(HU). El municipio de Moguer, de 204 km 2 de extensión superficial y con 16.961 h. en 2005, se asienta en la Comarca de Huelva. El principal núcleo de población, Moguer (13.525 h.), se sitúa sobre una colina en la margen izquierda del río Tinto, a tan sólo 19 km. de Huelva capital y a 80 km. de Sevilla. Otra entidad importante es Mazagón (3.386 h.), en la costa, y el resto de la población se encuentra diseminado por el término municipal.
Desde la Antigüedad, el territorio que ocupa el municipio de Moguer es dentro del imperio tartésico un foco de atracción de población del interior y pueblos del Mediterráneo oriental, según delatan los restos arqueológicos de origen neolítico, fenicio y romano, destacando en la época Bética las industrias de salazones a lo largo del río Urium o Tinto. En su origen, Moguer es principalmente una torre, a la que se añade una alquería ( Mugar , cueva) a principios de al-Ándalus. Pertenece a la extensa cora o provincia califal de Labla (Niebla) y después a la taifa de los abbasíes sevillanos y, en el XIII, al reino almohade de Sevilla. Esta pequeña entidad rural es conquistada por la Orden de Santiago hacia 1239-1240, siendo anexionada a Castilla y, tras un periodo en que forma parte de la jurisdicción del Concejo de Niebla, es entregada por Alfonso XI en señorío a su almirante Alonso Jofre Tenorio en 1333. A su muerte el señorío se vinculará al linaje de Martín Fernández Portocarrero, perteneciendo a la casa de Alba desde el XVIII.
Esta villa marinera se convierte en una de las más importantes de Andalucía, gracias sobre todo a la política de atracción demográfica que ponen en práctica sus señores. A finales del siglo XV, posee ya un núcleo urbano conformado con varios ejes dominados por la iglesia mayor, el castillo, el convento de San Francisco y el monasterio de Santa Clara. Las instalaciones portuarias moguereñas llegan a su máximo esplendor a partir de 1439, cuando los Reyes Católicos conceden su seguro a las embarcaciones que arriban a su puerto procedentes de Europa, Canarias y África.
Este ambiente marinero explica la participación de Moguer y su puerto en el Descubrimiento de América. Los Reyes Católicos comisionan al contino Juan de Peñalosa para que haga cumplir en Moguer una real cédula, escrita en Santa Fe el 30 de abril de 1492, por la que ordena que se entreguen al Almirante tres carabelas armadas y equipadas, propiedad de moguereños. Al final Moguer sólo aporta una de ellas, La Niña, construida por la familia Niño, de ahí su nombre, aunque inicialmente se denomina Santa Clara, en honor a la titular abadesa del monasterio que colabora activamente en la aventura colombina. Tres son los Niño que acompañan a Cristóbal Colón en el primer viaje: Pedro Alonso, Juan y Francisco, que comandan el barco de su propiedad.
La emigración y las expediciones a América tienen para Moguer un gran atractivo. Muchos moguereños se alistan en las armadas de la Carrera de Indias a lo largo de los siglos XVI y XVII, expediciones colonizadoras y evangelizadoras, provocando el consiguiente enriquecimiento del municipio y reforzando aún más las relaciones comerciales marítimas. Entre ellos, cabe destacar el famoso viaje de Pedro Alonso a las costas de Venezuela y Margarita; Andrés Niño, piloto real descubridor de los mares del Sur; Alonso Vélez de Mendoza, navegante del Amazonas y repoblador de la Isla de Santo Domingo; Bartolomé Ruiz de Estrada, piloto de la famosa expedición de ?los 13 de la fama? con la que Pizarro inicia la conquista del Incario; Fray Antonio de Olivares, fundador de la ciudad de San Antonio de Texas; el franciscano Quintero que acompaña a Hernán Cortés en su expedición a México, o Diego García de Moguer que navega con Magallanes en la primera vuelta alrededor del mundo, son sólo algunos ejemplos de la participación de la villa de Moguer en el descubrimiento y exploración de las nuevas tierras.
En 1642 Felipe IV concede a Moguer el título de ciudad. Tras el terremoto de 1755 se realizan importantes obras de recuperación en los edificios afectados, datando de esta fecha el incremento del cultivo de la vid, que se convierte en motor económico, y desde su puerto salen los ricos caldos de la comarca hasta los mercados del norte de Europa. La plaga de filoxera que arrasa los viñedos a principios del siglo XX y el aterramiento del río Tinto, sólo navegable ya por barcos y pateras de pequeño calado, sume a la localidad en un periodo de decadencia, resurgiendo en la década de los sesenta cuando se instala en Huelva el Polo Industrial, y comienzan a ponerse en marcha explotaciones agrícolas de cultivos de primor.
Actualmente, Moguer es un municipio con un gran dinamismo, como delatan las cifras de renta media declarada (14.774,73 euros en 2003), superior a la media andaluza, su estructura demográfica muy joven (el 24,5% de la población tiene menos de 20 años frente a un sólo 9,5% que posee más de 65 años en el 2004), y un saldo migratorio y natural muy positivo. Esto se debe a la existencia de una economía basada en el cultivo de la fresa y fresón (2.300 ha), producto que se exporta a muchos países europeos. Además, complementa su oferta agrícola con el cultivo de frutales, cítricos, melocotoneros, frambuesas, y otras de las denominadas ?frutas del bosque?. Junto a esta pujanza del sector agrícola, que lógicamente lleva consigo la proliferación de un tejido industrial relacionado con esta actividad, el futuro de Moguer pasa por el desarrollo equilibrado y racional de las enormes posibilidades turísticas que ofrece tanto su riqueza monumental y artística, como la belleza y variedad de sus espacios y parajes naturales.
Tiene hermosas casas señoriales e importantes monumentos de interés histórico-artístico: monasterio de Santa Clara (siglo XVI), Hospital Corpus Cristi (siglo XIV), convento de San Francisco (siglo XVI), la iglesia de la Granada (siglo XVIII), el Ayuntamiento (siglo XVIII)... Pero el lugar más visitado es la casa natal de la calle Ribera (siglo XVIII), donde transcurre casi toda la infancia y juventud del poeta universal y Premio Nobel de Literatura en 1956 Juan Ramón Jiménez Mantecón (1881-1958). La casa-museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez de Moguer alberga entre otros muchos enseres, pinturas, esculturas..., la biblioteca y hemeroteca, de un valor incalculable, relacionados con la vida y obra del matrimonio.
Rodeado de parajes de gran belleza, Moguer cuenta en su término municipal para el disfrute de lugares tan incomparables como el Parque Natural de Doñana, la Dehesa del Estero Domingo Rubio, la Laguna de las Madres o Mazagón. Uno de los principales atractivos turísticos es sin lugar a dudas la playa de Mazagón. Se trata de una de las escasas franjas litorales que aún conservan un carácter agreste y salvaje. A la calidad de la arena, de extremada finura y color tostado, se une el impresionante paisaje de frondosos pinares que se asoman a un mar sereno, que alberga una fauna marina de excepcional riqueza y diversidad. Coquinas, almejas, lenguados, doradas, corvinas o langostinos son algunas de las especies marinas que habitan en las proximidades, a las que los aficionados a la pesca intentan capturar tanto desde la orilla como desde embarcaciones de recreo. La cercanía al Parque Natural de Doñana convierte a esta zona de densos pinares y dunas en una verdadera barrera verde que preserva por el oeste a ese gran paraíso ecológico. Entre toda esta riqueza natural y paisajística, destaca por su singularidad la camarina, un arbusto que se encuentra únicamente en esta zona litoral de la Península, y que con sus jugosos frutos, pequeñas bolitas blancas de sabor agridulce, constituye una de las señas de identidad de la flora de Mazagón.
A ello se une sus fiestas (La Romería del 1 de Mayo de Nuestra Señora de Montemayor y la celebración de la Fiesta del Carmen, con la procesión de la Virgen sobre barcos de pesca, y las fiestas de agosto). Y, junto a estas celebraciones puntuales, la oferta de actividades culturales y deportivas es amplia: torneos y competiciones en la misma línea de playa, senderismo, acampadas, ciclo-turismos, actividades náuticas y pesqueras, o el mantenimiento de una ambiciosa programación cultural en la que tienen cabida la danza, el teatro o la música. Por otra parte no debe olvidarse la gastronomía moguereña, que ofrece al visitante platos tan exquisitos como el bacalao con tomate, el choco con habas, el gazpacho de cilantro, los fritos y asados de pescado fresco de la misma o los mariscos, regados con los vinos del Condado. Y como postre, las exquisitas quesadillas de almendra de Santa Clara, naranjas, melocotones y, sobre todo, el fresón, así como los productos artesanales que dan fama al municipio: los pastelillos finos moguereños, elaborados con productos naturales por la confitería La Victoria, el vino de naranja y el vermú de la prestigiosa firma Sáenz. [ Francisca Ruiz Rodríguez ].
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