f. (De historiográfico ). Arte de escribir la historia. Estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas materias. Las alusiones escritas al territorio que hoy se conoce como Andalucía son frecuentes desde la aparición de la escritura en el ámbito Mediterráneo. Junto a la investigación arqueológica, la interpretación de estos testimonios escritos, en su mayor parte redactados en griego, constituye el procedimiento básico para la reconstrucción de la Historia antigua. En el caso de Andalucía, además, estos textos cobran especial relevancia, ya que si bien los documentos que han llegado hasta nosotros hablan de un pueblo, Tartessos, con un alto grado de civilización, los descubrimientos arqueológicos no permiten afirmar que la cultura tartessia fuera tan avanzada como apuntan los autores antiguos. Este silencio arqueológico, contrarrestado en ocasiones por tesoros tan notables como el del Carambolo, Lebrija, La Aliseda o Évora, se puede deber en gran medida a la fuerte ligazón existente entre historia y mitología en la cultura grecorromana.
Andalucía en sus orígenes. Las historiadoras Teresa Vila y Reyes Valdecantos ( Andalucía en la Historia , número cuatro, enero de 2004) han dividido la historiografía de la época en cuatro apartados, textos mitológicos, literarios, históricos y bíblicos, que dependen tanto de las fuentes como de los contenidos.
En los mitológicos se incluyen Hesiodo, poeta épico griego del siglo VII a.C., y Herodoto. Ambos, el primero en la Teogonía y el segundo en sus Historias , abordan el mito fundacional del extremo Occidente mediterráneo, el décimo trabajo de Heracles, en el que tras romper el Estrecho de Gibraltar y dejar a ambos lados las columnas como muestra de su hazaña, roba el rebaño de bueyes de Gerión y lo lleva hasta Grecia. La fama de Gerión, primer rey tartesso y descendiente directo de Poseidón, es muy grande en el mundo antiguo, y Estesícoro de Himera (siglo VI a.C.) le dedica un poema titulado La Geryoneia . Otra fuente mitológica se encuentra en la leyenda sobre la Atlántida * , que Platón trata en dos de sus diálogos, Timeo y Critias .
Las fuentes literarias también son muy importantes. Junto al ya citado Estesícoro de Himera, Gerión y Tartessos son tratados en las obras de Anacreonte de Teos, Píndaro, Esquilo, Eurípides, Apoloro o Pausianias. Todos ellos coinciden en trazar una imagen idílica del sur peninsular, tierra de la fortuna, la felicidad y la abundancia, fértil en metales preciosos, minerales, cultivos y ganado.
Estas noticias de abundancia atraen a los primeros expedicionarios focenses, pueblo griego que entabla una estrecha relación con Argantonio * , mítico rey de Tartessos. Herodoto refiere con solvencia histórica dos viajes que realizan comerciantes griegos a una tierra cuyo principal accidente geográfico es el Guadalquivir, un río "de raíces argénteas" según Estesícoro. A partir de este momento, el comercio y el tránsito marítimo permiten despejar las incógnitas mitológicas mediante detalladas y concretas descripciones, recogidas en el siglo I a.C. por los griegos Diodoro Sículo, historiador, y Estrabón, geógrafo. Este último escribe: "Dicha región se llama Bética del nombre del río y Turdetania del nombre del pueblo que lo habita... Estos son considerados los más cultos de los iberos y utilizan una gramática y tienen escritos de mucha antigüedad y poemas y leyes en versos de seis mil años, según ellos dicen".
La cuarta fuente historiográfica de la Antigüedad es el Antiguo Testamento. Hasta veinte veces aparece la palabra Tarsich "que muchos quieren identificar con Tartessos" en la Biblia, unas veces como antropónimo, otras como piedra preciosa y, casi siempre, como topónimo. En ningún momento se indica con claridad la situación del lugar, pero no es difícil asociarlo con la zona más occidental del Mediterráneo.
Historiografía medieval. ( -> véase artículos anexos:" Historiografía medieval cristiana e Historiografía en al-Ándalus ).
Historiografía moderna. La historiografía andaluza de los siglos XVI, XVII y XVIII ofrece un rico panorama, tanto en el campo de los autores como en lo referente a acontecimientos de relevancia histórica.
Entre los contemporáneos que dan a la estampa obras de interés recordemos a los cronistas de Indias y a los que dedican su trabajo a los monarcas de la época. Desde fray Bartolomé de las Casas, que conmociona aspectos importantes de la historiografía de la época, con su Brevísima relación de la destrucción de las Indias , o la obra, cada vez más valorada, legada por Hernando Colón, hijo del almirante y una dama cordobesa, hasta el renombrado cronista de Carlos V, Pedro de Mexía. A ellos habría que añadir nombres como los de los cordobeses Ambrosio de Morales, cuyos trabajos sobre arqueología marcan un punto de inflexión, o Juan Ginés de Sepúlveda, que deja una obra memorable sobre la primera mitad del siglo XVI.
Pedro de Medina dedica sus esfuerzos a dejar con su Libro de grandezas y cosas memorables de España una visión general de la época, mientras que Luis Cabrera de Córdoba centra su trabajo en el reinado de Felipe II.
Pero la historiografía andaluza de la Edad Moderna no se centra en las crónicas de Indias o de las acciones de los grandes monarcas, sino que también se producen obras dedicadas a los acontecimientos más relevantes, como la guerra de Granada, contada por Diego Hurtado de Mendoza. Mención especial merecen obras dedicadas a grupos sociales, como Nobleza de Andalucía de Argote de Molina.
Paralelamente a las grandes figuras o los grandes eventos, muchos esfuerzos de eruditos locales se encaminan a dejar testimonio de la historia más próxima, la de los pueblos y ciudades andaluzas en los que transcurre su existencia. Se trata de un conjunto muy voluminoso y de valor muy desigual, pero aprovechable en la mayoría de los casos para acercarnos a realidades históricas que de otra forma se hubiesen perdido para siempre. Se deben citar algunos de los nombres más ilustres como el de los sevillanos Diego Ortiz de Zúñiga, Francisco de Ariño o el abad Gordillo. A los granadinos Bermúdez de Pedraza o Luis de la Cueva. A los cordobeses Martín de Roa, el ya mentado Ambrosio de Morales o el abad de Rute, que deja un atractiva historia del linaje de los Fernández de Córdoba. Merecen ser recordados, asimismo, el gaditano fray Jerónimo de la Concepción y los jiennenses Salcedo de Aguirre y Martínez Pedraza. Una larga nómina de ciudades andaluzas como Jerez de la Frontera, Antequera, Écija, Lucena, Alcalá la Real, Cabra, Montilla, Utrera, Vélez Málaga, Ronda o Almuñécar, entre otras muchas, tienen una o varias historias referidas a la realidad local que encerraban aquellas poblaciones.
En términos actuales la historiografía andaluza de los siglos XVI, XVII y XVIII sigue despertando el interés de los historiadores, que dedican notables esfuerzos a desvelar numerosos aspectos de la realidad histórica de aquellas centurias. A la cabeza de ellos se sitúa el gran patriarca de la historiografía moderna andaluza, Antonio Domínguez Ortiz, maestro de historiadores y profundo conocedor de la realidad andaluza de los siglos de la modernidad. Junto a él nombres como los de Ramón Carande Tovar, José Cepeda Adán, Octavio Gil Munilla, José Luis Comellas o Juan Sánchez Montes han dado prestigio a una escuela de historiografía que cuenta en el presente con importantes cultivadores como Rafael Sánchez Mantero, Marion Reder Gadow, José Manuel de Bernardo, Manuel Barrios y una larga nómina que resultaría imposible de recoger y que ha realizado brillantes aportaciones para un mejor conocimiento del pasado andaluz en esa época.
La historiografía contemporánea. En las tres últimas décadas se ha producido un salto cuantitativo y cualitativo en la producción historiográfica de la Andalucía Contemporánea. Ello se ha debido especialmente al impulso investigador de las nueve universidades andaluzas y a una importante labor editorial de diferentes instituciones públicas y privadas. A las clásicas obras que escribieron en su día Alejandro Guichot y Juan Díaz del Moral sobre Andalucía hoy se suman numerosas monografías y artículos sobre nuestra tierra que, desde una renovada metodología, abordan todos los campos de la historia. A ello han contribuido las nuevas corrientes metodológicas y un grupo de profesores que desde las distintas universidades han dirigido múltiples investigaciones y grupos de investigación. En la nueva historiografía andaluza contemporánea han desempeñado un papel impulsor y pionero profesores como Antonio Miguel Bernal en la historia económica, el magisterio ejercido por Manuel Tuñón de Lara en la formación de historiadores andaluces, Antonio María Calero en la historia de los movimientos sociales, Juan Antonio Lacomba en la recuperación del andalucismo histórico, Octavio Ruiz-Manjón y Rafael Sánchez Mantero en la historia política, José Manuel Cuenca Toribio en la historia de la Iglesia, Miguel Gómez Oliver y Manuel González de Molina en la historia agraria, Juan Gay Armenteros en la historia de la masonería, Antonio Parejo, Cristóbal García Montoro y Manuel Titos en la historia de las sociedades económicas y los negocios, María Dolores Ramos Palomo en la historia de la mujer y Antonio Nadal Sánchez en la historia de la Guerra Civil. Junto a ellos se han forjado un grupo de historiadores e historiadoras andaluzas que nutren hoy nuestras universidades y los principales grupos de investigación que existen sobre Historia Contemporánea. Han sido fundamentales para la historiografía contemporánea los tres congresos de Historia de Andalucía (1976, 1991, 2001), los 12 congresos sobre Andalucismo Histórico, celebrados bianualmente desde 1983 en distintas ciudades andaluzas y organizados por la Fundación Blas Infante, y los congresos sobre republicanismo, que también tienen lugar bianualmente, desde el año 2000, en Priego de Córdoba, bajo la organización del Patronato Niceto Alcalá-Zamora y Torres.
|