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ANARQUISMO

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En la mayoría de las comarcas andaluzas del último tercio del siglo XIX y primero del XX hay actividad y presencia de las ideas y organizaciones anarquistas. Las ideas libertarias se habían extendido por prácticamente toda España, y Andalucía es una de las regiones en las que tiene mayor importancia. Hasta el punto de que existe una trabazón entre muchas de las señas de identidad ácratas y andaluzas. Durante estas décadas, el anarquismo en Andalucía no es ni una ideología marginal alejada de la mayoría de la población, ni se le puede caracterizar como un movimiento de tendencias terroristas. Por el contrario, es un poderoso competidor del sistema social y político imperante, que se distingue por desarrollar una amplia actividad cultural y educativa, ejemplificada en un sinnúmero de ateneos, escuelas y periódicos; por ser una de las vías de introducción de movimientos, como el vegetarianismo, neomalthusianismo, naturismo o difusión del esperanto * , hoy plenamente asumidos por la sociedad andaluza y, finalmente, por agrupar en el seno de sus organizaciones a un importante sector del proletariado urbano y rural andaluz. Esfuerzo que, en el verano de 1936, significa una alternativa de régimen social, transformando la oposición a la rebelión militar de julio en una revolución social.

Una cuestión muy debatida es la de establecer las causas por las que el anarquismo arraiga de este modo. Desde las primeras explicaciones del notario cordobés Juan Díaz del Moral hasta las más recientes de los hispanistas Eric J. Hobsbwan, Reinhold Görling o Jacques Maurice o las de los españoles Martínez Alier, González de Molina, Isidoro Moreno o Eduardo Sevilla. A partir de todas ellas, podemos decir que la presencia ácrata en Andalucía responde a un conjunto de razones que van desde su sabiduría en la interpretación de los modos de vida y trabajo del mundo rural, muy presionado por las desamortizaciones y el paulatino centralismo liberal, hasta su capacidad de encauzar las aspiraciones de la cada vez más numerosa clase proletaria.

El anarquismo y anarco-sindicalismo andaluz puede ser caracterizado por su 1) persistencia en el espacio y tiempo; 2) su importancia numérica en el conjunto del movimiento libertario español; 3) su equilibrada presencia en el mundo rural y urbano; 4) su obrerismo y pragmatismo sindical; 5) su continua labor de propaganda y acción cultura; 6) su especial protagonismo en las páginas de la represión estatal y patronal y 7) por haber sido cuna de importante figuras del movimiento obrero y la cultura andaluza y española.

Persistencia en el tiempo y espacio.  Si se toman como referencia los 92 partidos judiciales en los que Andalucía está dividida durante las tres primeras décadas del siglo XX, encontramos una significativa presencia anarquista en todas las capitales de provincia y en más de la mitad de los partidos. Sobre todo en los más habitados de la cuenca del Guadalquivir, cuya población supone casi el 65% del territorio andaluz. El anarquismo domina en la práctica totalidad de las provincias de Cádiz, Sevilla, Córdoba y en más de la mitad de Huelva y Málaga. Desde la campiña cordobesa hasta la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda, el territorio que se extiende entre el curso inferior del río y la fachada marítima de los litorales gaditano y malagueño. Sus puntos débiles son los municipios más orientales de la región pertenecientes a Almería y Jaén.

Las comarcas de implantación anarquista son las de mayor concentración de propiedad de la tierra y gran número de pobres; las que tienen antiguas experiencias de lucha campesina en pleitos anti-señoriales; las que son objeto de represión tanto bajo la Monarquía como bajo la República, y aquellas de fuerte presencia de trabajadores industriales como mineros, constructores navales o urbanos. En ellas, las ideas libertarias ocupan el espacio social e integran en sus estructuras a los colectivos de las clases subalternas. Circunstancias que hacen germinar la intensa propaganda ácrata y sus dúctiles planteamientos ideológicos que se amoldan con la actitud "moral" campesina, las expectativas de las recientes aglomeraciones urbanas y su voluntad propicia a la acción directa. Además, tampoco hay que olvidar las relaciones de los ácratas con el republicanismo, sobre todo con el federal, que apoya las reivindicaciones campesinas sobre las tierras usurpadas y cuya prensa es una vía de difusión de los planteamientos libertarios.

Así que no es extraño que en la primera organización obrera española, la Federación de la Región Española (FRE), sección de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), encontremos a trabajadores andaluces seguidores de Miguel Bakunin y a antiguos republicanos como Fermín Salvochea, el ex sacerdote y diputado federal Antonio Pedregal Guerrero o Miguel Mingorance. Internacionalistas y republicanos están juntos en la proclamación de la I República y en los intentos de anular las sentencias contrarias a los municipios en los pleitos sobre la propiedad de la tierra. El mapa de la insurrección federal del otoño de 1869 se corresponde con el de las zonas de mayor conflictividad social, como Málaga, Sevilla, Cádiz o Córdoba, y a sus grupos armados se incorporan numerosos trabajadores.

Más adelante, en la década de los años ochenta del siglo XIX, la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) también reúne en su seno a sociedades cooperativas y de socorros mutuos y a republicanos con doble militancia. En este hecho reside una de las razones de su espectacular crecimiento en Andalucía. Republicanos y anarquistas terminan por distanciarse y compiten por ocupar el espacio del asociacionismo obrero. Durante los primeros años del siglo XX las sociedades obreras andaluzas seguían mayoritariamente las tácticas anarquistas. A partir de este momento y, pese a la competencia del socialismo en algunas comarcas rurales, el anarquismo se convierte en la ideología dominante en el movimiento obrero andaluz, urbano y campesino, hasta 1936.

Presencia que se observa durante todas estas décadas, desde las finales del siglo XIX hasta 1936. En 1870-1872, durante los balbuceos de la organización obrera internacionalista, nos encontramos con grupos de trabajadores y campesinos de diversas comarcas y poblaciones andaluzas que permanecen fieles a los principios de acción del societarismo ácrata. Es lo que ocurre en Cádiz y Málaga. En la primera, tanto en la sierra, en Arcos, Olvera o Grazalema, como en la campiña, en Jerez, Sanlúcar de Barrameda o Medina Sidonia, la fachada marítima y el Campo de Gibraltar "es decir, en todas las comarcas de la provincia". Las organizaciones gaditanas están desde entonces presentes en los congresos de la FRE de Córdoba en 1872; de Sevilla, diez años más tarde, de la FTRE; de Madrid de la FSORE de octubre de 1900, y de Madrid, 1919 y 1931, y Zaragoza, 1936, de la CNT. En el caso de Málaga es lo que ocurre en localidades como Alozaina, Cártama, Antequera, Humilladero y, sobre todo, en Ronda y Málaga y las poblaciones de sus partidos judiciales.

Parecida situación es la de las tierras cordobesas donde, sin embargo, la implantación es más tardía, durante la primera década del siglo XX. Aunque después ya se muestra persistente. Son los casos de Castro del Río, Espejo, Montoro, La Carlota, Fernán Núñez o la propia ciudad de Córdoba. Las comarcas de Sevilla se pueden dividir entre las que el obrerismo libertario cuaja en las décadas setenta y ochenta del siglo XIX y las que lo hacen en la segunda del XX. Entre las primeras están las de Carmona, Lora del Río, Marchena, Morón de la Frontera, Osuna y Utrera. Entre las segundas las de Cazalla de la Sierra, Estepa y Sanlúcar la Mayor. En el caso de la propia ciudad de Sevilla, si bien la presencia del obrerismo libertario es muy temprana, en las poblaciones bajo su influencia directa no aparece hasta los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, como resultado del desarrollo económico y los movimientos demográficos que se producen.

En Huelva, Jaén y Granada presencia y persistencia son mucho más inestables. Junto a momentos de gran influencia hay otros de práctica, si no total, desaparición. Aunque sí hay una eclosión durante la Segunda República en todas ellas. Así, la capital onubense y otras localidades como Ayamonte o la comarca minera de Riotinto y Nerva cuentan con una cierta tradición. Como islas anarcosindicalistas tenemos en Jaén los casos de La Carolina, Linares, Peal de Becerro y Santa María de Rus, y en Granada, la capital y Motril.

Importancia del movimiento libertario. Este importante número de comarcas andaluzas que cuentan con una significativa presencia anarquista, nos lleva a plantear que las ideas libertarias tienen durante este periodo una gran importancia numérica en el conjunto del movimiento libertario español. Presentes los obreros andaluces desde la creación de la Primera Internacional en España, los adheridos a organizaciones de tendencia anarquista o anarcosindicalista siempre están entre los más numerosos. Durante la existencia de la FRE se tienen que crear dos Comarcales, la Este y Oeste, que indica no sólo la amplitud territorial de la región, sino también el creciente número de sociedades y federados. En 1882, con motivo del congreso que la FTRE celebrado en Sevilla, más del 60% de los trabajadores representados son andaluces. Importante asistencia que se mantiene durante los primeros congresos de la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE) entre 1900 y 1901.

Si importante es la presencia de los anarquistas andaluces en estas primeras organizaciones obreras, desde la fundación de la CNT, en 1910, y en los momentos en los que tiene continuidad legal y puede celebrar de forma pública congresos, Andalucía ocupa un destacado lugar. Tanto que se le considera la "infantería" del movimiento revolucionario español. La relación de asistentes y representados de los congresos de la CNT de 1919, 1931 y 1936, indican que los andaluces nunca son menos del 15% del total. Una trayectoria que es ascendente. Si en 1919 son poco más que una octava parte de la organización, en 1931 son ya un cuarto y, cinco años después, un tercio del total de los sindicalistas. Desde otra perspectiva, en el congreso nacional de 1919, la andaluza es la tercera confederación por el número de sus efectivos y la primera por el de organizaciones locales presentes. En 1931, cuando se celebra el siguiente comicio, ya era la segunda, tanto en cifras de afiliados como de sindicatos. Finalmente, en 1936, en el congreso de Zaragoza celebrado unas semanas antes de la sublevación militar, se convierte en la primera regional cenetista, tanto en afiliados como en organizaciones representadas.

Distribución equilibrada. Tradicionalmente se atribuye al anarquismo andaluz un componente esencialmente agrario reflejo de la identificación que se hace de Andalucía con el mundo rural y la supuesta inexistencia de un sector industrial significativo. Sin embargo, ni todas las comarcas de la región son latifundistas, ni faltan los enclaves que cuentan con una industria de transformación que los convierte en algo diferente a un núcleo rural. Hoy día conocemos un panorama mucho más heterogéneo en el que están presentes ciertas industrias ligadas a la segunda revolución. Durante los años de mayor influencia del anarquismo en la región, la participación del porcentaje andaluz en el producto fabril español se situaba en torno al 20%. Así, no debe extrañar que al final del periodo, en 1936, aunque el anarcosindicalismo tiene un mayor número de afiliados relacionados con el mundo agrario, este 56,4% sea mucho menor de lo que pueda suponer la existencia del tópico.

Las comarcas gaditanas reunían a unos 45.323 afiliados, 26.208 rurales y 19.115 urbanos; las de Córdoba a 8.980 rurales frente a 2.108 urbanos, de un total de 11.088; en el caso de Granada, de 8.656, 1.930 eran agrarios y 6.726 urbanos; Huelva agrupaba a 2.975 afiliados rurales y 4.738 urbanos, con un total de 7.713; Málaga con 25.554 afiliados, tenía 12.412 rurales y 13.142 urbanos; Sevilla, 29.219 y 18.222, respectivamente, de un total de 47.441 y en Jaén, con apenas 4.159 afiliados, la práctica totalidad eran rurales. Así pues, los 149.862 cenetistas representados en el congreso de Zaragoza, se dividen en 85.811 rurales y 64.051 urbanos. Lo que da unos porcentajes provinciales de 57,9% rurales y 42,1% urbanos en Cádiz y, respectivamente, 81,1% y 18,9% en Córdoba; 22,2% y 77,8% en Granada; 38,6% y 61,4% en Huelva; 48,7% y 51,3% en Málaga; 61,6% y 38,4% en Sevilla y casi el 100% rurales en Jaén. Las provincias de Cádiz y Málaga son las más representativas lejanas a los desequilibrios de Jaén, con el 100% de afiliados rurales, o Granada, con más del 75% urbanos.

Obrerismo y pragmatismo sindical. En cualquier caso, tanto en el mundo urbano como en el rural, el anarquismo andaluz tiene una característica común, que es su obrerismo y pragmatismo sindical. El ácrata andaluz era eminentemente asociativo y siempre se mantiene organizado aunque existieran en su seno duras polémicas sobre su orientación finalista colectivista o anarco-comunista o entre los sindicalistas y los partidarios de una acción específicamente anarquista. La consecuencia es que siempre están ligados al movimiento obrero, impulsan a su vez diversas organizaciones ácratas, y que sus prácticas sindicales puedan caracterizarse de pragmáticas y organizadas dentro de sus posibilidades a la vez que no abandonan su finalidad revolucionaria. Así, son sociedades animadas por trabajadores anarquistas las que, a principios del siglo XX, comienzan a oponerse al salario remojado  "el que se pagaba parte en dinero y parte en comida" y piden la reducción de la jornada de trabajo.

A través del anarquismo, la clase obrera andaluza va adquiriendo un cada vez mayor grado de organización que alcanza su eclosión tras los años de la Primera Guerra Mundial. Preeminencia que mantiene, frente al socialismo, primero, y al comunismo, después, hasta 1936. Así, en 1920, frente a los 40.000 asociados que aproximadamente tiene la socialista Unión General de Trabajadores (UGT), la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) alcanza más de 100.000. En 1936 la CNT es la central mayoritaria en la región con sus 150.000 afiliados. Pero no es sólo una cuestión de número de afiliados. El predominio libertario se manifiesta en que en su seno forman parte casi todos los sectores productivos con mayor presencia social e importancia económica. Así ocurre en el mundo rural, aunque las secciones de la federación campesina de la UGT se expanden enormemente, llegando a ser mayoritarias en provincias como Jaén. Sin embargo, las zonas de las campiñas cordobesas, sevillanas y gaditanas "las más importantes desde el punto de vista demográfico, económico y social" continúan prácticamente fieles a la CNT. Además, las principales industrias urbanas "como la construcción, la metalurgia, el transporte o la alimentación" son en su mayoría anarcosindicalistas.

Así, la región se convierte en avanzadilla de la conquista de las ocho horas y en una en las que mayor repercusión tienen, desde 1890, las convocatorias del Primero de Mayo. Más adelante, durante los años treinta del siglo XX, la reducción de la jornada a seis horas que pide la AIT, refundada en Berlín en 1922, es objetivo prioritario de los sindicatos de la CNT andaluza. En junio de 1936, el Sindicato de la Construcción de la CNT de Sevilla firma con la patronal del sector las primeras bases en las que, en España, se recoge esta petición.

De otro lado, desde Andalucía siempre se impulsa la creación de una organización nacional campesina. Primero, en Córdoba, con asistencia de numerosos delegados de la región, se crea la Federación Nacional de Obreros Agricultores (FNOA), heredera de la Unión de Trabajadores Campesinos (UTC) decimonónica. Después, en Jerez de la Frontera tienen su sede el consejo federal y su portavoz La Voz del Campesino . A esta entidad se la considera la primera de características plenamente anarcosindicalistas, lo que significa tanto una mayor coordinación de las luchas campesinas, al darles una plataforma reivindicativa coherente, como un mejor vínculo entre el campesinado de las diferentes zonas del país.

Cuando la FNOA desaparece en 1919 al adoptar la CNT la estructura de "sindicato único", la necesidad de contar con una organización campesina nacional permanece viva en los sindicatos andaluces y a ello dedican sus esfuerzos a lo largo de las décadas siguientes. Durante los años treinta diversas localidades andaluzas, como Jerez o Morón, serán sede de las secretarías provisionales de la futura Federación Nacional, y en la capital de la Campiña gaditana reaparece el periódico La Voz del Campesino , portavoz de los trabajadores del campo.

Es en Jerez donde, en 1914, se aplica la táctica de poner en huelga al unísono a los pueblos de una comarca y no abandonarla hasta que no hayan conseguido todos las reivindicaciones. Algo muy lejano de la caracterización de las prácticas anarcosindicalistas como de un revolucionarismo de cuerda sin fin. Otro ejemplo de este pragmatismo es el camino recorrido, durante los años treinta, por la confederación regional de la CNT hasta llegar a un pacto de unidad sindical con la UGT socialista, tras los duros enfrentamientos de los años anteriores para ocupar mayoritariamente el espacio sindical. En 1934, tras dos insurrecciones fracasadas de la CNT, expulsados del Gobierno los socialistas y vencedora la derecha en las elecciones de finales de 1933, se produce la confluencia entre la radicalización de los afiliados socialistas y la corriente cenetista favorable a la unidad de acción. Aunque hay reticencias a llegar a cualquier tipo de inteligencia, en junio apoyan la huelga convocada por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), y en agosto, el Pleno Regional de sindicatos andaluces aprueba, a escala regional, la realización de pactos circunstanciales con los sindicatos ugetistas.

Despeja el camino la propuesta de Alianza Obrera Revolucionaria que la CNT nacional aprueba en mayo de 1936. Ese año, la CNT y la UGT andaluza caminan unidas en su deseo de clarificar definitivamente el panorama sindical de la región. Tras la integración de la comunista CGTU en el sindicato socialista, ambas centrales presionan a los llamados "sindicatos autónomos" para que decidan su federación en una de las dos. En mayo, en Zaragoza, al calor del entusiasmo despertado por el triunfo electoral del Frente Popular, el congreso nacional de la CNT avanza un paso y acuerda que el pacto CNT-UGT se realice a escala de organizaciones, no de entes locales. Unidad que, en cualquier caso, se da en la calle durante la sublevación militar de julio.

Junto al obrerismo organizado los anarquistas andaluces también crean organizaciones específicas, aunque queden en un segundo plano por la intensa actividad societaria. Desde las últimas décadas del siglo XIX existen numerosos grupos anarquistas por toda Andalucía que adoptan nombres tan significativos de su ideología como "Fisher", en honor del obrero asesinado en Chicago, "Los Convencidos" o "Los Hijos del Planeta". Sus actividades principales son las de discusión ideológica, reemplazar al obrerismo local en determinadas coyunturas e impulsar la edición de periódicos o escuelas. Tan entrelazados están obrerismo y militancia ácrata que hasta la fundación de la CNT, y la toma de conciencia del poder que representa una organización sindical, no se plantea la creación de una organización específicamente anarquista de ámbitos regional y nacional. En 1913 se produce un intento fallido de tres grupos sevillanos que efectúan un llamamiento a los demás de la región para crear una llamada "Federación Anarquista Andaluza". Es en 1915, tras la celebración en El Ferrol del Congreso Internacional de la Paz en el que se decide la creación de un comité permanente anarquista, cuando comienza a funcionar una Federación de Grupos Anarquistas de Andalucía.

Una organización que tiene una existencia muy precaria y que siempre está supeditada a la efectiva creación de la CNT andaluza, que tiene lugar en Sevilla en los primeros días del mes de mayo de 1918. De todas formas, está presente en los preparativos fallidos para la celebración de un congreso anarquista español en 1917 y 1919, que finalmente no se celebra hasta 1923 en Madrid y en el que se crea un comité encargado de organizar una Federación Nacional de Grupos Anarquistas de España, el antecedente de la Federación Anarquista Ibérica fundada en 1927 en Valencia. A la cita levantina también acuden grupos anarquistas andaluces, quienes se hacen cargo de su primer comité peninsular. Durante los años siguientes se reorganiza la Federación de Grupos Anarquistas de Andalucía, la organización específica que actúa en Andalucía durante los años de la Segunda República, en todas sus provincias salvo en Almería. Cádiz y Sevilla son las que mayor número de grupos y federados concentran de los aproximadamente 150 y 1.000, respectivamente, que funcionan durante esos años.

Represión estatal y patronal.  En los sindicatos o grupos específicos los anarquistas andaluces dedican una especial atención a una continua labor de propaganda y acción cultural. El pragmatismo sindical del anarquismo andaluz se ve completado con una intensa tarea de propaganda y acción cultural. Si es la prensa republicana una de las vías por las que se introducen las ideas internacionalistas en Andalucía, en las décadas siguientes aparecen otras como periódicos estrictamente ácratas, escuelas y centros culturales, que tienen distintos nombres como Centro de Estudios Sociales, Ateneo de Divulgación Social o Ateneos Libertarios. Un "hilo rojo" que discurre de forma continua durante estas décadas y alterna momentos de auge obrerista con los de vacío organizativo, producidos bien por la represión o por el retraimiento de los trabajadores. Actividades culturales que sirven para que los anarquistas andaluces discutan, rectifiquen y asuman nuevas tácticas y estrategias, y mantengan la comprensión de la realidad en la que viven.

De todas formas, como en el caso del asociacionismo obrero, estas actividades se desarrollan no sin inconvenientes, prisiones y clausuras de locales y escuelas. Porque el anarquismo andaluz tiene un especial protagonismo en las páginas de la represión estatal y patronal. El carácter fuertemente represivo, su obsesión por el orden público, con el que las autoridades españolas, tanto monárquicas como republicanas, enfrentan la cuestión del asociacionismo obrero, es expresión de su incapacidad para abordar una auténtica política de reformas económicas y sociales y está en el origen de una sucesión de violentos y sangrientos incidentes. Andalucía tiene el triste privilegio de ocupar un lugar protagonista. Hasta el punto de que algunos de estos sucesos se convierten en hitos de la historia de España de estas décadas. Son los casos, por ejemplo, de "La mano negra", "el asalto campesino a Jerez" o, ya en el siglo XX, los sucesos ocurridos en Alcalá del Valle y Casas Viejas, que alcanzan la categoría de tema literario. Baste recordar La bodega de Vicente Blasco Ibáñez * o La aldea del crimen de Ramón J. Sender * .

Esta tradición represiva alcanza su culminación con las operaciones de guerra colonial que sufren las localidades andaluzas durante la rebelión de julio de 1936. La imperiosa necesidad de transportar a la península las tropas africanas, para lo que es necesario controlar el Valle del Guadalquivir, y conectarlas con el ejército del norte de Mola, convierten a las ciudades y campos andaluces en un territorio a conquistar. Las tropas mercenarias del ejército español actúan de la única forma que saben: provocando el pánico y ejerciendo el derecho de botín. Terror que perdura durante la posguerra cuando la guerrilla es combatida con prácticas similares.

"La mano negra" . Justicia, policía y guardia civil, ejército y prensa, juntos o por separado, no dudan en utilizar todos los medios a su alcance para abortar el desarrollo del anarquismo en la región. Paradigmático es lo ocurrido entre mayo y septiembre de 1883 en Jerez de la Frontera, con los llamados procesos de "La mano negra". Una serie de crímenes cometidos en la campiña gaditana es el pretexto para detener, encarcelar y procesar a varios centenares de internacionalistas, no sólo gaditanos, sino también de otras provincias andaluzas. Independientemente de las causas de los asesinatos, éstos son utilizados para desmantelar las sociedades obreras que renacen en la provincia gaditana tras la reorganización de la Internacional en España en septiembre de 1881.

La Guardia Civil "prepara" los juicios mediante la falsificación del supuesto reglamento de una sociedad secreta llamada "La mano negra", elabora listas de los principales activistas obreros de la provincia gaditana y obtiene las confesiones de culpabilidad de los detenidos. Mientras, la prensa publica espeluznantes relatos sobre sus actividades, crímenes, los miles de afiliados que tiene y sus terribles planes. En el Parlamento, se pide que las leyes se apliquen con dureza y el ejército ocupa los campos. El resultado son unos voluminosos sumarios que sirven de base para pronunciar siete sentencias a muerte, que se cumplen en Jerez el 14 de junio de 1884; 20 años más tarde todavía permanecen en prisión otros siete de los condenados. El montaje se transmite hasta fechas recientes como una verdad. Incluso hoy, hay quienes todavía dan por cierta la existencia en los campos andaluces de una banda de anarquistas asesinos llamada "La mano negra". No era la primera vez, ni la última. Una década más tarde, en 1892, la misma población gaditana es escenario de otro funesto acontecimiento: el llamado "asalto campesino de Jerez". De nuevo vuelve la represión indiscriminada sobre el obrerismo andaluz, como los procesos de Montjuic lo son para el catalán. Una manifestación de jornaleros hambrientos, entre 600 y 3.000, invade las calles de la ciudad el 8 de enero de 1892. Durante unas horas son dueños de sus calles hasta que, tras intentar liberar a algunos presos, interviene el ejército. En la desbandada quedan tres muertos y numerosos heridos. Otra vez se repiten las detenciones masivas, la prensa difunde la existencia de un complot, los políticos recuerdan a "La mano negra", se declara el estado de guerra y actúa. Ocho de los más de 200 detenidos son sometidos a consejo de guerra. Cuatro de ellos son ejecutados. Nuevamente se obtienen confesiones bajo tortura, se desprecian pruebas, numerosas sociedades obreras son clausuradas y permanecen encarcelados durante muchos años algunos de los más destacados militantes ácratas de la zona.

Entrado el siglo XX tiene lugar un motín en Alcalá del Valle * , población también de la provincia de Cádiz. A pesar de que pueda ser considerado un episodio menor, es representativo de otros muchos que indican la forma de encarar los problemas sociales en Andalucía. Durante una huelga se produce, el 1 de agosto de 1903, un sangriento choque con la guardia civil. Los detenidos son torturados y tres de ellos condenados a muerte. En esta ocasión las ejecuciones no se consuman por la intensa campaña de prensa; signo de que, aunque poco, los tiempos cambian. La guardia civil no puede torturar impunemente; ni la justicia, aunque sea la militar, condenar a muerte a su libre albedrío y la prensa influyente ya no es sólo gubernamental.

Casas Viejas. Sin embargo, lo ocurrido en la población gaditana de Casas Viejas * en enero de 1933 es el ejemplo que mejor caracteriza los límites de la incapacidad del Estado español, fuera monárquico o republicano, por erigirse en representante de la "paz pública" ciudadana. El domingo ocho en numerosas ciudades españolas se declaran huelgas generales que, en muchas ocasiones, tienen un carácter violento. Es un movimiento revolucionario preparado por la CNT que fracasa falto de coordinación y carente de su principal apoyo: una huelga nacional ferroviaria que no llega a declararse. Al amanecer del miércoles 11 en Casas Viejas se proclama el comunismo libertario. La rebelión es pronto sofocada y sólo en una choza, la de Curro Cruz, llamado Seisdedos * , hay resistencia. La Guardia de Asalto la incendia y siete de sus ocupantes mueren. Unas horas más tarde son detenidos una docena de campesinos que son asesinados ante los restos calcinados de la cabaña.

Pocos días después, el periódico anarcosindicalista CNT denuncia lo sucedido. Nadie le da crédito. Sin embargo, los reportajes que Ramón J. Sender y Eduardo de Guzmán publican en la prensa madrileña tienen mayor repercusión. La oposición, encabezada por el partido Radical de Alejandro Lerroux * , interpela al Gobierno para que aclarare lo ocurrido. El presidente del Gobierno, Manuel Azaña, niega los fusilamientos hasta que los certifica una comisión de parlamentarios que viaja a Casas Viejas. Ahora, el Gobierno quiere responsabilizar exclusivamente al comandante de las fuerzas, el capitán Rojas, y al director general de Seguridad, Arturo Menéndez, que dimite. Ambos son encarcelados acusados de homicidio.

Azaña piensa, tal como escribe en sus diarios, que los sucesos van a quedar enterrados bajo la capa de nieve que cubre Madrid esos días. Así quedarían también las causas y el significado de la matanza. Entre ellas, el papel que tienen la soberbia de los gobernantes y la pretensión de los campesinos de sustituir un injusto sistema social por otro más solidario e igualitario. Lo importante es preservar el prestigio del ejercicio del poder. Así es como alcanzan su pleno significado las palabras del presidente del Gobierno cuando asegura que en Casas Viejas no había ocurrido sino lo que tenía que ocurrir. El régimen republicano, que sustituye a la vieja monarquía, no satisface las esperanzas populares de amplias y profundas reformas. Como tampoco sabe reaccionar al espectacular resurgir anarcosindicalista con métodos diferentes de los del orden público. En junio de 1931, antes de que se hubiera puesto en marcha cualquier otra reforma, ya desfilan por el madrileño parque del Retiro las nuevas fuerzas policiales republicanas: la Guardia de Asalto.

Para escamotear los excesos estatales se suele descargar la responsabilidad de los hechos en los anarquistas, en los utópicos revolucionarios. Algo muy diferente de lo que se aprecia si se observa con detalle la actuación de los anarquistas andaluces de estas décadas. Todos los sucesos citados se sitúan en momentos de expansión libertaria, signo de que era una respuesta "moderna" a determinadas situaciones seguida por un ingente número de andaluces.[ José Luis Gutiérrez Molina ]

 

 
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