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CóRDOBA

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 Ciudad de 318.628 h. en un extenso municipio de 1.252 km 2,  con una población diseminada de 4.270 h., a 120 metros sobre el nivel del mar y a 140 km. de Sevilla

Situación y emplazamiento.  El rasgo más distintivo de la localización de Córdoba en Andalucía es su centralidad. Está a la misma distancia en línea recta (unos 250 km.) de Almería y de Ayamonte, equidistante entre Granada y Málaga, a 100 km. de Jaén y a 120 de Sevilla. Junto al Guadalquivir, en medio también de sus nacimiento y desembocadura (190 km.), que era navegable en época antigua y medieval, como atestiguan diversos autores, entre otros Estrabón (siglo I a.C.) o El Edrisí (s. XII).

Ahora diversas razones naturales y antrópicas impiden tal recorrido, ni siquiera para pequeñas embarcaciones. Pero Córdoba es un punto crucial en las comunicaciones, tanto por AVE, como por carretera y autovía (cuando se acabe la de Málaga y, a través de la A-92 y Sevilla, se accederá con enlaces rápidos a las otras siete capitales).

Córdoba centra también un espacio tradicionalmente complementario de montañas y llanuras, sintetizando lo que son las estructuras básicas andaluzas: Sierra Morena, Valle del Guadalquivir y Béticas, concretamente Subbético. Los regadíos de las terrazas y las fértiles tierras campiñesas (donde abundan los famosos bujeos o tierras negras) se benefician de un clima mediterráneo, de débil tendencia continental, con veranos calurosos (28º C  de media en julio y agosto) y secos, inviernos suaves (9º C en enero) y lluvias medias anuales de 675 mm., aunque con irregularidades. A las grandes producciones de la tradicional triada mediterránea (trigo, aceite y vino), se suma la ganadería, las explotaciones forestales y dehesas más los recursos  mineros de la Sierra y de Almadén.

Pero la situación en un valle requiere un emplazamiento o localización exacta, que evite riesgos de inundaciones y, en este caso, además, posibilite un puerto fluvial; por eso los primeros asentamientos tienen lugar en pequeñas alturas de las terrazas o elevaciones a ambos lados del río y sobre su lecho, comunicados por un puente, al menos desde época romana. Exactamente en un meandro o curva del cauce, que deja al norte (en la parte cóncava, erosiva y productora de escarpe) lo que sería la ciudad, al pie de la Sierra. Y al sur, una zona convexa de sedimentación, Campo de la Verdad, antes cultivado y poco habitado, de expansión urbana reciente; y otra similar al este, tradicionalmente de huerta.

Historia: capital de la Bética.  Por eso hay vestigios desde el Paleolítico y, en yacimientos de las terrazas del río Grande y la Colina de los Quemados, se excavan hasta 18 estratos desde el segundo milenio a.C., con vestigios tartéssicos, turdetanos y cartagineses, llenos de silos aprovisionadores de tropas. Allí se sitúa un poblado indígena a más de 20 m. sobre el cauce, llamado Córduba (que podría significar altozano junto al río), que, por la influencia púnica de este territorio, desde Gades y Malaca sobre todo, toma partido por Cartago, que acaba vencida por Roma.

Y entonces tiene lugar un hecho relevante para la historia de esta ciudad: la refundación del poblado como colonia romana por parte de Claudio Marcelo en el 169 a.C., apoyándose en esas ventajas geográficas, comenzando un desarrollo que la convierte en capital de la Bética * . Ésta era un país dentro de la república y el imperio romano que abarca prácticamente lo que hoy es Andalucía, y que responde a una alta civilización y a la existencia de un territorio diferenciado al sur de la Meseta con eje en el Guadalquivir y centrado por Córdoba.

Varios autores (Sentenach, Ibáñez Castro") intentan delimitar la ciudad de entonces, el trazado de los dos principales ejes ( Decumanus y Cardo máximo ) y el cruce en la plaza del Foro (tal vez en Tendillas o San Miguel). En el barrio de San Andrés se anuncia actualmente, por la calle de Santa María de Gracia, la existencia de la vía Augusta, que  alcanzaría por San Pablo el templo de Claudio Marcelo. Mucho podríamos recordar aquí de luchas civiles con base en este núcleo, como las de César y Pompeyo, ganadas por aquel tras la batalla de Munda (Montilla), la resistencia de las guerrillas indígenas o las llamadas al rey de Muritania. Pero la latinización, como en toda la Bética, es rápida, constituyendo Córduba un centro indiscutible político, económico, social y cultural con señeras familias, como la de los Anneus (a la que perteneció Séneca) o la del poeta Lucano.

En el siglo III Diocleciano traslada la capital de la Bética a Sevilla y por entonces entra el Cristianismo en este país, que pronto (constante de la historia andaluza, como lugar de puente y crisol de culturas) lo adopta. Incluso Córdoba es una de las primeras diócesis y el Obispo Osio rector del Concilio de Nicea. En el siglo V, la ciudad sufre invasiones de tribus del Norte, llamadas bárbaras, que producen la destrucción y la ruina; pretende mantenerse independiente o unirse al imperio bizantino, pero el rey godo Leovigildo la asedia y conquista en el año 572, ejerciendo una sangrienta represión y avasallándola a Toledo. Y más tarde parece que Córdoba es testigo de diversas luchas de reyes y aspirantes godos (Recesvinto, Teodofredo, Witiza, don Rodrigo").

Capital de al-Ándalus. A las rivalidades de los herederos del trono visigodo se une la lucha religiosa entre trinitarios y arrianos (partidarios de una sola persona divina), que explica mucho de la mal conocida entrada del islam en la Bética. La narración de una invasión árabe con cristianos huidos y refugiados en las montañas cantábricas, que al mando de don Pelayo inician una reconquista de ocho siglos, no es más que una simplificación poco consistente.

Lo cierto es que en agosto del mismo 711 los cordobeses hacen un pacto con el lugarteniente de Tariq, Mugit el Rumí (que curiosamente en árabe significa cristiano) y no hay conquista en realidad. Al parecer los partidarios de Witiza y contrarios de don Rodrigo facilitan la operación y sólo existe resistencia por parte de algunos caballeros visigodos. La mayoría de la población adopta el Islam y comienza una época de esplendor, donde las peculiaridades territoriales se imponen y el gobernador Al Hurr (porque primero al-Ándalus es un emirato dependiente de Damasco) traslada la capital de Sevilla a Córtoba en el 716.

Los gobernadores siguientes (Alsama Ben Meleq, Abderramán el Gafequi y Obah el Egas) mejoran la administración y hacen obras públicas (reconstrucción del puente, escuelas, mezquitas, oratorios al aire libre en los arrabales de Secunda y del Oeste de la ciudad"). En el 746 es elegido Yusuf en una asamblea general y ratificado por el califa de Damasco en un momento de luchas entre Omeyas y Abbasíes. Entonces la lejanía física, mental y cultural respecto a Oriente Medio de al-Ándalus, heredero de la Bética (cuyo territorio seguía siendo una de las cuatro partes peninsulares o al-Ándalus propiamente dicho), lleva a los notables andalusíes en el 756 a decretar la independencia (con la sola ligazón religiosa ante el Califa de Oriente Medio). Y se nombra rey a un Omeya huido, que toma el nombre de Abderrahmán I y vence a Yusuf, último gobernador, en la batalla de Al Musara.

Se le reconocen varias obras públicas en la ciudad, como hospitales y escuelas y, sobre todo, inicia la gran Mezquita aljama (proyectada con una grandeza y suntuosidad que superase las de Oriente), que no ve concluida, y levanta un palacio de recreo al norte de Córdoba, la Rusafa. Le suceden distintos monarcas hasta la instauración del Califato: Hixam I realiza una incursión a la lejana Asturias  y es derrotado por el rey Alfonso II. Alhakam I hace frente a revueltas civiles y apoya la doctrina jurídico-religiosa maliquí. Abderrahmán II reorganiza el estado e impulsa un gran desarrollo cultural en la ciudad (como el patronazgo al famoso músico Ziryab), amplia la mezquita, pavimenta calles, construye baños públicos, fuentes y un palacio a orillas del Guadalquivir. Pero hay problemas con los mozárabes (cristianos más o menos arabizados), que prosiguen en el reinado de Mohamed I, cuando se produce también la rebelión de algunos muladíes (población autóctona islamizada). Hasta que en el 912 Abderrahmán III (de origen cristiano por parte materna) pacifica el territorio e inicia un periodo de auge, político, económico, social y sobre todo cultural, en al-Ándalus y su capital.

En el año 929 se proclama califa, cortando el débil vínculo religioso existente con Bagdad, comenzando una época de esplendor en todos los órdenes. Centraliza el Estado y consolida sus estructuras, destribaliza el ejército, pacta con los reinos cristianos de la Península, mantiene relaciones con Bizancio, los francos y el emperador Otón I. En lo económico, la capital era el punto de partida de numeroso caminos y concentraba gran cantidad de comercios y talleres (seda, cerámica, metales, orfebrería, cueros, los famosos cordobanes"). Según varios estudiosos, como Levi Provençal, Córdoba era el prototipo de urbe islámica con Medina (donde reside el poder político militar, religioso y comercial, alcaicería), barrios (Ajarquía, o del Este, Oeste "con distritos gremiales" y Norte "zona de alfareros"), arrabales, murallas, ciudades satélite, almunias o casas de campo, huertos y jardines con un perímetro superior al actual y una numerosa población, aunque no sería el millón que dicen algunos autores.

Córdoba se convierte en la primera ciudad del mundo conocido, con un sistema de urbanización tan avanzado que se adelanta (con la iluminación de sus calles principales) siete siglos a París o Londres. Abundaban los oratorios y los baños públicos, posee la mezquita más grande   y, quizás, más hermosa del mundo y una ciudad palatina    en las proximidades, Medina Azahara. La convivencia de musulmanes, judíos y cristianos es fructífera (es la época del filósofo Averroes o del médico Maimónides) y se rescata la casi olvidada cultura clásica, constituyendo la antigua Bética, o al-Ándalus estricto, modelo de convivencia, crisol y puente  entre Oriente y Occidente, irradiando desde el norte de África hasta China. Y, además de esos dos famosos personajes, hubo filósofos, científicos, médicos, literatos, cuya lista sería muy larga: Alí al Calí, Ben Hazm, Hammud el Cabrí, Ben Guzmán, Ben el Castalí, Ben Zaydum, Ben el Cutilla, Ben Hayyan, Ben el Maradi" Existen noticias directas de la época, como las del escritor cordobés Al Razí, que resalta la excelencia del alfoz , o término, y la grandeza de su recinto. Más tarde, en los siglos XII y XIII, el geógrafo Edrisí y el viajero Abulfeda recogen testimonios del emporio económico y el esplendor cultural de Córdoba y el Califato. El primero se refiere a cinco villas contiguas  rodeadas de murallas propias y el segundo destaca la solidez de la cerca y la existencia de siete puertas.

A la muerte del primer califa cordobés en 961, tras un largo reinado, le sucede su hijo al-Hakam II, ilustrado y pacífico "utiliza la diplomacia más que la guerra tanto con el centro y norte peninsular como con los fatimíes del Magreb", que lleva a Córdoba al máximo esplendor artístico y cultural, patrocinando a sabios y artistas y creando la mayor Biblioteca de toda Europa. Su hijo Hixen II se vio anulado por la gran personalidad del regente, el algecireño  Almanzor, que, aunque amplía la mezquita, da un sesgo más militar al reino; llega a acuerdos con los fatimíes y lanza una serie de operaciones contra los estados cristianos, revelándose como un gran estratega militar. Tras su muerte en  1002 comienza la decadencia del otrora esplendoroso Califato, que queda disuelto en 1031 por el Consejo de los notables de Córdoba.

La decadencia.  El poderoso estado se disgrega en Taifas o pequeños reinos, encabezando Córdoba uno al principio, pero en 1070 es anexionado por el potente rey Al Mutamid de Sevilla. Ante la presión de Castilla se recurre a los almorávides, que a finales del XI reconstruyen al-Ándalus; y lo mismo ocurre a mediados del XII, tras un segundo período de Taifas, con los almohades, que llegan a Córdoba en 1148. Pero la derrota de éstos por las tropas castellanas en las Navas de Tolosa en 1212 cambia el equilibrio castellano/andalusí.

En efecto, el 29 de junio de 1236 el rey Fernando III conquista la ciudad, mediante capitulación, y, por ende, con ciertas consideraciones hacia la población vencida, necesaria para mantener la ciudad y sus campos ante la  escasez de repobladores. Las comunidades musulmanas y judías conviven con los cristianos llegados, pero luego hay una larga historia de idas y venidas, conversiones, expulsiones, camuflajes y retornos; de forma que, sin considerar las absorciones, aún a principios del siglo XVII existe, según estudios de Lapeyre, cuatro o cinco mil moriscos en la ciudad (14% de la población), contándose más de 15.000 entre las diócesis de Córdoba y Jaén. López Ontiveros escribe en 1981 que el número de moriscos, casi 5.000, en 1581 es muy parcial y que "debería haber bastantes moriscos establecidos en las restantes parroquias o en el campo". Y recoge una cita de Ortiz Belmonte sobre que la mayoría de los mudéjares de entonces procedían de Granada y el resto "eran cordobeses, descendientes de los moros que regresaron a Córdoba después de la conquista, habiéndose con los cristianos cordobeses fundidos en una sola raza"

Por eso en la estructura urbana pesa mucho la organización eclesiástica con la erección de iglesias, algunas sobre mezquitas, y conventos, manteniéndose durante tiempo el estilo mudéjar combinado con el gótico. Pero la ciudad no crece y apenas se modifica, salvo la eliminación de detalles de viviendas (arquillos, aljimeces, saledizos") y alguna alineación callejera en la Ajarquía. Hasta el primer tercio del XIV no se construye el Alcázar cristiano sobre el musulmán (apareciendo el barrio de San Basilio de plano a cordel) y la Corredera (plaza porticada a imitación castellana en una explanada extramuros de la Medina) es del XV.

Tras la conquista hay varios tumultos y Córdoba se ve envuelta durante dos siglos en luchas dinásticas y de la nobleza; por ejemplo, en 1310 el rey don Pedro el Cruel ejecuta a varios caballeros por apoyar a la reina doña Blanca y, después, habiéndose proclamado la ciudad partidaria de don Enrique, se coaliga con el rey nazarí Mohamed para sitiarla. También hay problemas en los reinados de Enrique III y Juan II y, como se recoge en el span> Diccionario  de Madoz, "el infante don Enrique llegó a Córdoba para tranquilizar la Andalucía", y en 1473 tiene lugar durante tres días una persecución de judíos, que acaban por ser expulsados. Los Reyes Católicos ponen fin a las luchas nobiliarias y residen en el Alcázar de los Reyes Cristianos en varias ocasiones, antes del asalto al reino de Granada, recibiendo más de una vez la visita de Colón.

En el siglo XVI destacan varios cordobeses, como el capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, el arquitecto Hernán Ruiz y el escritor Luis de Góngora. Pero la crisis económica se refleja en las alteraciones de 1575 con motivo del pago de las alcabalas, que el rey ordena del 10%; y en 1652 el pueblo se subleva ante la carestía, con asaltos a varios graneros. El testimonio de algunos viajeros no va mucho más allá de describir la plaza porticada y detenerse en la mezquita y otros monumentos (como hace el francés Jouvín en 1672) o resaltar la belleza del caballo andaluz. Según Fortea, la población de 1530 y 1630 era prácticamente la misma, en torno a los 30.000 h., si bien destaca una cierta industria textil, sedera sobre todo, en función del comercio con América, pero poco duradera.

La crisis de los siglos XVIII y XIX.  De forma que los siglos siguientes son de clara crisis y algunos viajeros  así lo indican; Peyron, 1772, dice que "esta ciudad no conserva de su antigua grandeza más que un vastísimo recinto, lleno de casas medio arruinadas" y la famosa mezquita...". Townsend en 1786 repara en la gran cantidad de mendigos; y el barón de Bourgoing, en 1792, sube la cifra a 35.000 h., pero reduce la industria a "fabricar cintas, galón para sombreros y bayetas" y "el campo cercano a Córdoba es una de las zonas más fértiles en cereales y aceitunas, pero una de las más desoladas de España".

Pero la mejor información para mediados del siglo XVIII es sin duda el Catastro de Ensenada, cuya publicación correspondiente a Córdoba data de 1990, con la introducción de A. López Ontiveros. Éste incide contundentemente en una "Córdoba estancada y decrépita" y la vertiente patética de la sociedad cordobesa" en ningún rasgo aparece más clara que ante el número de pobres de solemnidad". Se prescinde de traer aquí descripciones, cifras y especulaciones que pueden confundir (extensión del término, población activa), y se hará referencia a una ciudad fundamentalmente agraria (el 80% del término estaba cultivado, la mayoría en cortijos de cereal al tercio), con grandes propiedades, señoriales y de clérigos, con más de 5.000 jornaleros, pequeño comercio, alguna artesanía y cierta importancia de profesionales. El antiguo recinto andalusí se mantiene con lentos cambios en el callejero, si bien a finales de la centuria el Campo de la Victoria se convierte en Alameda, un paseo alargado y arbolado, como ocurre en otras ciudades andaluzas.

Las noticias del XIX no son mejores; estancamiento demográfico, económico y urbano, según estudia Casas Deza hacia 1860 y lo testifican distintos viajeros, como  Borrow en 1842 ("ciudad pobre, sucia y triste") o Ford ("tiene un aspecto verdaderamente oriental, pero por dentro toda ella es decadencia"). Aunque conviene apelar a una fuente menos subjetiva y de cuantificación que para mediados del XIX es el Diccionario  de Madoz, que registra una población de 41.976 h. (1,5% de Andalucía), en 4.858 casas (lo que da un índice sumamente elevado, aun considerando las viviendas y cortijos situados fuera de la ciudad), repartidas  en una parte alta, o de la Villa, y otra baja, o Ajarquía. Están separadas por un muro desde el río a la puerta del Rincón "donde aún quedan restos de la cerca y de una torre", y circundadas por una muralla, arruinada o demolida en algunos tramos, con 13 puertas, entre las que destacan la del Puente, camino de Sevilla.

Es decir, que la Córdoba de mediados del siglo XIX no supera el recinto murado andalusí "aunque al pie de la sierra había residencias secundarias y huertos"; destacan la monumentalidad de edificios (Mezquita, alcázares") y la fuerte presencia eclesial "dada la permanencia de musulmanes o recién convertidos tras la conquista" con 12 parroquias, 19 conventos masculinos (algunos fuera de la población), 13 femeninos "otros seis se habían demolido o destinado a otros usos" y 24 ermitas. Una ciudad conventual, que dicen algunos, marca claramente el paisaje urbano, como se ve en numerosas pinturas de la época, si bien las desamortizaciones del momento dejarían solares y cambios de uso en edificios.

También se modifica la estructura de la propiedad rural, pero el agro cordobés de mediados del XIX no difiere mucho del de un siglo antes, si bien se registran casi 13.000 fanegas más, si es que eran la misma medida. Hay tres cuartas partes de secano (del que el 90% es labor al tercio, el  5% de olivar y escasas vides) y apenas 700 fanegas de riego; con casi el 23 % del término de dehesas, arbolado (encinas,  alcornoque, pinos, castaños), chaparral, matorral y pastos. Así que las producciones son de trigo, cebada, leguminosas, frutas, hortalizas, ganadería y sus famosos caballos; las artes e industrias  se hallan "muy decaídas", frente al florecimiento de otros tiempos en que se exportaban "para la América y el extranjero". El comercio exterior se basa en aceitunas adobadas para Madrid y alguna obra de platería.

Desde otro enfoque de la historia hay que recordar algunos hechos: la resistencia cordobesa a las tropas napoleónicas, a las que vence en el puente de Alcolea en junio de 1808; la creación de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, debido al interés del literato Arjona y Cubas y que es punto de referencia de los intelectuales. En 1836 se entabla una batalla entre realistas y carlistas. En la revolución de 1868, Córdoba es base militar de los liberales y, con los sublevados de Cádiz por el almirante Topete, vencen también en el puente de Alcolea a las tropas realistas, teniendo que huir Isabel II.

La Córdoba reciente. Ya en el siglo XX los movimientos de  trabajadores y andalucistas ocupan parte de la historia política de esta ciudad. El Centro Obrero, aglutinador de distintos sindicatos, se opone al conocido turno oligárquico de los partidos monárquicos, conservadores y liberales. El andalucismo cala en algunos intelectuales, en torno a la revista Andalucía y su ideario ( "hombres nuevos y normas nuevas") alcanza cierta popularidad. En 1919 tiene lugar el Manifiesto de la nacionalidad y en 1933 se aprueba en esta ciudad el proyecto de Estatuto de Autonomía. La economía sigue en crisis, tanto que en mayo de 1921 Alfonso XIII se refiere en su discurso a las necesidades cordobesas y promete dos obras, que no se realizan: el ferrocarril directo a Puertollano y la navegación por el Guadalquivir. En la elecciones municipales de 1931 triunfa el Frente Popular, proclamándose la II República, de la que llega a ser después presidente el cordobés Alcalá Zamora; pero en julio de 1936 el coronel Cascajo y la reducida guarnición de la ciudad se une, al principio casi aisladamente, al golpe del general Franco.

En el terreno urbanístico la estación del ferrocarril al norte atraerá después la expansión, a la vez que las vías  próximas a la ciudad suponen, como ocurre en otros lugares, una especie de dogal y deterioro. En la organización de esa zona se abre en 1860 la avenida Gran Capitán. Al proceso de asimilación de murallas por viviendas, se une la eliminación de algunas y las rondas se convierten en circunvalaciones, pronto angostas y escasas de espacios verdes. Aún en el plano del mapa topográfico 1/50.000, de 1896, salvo la parte septentrional y alguna edificación extramuros (cementerios, cuarteles, matadero, edificio de la Diputación, antiguo convento, Alameda), la ciudad viene a ser el recinto medieval, que aloja en 1900 a algo menos de 60.000 h., y no se rebasan los 100.000 hasta 1930 (2,2% de Andalucía) para llegar a los 165.000 en 1950.  

Entonces ya se produce a mediados de siglo pasado un necesario crecimiento del plano, al norte, oeste (en el ensanche burgués de Ciudad Jardín)  y, según cartografía de López Ontiveros, por el este (Paseo Fuensanta, Magdalena-San Antón, noreste de Marrubial) y muy poco al sur. Y el mismo autor añade a la población de los censos unos crecimientos anuales de difícil comparación y menos con las tasas naturales de tanto por mil. Otros estudiosos explican estos crecimientos por nuevos regadíos, industrias agrícolas, de maquinarias y cemento, más las Construcciones Electromecánicas, instaladas en 1917 al oeste de la ciudad.

Así surgen después de los cincuenta barriadas populares, como Las Palmeras y Cruz-Conde, y los polígonos residenciales e industriales. Los primeros con bloques en altura, carentes de espacios verdes y libres, como los de  Levante, Fuensanta y Guadalquivir; y entre los segundos,  apartados de la urbe, las Quemadas y Chinales. A finales de los sesenta hay un cierto desarrollo cultural con la creación de la Universidad laboral, centros de enseñanza media y superior, hasta que en 1971 se instala la universidad pública. El régimen democrático, general y local, más la consecución autonómica, dan lugar a más inversiones, que transforman bastante las infraestructuras y equipamientos, y las cuestiones urbanísticas aparecen como preocupación prioritaria ( Atlas de Andalucía , 2000).

Recientemente hay nuevas instalaciones universitarias (campus mixto concentrado en Rabanales y disperso por el centro), sanitarias, deportivas, remodelaciones  internas, especialmente a orillas del río, ampliación y mejora de jardines y espacios verdes (sobre todo el cinturón oeste y norte, tras el soterramiento del ferrocarril), circunvalación (que une ejes de crecimiento inconexos), estación del AVE y algo frecuente en otras ciudades: las urbanizaciones periféricas en lo que sería área metropolitana. Tiene lugar al norte, según una tradición antigua (quintas romanas, almunias andalusíes"), y se elevan en las laderas de la Sierra por donde disminuye la temperatura (en principio 0,5 grados cada cien metros), muy de agradecer en el tórrido verano del gran valle andaluz, además de la vegetación y el atractivo de las vistas. Así, el Brillante (casi a 200 metros sobre el nivel del mar) o la Colonia, aunque también crecen este tipo de viviendas por el este y sur.

El plano urbano.  Como resultado de esa evolución, se encuentra con una ciudad definida y delimitada fundamentalmente por elementos del viario tradicional y algunos naturales, como ocurre en tantos otros lugares. El sur queda  enmarcado entre el río y la autovía de circunvalación, con los antiguos barrios de Miraflores, Campo de la Verdad (unidos al centro por el puente romano) y el posterior de Fray Albino (rectangular y con calles rectilíneas), bordeado por un antiguo eje, carretera de Granada y Jaén. El barrio Sector Sur tiene una estructura más abierta y el Polígono  Guadalquivir los consabidos grandes bloques en cuadrícula. Después, producto de los últimos 15 años, los polígonos industriales de la Torrecilla y Amargacena.

Por el este la misma circunvalación (especies de dogales pero de paisaje menos deteriorado que el ferrocarril) hasta la avenida de Libia (carretera de Madrid, eje importante de expansión a oriente de la antigua Ajarquía) con los espacios abiertos del recinto ferial y estadios deportivos, el reciente polígono Santuario, el de Fuensanta al sur del cementerio, Parque Fidiana y Cañero, en un plano mezcla, según el origen, de tamaños y alineaciones  de manzanas, abundando más los espacios verdes en el centro y con una densidad superior a la media (Mulero Mendigorri, 1984). Alcanza casi 800 h/ha en las Viñuelas, que con otros barrios, como el Polígono Levante, prolonga el plano de la carretera de Madrid hasta la avenida Carlos III, desde donde se extiende la barriada de Fátima hasta la línea férrea.

Sobrepasada ésta por el norte (encima del soterramiento queda un buen espacio abierto, orillado por edificaciones de calidad), el límite se sitúa en el canal del Guadalmellato (que recorre la orilla de la vega desde Alcolea a Almodóvar) con el polígono industrial Chinales, Valdeolleros (más de 500 h/ha ), Santa Rosa, Huerta de la Reina, Moreras, Margarita". Y fuera de ese límite, el barrio del Naranjo y la urbanización del Brillante (con las densidades más bajas de la ciudad, poco más de 10 h/ha), donde había un caserío de ese nombre y con eje en la carretera que sube a la cornisa serrana, de bellos paisajes y lugares tradicionales, como el Monasterio de Santo Domingo,  ya a 400 metros sobre el nivel del mar.

Al otro lado de la ciudad el plano no tiene unos límites tan claros, si bien aún en el noroeste quedan entre el referido canal y el ferrocarril los barrios de Figueroa y San Rafael de Albaida con espacios libres; más lejos, las barriadas de Electromecánica y, entre vías, las industrias. Al oeste hay un amplio terreno con una franja verde (Jardines de la Agricultura, de la Victoria, Parque Cruz Conde) heredera de la Alameda; y más allá, una densa Ciudad Jardín con frontera en Gran Vía, antiguo arroyo del Moro. Después, donde hace poco más de un decenio sólo estaba la plaza de toros, se localiza la Huerta de la Marquesa y el Polígono Poniente con terrenos sin edificar. Al suroeste, centros sanitarios y universitarios dispersos.

Este perímetro no alcanza la gran aglomeración musulmana descrita por Levi Provençal, sobre todo por occidente, que engloba Medina Azahara. Por eso escribe con razón López Ontiveros en 1981 que "la Córdoba actual es tributaria de la musulmana en una serie de aspectos materiales, infraestructurales y de psicología urbana sin los cuales no se puede comprender el carácter y comportamiento de la misma". Acertada frase que da pie para  hablar del centro histórico y sus monumentos. Cosa harto difícil, porque, como se dice en una publicación-guía, "andaluza hasta la médula, Córdoba es una de las ciudades con un legado histórico y cultural más rico. Y esa riqueza de su historia, la confluencia de culturas, la diversidad de sus costumbres y su exquisita gastronomía" merecen que la UNESCO reconociera una parte de su casco histórico como Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 1994.

La huella romana.  Sin duda la historia islámica deja una huella importante, pero conviene referirse antes a los vestigios romanos, que se refieren a las bases del puente sobre el Guadalquivir, reconstruido posteriormente, y algunos basamentos de murallas. Pero, sin duda, lo más espectacular son los restos del templo de Claudio Marcelo, de la  segunda mitad del siglo I, en un recinto arquitectónico en la parte alta de la ciudad, del que quedan un gran podio y 11 columnas corintias, junto al Ayuntamiento actual.

El legado andalusí. Es bastante conocido y hay recuadros adjuntos que amplían esta escueta reseña, comenzada aquí con la Mezquita (de 24.000 m 2  y un interior que suele describirse como "bosque" de columnas y arcos), resultado de una serie de ampliaciones y reformas desde los inicios, en el año 785, por Abderrahmán I. Quedan restos de muralla árabe en la Ronda del Marrubial (con una longitud de casi 400 m., seis m. de altura y dos y medio de espesor, con 14 torres, algunas medio destruidas), integradas en parte en un colegio privado y en los jardines de los Poetas. Otras partes de murallas tienen origen en esa época musulmana (por lo menos desde los Baños hasta la Puerta de Almodóvar, reconstruidas y acondicionadas con canalillos de agua, empedrados y jardines de naranjos), siguen su estilo (torre de la Malmuerta) o se asientan en una antigua fortaleza (la Calahorra, levantada en el XIV, ahora sede del Instituto para el Diálogo de las Culturas) al otro lado del río. En éste quedan una serie de molinos, como el célebre de la Albolafia, en el que una noria eleva el agua hasta el palacio.

En las afueras hay edificios y restos árabes, como el acueducto de Valdepuentes o la almunia de Alamiría. Y sobre todo Medina Azahara, mítica ciudad palatina en la falda de la sierra, que al parecer llega a ser habitada por 12.000 habitantes, símbolo y realidad de un gran poder y esplendor califal. Una parte es descubierta y se realizan algunas reconstrucciones, que atraen las visitas. Hay otras huellas de la época musulmana, como parte de construcciones posteriores (el Alcázar de los Califas, hoy Palacio Episcopal), baños árabes o los jardines y albercas del Alcázar de los Reyes Cristianos. También es del mismo estilo y tradición, el mudéjar, la pequeña Sinagoga, de 1315, exponente único de la herencia judía en Andalucía y símbolo de la convivencia entre las tres grandes religiones monoteístas.

Pero no es el único edificio de esas características, sino que tras la conquista una serie de obras, sobre todo iglesias, mezclan el gótico del norte con el legado andalusí, de elementos arquitectónicos y ornamentales, azulejos y artesonados, así como técnicas y materiales con una fisonomía especial. Tal ocurre con muchas iglesias del XIII o posteriores (la Magdalena, que sirve de modelo, San Nicolás,  Santa Marina, San Miguel, San Pedro, San Francisco), a las que se unen otras sobre antiguas mezquitas, que conservan alminares (Santiago, San Lorenzo, transformado después). También en conventos (Santa Clara), capillas (San Bartolomé, hoy Museo taurino, o dentro de la misma mezquita), arquitectura civil (Casa del Indiano con una puerta espectacular). Incluso en época tardía, como el artesonado de decoración mudéjar de San Pablo en el XVI.

A pesar de las reformas, el plano de la ciudad islámica guarda muchos trazos de entonces, siendo numerosas las calles estrechas, empedradas, quebradas, retorcidas, placitas pequeñas, azucaques o callejones  sin salida, tanto en lo que era la Medina como en la Ajarquía. El legado andalusí (término más correcto que musulmán, que indica una religión, o árabe, una lengua ) puede detectarse también en patios y jardines ("con aromas de naranjo y jazmín y rumores de agua", como consta en algún escrito) y en muchas otras cosas, como en la gastronomía o la artesanía.

Monumentos renacentistas y barrocos.  Pero claro está, la ciudad presenta también una serie de monumentos y obras posteriores, fundamentalmente de la realeza, la Iglesia y la nobleza, ajenas a la decadencia apuntada anteriormente. Corresponden primero al gótico, mezclado casi siempre con lo autóctono en el estilo mudéjar, como queda dicho más arriba, si bien a las iglesias citadas conviene añadir otros edificios del XIV (como el Alcázar de los Reyes Cristianos y el Palacio de Viana, que guarda algunas pinturas de Goya ) y del XV (Casa de los Marqueses del Carpio y la Posada del Potro).

El Renacimiento, que llega tarde a Andalucía, donde aún en el XVI se mantiene el mudéjar, deja también obras destacables, en las que intervienen a veces los Hernán Ruiz, como la parte de Catedral incluida en la Mezquita, la iglesia de la Compañía, buen ejemplo manierista, la de San Pablo e incorporaciones a otras anteriores (San Andrés o Santa Marta). También las ermitas del Cerro de la Víboras fuera de la ciudad, más edificios y obras civiles: Arco del Triunfo, plaza de la Corredera (recientemente rehabilitada con un colorido especial), casas de los Venegas (Gobierno Militar), de los Méndez de Sotomayor (conservatorio) o de los Villalones.

El Barroco alcanza en Andalucía un gran desarrollo en el XVII y XVIII, llegando en su aspecto decorativo a extremos no superados en ningún otro lugar de Europa, al ser adaptado a su propia tradición artística, donde cuenta la exuberancia del estilo andalusí. En Córdoba hay iglesias  de esta época (San Rafael, San Cayetano) o transformadas entonces (San Agustín, la Trinidad, del XIII sobre una mezquita, San Hipólito), conventos (Trinitarios, la Merced) y alguna obra más como la plaza de Capuchinos y el Cristo de los Faroles.

El Neoclásico, que recuerda la geometría y el equilibrio de las obras renacentistas, no está muy representado en esta ciudad, aunque cabe señalar la iglesia de Santa Victoria y el Círculo de La Amistad (1853), sobre el terreno de un antiguo hospital del siglo XV. De principios del XX es el edificio del Colegio de Arquitectos, de estilo modernista, y el aspecto actual de la plaza de Las Tendillas; y a lo largo del siglo se alzan otras construcciones de interés, como la Facultad de Veterinaria, de estilo historicista, la Universidad Laboral, el Hospital General o la Fábrica de Cervezas El Águila, modelo de arquitectura industrial.

Oferta cultural y turística.  Además de su monumentalidad, Córdoba dispone de una oferta cultural y turística muy amplia, con una buena red de museos con diversos contenidos. El de Bellas Artes (con obras pictóricas desde la Edad Media hasta la actualidad), el Arqueológico (renacentista, cuya colección de piezas árabes antiguas es de las más importantes del mundo), Diocesano (con colecciones de pinturas, esculturas, tapices y otros objetos), el Museo Taurino (con salas dedicadas a Lagartijo, Guerrita, Machaquito y  Manolete), el de Julio Romero de Torres, Casa Museo de Salvador Morera y el Museo Etnobotánico.

En el Palacio de Congresos y Exposiciones, situado en el restaurado Hospital de San Esteban del siglo XVI, se desarrolla una importante actividad cultural y turística, a lo que conviene añadir otras ofertas, como el Festival Internacional de Guitarra, el Concurso Nacional de Arte Flamenco o el Ciclo de Música de las Tres Culturas.

También cabe incluir en esa oferta la cocina cordobesa, en parte de herencia andalusí, con famosos platos, como el salmorejo, el gazpacho de almendra, el cordero a la miel o la repostería (alfajores, pestiños y el pastel cordobés con especias aromáticas). La artesanía se basa en el cuero, como el cordobán, la alfarería de influencia califal y la orfebrería, de trabajos de filigrana cordobesa, suponiendo la  joyería un apreciable elemento económico. Como en toda Andalucía, se celebra la Semana Santa y la Feria, pero el acontecimiento festivo más propio de esta ciudad es el  Concurso de Cruces de Mayo y el Festival de los Patios Cordobeses, que llenan de colorido las encaladas paredes.

Planificación urbana, área de influencia y comunicaciones. La gran dimensión del término municipal (1.252 km 2 ), el escaso dinamismo económico y la menor eficacia de la política llevada a cabo en la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX impiden la formación de un área metropolitana, predominando todavía el proceso de centralización-polarización en relación con el entorno. En efecto, en los años sesenta, Córdoba es uno de los municipios pioneros de Andalucía en poner en marcha un plan de ordenación de acuerdo con la Ley del Suelo de 1956, pues, aunque su aprobación definitiva no se produce hasta 1961, éste se formula en 1958. Así, las estrategias fundamentales se concretan en los siguientes puntos: a) el tratamiento del territorio se ciñe a los límites del término; b) este plan se caracteriza, como todos los de la época, por favorecer un fuerte crecimiento urbano, altas densidades y una nítida zonificación de usos.

Con la llegada de los Ayuntamientos democráticos y, dada la magnitud de los problemas y los déficits heredados del pasado, la política urbanística se convierte en la acción municipal predominante. Así, teniendo en cuenta este contexto, se pone en marcha la elaboración de un nuevo plan a mediados de la década de los ochenta (1986), donde tampoco se consideran las relaciones del conjunto del marco territorial con los núcleos del entorno, de forma que la ordenación del sistema general viario tan sólo se vincula con el municipio de Córdoba. Si bien, se definen los elementos clave estructuradores de la ciudad de la época: 1. El tratamiento de éste había sido un factor fundamental en la historia y en su configuración, de ahí que el río se convierte en un elemento clave en la ordenación de la ciudad. 2. La intervención sobre la red ferroviaria va a suponer la eliminación de su trazado en superficie en una parte del tejido urbano. 3. El sistema de parques urbanos completa el conjunto de piezas estructurantes de la ciudad. Además, se hacen importantes esfuerzos para reconducir los procesos de parcelaciones de segunda residencia en su mayoría ilegales, proponiendo diversas medidas de ordenación ya que la extensión y la compleja configuración del término habían favorecido el desarrollo de éstos.

Se resuelve en lo fundamental la articulación de la ciudad según el plan de 1986, y se formulan y ejecutan grandes obras estratégicas, planteadas en el plan de ordenación de 1997, aprovechando la buena coyuntura económica (tren de alta velocidad AVE, pasillo ferroviario, tramo urbano del río Guadalquivir, plan del centro histórico, construcción de un parque tecnológico, desarrollo de proyectos logísticos, creación de nuevas áreas residenciales). Queda por resolver la capacitación de Córdoba para insertarse en el entorno territorial, dando lugar a la formación de un área metropolitana y la posibilidad de conectar a ésta con el entramado de redes que rigen la globalización.

Por ello, en el Segundo Plan Estratégico de esta ciudad (2003) los objetivos fundamentales se centran en fomentar el desarrollo de la aglomeración cordobesa, convirtiéndola en un centro regional, la mejora de la articulación de ésta con el resto de redes urbanas provinciales y regionales y la ampliación de la inserción económica de la urbe en las redes globales. Pues hasta ahora, Córdoba había sido el polo organizador a la manera tradicional del espacio central de la depresión del Guadalquivir, siendo en la actualidad la tercera ciudad andaluza después de Sevilla y Málaga.

Hoy, el área de influencia de Córdoba se extiende con gran dinamismo hacia Alcolea y Villarrubia por un lado y, por otro, hacia Obejo, Villaharta y Villaviciosa. Sólo en sus extremos aparecen tramos individualizados del gran área de influencia de escala intermedia de Córdoba. Éstos incluyen dos redes de núcleos perfectamente diferenciados, la propia del valle del Guadalquivir, desde Posadas hasta Pedro Abad, y un sector del subsistema campiñés correspondiente a la parte noroeste. Pero, según el plan estratégico, la definición de área metropolitana debe resolverse considerando todos los flujos y posibles entornos de influencia, puesto que la corona metropolitana más inmediata a la ciudad está muy condicionada por los ejes del AVE, la variante de la nacional IV y la autovía de Málaga. Por otra parte, las coronas metropolitanas han de incorporar los subsistemas de ciudades cordobeses del río Guadalquivir y los de  Sierra Morena de la provincia de Córdoba, debido a su importancia medioambiental en el noroeste, sur y suroeste, Y además han de favorecer la conexión de las actividades económicas localizadas en estas zonas que se encuentren ya en un proceso de desarrollo importante.

Si nos atenemos a su posición dentro del sistema de comunicaciones andaluzas, ésta resulta estratégica, pues se sitúa sobre la autovía Madrid-Sevilla, tiene parada el tren de alta velocidad AVE y se ve reforzada su localización por el nudo de enlace con la rama del AVE Madrid-Málaga que se está construyendo, además de tener aeropuerto. Por ello, la mejora de la articulación regional y subregional ha de servir para conectar las capitales de Jaén, Granada, Málaga y Almería con Córdoba, ahora insuficientemente vertebradas con ella y con sus ámbitos comarcales de mayor desarrollo económico, susceptibles de tener impactos positivos con la ciudad de Córdoba (Écija, Sierra Sur, Campiña Sur, Valle de los Pedroches, Ciudad Real, sur de Extremadura, etc). Luego todos estos hechos favorecen la conexión de Córdoba con el entorno provincial, regional y nacional.

Población y economía.  Desde el punto de vista demográfico, Córdoba viene ganando población desde 1900, sobre todo en el periodo 1950-1970, ya que sus efectivos se incrementan en torno a 20% cada década. Ahora bien, el descenso de la tasa de natalidad en los últimos 15-20 años repercute de forma importante en el crecimiento poblacional intercensal, reduciéndose éste de forma paulatina y llegando a perder población entre la etapa 1991/2001 (-0,78 %). En la actualidad, Córdoba tiende a mantener sus efectivos poblacionales, sumando un total de 318.628 h. en  2003. La tasa de natalidad es de 10,07%, el crecimiento vegetativo alcanza el 3,4 por mil, el índice de vejez supone el 14,3% y el porcentaje de menores de 20 años se sitúa en el 22,5% (2003), luego no se trata de una población envejecida y el volumen de población refuerza su posición en la jerarquía de las ciudades andaluzas.

En cuanto a la dinámica económica, la principal actividad según el número de establecimientos es el comercio con 6.962 establecimientos y 20.272 ocupados (2003). Le siguen a distancia los industriales 2.115, los hoteleros 1.766, la construcción 1.723 y los servicios inmobiliarios y avanzados 1.249 (2003). Si estudiamos la actividad económica en función de la distribución de la población activa por ramas (2000) sin contar la agricultura, el 17,76% se dedica a la industria, el 11,06% a la construcción, el 26,6% al comercio y el 44,6% al resto de subsectores de servicios.

Dado que la actividad comercial aún siendo importante no tiene capacidad para convertirse en motor de la  economía, la distribución de la población activa nos está indicando la debilidad del proceso industrial y de la introducción de la sociedad servindustrial, teniendo en cuenta que tradicionalmente la formación de un área metropolitana está muy vinculada con esta rama y con la descentralización urbana. Algo parecido está advirtiendo el índice de patentes expedidas al año por 10.000 h. (0,162 en 2001), la tasa de actividad (49,4 % en 2003) o la de paro  (17,04 % en 2003). De ahí que se esté dotando a la ciudad de Córdoba de parques empresariales especializados (joyero, ciudad sociosanitaria, etc) y centros avanzados (industria agroalimentaria, textil, madera y cerámica), además de un parque tecnológico.

Sin embargo, en relación con el turismo, Córdoba se consolida como destino turístico preferente a lo largo de la última década en relación al conjunto de ciudades españolas, ya que progresivamente va dejando de ser una ciudad de paso para convertirse en una "ciudad estancia", aunque el periodo de permanencia de los turistas sigue siendo reducido a pesar del crecimiento experimentado (10% desde el año 2000). De esta forma el turismo llega a ser una actividad fundamental para la economía cordobesa al dejar anualmente unos ingresos superiores a los 180 millones de euros.

Por otra parte, la renta familiar disponible (2003) se sitúa (entre 9.000 y 9.700 euros) en torno a la media andaluza (9.500 euros), pero todavía existen una serie de indicadores que nos muestran que las condiciones de vida de la población deberían ser mejores. Así, el número de conexiones en 2003 a internet (de 20,5%) y los hogares con ordenador (37%) es bajo;  el número de automóviles por 1000 h. es de 375,13 (2001) y el de camas hospitalarias por 100 habitantes es de 0,7 (2002). [ Gabriel Cano / Rosa Jordá Borrell ] ( -> véase Judería , Medina Azahara y Mezquita).

 
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