La XXII edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia define el término concisamente en su primera acepción: "Arte de lidiar toros". Establecer el origen de ese arte de lidiar toros en Andalucía es tarea compleja, pues las referencias, muy variadas y de muy diversa índole, existen desde tiempo inmemorial. Un hecho interesante, convenientemente datado y con origen en tierras andaluzas, puede ser el hecho de que en 1235 Fernando III el Santo autorizara el festejo popular de San Marcos, de gran tradición especialmente en la localidad jiennense de Beas de Segura. Los monarcas españoles siempre se han caracterizado por su afición a los juegos de toros; un primer punto de inflexión en los primeros movimientos del arte de lidiar toros como lo conocemos en la actualidad debe establecerse en España con el final de la Casa de Austria y la llegada de la dinastía francesa de Borbón.
El siglo XVIII español está marcado por la llegada al trono del nieto de Luis XIV, el francés Felipe de Anjou. El país cae en manos de la dinastía gala después de la claudicación de Carlos II y atraviesa uno de los momentos más complicados de su historia. El nuevo rey Borbón, que se corona como Felipe V, y su cohorte de ministros imprimen un giro radical a la cultura española de la que se resiente notablemente la fiesta de los toros. El toreo a caballo que entonces imperaba, como advirtiera Moratín en 1752, empieza a desaparecer pese al esfuerzo de algunos caballeros y maestros de equitación.
En contraposición, y como forma de réplica contestataria al afrancesamiento general, el pueblo llano toma partido por la fiesta y empiezan a ganar popularidad las corridas de a pie con el apoyo importante, además, de las Reales Maestranzas, entre ellas las de Sevilla y Granada. Esos primeros pasos del toreo a pie, con todo, no dejan de ser esbozos muy rústicos, sin preceptos, orden ni concierto, que además cuentan con el protagonismo casi total del picador o varilarguero, figura emblemática que sustituye al caballero y servirá de enlace a la irrupción estelar del matador, que se hará presente hacia el último cuarto del siglo que nos ocupa.
Así, durante los dos primeros tercios del siglo XVIII, los varilargueros son asistidos en su cometido por los toreros de a pie y emplean la vara de detener y el garrochón, indistintamente. De hecho, hacen el paseíllo por delante de los espadas. Los picadores más renombrados nacen en suelo andaluz, como los hermanos Juan y Pedro Merchante (Medina Sidonia, Cádiz), Juan de Santander (barrio de San Bernardo, Sevilla), José Fernández (Jerez) y José Daza (Manzanilla, Huelva); este último escribe además uno de los primeros y más importantes tratados de tauromaquia que se recuerdan.
Toreo de a pie. El origen de la tauromaquia de a pie en Andalucía se vertebra en el triángulo formado por Ronda, Sevilla y Cádiz. En la localidad de la sierra de Málaga es común considerar como el primero de los grandes toreros célebres a Francisco Romero, que inaugura la llamada escuela rondeña y la dinastía que lleva su apellido y que, entre otras aportaciones, perfecciona la suerte de matar a estoque con la ayuda de la muleta, instrumento que puede incluso haber inventado. Con todo, la máxima expresión del toreo rondeño del XVIII se personifica en Pedro Romero, nieto del anterior. Se calcula que da lidia y muerte a más de 5.500 reses sin sufrir cornada alguna; el 19 de mayo de 1785, además, inaugura la plaza de la Real Maestranza de Ronda, junto a sus hermanos José y Antonio Romero y al sevillano Pepe-Hillo. La principal aportación de Pedro Romero a la tauromaquia a pie es la puesta en práctica de un toreo de aguante, de reunión con el toro, no de expulsión, como bien indica José Alameda.
En cuanto a Sevilla, a mediados del siglo XVIII empiezan a sonar los nombres de Miguel Canelo, Francisco Benete, José Saavedra o Manuel Bellón 'El Africano'. Pero el protagonismo de esos años está copado por la dinastía de los Rodríguez, forjada en el barrio de San Bernardo al calor del matadero. El mayor grado de perfección del toreo a pie llega de manos del último eslabón de la dinastía, Joaquín Rodríguez 'Costillares'. Sobre él recae la sistematización de la lidia y la creación del mecanismo de las suertes, así como el perfeccionamiento (más que invención) del volapié, recurso para entrar a matar a los toros demasiado parados, y la verónica, la más popular de las suertes de capa. El refrendo de estos primeros pasos del toreo a pie sevillano tiene lugar con la creación de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, en 1830, y la aportación de José Delgado Pepe-Hillo, criado taurinamente al lado de Costillares y fallecido en el ruedo de la plaza de Madrid el 11 de mayo de 1801, después de ser corneado por el toro Barbudo, de Peñaranda de Bracamonte.
El protagonismo de Cádiz en el origen del toreo a pie queda certificado por la celebración de festejos reales en distintas plazas de la ciudad, como la de la Corredera (1578) o la de San Antonio (1661). O el mismo matadero, sito en la plaza de San Roque, donde vería la luz otra plaza de toros en 1717. Allí dejan constancia de su arte durante 38 años toreros de la talla de Lorenzo Manuel Martínez 'Lorencillo', Melchor Calderón o José Cándido.
Siglos XIX y XX. La tauromaquia del siglo XIX viene marcada por la trágica muerte en el ruedo de Pepe-Hillo. Después de la conmoción general, comienzan a sentarse las bases del futuro concepto de la tauromaquia, rematadas al final del siglo con la gran aportación de Rafael Guerra ?Guerrita?. Entre esos dos puntos de inflexión cabe destacar las aportaciones de Curro Guillén, José Ulloa 'Tragabuches', Jerónimo José Cándido, Francisco Montes 'Paquiro', Curro Cúchares, José Redondo 'Chiclanero', Antonio Sánchez 'El Tato', Manuel Domínguez 'Desperdicios', Antonio Carmona 'El Gordito', Rafael Molina 'Lagartijo', Salvador Sánchez 'Frascuelo', José Sánchez 'Cara-Ancha', Fernando Gómez 'El Gallo' o Manuel García 'El Espartero'.
Huelga referir que el siglo XX, con las edades de oro y plata en el toreo, reúne los 100 años determinantes en la historia de la tauromaquia: baste citar los nombres de José Gómez Ortega 'Joselito', Juan Belmonte o Manuel Rodríguez 'Manolete', por poner los tres ejemplos más emblemáticos. Si se recorre el siglo a través de las distintas provincias andaluzas, y se arranca en Málaga, es obligado citar a la dinastía Ordóñez, que arranca con Cayetano Ordóñez 'Niño de la Palma', se engrandece hasta el infinito con la excepcional figura de Antonio Ordóñez y se prolonga en el siglo actual en la figura de su nieto, Cayetano Rivera. Otros toreros malagueños importantes son los valerosos Miguel Márquez y Antonio José Galán y los contemporáneos Javier Conde o Salvador Vega.
Los toreros sevillanos, brillantes y variados siempre, han recorrido de cabo a rabo el siglo XX. Desde Antonio Fuentes, Antonio Montes y Ricardo Torres 'Bombita' a José Antonio Morante 'Morante de la Puebla' y Manuel Jesús 'El Cid' han pasado innumerables representantes de la mejor tauromaquia: Rafael y Joselito (los Gallo), Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías, Manuel Jiménez 'Chicuelo', Francisco y Rafael Vega de los Reyes (los 'Gitanillo de Triana'), Pepe Luis y Manolo Vázquez, Pepín Martín Vázquez, Manolo González, Jaime Ostos, Diego Puerta, Curro Romero, Paco Camino, José Antonio y Tomás Campuzano, Manuel Ruiz 'Manili', Emilio Muñoz o Juan Antonio Ruiz 'Espartaco'.
La Córdoba taurina del siglo está marcada a fuego por los nombres de dos referentes de la fiesta: Manuel Rodríguez 'Manolete' y Manuel Benítez 'El Cordobés'. Los últimos años del XX y primeros del XXI tienen nombre propio: Juan Serrano 'Finito de Córdoba'.
Cádiz ha sido, junto con Sevilla, la ciudad andaluza que más espadas de referencia ha aportado: Rafael Ortega, Miguel Mateo 'Miguelín', Juan García 'Mondeño', José Martínez 'Limeño', Rafael de Paula, José Luis Parada, Francisco Rivera 'Paquirri', Francisco Ruiz Miguel, José Luis Galloso, Paco Ojeda, Pedro Castillo, Emilio Oliva, Jesulín de Ubrique o Juan José Padilla.
En el resto de provincias, cierto que con menos profusión, también han surgido figuras destacadas a lo largo del último siglo: Miguel Montenegro, Santiago López, Pedro Pérez 'Chicote', David Fandila 'El Fandi' (Granada); Miguel Báez 'Litri' y Antonio Borrero 'Chamaco', padres e hijos (Huelva); Octavio Martínez 'Nacional', Juan Luis de la Rosa, Enrique Vera, Ruiz Manuel o Torres Jerez (Almería); y los linarenses José Fuentes, Palomo Linares y Curro Vázquez (Jaén). [ Ángel Cervantes Velarde ].
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