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f. Ciencia que estudia las plantas y los hongos, incluyendo su relación con otros seres vivos y con el medio. La curiosidad que el hombre siente desde tiempo inmemorial por los vegetales lleva a que desde la época antigua exista constancia sobre su interés en el conocimiento de la flora que le rodea. Los primeros escritos conocidos son los de los griegos. Podríamos remontarnos a Aristóteles (384-322 a.C.), que divide el mundo de las plantas entre plantas con flores y sin flores, o Teofrasto de Ereso (371-286 a C.), discípulo de Platón y Aristóteles, llamado por Linneo "el padre de la Botánica", y autor de De Historia Plantarum , en la que se establece la primera clasificación artificial. Pedanios Dioscórides de Anazarba (siglo I d.C.), en su De Materia Médica, clasifica las plantas por sus propiedades, siendo considerado como el precursor de la farmacología moderna. Aunque su trabajo lo realiza entre Grecia y Roma, y nunca está realmente en nuestro país, en su tratado comenta las virtudes de algunas de las plantas que vivían en la Bética. Aunque en tiempos de los romanos se hacen pocos progresos en la botánica, durante este siglo se tiene constancia del que se considera el primer botánico andaluz, Lucio Junio Moderato Columela, natural de Cádiz. Se cree que adquiere su formación agrícola en la Bética y se sabe que, posteriormente, marcha a Roma. Este autor comenta en su De re Rustica  aspectos relacionados con la agricultura de la zona. Coetáneo de la época es Pomponio Mela, quien comenta los usos de las plantas.

En la Alta Edad Media, la ciencia estaba centrada en los monasterios. Son los monjes los que conservan el saber clásico a través de los copistas de libros. Sin embargo, el mundo islámico es el escenario fundamental de la medicina y de la ciencia durante buena parte de la Edad Media, con grandes avances en el conocimiento de la flora andaluza gracias al interés que ésta despierta en el pueblo árabe, de tal manera que el califa Abi Amir Muhammad (Almanzor) (977-1002) manda traducir las principales obras de los escritores griegos. De esta manera se consolida el dominio del sistema de Galeno, preocupado por las "drogas medicinales", en la medicina islámica y más tarde, en la europea, que depende durante varios siglos de las obras en árabe. Otro ejemplo lo constituye el hecho de que la obra de Dioscórides solo entrara en la Europa Medieval a través de las traducciones de los escritos árabes. Durante el califato de Córdoba destaca Albu-Kasen (Albucasis) (936-1013) con su obra Higiene , en la que relaciona los usos de las plantas medicinales, y el judío cordobés Moseh Ben Maimon (Maimónides) (1131-1204), que escribe sobre algunos aspectos agrícolas y medicinales de las plantas. También debe destacarse al filósofo, teólogo y médico, entre otras especialidades, Ibn Rushd (Averroes) (1126-1198). De medicina escribe un tratado titulado Colliget ( liber de medicina, qui dicitur Colliget ), es decir, Colección , en la que dedica una parte a las plantas medicinales. Así, en el Bajo Medievo, con la incorporación de los textos en árabe, el saber deja de estar en manos de los monjes.  

La Edad Media concluye con un período pre-Renacentista que tiene su florecimiento en el siglo XIV. Con la invención de la imprenta en Europa, en 1450, se inicia una revolución en el mundo de las ciencias. Se debe destacar el papel de Andrés de Laguna (1464-1534), director del Jardín Botánico de Aranjuez y traductor de las obras de Galeno y Dioscórides a la lengua castellana. Sin embargo, en Europa se inicia una etapa en la que se pretende describir y dibujar las plantas del entorno más que acudir a las vagas descripciones que dejaron los libros antiguos. Surgen, por tanto, los herbarios, siendo el de Andrés de Laguna uno de los más antiguos. Por otro lado, el descubrimiento del Nuevo Mundo marca un hito en la historia de la botánica andaluza. Las expediciones españolas tenían como punto de partida los puertos de Andalucía. En 1503 se establece por Decreto Real la Casa de Contratación de Indias en Sevilla, creada para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. Sin embargo, y dada la dificultad que tenían aquellos barcos de gran tonelaje para llegar hasta una ciudad de interior, se va acrecentando la actividad en Cádiz y en Sanlúcar, donde arribaban todas las naves que por su volumen no podían penetrar en el Guadalquivir.

La flora del Nuevo Mundo. Las Expediciones Científicas al Nuevo Mundo se inician en la época de Felipe II. El madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) realiza varios viajes a América, donde permanece un total de veintidós años. Tras ocupar diversos cargos, es nombrado Cronista de Indias en 1532. Después de su segunda estancia publica el Sumario de la Natural Historia de las Indias y más tarde la Historia General y Natural de las Indias . Entre las expediciones andaluzas caben destacar las del sevillano Diego Álvarez Chanza, que acompañq a Colón en su segundo viaje y realiza anotaciones sobre el mundo vegetal en las nuevas tierras. José de Acosta (1540-1600), de Medina del Campo, con su obra Historia natural y moral de las Indias y el jesuita Bernabé Cobo, con su Historia del Nuevo Mundo (1653), publican, así mismo, obras en las que se combina historia y ciencias naturales. El sevillano Nicolás Monardes (1493-1588), aunque no fue a América, destaca por su Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales , tratado en el que pone de manifiesto el extraordinario interés de los productos medicinales que llegaban del Nuevo Mundo. A pesar del interés suscitado por la flora del Nuevo Mundo en los botánicos españoles, botánicos extranjeros empienzan a interesarse por la botánica andaluza. El flamenco Charles de L"Ecluse (Clusio) (1526-1609) viaja por Castilla, Extremadura y Andalucía recolectando plantas y tomando datos que son publicados en Radiorum aliquot stirpium per Hispanias Observatarum Historia  (1576).

La época de la Ilustración, movimiento que afecta a todas las ciencias del saber, y la invención del microscopio óptico en el siglo XVIII, da paso a un mayor interés por la anatomía de las plantas y su ordenación. Rudolph Jacob Camerarius (1665-1721), pone en evidencia el carácter sexual de las flores en su obra De sexu plantarum epistola , con lo cual se inicia el último sistema de clasificación artificial y la obra de uno de los botánicos más conocidos, Carl von Linné (Linneo) (1707-1778), que en su obra Systema Naturae (1758) utiliza un sistema sexual para separar a los vegetales. El sistema de nomenclatura linneano que aparece en la primera edición de Species Plantarum  (1753) es universalmente aceptado por parte de los botánicos.

Cuando aún no habían llegado a España las ideas novedosas de Linneo, Casimiro Gómez Ortega (1741-1810), primer catedrático del Jardín Botánico de Madrid, realiza varias herborizaciones en las faldas de Sierra Morena, además de otros lugares. Su interés por la flora andaluza hace que alguno de sus seguidores le enviaran plantas desde Andalucía, como Pedro Abat y Mestre, catedrático y director del jardín Botánico de la Real Sociedad Médica de Sevilla entre 1777 y 1791. Otro botánico que envia plantas al exterior fue el eclesiástico carmonense Cándido María Trigueros, que enviaba plantas al valenciano Antonio José Cavanilles (1745-1804), director del Real Jardín Botánico de Madrid. Pehr Loefling (1729-1756), discípulo de Linneo, herboriza por España habiendo sido contratado por la Corte Española como naturista en 1750. Conoce entonces a grandes botánicos, entre otros a Cristóbal Vélez. Más tarde viaja a Cádiz como punto de partida para iniciar su viaje a tierras americanas en 1754. En Cádiz tiene la ocasión de conocer a médicos interesados en la botánica, aunque su labor como naturalista lo enfoca a la ictiología. El cordobés José de Jesús Muñoz Capilla (1771-1840), hombre muy ilustrado, como tantos agustinos, es un gran aficionado a la botánica, manteniendo intercambio de plantas con Boissier *  y otros botánicos de la época. Aún se conserva en Córdoba su herbario.

Mutis y Linneo. El gaditano José Celestino Mutis (1732-1808) inicia estudios de Medicina en el Colegio de Cirugía de Cádiz en donde además cursa estudios de física, química y botánica. Durante cuatro años ejerce en el Hospital de Marina de Cádiz. Posteriormente, trabaja como suplente de la Cátedra de Anatomía del Hospital General de Madrid, mientras perfeccionaba sus conocimientos de botánica en el Jardín Botánico del Soto de Migas Calientes. Llega a Santa Fe de Bogotá el 24 de febrero de 1761, donde realiza sus primeros estudios botánicos, construyendo un herbario y buscando la Quina, una de sus especies vegetales predilectas, ya que se consideraba como un remedio para el tratamiento de toda clase de enfermedades. De hecho, su única obra completa conocida fue El Arcano de la Quina , publicada en el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá . Todos estos estudios sobre la quina le representaron grandes satisfacciones científicas y económicas. Su relación con Linneo comienza cuando le manda un ejemplar de quina de Loja en 1764. Mantiene correspondencia con él hasta que muere. Esto le permite entrar en un círculo de comunicación internacional de botánica linneana. Siendo denegada la propuesta de Mutis al rey de España de realizar una expedición botánica, con el fin de estudiar la fauna y flora americanas, tiene que esperar 20 años hasta que encontrara financiación en 1783. Para entonces, él ya había recorrido parte del territorio y descubierto nuevas especies de la Quina. Hay una gran polémica suscitada en torno a la caracterización y comercialización de la Quina, provocada sobre todo por móviles económicos. Mantiene una agria polémica con Ruíz y Pavón sobre la importancia de la planta y sobre la prioridad del descubrimiento. Atribuía la confusión que había sobre las quinas al hecho de que en Europa pensaban que se trataba de una sola planta. Hoy se sabe que en aquellos quinares conviven varias especies.

Simón de Rojas Clemente (1777-1827), nació en Titaguas (Valencia), pero es un estudioso de la flora de Granada y Sierra Nevada. Iniciado en la escuela eclesiástica por indicación de su padre, muy pronto empieza a dar muestras de su escasa vocación sacerdotal y a sentirse más atraído por las ciencias de la naturaleza. En 1800, sin decidir su carrera eclesiástica, marcha a Madrid para opositar a las cátedras de Lógica y Ética, y aprovechando la ocasión asiste

como alumno a las clases de árabe, botánica, mineralogía y química, entrando en contacto con algunos profesores y alumnos como Casimiro Gómez de Ortega y Mariano Lagasca (1776-1839). Con este último Clemente empieza a colaborar ya en 1801, publicando en agosto de 1802 una Introducción a la Criptogamia española , inserta en el tomo V de los Anales de Ciencias Naturales . Allí conce entonces al catalán Domingo Badía Leblich, gran amante también de la lengua árabe y de las ciencias naturales, pero diez años mayor que Clemente, a quien logra convencer para tomar parte en un aventurado proyecto científico en África, proyecto que nunca llega a conseguir después de una serie de vicisitudes. Godoy encarga un proyecto para hacer un estudio sobre productividad e historia natural en Granada. Realiza un estudio muy completo herborizando y observando las prácticas de cultivo con vistas a una agricultura científica. Más tarde tiene un reencuentro con su amigo Lagasca en el jardín Botánico de Madrid. Entre ambos catalogan las valiosas colecciones de plantas americanas enviadas por José Celestino Mutis.

Boissier y los pinsapos. A mediados del siglo XIX Andalucía es una región que atrae a numerosos botánicos Europeos. Son Pablo Prolongo (1806-1885) y Félix Haenseler (1766-1841), malagueños farmacéuticos aficionados a la botánica, los encargados de introducir en la botánica andaluza al ginebrino Charles Edmund Boissier (1810-1885). Boissier es definido como un botánico "excepcional, verdadero descubridor de la flora andaluza". Es precisamente en los herbarios de estos farmacéuticos en los que ve por primera vez las ramas de pinsapo. En 1836 Boissier comienza su exploración botánica en Andalucía. En Estepona, en mayo de 1837, localiza los primeros pinsapos, pero al no tener piñas los árboles en ese momento no puede identificar la especie. En junio llega a Granada y en julio sube a Sierra Nevada, encontrando numerosas especies nuevas. Posteriormente sube al Mulhacén, bajando la Alpujarra y llegando a Almería. En septiembre regresa a la Serranía de Ronda y por fin puede localizar pinsapos con piñas, especie a la que denomina Abies pinsapo . En 1838 publica Notice sur l´Abies pinsapo . En su Voyage Botanique dans le mide de l"Espagne pendant (1837) publica una de las mejores obras de la botánica andaluza. Los trabajos de Boissier son un reclamo para otros botánicos europeos. Entre otros merece especial mención el alemán Maurice Willkomm (1821-1895), médico gran aficionado a la botánica. En sus viajes de exploración botánica llega a afincarse en Granada, Sevilla y Cádiz. El resultado de su viaje lo publica en su obra Zwei Jahre in Spanien und Portugal . Su obra más importante es Prodromus Florae Hispanicae (1861-1880), realizado en colaboración con Johan Lange (1818-1898), en la que describen 5.089 especies de la Península. En esta época también hay botánicos nacionales estudiosos de la flora andaluza, como Mariano del Amo y Mora (1809-1894) y Miguel Colmeiro y Penido (1816-1901). [ Carmen Galán Soldevilla ].

 

 
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