socialista andaluz, en la figura del catedrático de la Universidad de Granada, Fernando de los Ríos, en las elecciones de 1919. Con el apoyo de la Casa del Pueblo y la Federación Obrera Provincial y la aportación económica para su campaña de numerosas sociedades obreras de la provincia, Fernando de los Ríos lidera una auténtica movilización ciudadana frente a unos caciques que compran los votos a 100 pesetas.  Haciendo una campaña verdaderamente 'moderna', que incluye la elaboración de carteles, la publicación de manifiestos y cartas a los electores, el resultado final de la votación, el 1 de junio, le proporciona un triunfo indiscutible.

Por primera vez, el Partido Socialista obtiene un escaño en el Parlamento por Andalucía, que será el único antes de la Segunda República. Por este motivo, la llegada de Fernando de los Ríos al Congreso de los Diputados no podía ser más relevante para el socialismo andaluz. En primer lugar, porque la región que desde 1912 venía proporcionando más afiliado al Partido Obrero, carecía de una personalidad de relevancia que la identificara y la representara ante el conjunto de los socialistas españoles. Y es que,  si bien es cierto que, desde la década de los años diez, ya venía emergiendo una nueva generación de dirigentes en las distintas provincias de Andalucía, la proyección de éstos apenas iba más allá de este marco geográfico, mientras que militantes históricos, como el jiennense José Lorite o el malagueño Rafael Salinas estaban en el ocaso de sus vidas,  cuando no habían fallecido.

Fernando de los Ríos, por su formación intelectual y por su rápida incorporación a los trabajos de dirección del PSOE, se convierte de forma inmediata en el indiscutible portavoz de la problemática de los socialistas andaluces, la inmensa mayoría trabajadores del campo, tanto en el partido como en el Sindicato. Una realidad que explica su presencia en los Congresos que ambas organizaciones celebran en 1920 y el encargo que recibe por parte de los dirigentes de la UGT, para que organizara a los jornaleros agrícolas de la región.

El campesino, sujeto histórico. Por este contacto con el problema de los obreros del campo que, según él diría, era lo que le había empujado a la acción política, el ya diputado granadino hará irreversible la preocupación por la suerte de este grupo social en la dirección de las organizaciones socialistas. A diferencia de lo ocurrido en los primeros años del siglo, donde el interés por Andalucía de los líderes socialistas nacionales lo despiertan los importantes movimientos huelguísticos que tienen lugar en la región y casi desaparece en cuanto la situación vuelve a la normalidad, Fernando de los Ríos convierte su 'regeneracionismo socialista' en uno de los pilares teóricos fundamentales sobre los que el PSOE y la UGT articulan a partir de ahora toda su estrategia en el mundo rural. Su preocupación por la ?cuestión agraria?, expuesta en distintos trabajos publicados entre 1918 y 1930, impregna al conjunto del movimiento socialista y supone, como bien escribe Miguel Gómez Oliver, "la primera llamada de atención y la primera vez que en Andalucía se otorgó carta de naturaleza y de reconocimiento de la existencia del campesinado como sujeto histórico". Sus desvelos sobre las miserables condiciones de vida de los jornaleros contagiaron a otros dirigentes del Partido, que sin vinculaciones con esta problemática, hasta ahora sólo veían 'potencial' revolucionario en los trabajadores industriales y en los oficios del mundo urbano. Aunque sólo resulta elegido el jurista granadino, los resultados alcanzados por los candidatos socialistas en los restantes distritos andaluces mejoran sustancialmente las expectativas políticas del Partido, lo que lleva al propio Pablo Iglesias a escribir, en la primera página de El Socialista , el 5 de junio, un artículo encomiástico: '¡Bien por los obreros andaluces!'.

Esta euforia dura poco tiempo. La actuación violenta del caciquismo monárquico en los siguientes procesos electorales, las grandes derrotas que sufren los trabajadores en las huelgas del año 1920 y la propia división interna que sufren los socialistas, con motivo de los debates acerca de la adhesión o no a la Tercera Internacional que surge de la Revolución Rusa, son los tres factores principales que llevan la confusión y el desencanto a los trabajadores, provocando el hundimiento y la desaparición temporal de las numerosas sociedades obreras y agrupaciones socialistas que se habían creado desde 1917. Los 26.455 afiliados que se habían alcanzado en toda Andalucía en 1921 quedan reducidos tres años después, en 1924, ya en plena Dictadura primorriverista, a 1.205.

Expansión en la República. Sólo tras la desaparición de este régimen dictatorial, el PSOE vuelve a recuperar parte de la militancia perdida, a lo largo del año 1930, ya participando activamente en todos los movimientos opositores que pretenden derribar a la desprestigiada monarquía de Alfonso XIII. La ocasión llega en la convocatoria de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. La victoria en las principales poblaciones de las candidaturas presentadas por la Conjunción Republicano-Socialista expresa con claridad el sentimiento que tiene la mayor parte de la opinión pública. Llega el tiempo de la Segunda República.

Después de las dos elecciones municipales del año 1931, el Partido Socialista se convierte en el que más representación municipal tiene en toda Andalucía, siendo también la fuerza política más importantes de las Cortes Constituyentes republicanas, con 113 diputados. Un poder municipal y parlamentario que es el que está detrás de la rápida recuperación orgánica que tiene el PSOE a lo largo del año 1931, tanto en España como en Andalucía. Es en este año, por ejemplo, cuando se crea el 61% de todas las Agrupaciones Locales que nacen en la Segunda República, mientras que en los otros cuatro años y medio restantes apenas si se llega al 30 por ciento. No es ya, por tanto, un crecimiento meramente cuantitativo de afiliados en agrupaciones ya existentes, sino que asistimos a una expansión territorial que lleva por primera vez la ideología socialista a zonas que desbordaban sus tradicionales bastiones andaluces. En algunos casos, como ocurre en las provincias de Cádiz y Málaga, en clara competencia con sociedades y organizaciones anarcosindicalistas y en otros, como Huelva y Jaén, prácticamente hegemonizando toda la izquierda política y sindical por la debilidad comunista y cenetista en estos territorios.

Era esta fortaleza la que convierte al Partido Socialista en uno de los ejes centrales del Gobierno que lideraba Manuel Azaña y de su política reformista y en el que el socialista andaluz más relevante, Fernando de los Ríos, ocupa sucesivamente los ministerios de Justicia, Instrucción Pública y Estado. Así lo entienden también los socialistas que explicarán su presencia en el Poder Ejecutivo y su colaboración con esta política en su identificación con lo que ahora representa la República.

El fracaso de este proyecto reformista por el acoso de anarquistas, comunistas, radicales y la derecha católica de la CEDA, termina provocando la derrota de la izquierda republicana y los socialistas en las elecciones generales de finales del año 1933 y el triunfo de todas las fuerzas contrarrevolucionarias. Había llegado la hora del desquite, el "¡comed República!", la baja de salarios, el incumplimiento de las bases de trabajo, la selección a capricho por el patrono de los obreros que irían a trabajar a las fincas y, para remate, la destitución generalizada de concejales y alcaldes socialistas por toda Andalucía. La respuesta fue la radicalización del movimiento socialista y la declaración de una huelga general en octubre de 1934, para responder a la entrada de la CEDA en el Gobierno. Una acción que fracasa prácticamente en toda la región y que únicamente sirve para incrementar la represión derechista. Sólo el escándalo del estraperlo acaba con este situación política y la convocatoria de nuevas elecciones para mediados de febrero de 1936. Había llegado la hora del Frente Popular de Izquierdas y su victoria, recuperando los socialistas andaluces todo el poder parlamentario que había conseguido en las primeras elecciones de la República y el poder municipal que entonces también ejercían.

Sin embargo, las izquierdas republicanas apenas sí pueden gobernar unos meses. El golpe militar que estalla a mediados de julio de 1936 crea una situación verdaderamente inédita para los socialistas de Andalucía. Allí donde los militares rebeldes fracasan, se abre el camino de la revolución, las colectividades y la defensa de la legalidad republicana con las armas en la mano, mientras que en la Andalucía 'nacionalista', el Partido Socialista y las restantes organizaciones de la izquierda burguesa y obrera son víctimas de una despiadada represión, que incluye miles de detenidos, ejecutados y exiliados, en una 'larga noche' de dictadura y terror.

La vuelta de la democracia. Después de la muerte del dictador en 1975, los socialistas y sus familias demuestran la fortaleza de la 'memoria histórica'. Como había ocurrido en los años de la República, desde las primeras elecciones generales de 1977, el Partido Socialista es la primera fuerza política de Andalucía, manteniendo sus ''siglas históricas', bajo el liderazgo renovado de los andaluces Felipe González y Alfonso Guerra, los dos líderes más importantes del socialismo español del último tercio del siglo XX. [ Diego Caro Cancela ].

 

 
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